Un nuevo capítulo y un nuevo análisis de la última temporada de la serie que está haciendo colapsar el streaming de HBO. El domingo pasado GoT se hizo presente con un capítulo que, para los amantes de las batallas y la acción, pudo haber sido flojo o, incluso, de relleno, pero no. Lejos quedó la temporada anterior, con el ritmo vertiginoso y viajes continentales en modo ultrasónico. La acción ya llegará, ahora es el momento de volver a lo que hizo famosa a la serie: los personajes, las intrigas y la trama. Un nuevo análisis de la mano de Belén de los Santos.

 * * *

Jamie se presentó frente al concilio de Winterfell y fue finalmente absuelto por sus crímenes terribles de la primera temporada. Arya demostró que haberse convertido en una increíble asesina—y una con muy buena puntería, aparentemente— de ninguna manera implica resignar su deseo sexual como mujer. Brianne, quizá el personaje más hermoso y puro de la serie, fue reconocida en un nombramiento tan improvisado como emotivo. Y Bran, por fin, empezó a formular oraciones un poquito más largas para que nosotrxs, muertos de ansiedad, podamos empezar a entender aunque sea algo de todo lo que está por venir. Además, finalmente tuvo lugar la revelación que venimos esperando desde que hace años un montaje de escenas nos hizo saber que el bebé de Lyanna era Jon Snow y fue ni más ni menos que interrumpida por el pequeño detalle de la llegada del ejército de caminantes a las afueras de la ciudad. Así y todo, luego del segundo episodio de Game of Thrones hubo quejas que recorrieron la red al grito de “acá no pasó nada”.  ¿Qué expectativas tenemos cuando consumimos este tipo de ficción? Si acá no pasó nada, ¿qué significa que pase algo?

Lo cierto es que no se avanzó de forma explícita hacia la resolución de los grandes conflictos que se avecinan. Y eso genera ansiedad, sin dudas. Como el primero —y quizá aún más—, se trató de un episodio de vísperas, de preparación. Es la lógica de un capítulo que transcurre durante toda la noche previa a la primera gran batalla: fundirnos con los personajes que han completado su recorrido para unirse frente al gran final, enternecernos con Gilly y reírnos con las anécdotas Tormund —¿con quién más pasarían su última noche?—. Si la temporada anterior, presionada por el final anunciado, nos apuró de un rincón del mundo hacia el otro porque había todavía mucho recorrido por hacer, podríamos decir que toda esta vuelta al diálogo, al encuentro de personajes, a la espera, es más fiel al origen de la serie que nos mantuvo tan expectantes. No puedo evitar preguntarme si, de tratarse de una novela, los primeros capítulos recibirían la misma crítica: “¡No pasó nada, todavía no empezó la guerra!” ¿Qué nos quedaría de los grandes relatos si suprimiéramos la evolución de los personajes y esperásemos solo a que “pasaran cosas” —tan ambiguo esto en los reclamos de Twitter como en los discursos de Macri—? Bueno, nos quedarían productos culturales enlatados que se venden por demanda, que entretienen, pero no molestan. Y, del otro lado de la pantalla, espectadores/consumidores que pretenden exigir que les den siempre lo que esperan. Celebro que, ante la cantidad mundial de seguidores, la serie no se entregue a ser nada más que un consumo de “cosas”. La frustración y el quiebre de las expectativas es parte tan intrínseca de la buena ficción como el clímax de la mejor guerra. No se incomoden ante la espera, chicxs, disfruten.

Este episodio en el que no ocurrió nada se sitúa en el borde de nuestro mundo conocido. “Todos los que no están acá, están con ellos”, avisa Tormund. Del otro lado, lxs otrxs, lo desconocido. ¿Para qué contamos historias desde siempre, sino para entender todas esas cosas imposibles de explicar? El sentido de la vida, la experiencia erótica, la muerte. Todas las grandes ficciones son relatos sobre lo que está más allá de nuestro entendimiento y deseamos comprender. Esto es lo que le exige Arya a Gendry —después de exigirle una súper-lanza, pero antes de pedirle sexo—: ¿cómo son ellos? Arya le exige un relato, algo que le ayude a poder entenderlos. La respuesta, “realmente malos”, es un casi un chiste, pero nos hace preguntarnos: ¿cómo se relata eso tan terrible? ¿Cómo se le ponen palabras? No era fácil, pobre Gendry. Armar una buena narración sobre lo desconocido no es fácil, nunca.   

“¿Cómo se ven? ¿Cómo huelen? ¿Cómo se mueven? ¿Cuán difícil es matarlos?”

“Esto es… diferente. Son la muerte.”

Si el episodio anterior fue el de los reencuentros, este podría ser el de los relatos: todos los personajes están de vuelta de su viaje, todxs han cambiado en ese recorrido. Este es el momento de armar una historia común, ahora que se encuentran todxs juntxs lxs representantes de las cuatro casas del inicio: Baratheon, Stark, Lannister, Targaryen. Juntxs, son todo lo que conocemos de este mundo. Los personajes comparten sus experiencias: se encuentran, hablan sobre su recorrido, sus cambios, sus similitudes, lo que ahora lxs une. Lo hace Tyrion con su hermano y después con el resto frente al fuego, lo hace Dany con Sansa, Arya con el perro, y así podemos seguir. Uniéndose, construyen una gran experiencia conjunta para enfrentar lo desconocido; con la estrategia aprendida de Sansa, la habilidad de Arya, la entrega de Jamie, la inteligencia —y recientemente aprehendida humildad— de Tyrion, los libros de Sam, los dragones de Dany, el ¿linaje? de Jon.  Todo lo vivido hasta ahora sirvió para llegar hasta este punto.

Y Bran —¡finalmente, Bran!— se pone un poco más expresivo y nos revela que su función en todo esto es exactamente esa: él, el cuervo de tres ojos, es la Memoria, el relato de todxs. Se entiende, entonces, que parezca ser el que gesta, el que organiza, el que estaba esperando que se reunieran todos los personajes para hablar. Él —y todxs juntxs— son el gran relato y la muerte, lo otro, es su olvido. Lo que se defiende no es la vida sino la memoria, la posibilidad de recordar y, por ende, la posibilidad de contar. O, más bien, la memoria es igual a la vida, la experiencia es igual a su relato, a poder ponerla en palabras y compartirla.  Y Tyrion, sabio pese a sus errores —solo por esto creo que puede llegar a redimirse—, se sienta junto a Bran y pide el relato más importante de todos:

“Tuviste un viaje extraño.”

“Más extraño que el de la mayoría.”

“Me gustaría escucharlo.”

Lo que dice luego Tyrion nos sirve para pensar el episodio entero: esta noche, todxs atrapadxs dentro del castillo, debe usarse para escuchar y aprender de esas historias, que son la vida de estos personajes, que son la esencia de la serie entera. Si no nos detenemos a recordar, a hacer memoria, bien podemos directamente entregarnos al Night King y pedirle que “pasen cosas”.

Claro que esta historia, la Historia con mayúsculas que es el viaje de Bran, es justo el relato que nosotros no escuchamos. Escuchar a Bran explicarlo todo sería como escuchar a algún dios explicar el sentido de la vida: absurdo e incomprensible (y posiblemente exasperante, por lo inexpresivo del muchacho).  Pero tenemos las suficientes pistas para comenzar a entender algo de cómo funciona este mundo, justo ahora que comienza a cerrarse.

Se recuerda la experiencia, entonces, para intentar comprender lo desconocido; se recuerda, también, para mantener vivo el mundo que se conoce. Pero hay una última posibilidad: se recuerda, se mantiene la memoria para poder cambiar. Y así llegamos a la que se convirtió inmediatamente en mi cita favorita de este episodio. Enorme, intraducible, Tormund: “Fuck tradition”.

Ningún cambio se gesta sobre la nada, sino recuperando la tradición para corregirla, para mejorarla. Claro que una semana después de haber escrito que las mujeres ya habían alcanzado y naturalizado los lugares de poder, lxs muchachxs van y nombran tanto a Brianne como al capítulo “Knight of the seven kingdoms”. Error mío, pero momento hermoso.

La construcción de Brianne y lo que ella representa a lo largo del episodio va conduciendo lentamente hacia este final. Es, quizá, el reconocimiento formal de esta presencia naturalizada de la mujer en los lugares de poder de las últimas temporadas que ya habíamos mencionado. Desde la escena de apertura, en la que decide defender a Jamie, se produce un giro: ella, alta, erguida, la viva representación del honor; él, con la mirada gacha, a la merced de las dos mujeres que tiene en frente. Brianne sola tiene el poder para salvarlo. Tyrion no es influyente y el aporte de Jon es casi decorativo. Brianne es, verdaderamente, su “knight in shinning armour”. De ahí en más, a lo largo del capítulo, Arya se ríe de las precauciones de Gendry y consigue que éste la tome en serio y haga su lanza, Sansa y Daenerys reconocen haber triunfado en sus roles de liderazgo y una nena se ofrece para proteger las criptas. Al momento de discutir las estrategias de guerra, frente al mapa de la ciudad y sus alrededores, ninguna toma de la cámara excluye a las mujeres de la escena. Lo mismo se traslada al lenguaje, Tyrion pide estar en el frente de batalla “junto a los hombres y las mujeres que arriesgarán su vida”. En este contexto, se carga de sentido el nombramiento de Brianne, la exclamación de Tormund. Más aún si pensamos que, con la revelación final de Jon a su tía/amante, se abre un último y gran conflicto de género. Dany lo tiene claro, ya que es su primera reacción: “Si fuera cierto, te haría a vos el último heredero masculino de la casa Targaryen”. ¿Cuánto jugará la tradición de acá en adelante? Digámoslo de nuevo, junto con Tormund: fuck tradition.

Y con esa incógnita nos quedamos, como Tyrion, pensando en la batalla que ya está por llegar. Preparen los pochoclos el domingo, queridxs, que seguro pasan cosas.

Sumate a la discusión