El Trastorno de déficit de atención por hiperactividad (TDAH) comezó a volverse cada vez más popular con el correr de los años. En el mundo científico hay opiniones encontradas: quienes dicen que es un invento de las farmacéuticas para vender nootrópicos que mejoran la productividad, quienes dicen que hay un mal diagnóstico, los que piensan que el fenómeno no se analiza de forma multidimensional y no se tienen en cuenta cómo las condiciones de vida moderna están modificando la forma en la que funciona nuestro cerebro. Pero fuera del mundo científico ¿Cómo vive una persona con TDAH? Mejor dicho ¿Cómo convive con él?. Florencia Lico, docente, nos narra su experiencia con el TDAH y comparte algunos consejos útiles para quienes se reconozcan en las palabras que leerán a continuación.

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No sé por dónde empezar. Tengo cuatro o cinco canales mentales funcionando en simultáneo: Varios posibles comienzos de la trama de la misma historia que puedo empezar tirando de cualquier hilo, porque no tiene un comienzo definido y ciertamente, no tiene final.

Esto es tener TDAH. Trastorno por déficit de atención e hiperactividad. ADHD en inglés.

El año pasado fui al psiquiatra colapsada. Por fin tenía un trabajo que me interesaba, en una agencia de prensa y comunicación. Aunque era nueva, todo me costaba más de lo normal. Al mismo tiempo, me había mudado por primera vez.

Me angustiaba porque estaba frente a un trabajo que podía hacer pero no entendía cómo abordarlo sola. Mis niveles de ansiedad se disparaban al momento de pensar calendarios, horizontes de tiempo, prioridades. Excels. No me alcanzaban las nueve horas de trabajo para terminar todo. Entonces el Dr. H. dijo que TDAH. Volví a mi casa angustiada por no entender bien qué significaba. Y ese fue el comienzo de todo lo demás.

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Atropellada. Así me define mi mamá desde siempre. Cuando le dije a un profesor del secundario que un trabajo práctico lo iba a hacer sobre el alunizaje, me dijo que claro, si siempre estoy en la luna.

Mis amigxs de hoy entienden que me disperso, que me olvido o que no registro algunas cosas. Otrxs pensaban que me hacía la boluda y lxs perdí por el camino. La frustración es muy grande cuando, ante los reclamos, lo único que me sale es decir “no me di cuenta”.

Voy a terapia desde los diez años, pero a los casi veintiséis me diagnosticaron. Lxs culpo y no: siempre había otras prioridades para tratar. Podrían haberse resuelto mejor de comprender que había TDAH pero era excelente alumna en primaria, y en todo el secundario me llevé una sola materia. Química.

A pesar de todo, reporté montones de veces que no podía concentrarme, y lo que más me molesta: que tengo muy mala memoria. O memoria selectiva. No entiendo del todo cómo funciona.

La respuesta de las psicólogas era siempre la misma: que con la mejoría emocional volvería la buena memoria.

Adivinen qué.

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Tan pronto me diagnosticaron, empecé a tomar modafinilo. El modafinilo es un psicoestimulante que ayuda a las personas a concentrarse. Su función es similar al Ritalín o al Adderall. Es común ver la receta en la mochila de universitarixs en época de finales. También lo usan de placebo lxs que no quieren tomar más cocaína.

Una amiga de mi edad, con un diagnóstico similar dice que la medicación le genera “lo mismo que ponerse los anteojos”.

Yo no respondo bien al tratamiento. Estuve un mes y medio casi sin comer ni dormir. El modafinilo me sobreestimula pero no me concentra lo suficiente. Bajo sus efectos los logros que alcancé fueron terminar de ver un documental y de leer un libro de corrido. También pude escuchar música, que es algo que muy pocas veces puedo.

Me acuerdo de ese tiempo como de un día muy largo, demasiado cansada para estar tan despierta, lleno de altibajos emocionales y con Halellujah de Leonard Cohen sonando en loop en medio de la vorágine de viajes en subte, trabajo estresante y falta de descanso.

Tenía un cuaderno bitácora en el que registraba los cambios en mi cuerpo. Cuando ya estaba en el punto de tomar la medicación para que, como a una adicta, me diera energía cada mañana porque ya no se renovaba naturalmente, cortamos el tratamiento.

Reboté en la depresión.

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Te diagnostican TDAH sobre todo cuando sos chicx. No cualquier chicx, unx “mal alumnx” o unx medio terrible de los que “no paran”.

En mi caso, aprendí a leer y a escribir a los tres años. Me quedaba quieta, no molestaba, era de esos niñxs adultxs que no traen problemas a casa. La hiperactividad para mí es mental, y soy más del tipo “inatento”. No me termina de cerrar esto último: Yo presto atención, pero no la presto a una sola cosa al mismo tiempo.

Tengo un amplio abanico de intereses. Es fácil que algo me llame la atención y que quiera aprender más sobre eso. Te amo internet. También me aburro con la misma facilidad.

Pasé por varias carreras, cursos y escuelas. A veces en simultáneo. Fui a la universidad y terminé un terciario. Casi siempre trabajando. Muchas veces aprobé sin haber estudiado. Pero me divierte escribir esto porque en tanto trayectoria académica, lo más lejos que llegué fue el CBC: Una vez en Puán, sin darme cuenta del todo, mi cerebro me avisó que mejor siguiera los ritmos escolarizados de un profesorado que me permitiera trabajar. Odié un poco el terciario, extrañé la facultad. Pero la decisión fue correcta y sabia. Tengo muchas ganas de volver a la universidad, pero confieso un poco de miedo.

Cuando me diagnosticaron, sobrevino un temor siempre presente y nunca explicitado: ¿Es este mi techo?.

Me molesta mucho cuando alguien me dice que tengo potencial. Detesto esa palabra porque me aterra que ese potencial no sea cierto o nunca consiga alcanzarse.

Tuve odio y pánico contra lxs profesorxs que me acusaron de “guitarrera” o de que me “falta marco teórico”. La realidad es que me es muy difícil recordar nada de lo que leo, no recuerdo nombres, no recuerdo fechas ni autores pero sí los conceptos. Mi psicóloga me contó que una paciente suya, una artista muy reconocida, no da entrevistas por el terror que le provoca la pregunta por sus influencias: de todos los años estudiando pintura, no recuerda unx sólo artista.

Siento que mi cerebro es algo así como el bolso de Felix The Cat.

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Voy dos días con la cabeza llena de ruido. Siento cansancio mental. La cantidad de información que proceso en situaciones como esta es equivalente a la cantidad de fail tras fail que tengo. Llego tarde a lugares o me olvido de compromisos, se me caen cosas de las manos: un alfajor, un café, un maquillaje caro que se rompió. Casi me pisa una moto. El conductor me gritó SOS TARADA EH. No soy tarada, tengo la cabeza estallada. Este episodio no es nuevo: una vez por lo mismo casi me pisa un tren.

Un amigo se rió cuando conté de este día lleno de tropiezos. Me dijo entre risas “no cambies nunca”. Interpreta que soy graciosa “por distraída”.

Casi siempre que trato de comunicar al resto que tengo TDAH, recibo respuestas bienintencionadas en las que lejos de conseguir empatizar, me resulta muy frustrante tener que explicar de nuevo qué es lo que me pasa.

Restarle importancia y minimizar el problema al decirme “a mí también me pasan esas cosas” es equivalente a decirle a unx drogadictx “una vez me fumé un porro”. No. Hay cuestiones de grado. Colgarte con un compromiso o que la cantidad de estímulos abrumadores del hoy no te ayuden si querés leer un libro, no es lo mismo que convivir con situaciones que afecten el transcurso de tu cotidianeidad. Algunas a saber: tomar el subte tres veces seguidas al revés. Llegar siempre tarde a los lugares (aún preparándome con varias horas de anticipación). Llegar temprano pero que el compromiso no fuera hoy, sino mañana (y pensar que hoy es mañana). Tener escenas desaparecidas. Volver de las escenas desaparecidas y descubrir que quemé la cama. Dos veces. Entrar y salir varias veces de casa por olvidarme cosas. Pedir que me las manden. Demorar gente. Perder cosas todo el tiempo. No entender trámites ni burocracia y por eso pagar costos altos en tiempo y plata.

Si bien todavía estoy aprendiendo, porque no soy un caso típico ni autoridad en un tema de tan amplio espectro, me parece que las personas con TDAH necesitamos que nuestro entorno, en lugar de minimizar la cuestión con buena onda, comprenda que no manejamos los mismos tiempos, que nos abruman algunas cosas, que mucho de lo que parece sencillo y cotidiano nos requiere un proceso diferente. Que esto no es una excusa, que no somos vagxs ni nos aprovechamos del resto.

Necesitamos redes de contención y apoyo que entiendan que a veces no registramos cosas que para otrxs son importantes. Que a veces tengan en cuenta que necesitamos recordatorios. Que requerimos de redes de contención que estén dispuestas a entender cómo relacionarse con nosotrxs.

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Lo que me llevó al psiquiatra desbordada fue algo que comprendí mucho después: Tener variedad de intereses no significa desarrollarme bien en todos. E incluso, desarrollarme bien no significa que ciertos ámbitos de trabajo sean amigables para mí.

Tomaré el ejemplo que puedo, el de estar en una agencia, que en mi experiencia se tradujo en vivir bajo el estrés de trabajar para ayer. Esto se daba en circunstancias border hasta para unx neurotípicx. Todo el mundo tenía mi número, nadie respetaba horarios de descanso ni fines de semana. Un domingo a las 8 am podía recibir el mismo mensaje de cinco personas distintas en tono de urgencia y amenaza. Orden y contraorden. Es decir, las rutinas que para mi caos mental son fundamentales, no existían. Así descubrí por qué, estando sobrecalificada para el puesto, trabajé tanto tiempo en un callcenter: reglas muy claras, carteles empapelando un box instalado en una ratonera sin ventanas, deadlines y gente a los gritos reforzando permanentemente lo que hay que hacer.

Trabajar en una agencia me obligó a poner límites, a establecer horarios y rutinas, a tener conversaciones incómodas con quienes no estaban dispuestxs a considerar que soy otras cosas además de una empleada. A plantarme en un área laboral donde el neoliberalismo cala profundo. Me fui, prefiero la docencia que es un espacio donde al menos se validan el error y los procesos. Pero me llevé un aprendizaje fundamental: No importa si podemos funcionar en un lugar, si ese lugar no es ameno a nuestra naturaleza, si no respeta nuestra singularidad, si nos exprime y desgasta lo mejor de nosotros. Es clave que busquemos qué lugares son amables para nuestro desarrollo.

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Lista de recursos que pueden servirte si tenés déficit de atención (o si sos un neurotípicx debordado por la época):

 

  • Diferenciar urgencia de ansiedad:  La mayoría de las veces respondemos a falsas urgencias porque así se nos demanda y porque tememos una consecuencia tan inexistente como la misma urgencia que no es más que ansiedad. Te juro y te prometo que, excepto que seas médicx, nadie se va a morir por que lx dejes esperando un rato. La ansiedad es una respuesta saludable siempre y cuando la amenaza sea REAL. Por lo tanto, si algo o alguien nos transmite estrés para que respondamos como si todo se incendiara, lo primero es identificar la urgencia. Para eso está el siguiente ítem.
  • Identificar la urgencia: DEBO – ME CONVIENE – QUIERO son los tres ejes con los que medimos si responder una demanda justifica dejar de hacer lo que estamos haciendo (casi siempre fuera de horario). Por ejemplo, si no quiero pero me conviene: ok. Regla de oro: Muy pocas cosas son urgentes. las cosas urgentes suelen ser vitales, y con esto me refiero a cuestiones de VIDA O MUERTE. Es importante aclararlo porque acumular este tipo de situaciones llevan al burn out y si para unx neurotípicx ya es complicado, para una persona con TDAH es en serio muy difícil de sobrellevar.
  • Hacer listas y rutinas: Todo nos interesa, todo nos parece buena idea. Para no empezar caminando a la heladera y terminar en una fiesta en un Buquebús, es muy importante establecernos rutinas y listas. Y sobre todo, lo más difícil: jerarquizar prioridades. Recomiendo siempre llevar el mismo cuaderno. El mío es enorme, pero siempre está todo en el mismo lugar. Ahí anoto todo, incluso comer o bañarme y le pongo orden a las tareas. Si algo no llego a completarlo hoy, eso pasa a la lista para mañana. Mi vida entera se reduce a un compendio de listas.
  • Una tarea a la vez: No sos un smartphone, no sos multitasking. Un paso a la vez es la mejor forma para lidiar con el bajo umbral de tolerancia a la frustración que tenemos. Tampoco vale sobrecargarse de trabajo y actividades, que es algo que nos encanta, porque muchxs somos optimistas con que vamos a poder y además muchxs no tenemos buen manejo de los tiempos. Evitemos la bola de niev… la avalancha.
  • Encontrá tus espacios amigables: Para mí, siquiera pensar en mi casa es imposible. Entonces voy a cafeterías ¿Por qué? El café es un psicoestimulante similar al modafinilo, y el ruido ambiente funciona como ruido blanco que me ayuda a concentrarme. Buscá tus lugares productivos.
  • Ser paciente con vos mismx: Lejos de caer en un neurowashing, en serio tenete paciencia. Los días de muchos fails y ansiedad, es importante poder observarnos y detectar qué nos produce la pérdida de contacto con el aquí y ahora. Con la neurodiversidad también vienen aparejadas capacidades muy interesantes: podemos ser muy creativxs, inteligentes, hiperfocalizar en áreas de nuestro interés, hacer asociaciones rápidas… Que haber perdido el bondi, no te tape el bosque (neuronal).
  • Consultar con un médico de confianza: Como sucede con la bipolaridad, todo el mundo parece autodiagnosticarse TDAH. El déficit de atención no es una conspiranoia, ni es algo que le pasa a todo el mundo. Aunque sí es cierto que la época nos aturde a estímulos y eso reduce nuestra capacidad de focalizar. Así que te recomiendo que si dudás de tu situación vayas con un médico que te pueda sacar la duda sobre si tenés alguna forma de TDAH, y proporcionarte un adecuado acompañamiento, o si sólo sos un contemporáneo de tu época (que no es poco).

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El desafío con el que nos encontramos las personas con TDAH (y no sólo nosotrxs) es el de aprender a vivir de acuerdo a nuestra propia singularidad. Entender que los tratamientos, los ejercicios, los esfuerzos que hacemos no pueden nunca ser para adaptarnos a las exigencias de estructuras que no se adaptan a nosotrxs.

Es injusto hacer esfuerzos desgastantes para ser quienes tendamos el puente que nos conecte con lo que haya del otro lado: personas, instituciones, ideas prestablecidas sobre el éxito, los tiempos, la productividad. Los puentes que tendemos, lejos de amoldarnos, tienen que ayudarnos a explorar y alcanzar nuestro propio potencial, a negociar con estas estructuras, a encontrar lugares que nos sean amenos a nuestra naturaleza. Nuestro desafío es crear caminos que nos devuelvan a nuestras capacidades y que nos alejen de los capaticismos.

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