Por definición, el terrorismo se define siempre por una serie de primeros golpes. Ahora, en el marco de los planes de seguridad de paises como EEUU y Francia ¿Es suficiente establecer un sistema de vigilancia permanente de toda la población civil o reforzar las medidas de seguridad aeroportuarias? Se afianza el paradigma paranóico de la vigilancia y la violencia. ¿Cuáles han sido los resultado de la guerra sin cuartel contra el terrorismo?

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Para comenzar, el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 y el ocurrido en París el 13 de noviembre en 2015 tienen similitudes en cuanto a su metodología y reacciones posteriores. En ambos casos se trató de ataques simultáneos, coordinados a objetivos humanos masivos.

El atentado a las Torres Gemelas  causó la muerte de 2973[1] personas más de 6000 heridos y la desaparición de otras 24, resultando muertos los 19 terroristas que intervinieron. Mientras que en el atentado en Paris, asesinaron a 129[2] personas hiriendo 350  aproximadamente. En respuesta, los respectivos gobiernos atacados reaccionaron en forma similar, apostando a la inmediata reacción militar y dictando medidas que ayuden a prevenir otros atentados.

Obviamente, entre las medidas adoptadas, uno de los aspectos más importantes fue la modificación de los protocolos de seguridad aérea, que fueron adoptados por todos los países. Por otro lado, los métodos de control e inteligencia interna de los países involucrados avanzaron directamente sobre el control de la población con el objeto de detectar elementos terroristas.

En primer lugar EEUU, dos meses después del ataque del 11-S, el Congreso estadounidense aprobó una controvertida ley conocida como la Ley Patriota, la cual amplió la capacidad del Gobierno Federal para vigilar a la población civil estadounidense. Ese instrumento legal permite realizar escuchas telefónicas, intervenir correos electrónicos, revisar registros financieros o médicos y rastrear la propiedad de inmuebles sin notificación previa a los interesados. La ley facilita las maniobras policiales para detener y deportar inmigrantes sospechosos de estar conectados con el terrorismo y permite un mayor control sobre los estudiantes extranjeros.

Por su lado, Francia, entre muchas medidas implementadas, decretó la el estado de emergencia, la cual le otorgó a las autoridades civiles poderes policiales ampliados para garantizar la seguridad de la población y de los turistas; entró en vigor inicialmente durante 12 días, siendo prorrogada durante meses posteriores. También reforzaron las medidas de seguridad tanto en aeropuertos, estaciones de tren y lugares públicos.

Los resultados alcanzados  han sido dispares, debido a la constante mutación de los métodos adoptados por el terrorismo denotando esto, que los países deben estar permanentemente modificando las medidas de seguridad.

Así,  en el caso francés, desplegó su plan de lucha contra el terrorismo con 10.500 militares encargados de custodiar 830 lugares sensibles en el marco de la prolongación del plan Vigipirate (acrónimo de vigilancia y pirata). Según la evaluación de la amenaza que hacen los servicios secretos, el nivel de alerta cambia con medidas de prevención y protección que afectan principalmente al transporte público, la sanidad o la seguridad de los sistemas de información, activándose alrededor de 300 medidas o no, dependiendo de la situación de peligro. En 2014 por ejemplo, el código del plan se simplificó pasando de utilizar cuatro colores para representar el nivel de alerta a dos, materializados en códigos fácilmente visibles en el espacio público. Un triángulo con la palabra ‘Vigipirate’ para hacer frente a amenazas puntuales, y un segundo triángulo en el que se lee ‘Alerte attentat’ para avisar de un ataque inminente.

En efecto, hoy en día resulta difícil mantener una seguridad absoluta porque los terroristas actúan a una escala más pequeña.

Alain Bauer, experto francés en contraterrorismo explica que: “Hasta 1995…Los terroristas provenían en general de un medio políticamente militante, que usaba la violencia como modo de reivindicación, después de que otros métodos pacíficos habían fracasado. Era hacer política por otros medios», y agrega: “Desde entonces, el terrorismo mutó numerosas veces y hoy propone una diversidad de perfiles y métodos que van desde el militante en misión al enfermo mental que utiliza los argumentos de moda para justificar sus actos. De la célula organizada al desequilibrado que compra un machete y ataca a un militar en plena calle”

En la actualidad Occidente hace frente a un terrorismo globalizado, que se apoya en la religión y en un supuesto choque de civilizaciones utilizando tecnologías modernas y redes sociales para convocar a todos los fanáticos, psicópatas a cometer, de cualquier forma, asesinatos a blancos civiles.

Precisamente, los recientes atentados en Francia y Reino Unido han hecho resurgir la importancia de la figura del lobo solitario dentro del panorama del terrorismo yihadista. El 3 de febrero de este año, un ciudadano egipcio, que había entrado en Francia con un visado de turista, atacó con un machete a un grupo de militares cerca del museo de Louvre de París y el pasado 18 de marzo, un ciudadano francés, fichado por los servicios de inteligencia franceses por su manifiesta radicalización islamista, atacó a una soldado de una patrulla del Ejército del Aire que participaba en un dispositivo de vigilancia antiterrorista en el aeropuerto de Orly de París y consiguió sustraerle el arma. Estos son sólo dos de los episodios más recientes (los más recientes se produjeron en Gran Bretaña y Australia) de acciones de los denominados lobos solitarios, un fenómeno cada vez más habitual en Europa[3] principalmente.

En uno y otro episodio actuaron individuos solitarios, sin enganche directo preciso con un comando, llamados en general “lobos solitarios” por esa condición. Esta legión de asesinos potenciales durmientes, que la conforman tanto con personas que forman parte de grupos sociales, social y económicamente marginados en ambientes urbanos generalmente con antecedentes carcelarios como fanáticos religiosos o la mezcla de ambos.

En ese sentido, el director ejecutivo del comité antiterrorista del Consejo de Seguridad de la ONU, Jean-Paul Laborde[4] cifró en 30.000 el número de combatientes extranjeros actualmente en Siria e Iraq. Estos combatientes están comenzando a volver paulatinamente a sus lugares de origen dijo que hay que estar alerta con los retornados, no solo para detener a los más peligrosos, sino para diferenciar a éstos de aquellos que si bien están radicalizados, no representan un peligro para la sociedad. “Hay que hacer un filtro entre los que representan un peligro y los que no, porque todos sabemos los efectos devastadores que la estancia en la prisión puede conllevar”.

Esta situación se agrava fundamentalmente en Francia debido a la grave problemática que sufren en materia de integración de la inmigración musulmana, cuyas nuevas generaciones no han logrado insertarse, generando un grado de  malestar, que en muchos casos han canalizado, adhiriendo a ISIS y en muchos casos formando parte de sus cuadros.

Cabe agregar que si fuese en el plano de las guerras habituales, una coalición de naciones, por su poderío armamentístico no tendrían mayor inconveniente  para acabar con 30.000 soldados del ISIS, y si el conflicto estuviera localizado en solo un territorio, sería sencillo acabar con ella, pero el tipo de conflicto que genera el “bando más débil”, no se centra en un enfrentamiento ejército contra ejército , sino que centran su estrategia en sembrar el terror y cuyo efecto o notoriedad es mayor que si fuese un conflicto aislado, como las decenas que hoy aún existen en diversos países. Más bien este tipo de atentados, entiendo, se multiplicarán dado que hay muchos dispuestos a inmolarse sin ningún tipo de reparo, la pelea es harto desigual, o cualquiera puede ponerse a pegar tiros indiscriminadamente, lo que dificulta erradicar este tipo de acciones.

Una investigación del Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo de la Universidad de Maryland develó que: “Entre 2002 y 2016, más de 5000 ataques terroristas perpetrados por grupos u organizaciones afiliadas o asimiladas a Estado Islámico (EI) provocaron la muerte de 35.000 personas. Es decir, el 26% del conjunto de víctimas causadas por el terrorismo en el planeta. Cerca de 12.000 individuos fueron secuestrados o usados como rehenes, lo que representa el 24% del total en el mismo período”

Consiguientemente, se da la situación que cuando más atacado es el ISIS provocando el repliegue y  la pérdida del dominio de los territorios ocupados, la ofensiva terrorista se expande a través estas acciones como las mencionadas en los párrafos precedentes, a través de integrantes del Estado Islámico y/o los lobos solitarios dispersados en todos los países del mundo sin que hayan podido ser identificados por las fuerzas de seguridad y la inteligencia de los países. Se impone la cultura del miedo, el escenario ideal para los terroristas, lo que lleva a pensar ¿Quién va ganando esta guerra?

 

[1] https://www.clarin.com/opinion/museo-voces-recuerdos-nadie-muera_0_r1eBgnBL.html

 

[2] http://www.elmundo.es/internacional/2015/11/14/56475867268e3edf198b45d6.html

 

[3] http://www.seguridadinternacional.es/?q=es/content/el-renacer-de-los-lobos-solitarios

 

[4] http://www.lavanguardia.com/internacional/20160715/403229179931/por-que-francia-atenatos-yihadista-terrorista.html

 

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