Como bien han señalado muchas autoras, no existe «El Feminismo» (así, en singular, absoluto) sino feminismos: radical, transinclusivo, liberal, posthumanista, de base, etc. Esa pluralidad de movimientos femnistas que habitan, no sin conflicto y confrontación explícita, también parece poner en jaque la idea de un «nosotras». Ese sujeto es inestable y es un territorio en disputa. Nancy Giampaolo es una de esas voces que, lejos de buscar el concenso absoluto, indaga en este mundo poroso de conceptos donde la identidad, la verdad y la última palabra parecen responder más a la necesidad de una clausura a base de slogans que a la problematización situada de las propias contradicciones. En esta oportunidad, Federico Cano reflexiona junto a la autora sobre algunos ejes de su producción crítica.
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Un mundo en transformación requiere también de teorías en transformación. Lo evidente: la crisis humanitaria que en el 2008 fue económica y ahora es sanitaria, mientras una vez más el capitalismo desacopla a una parte catastróficamente enorme de la población mundial al desempleo o la marginalidad, plantea, con intensidad y mundialmente, un debate sobre el futuro. Las teorías en movimiento nada tienen que ver con revisionismos cancelatorios; se trata de volver a ratificar la experiencia humana como acervo. Las ideas se dinamizan y el campo de la teoría -sanamente amorfo en sus circulaciones, géneros y disciplinas- articula sin capturar los vuelos imaginativos de una sociedad en transformación. El resultado, incierto: ¿para bien, para mal? Las angustias de la pandemia, sus consecuencias últimas en cada ámbito de la vida, aún no pueden preverse. La evidencia única acaso sea la de un hueco material y afectivo, un campo de operaciones.
Uno de los terrenos de debate más álgido ha sido, sin dudas, el de los “feminismos”. Entrecomillamos para extrañar y volver ajeno al concepto. Las experiencias de los movimientos de mujeres en el mundo fueron de los terrenos de movilización y actuación políticas fundamentales de nuestro tiempo. Cristalizado en demasiadas cosas a la vez, como en un espejo deforme, sobre el propio “feminismo” se adhirieron las milicias de las mujeres kurdas o las insurrectas chilenas hasta la perspectiva de género del FMI. Promotor de asambleas tanto como del cinismo, el feminismo es un significante en el que se debate todo, hasta su propia pertinencia histórica.
Feminismos. Liberación o dependencia (Grupo Editorial Sur, 2021) es el último título de la prolífica Nancy Giampaolo, que viene de publicar, este mismo año, La literatura frente al Estado y el Mercado. Radiografía de la corrección política y Género y política en tiempos de globalismo. Agitadora cultural, Giampaolo recorre sus tópicos en un tejido de artículos, entrevistas, traducciones, clases o guiones de películas, para poder, inducida por llamativos síntomas, debatir en y con el feminismo y alertar sobre su doble condición de potencia y represión. Y es notable, porque Giampaolo recupera un tono que se recompone históricamente urgido por la crisis global: la intelectual polémica, que vuelve sobre figuras históricas para pensar el presente tanto como garabatear nuevos territorios del saber e interviene con su sobria prosa de periodista en las batallas del hoy. Giampaolo es eficaz, centralmente, porque lleva la convicción de que puede torcer voluntades en un debate abierto.
Las clases sociales, la cancelación, el escrache, el bullying, el goce, el punitivismo, el lugar de las redes sociales o la producción artística son los territorios incómodos sobre los que la autora se asienta. Prefiere así transitar la incomodidad sombría de la contradicción antes que descansar en los compromisos del sentido común. Frente a la afirmación “Yo te creo hermana”, Giampaolo dice “¿quién es hermana?”. Incluso en la “Nota de los editores” se la quiere llevar a un centrismo que la autora, intuimos, no prefiere: “Nancy Giampaolo busca un lugar de encuentro, donde las luchas deberían tener puntos en común, la igualdad, un Estado presente y con políticas acordes a los tiempos actuales y la eliminación del clasismo”, advierten. No leeremos eso. Giampaolo señala y señala los puntos de desencuentro, cuestiona al Estado y reafirma que el fin del clasismo no reposará en políticas públicas. Sabe que los mecanismos de captura están activos y que de rebeliones parciales se disfrazan los totalitarismos. Feminismos es un libro vivo, peleador, estrictamente contemporáneo.
¿Cuáles son las situaciones sintomáticas en los debates sobre los feminismos que te empujaron a escribir un libro de polémica?
Me gusta que uses la palabra síntoma porque fue justamente eso: una serie de síntomas que despertaron mi interés. El principal fue cierta desconexión entre los discursos del feminismo más referenciado en movidas extranjerizantes como el Me too y la realidad de la mayoría de las mujeres argentinas. Otro fue la tendencia a caer en el puntivismo que, por suerte, fue revirtiéndose en los últimos tiempos, pero en 2017 cuando empecé a hablar sobre género muchas referentes y activistas lo fomentaban abiertamente. Y hay otros más, pero esos son los principales.
¿Qué impacto tiene cierta pedagogía feminista más que en la relectura en la producción artística contemporánea?
Como sabemos, muchas veces es un impacto negativo. La apoteosis de esa negatividad fueron cosas como la que señaló, por ejemplo, Mariana Enríquez en su momento cuando se propuso, en nombre del feminismo, bajar a Balthus de un museo. Y hubo y hay mil movidas de este tipo, completamente contrarias al espíritu liberador que el feminismo proclama y, en general, fundadas en un combo de capricho e ignorancia. Afortunadamente, no es algo que pongan en práctica todas las feministas.
¿Preferís la denominación de “feminista”? ¿Por qué?
Si te referís a que prefiero que me llamen feminista a mí, no, para nada. Con periodista me identifico más. No participo de ningún activismo de género, más bien discuto esos temas desde la periodista que soy. Quizás suene tremendamente naif pero sigo creyendo en que es un oficio que, ejercido con alguna pretensión de nobleza, puede interpelar al poder y sus agendas. Cuando escribo columnas o hago entrevistas, me ocupo bastante de la agenda pública (siempre en sentido crítico) porque no hay que olvidar que la agenda pública es siempre la agenda del poder.
Como todo texto, Feminismos. Liberación o dependencia se encuentra con un contexto de lectura y recepción dinámico. ¿Cómo creés que dialogan tu libro y el tembladeral de la situación política -como, por ejemplo, el avance incierto de ideas reaccionarias?
El diálogo es algo difícil de peritar para mí porque lo escribí, así que mejor sería la opinión de los lectores. Pero en cuanto a las ideas reaccionarias que mencionás creo que sí hay un punto que yo puedo destacar y es que, en la medida en que una agenda o un ideario pretende imponerse desde el Estado y el sector privado (no olvidemos en ese sentido el uso indiscriminado de los lemas feministas LGTBIQ+ por parte de marcas y multinacionales) las reacciones en contra afloran más fácilmente. Persuadir no es imponer. Y más reacciones adversas habrá en la medida en que los discursos no sean sustentados en políticas que mejoren la vida de las personas masiva y palmariamente. En Argentina tenemos Ministerio de género, pero la licencia por maternidad para las trabajadoras sigue estando por debajo del mínimo pedido por Unicef junto con países como Haití. Tenemos el concepto de violencia de género cruzando todos los espacios públicos, pero si sos lesbiana y vas a la comisaría porque tu compañera te golpeó, califica como “riña” sin ningún tipo de agravante vinculado al género. Con la IVE pasa algo parecido, se sancionó y se festejó con bombos y platillos, pero ahora en el Norte del país nadie está procurando que se cumpla. Y podría seguir dando ejemplos, pero alcanza con decir que todos son de público conocimiento, sólo alcanza con investigar un poco más en serio.