Recientemente Editorial Añosluz y Crack up realizaron un homenaje al poeta argentino Vicente Luy al cumplirse años de su trágico suicidio. La producción poética de Vicente está cada día más vigente, y ha logrado, gracias a sus fieles lectores y editores, empezar a instalarse en un ámbito mucho más grande que la circulación del underground literario. En esta oportunidad, Pablo Arraigada nos presenta una breve reflexión sobre la obra de este particular personaje de las letras argentinas.
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Fui invitado por la gente de Editorial Añosluz y Crack up, así como por el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, para charlar en el homenaje a Vicente Luy, al cumplirse ocho años de su trágico suicidio el pasado 23 de febrero. Mi charla debía ser sobre el origen de la edición de Poemas rechazados, antología a cargo de Emanuel Frey Chinelli con colaboración de Nicolás Calandriello. Quizás la literatura argentina no es mi fuerte, pero igualmente todo esto me llevo a pensar y escribir un par de puntos para pensar la obra de Luy en nuestros días y el por qué se lo sigue pensando y publicando hasta hoy día, cuáles pueden ser los motivos de su vigencia.
1- Usá tu odio para el bien común
<< […]Todo en Luy me resultaba innovador: el tono irreverente, humorístico, pero también sagaz y ácido, reflexivamente crítico; para mí era punk rock puro, de una, sin vueltas. Lo que el tipo decía era tan claro y tan personal que los textos eran lo inconsciente, colectivo; Luy, una antena perfectamente sintonizada al servicio del bien común. A varios de mis amigos les ha pasado lo mismo leyéndolo. Y lo curioso es que mis amigos no eran lectores habituales de poesía. Eso me apreció notable: un poeta que leen los que no leen poesía; poemas cotidianos de una originalidad manifiesta en su propio dinamismo, urgentes y totales […]>> (Frey Chinelli, 2013, p. 53)
Creo que estas palabras resumen de gran manera las sensaciones y reflexiones hacia la obra de Vicente. Luy logra en su obra innovar en la poética argentina, incluso la rioplatense -puede afirmarse-, con una voz que viene a hacer ruido, que si se escucha no puede negarse. A veces poemas más extensos, otras, breves, con frases directas, cargadas de un tono ácido, con una forma de decir la realidad a la que el lector no solía estar tan acostumbrado. Y claro, una voz que no puede ser ignorada una vez oída, una voz que va de boca en boca, que se repite, se hace eco y colectivo, que trasciende, y cuya vigencia está presente al día de hoy. La urgencia de Luy en aquel entonces es la que se vive ahora, la necesidad de un bien común, una forma de entrega de sí mismo.
Vicente ha sido un gran fenómeno de lo colectivo, una búsqueda de una popularidad, de establecer en lo popular y para eso usa la mejor herramienta, la más sincera: el boca en boca. Porque era alguien cercano a los otros, en sus asados, sus movidas para armar sus libros o empapelar una ciudad con su foto desnudo, su forma de dar a conocer la poesía, los temas de sus libros, las imágenes. Incluso, en esa idea de romper con la metáfora y con lo meramente formal, en su idea de acercar la voz al otro, un otro que es el común de la gente, la persona sencilla. No es un poeta para poetas –o sí, pero no es ese su objetivo-, sino un poeta del pueblo, de la cotidianeidad. No se malentienda, su trabajo con lo cotidiano es fino y encomiable, está cargado de otras cuestiones. Su constante reflexividad, su búsqueda aforística, su odio entre risas, entre anécdotas y pequeñas visiones del día a día. Me recuerda a Miguel Grinberg, que dijo sobre él: “Expuso su alma desnuda en muchas ocasiones, buscando conexiones supremas con lo humano en un mundo saturado de inhumanidad. Tropezó infinitas veces con la incomprensión y tras cada caída se irguió con obstinación, musitando poemas”. Su poesía ha llegado a muchos, pero son más por quien pasó de lado. Se torna una figura de culto, algo que creo no deseaba, Luy buscaba el abrazo de lo popular.
2- Quiero escribir un poema que exprese mi pena y no hable de mí
Vicente Luy es un oasis ante cierta propensión a abrazar el yo en la poesía que nos ronda cada día. Porque su voz está en cada poema, pero no cae en esa insignificancia del diario íntimo o del anecdotario vulgar y vacío que suele encontrarse en libros y más libros de nuestra poesía popular argentina. Como dice en una entrevista una persona que lo ha conocido mucho, su amigo y quien lo ha ayudado a diseñar y llevar adelante muchos de sus libros, me refiero a Hernán:
<< […]La poesía de Vicente es especial para toda esa gran masa de gente que no lee poesía. Hace 20 años que veo la misma reacción de quienes lo leen por primera vez: extrañeza, incredulidad, relectura y finalmente ganas de compartir esos poemas. Hoy Vicente sigue conectando con los de veintipico que lo sienten como a un par (aun cuando Vicente nació hace así 60 años y escribió esos poemas llegando a sus 40) […]>>
Vicente cuenta con vigencia, sigue estando, sigue llegando. Como ya dije, y prometo que es la última vez que lo repito, Vicente es esa poética del boca en boca, esa repetición entre pares que llega a otro y sigue esta dirección. Ahora bien, esto, una de las marcas de su popularidad –no hablo de reconocimiento, sino de ser parte de un imaginario del pueblo-, no es lo único que debe remarcarse para que se mantenga en el tiempo su obra, sus versos. Vicente ha logrado construir una poética donde ataca, donde se mete con lo políticamente correcto. Él trasciende estas imposiciones, no se deja llevar por lo que se debe decir, para dotar a su obra de originalidad, para hacerla verdadera “¿Qué clase de edén es ese que hay cosas que no se pueden hacer?”, nos escupe a la cara Luy. Y así, cada palabra es algo justo, es un ejercicio donde se logra como resultado la certeza. Si no sigue los moldes, los subvierte, los atraviesa y se burla de eso mismo. Se arriesga, lo hace a cada instante, de ahí que muchas veces queda a la sombra, no llega a. No va a ser abrazado por todos, pero con amor va a decir. No va a abrazar ninguna forma fija, ningún cliché que mantenga una y otra vez, todo puede volverse el poema. Un poco nos recuerda a lo planteado por Alicia Genovese
<< […] Una pregunta, una réplica, una simple declaración o un largo discurso, una burla, un sinsentido, una afirmación grave, una queja pueden visualizarse en el habla como emisiones únicas de la voz. EL poema, más allá de la extensión que adquiera, es comparable a estos actos de habla, es también enunciación particular de un hic et nunc. En la continuidad de tono y ritmo, el poema desmadeja su motivación primera, la despliega en la corriente del lenguaje que es su agua. En esa corriente corpórea de su grafía sonora y sus referencias, el poema sigue y, a la vez, construye su deseo mientras va absorbiendo con la sutileza de sus percepciones todo lo que toca: la diversidad de lo concreto abarcado, de lo pensado y de lo conmocionante, que se vuelven, en esta línea temporal, su arrastre de sentido.>> (Genovese, 2011, p. 37-38)
Luy construye sus poemas desde una duda, una imagen, desde la desintegración de la idea de una metáfora. Así es que conocemos su voz, sus palabras. Desde cualquier hecho, desde lo más sencillo, pero de esa forma logra atravesar al lector ¿Y si las palabras no atraviesan al lector? Entonces, modificá tus palabras.
3- El único miedo que conocemos es el que inventamos nosotros
El miedo y la angustia son parte de la vida de Vicente, y fueron su muerte, se puede uno arriesgar a decir. La pérdida de la familia, de lo material, de las oportunidades. Incluso entre amigos, a veces estaba ausente, sólo. En sus festejos, en sus lecturas. El suicidio estaba ahí, la muerte lo seguía, de sus padres, de su abuelo. El fin de su fortuna familiar, orfandad y miseria, un juego donde la familia se diluye primero en su muerte física y luego en el deterioro económico, monetario. Parece una extraña metáfora, pero…¿Una metáfora de qué? -a él, que buscaba destrozar las metáforas-. Pero la marca de Vicente y lo que ha logrado resulta innegable, su presencia desde la conformación de Verbonautas, junto a Osvaldo Vigna, Palo Pandolfo, Karina Cohen y Hernán, entre otros, el legado de su trabajo hasta nuestros días. Es necesario sentarse a pensar esa generación que tuvo lugar en los noventa, porque:
<< […] Dentro del mapa de la poesía argentina contemporánea, los noventa marcan un proceso de reterritorialización de los espacios que produce un enorme movimiento, una “movida” poética que muchas veces, aunque no se lean los textos con demasiado detenimiento, ha llamado la atención como un fenómeno sociocultural creciente, más visible hoy que en los años ochenta. Dentro de ese movimiento, también se propician y se rearticulan pactos de lectura y se avizoran ciertos conflictos por lo que podría considerarse la legitimación o la legitimidad de esas lecturas. Se habla de una poesía realista y ha aparecido en forma latente la discusión acerca de qué significa o cuán abarcador puede ser el término: si la época se caracteriza por un realismo “rantifuso” más cercano a un hiperrealismo que se complace mal o bien en el uso vulgar y callejero de la lengua, un realismo que, sin embargo, no prescinde de un “pathos metafísico” o, por el contrario, si todo eso significa un renacer del neobarroco. Más allá de los pactos de lectura que realzan u opacan determinados nombres y obras, lo más destacable dentro de esa movida poética, constituida por un encadenamiento inabarcable de acontecimientos (lecturas de poemas, presentaciones de libros, ciclos, encuentros, festivales), es que se ha echado a andar un nuevo proceso de simbolización donde se reconfigura el lenguaje poético.>> (Genovese, 2011, p. 145-146)
Y Luy nos sitúa con esa producción, la atraviesa y llega hasta nuestros días, a pesar de haber muerto hace ya ocho años. Siempre fue firme con sus ideas y sus objetivos. Por eso hoy día se lo lee, porque logró una poética que trasciende y moviliza, que toca, que alcanza a otros lectores. A lectores no-lectores, para agregar. Porque Vicente Luy, por sobre muchas otras cosas, es una persona normal que le habla a su igual, que es él mismo. Porque, al fin y al cabo “Si quisiera suicidarme, no tengo más que llenar el pecho de aire, respirar el día entero como una persona normal”.
Bibliografía:
_ Entrevista a Hernán a cargo de Carlos Schilling, para el diario La Voz (edición digital https://www.lavoz.com.ar/numero-cero/hernan-vicente-luy-queria-ser-un-poeta-popular)
_ Genovese, Alicia (2011). Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco. Buenos Aires: Fondo de Cultura económica.
_ Luy, Vicente (2013). Poemas rechazados. Wilde: A pasitos del fin de este mundo.