La producción de Manga y Animé nos ha legado una serie de personajes memorables. Aquellos que se hayan criado leyendo manga o viendo Magic, Fox Kids, Locomotion y Cartoon Network entre fines de los 90‘s y tempranos 2000‘s dificilmente se haya olvidado de Freezer, Cell, el equipo Rocket o Devilmon, el primer gran enemigo de la primera (y quizá mejor) saga de Digimon: Digimon World. Poco a poco nos fuimos dando cuenta de algo: así como los heroes podrían dividirse en distintos tipos (los tontos y amistosos pero extremadamente fuertes: Goku o Luffy; los hipermasculinizados con traumas: Baki o Gutz; los heroes emocionales, que mejoran su poder junto con sus sentimientos: Deku y Mob) también podemos pensar distintos tipos de villanos. En esta oportunidad, Genaro Gatti, nos presenta una tipología de los «malos» en las series más emblemáticas.
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En la edición anterior de esta revista, Alan Ojeda problematizaba sobre la educación sentimental en el manga y animé, en lo que se podía ver un corrimiento respecto del tradicional comic norteamericano[1]. En este caso me interesa abordar otro aspecto que el manga y animé japonés también ha logrado complejizar que es el de las representaciones del mal. Abordar este tema se hace especialmente pertinente en este momento, en que la quaestio de por qué los otakus son de derecha parece expandirse. Preguntas como esta nunca encontrarán respuesta si parten de premisas falsas: el manga y el animé lo hacen artistas y lo reciben sujetos de ideologías heterogéneas[2]. Pero antes que abordar cuestiones de recepción se hace necesario analizar algunas características inherentes del manga y el animé, partiendo de que en este fenómeno cultural se puede pensar en mundos posibles ficcionales como entidades simbólicas vehiculizadas por textos y otras formas de representación[3].
Si bien la investigación del manga y animé ha venido creciendo en occidente en los últimos años[4], la cuestión de la representación del mal viene siendo un tema bastante inexplorado. Jonathan Muñoz analizó en su momento el ultraderechismo en Shingeki No Kyogin y la influencia de Yoshinori Kobayashi[5], en mi caso abordé para un Congreso en Córdoba las representaciones del mal en el mundo Pokemon, pero no son más que aproximaciones a ficciones puntuales con lo que poco podemos decir acerca de la filosofía y la política que expresan en general el manga y el animé. Es así que se hace necesario recuperar también las reflexiones sobre el mal de la teoría literaria[6] y aún los estudios sobre comic norteamericano[7]. Este último es un interesante punto de partida, pues en su obra Dorfman y Mattelart nos muestran muy bien la tarea activa en la difusión ideológica a través del comic. Debemos recordar que el gobierno de E.E.U.U. dictaminó una serie leyes que regulaban los comics, entre las cuales se restringían las características que debían tener los villanos, reduciéndolos a un arquetipo en el cual el lector no pudiera empatizar.
Podemos partir entonces a analizar la representación del mal mediante la distinción de algunos personajes emblemáticos que aparecen como “villanos” en estas producciones. El término puede parecer reduccionista, lo mismo que si usara “enemigos”, pero es parte de las consecuencias inevitables de analizar un objeto de estudio atravesado por una cultura y una lengua con particularidades que exceden esta nota[8]. Si sos aficionado del manga y el animé quizás estés pensando en algunos de tus animés favoritos y los “villanos” que aparecen en ellos. No hace falta ahondar demasiado para darse cuenta que las características son muy diversas, e incluso notar el hecho de que algunos villanos a veces se pasan al bando de “los buenos” y que, salvo en Naruto o Tokyo Ghoul, en que estos hechos de pasaje de bandos tienen una función relevante en la articulación de la trama, pocas veces sucede al revés. Por eso me propongo empezar por una clasificación de los tipos de “villanos”. Este atrevimiento puede resultar tan polémico como valioso en, como decíamos, todo lo incipiente que puede ser este campo de investigación. También debemos atender la complejidad de estas ficciones, en las cuales el villano puede por un momento corresponder a una categoría, en otro momento a otra, a varias a la vez e incluso, como decía, abandonar toda categoría relacionada con “el mal”.
Empecemos por el villano más emblemático del popular shōnen, que consideré denominar Villano Destructor. En general son formas de vida no humanas que por alguna razón más o menos coherente, más o menos explícita, proponen extinguir la humanidad. Son los casos de Cell en Dragon Ball Z, un androide creado para matar al protagonista Goku pero que se propone destruir la tierra; Majin Boo de la misma serie, un monstruo de poca inteligencia pero capaz de eliminar toda la humanidad; o los alienígenas de Parasyte, seres que por su naturaleza tienen la capacidad invadir y ocupar el planeta de los humanos. Dentro de esta categoría quiero incluir al Villano Nihilista, un tipo de enemigo que tiene fuertes convicciones morales, juzga a la humanidad por su carácter destructivo con el planeta y con ella misma y por eso quiere eliminarla. Son ejemplos de esto Meruem de Hunter x Hunter, una criatura sumamente fuerte e inteligente que se interesa por la cultura y la sociedad humana, o Zamasu de Dragon Ball Super, un personaje sumamente complejo por su capacidad para adquirir poder, que con referencias a Abadón se propone eliminar lo que considera “vil raza humana”. No casualmente las sagas en que aparecen estos enemigos son de lo mejor que hasta ahora han dado los mangas: en ambos casos el carácter filosófico de los personajes es acompañado de construcciones argumentales complejas que enriquecen las obras.
Otra categoría que aparece con frecuencia es el Villano Espiritual. Entran de cajón enemigos como los de Yū Yū Hakusho, Bleach, Berserk, e incluso Mikami la Cazafantasmas, por lo general “espíritus malignos”. Al igual que la categoría anterior, los héroes humanos se ven enfrentados a formas de vida no humana, en este caso provenientes de “otros mundos”. También acá podemos encontrar un tipo de villano más bien filosófico y hasta teosófico, un Villano Metafísico. El mismo se caracterizaría por ambicionar una totalidad trascendental desde el plano terrenal. El ejemplo más evidente es el de Fullmetal Alchemist, en que el villano sacrifica vidas humanas buscando el poder de Dios. Desde el Fantasy aparece también este tipo de antagonista en Code Gueass, quien busca un mundo sin mentiras igualando la humanidad a Dios. Desde la Sci-Fi vemos esto en Lain, en que Dios está en la internet, e incluso en la flameante serie recientemente incluida en Netflix: Evangelion. Ahí, quienes ostentan el poder buscan forzar la evolución de la humanidad, mientras esta se enfrenta a las invasiones de unos poderosos “ángeles” (Villano Destructor).
Resulta llamativo que las historias mencionadas en la categoría de Villano Metafísico contengan a su vez el Villano Político. Esta última categoría casi necesariamente está representada en un colectivo de humanos, que suelen expresar una ideología intolerante, autoritaria, fascista, propia de las ficciones distópicas. También deberíamos incluir organizaciones criminales que no necesariamente ejercen el poder directamente desde las instituciones, como el caso del Ejército del Listón Rojo de Dragon Ball, una organización sin escrúpulos con referencias al nazismo y al stalinismo; Akatsuki de Naruto, un grupo de ninjas que mata a ciertos ninjas que necesita para sus fines; o el Equipo Rocket de Pokemon[9], que le roba las criaturas a sus entrenadores y los utiliza para ganar poder. La de One Piece es también una historia que constantemente presenta Villanos Políticos: los protagonistas se la pasan visitando islas en que suele haber usurpación y abuso de poder, presentando en cada isla una suerte de distopía. Otro personaje interesante de esta categoría es el de Johan Liebhart de Monster, que a su vez tiene también características de Villano Nihilista, pues media con una organización neonazi en la clandestinidad buscando generar situaciones de muerte y pánico colectivo.
Me extiendo sobre la última categoría y vuelvo a Code Gueass y hago mención a Death Note. En el primer caso uno no puede dejar de empatizar con el protagonista Lelouch, pero en Death Note, ¿quién es el villano? En ambos casos tenemos protagonistas idealistas e inescrupulosos que se enfrentan a la injusticia social, en el primero, a las vilezas humanas, en el segundo, por medio de poderes que repentinamente consiguieron. En el caso de Death Note, el protagonista aparece representado mucho más duramente. El mundo en el que se mueve, salvo los elementos fantásticos, es bastante realista, con lo cual un público aficionado puede confundir a este personaje que cumple todas las características de antihéroe con el verdadero villano de esta serie, que es “L”. En cambio, el carácter distópico de Code Gueass extremiza el carácter negativo de la sociedad que rodea al personaje rebelde, haciendo mucho más aceptable su “hangyaku” (rebelión) y el reconocimiento del personaje como antihéroe, pero que en realidad no es más que una versión estetizada del carácter distópico que tiene nuestra misma realidad. Si el otaku empatiza con el personaje contrarevolucionario de Death Note es porque se identifica con su con su antipopularidad, con su soledad, con su melancolía.
Los lectores de este artículo seguramente puedan criticar esta clasificación, aludiendo a “villanos” que escapen o vacilen en las categorías. ¿Es Madara Uchiha un villano Nihilista o Metafísico? ¿El Rey Demonio Piccolo es un Villano Destructor o un Villano Político? Los invito a pensar sus propias respuestas. En cualquier caso, la idea de este artículo no era presentar una categorización definitoria sino hacer una aproximación que sirva para empezar a reflexionar sobre las representaciones del mal en el manga y el animé, asumiendo que no se agotan en la cuestión de la “villanía”. Se destaca la presencia de la filosofía y la política en estas producciones, lo cual seguramente sea extendido, pues como siempre digo: a este objeto de estudio le queda mucho por trabajarse.
BIBLIOGRAFÍA
Bataille, G. (1987) La literatura y el mal. Trad. de Lourdes Ortiz. Madrid: Taurus.
Dorfman, A. y Mattelart, A. (2009), Para leer al Pato Donald. Bs. As.: Siglo XXI.
Doležel, L. (1998). Heterocosmica. Baltimore, John Hopkins University Press.
Eagleton, T. (2010) On Evil. New Haven y Londres: Yale U.P.
Hernández Pérez, M. (2017). Manga, anime y videojuegos. Narrativa cross-media japonesa. Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza.
Pavel, T. G. (1986). Fictional Worlds. Cambridge, Harvard University Press.
Ricoeur, P. (1982) Finitud y Culpabilidad: La simbólica del mal. Madrid: Taurus.
Safranski, R (2001) El mal o el drama de la libertad. Trad. de Rubén Gabés. Barcelona: Tusquets.
[1] http://www.codigoyfrontera.space/2018/11/13/manga-y-anime-una-educacion-sentimental-queer/
[2] La sociología seguramente pueda decir mucho al respecto, aunque creo sería más pertinente por qué un perfil aún más amplio se interesa por falacias económicas como las de Milei y Espert.
[3] Véase al respecto Pavel (1986). Y Doležel (1998).
[4] Resulta sorprendente que recién tengamos un primer estudio serio como el de Manga, anime y videojuegos de Hernández Pérez (2017)
[5] https://www.academia.edu/8453890/Shingeki_no_Kyojin_El_ultraderechismo_Japones_en_el_Manga_y_el_anime
[6] Véase al respecto Bataille (1987), Ricoeur (1982), Safranski (2001) y Eagleton (2010).
[7] Véase al respecto Dorfman y Mattelart (2009).
[8] Dentro del Kanji encontramos el término akutou (悪党). No usamos términos japoneses para la clasificación porque implicaría el uso del Katakana y una exposición de la influencia de la cultura occidental en el manga y animé, lo cual escapa al objetivo de este artículo.
[9] En la ponencia mencionada más arriba me extendí sobre este tema e hice especial mención a la historia de Mewtwo.