Veintiún años, dos shows agotados en minutos, dos velorios masivos a cajón abierto. Dillom escapa de la lógica de las etiquetas actuales ¿hace trap? ¿hace rap? ¿qué hace? Lo que si sabemos es que decretó su muerte como primera obra, para hablarnos desde el más allá. ¿Qué implica, en un artista tan joven, comenzar decretando un final tan temprano? En esta oportunidad, escribe Mauro Petrillo, integrante del Seminario permanente de estudios sobre rock argentino contemporáneo (SPERAC).
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Parte vital de una nueva escena que parece haber llegado para quedarse, Dillom encarna una figura particular; central y periférica al mismo tiempo. El lanzamiento de Post Mortem, su primer álbum de estudio, no hace más que confirmar la paradoja encantadora que habita gustoso.
El pájaro que vuela trae el mensaje.
No es bueno empeñarse en subir,
es bueno permanecer en lo bajo.
Hexagrama 62, I Ching.
Esto e trash
Cada época posee la intrínseca y solapada tarea de construir una cosmovisión particular. El panteón de los héroes; mitológicos, intangibles, inalterables. Durante todo el siglo pasado la construcción mitológica más fuerte, representativa y trascendente de occidente fue la que encarnó el universo simbólico de los superhéroes. Figuras altruistas y atormentadas, representantes de valores absolutos, puros. En ese colectivo Superman encarna la imagen total del American way of life. Héroe descollante, ético, noble, bueno, bello. Valores aristotélicos, absolutos. Como el gran país del norte Superman no se permite titubear. La duda, esa jactancia de los intelectuales, no lo doblega nunca. O casi. Cuando Superman duda el mundo, y todos los que trágicamente lo habitamos, estamos en problemas y es en ese punto en donde pareciera no haber respuesta, cuando Superman se esconde. Aislado, recluido, piensa, proyecta, analiza. La fortaleza de la soledad es su refugio. Su guarida ártica lo encausa, lo despeja. El retorno a lo habitado es con honores y, siempre, con gloria.
Pero la épica y los lauros no la agitan nunca ¿Quién querría ir al cumple de Superman? Al del Dillom de Post Mortem, muchos. Por lo menos muchos más que antes y eso ya es digno de celebrar una reencarnación; pequeña, simple, luminosa, particular, privada. “Antes nadie venía a mi cumple/ahora todos quieren venir a mi cumple”. Dillom parece entender, en un rapto de lucidez que agobia, que no hay acto más épico y trascendente que la muerte. Nada significa ni determina más. Ese acto paralizante y totémico lo ubica en un extraño lugar de privilegio. Sin ya nada más que hacer, sin la presión de la experiencia vital, combativa y aleccionadora, la letra y la música fluyen en el más llevadero de los flows. Algo de la calma oracular, del azar como sosiego, de la pereza buscada, anhelada. Pausa.
Refugiados, hallamos la calma. Las pulsaciones bajan, la adrenalina mengua. La mente, enemiga íntima, retoma su coherencia.
El escape, lúcido y radiante, abruma con su sombra. Huir hacia el encierro críptico. Oler el fango, el moho, el sudor helado de las rocas propias. En piedra están labradas las angustias.
La decadencia del ser hecha virtud. Aquello que por definición ahoga y paraliza, en el cuerpo pequeño y rubiecito de Dillom, demasiado blanco para el barro, motoriza. Activa, electrifica conectores que conmueven. Siempre aceptando la premisa, navegando el verosímil del terror, de la catalepsia voluntaria.
Dillom se despertó un día ya sin ganas de escapar. Fundido, acabado. Habiendo vivido empantanado en un pasado decadente, deslucido: Plastilina Mosh, Superuva, Flema, Michael Myers, Freddy Krueger, Pergolini, South Park y Valium, mucho Valium. Hola 90s tanto tiempo; faltan Alfredo y Ruth y estamos todos. Desde ahí y desde la resignificación de la épica thrash, hardcore y punk (olvidada por el nuevo colectivo trapero pretencioso que enarbola banderas que aún le quedan enormes) Dillom construye su autenticidad, su pathos trascendente.
Amalgama, fusión terrorífica. La mariposa convertida en larva y de ahí en mosca. Jeff Goldblum mirándose al espejo mañana tras mañana y entendiendo que lo que fue ya no volverá a ser. La mandíbula despellejada por la propia mano.
Post mortem. Eterno retorno, Caronte lo devolvió, ni una moneda bajo la lengua. El horror lo acarreaba, los fantasmas atormentados evitando el colapso ético de la sombra. “Lucho con demonio’ que parecen lo’ de Lovecraft”. Ánima estrujada, rivotriles y serial killers. Dillom encarna, estruja. Dicción profusa y candente. Sufrida sombra lo acompaña, visible y extrañamente amistosa. Entre sus fantasmas vive y construye. El amigo del horror.
La preponderancia de lo pequeño. Trueno sobre montaña.
Alguna vez Jung intentó entender el pensamiento mágico chino. Sabiéndose condenado al más radiante fracaso se fue acercando al I Ching y creyó comprender que lo que entendemos por método científico en occidente no existía en ningún orden de la cosmovisión china. La abstracción entendida como ejemplo absoluto, paradigmático y verdadero era, en este punto no hay discusión posible, inhallable en el mundo tangible, en nosotros. Existía en cambio el más absoluto caos; la experiencia palpable, el transcurrir, el constructo vital estaba gobernado por la más encantadora de las fuerzas: el azar. Entenderlo, descifrarlo, amigarse con él es lo que moviliza.
En línea directa con esto el concepto de Shanzhai parece dar cuenta de la idea de continuo que determina la forma de producir arte en la tradición china.
«De ahí que el pensamiento chino no tenga acceso a las ruinas. No conoce identidad alguna que remita a un acontecimiento único. En este sentido, no existe la idea del original, puesto que la originalidad presupone un comienzo en sentido estricto. El pensamiento chino no se caracteriza por concebir la creación a partir de un principio absoluto, sino por el proceso continuo sin comienzo ni final, sin nacimiento ni muerte (…) El pensamiento chino resulta pragmático en un sentido singular. No rastrea al ser o al origen, sino las constelaciones cambiantes de las cosas (…) desconfía profundamente de las esencias inmutables o principios.” (Byun-Chul Han, 13-14)
Pensar la ruina en tanto comienzo implícito. El fin implica principio. La idea motora del continuo contra la idea de original. Dillom parece sentirse cómodo ahí. Impersonal, loser, chiquito. Energías que sobrevuelan como buitres hambrientos. Imaginarios intempestivos. Los 90s voraces, monstruosos, contundentes. “Hijos de puta mataron a Kenny” La estética burlona, el niño terrible que volvió de la muerte para flotar por sobre todos “Nena, el infierno yo lo vi en vida/No necesito tu bienvenida”. Esa mirada superadora, tediosa y arrogante del trap “el vocero soy yo/el mundo entero me oyó” mutilada con ameno y confortable sarcasmo. La supervivencia del más pillo.
Metamorfosis adolescente
“Revolver, suicidio/la sangre comienza a correr”
“mis amigos están muertos/sin querer los maté”
Sintonía fina. Aquello que renace, que reencarna es en términos absolutos algo que ya existió. En esa línea todo lo que sucede, espacial y temporalmente ya sucedió y no es más que una copia del pasado. Suponerse parte de un todo indivisible en donde la muerte no es más que una etapa propia de las instancias creativas. No hay origen, por ende no hay original y, en consecuencia, no hay ruina. No hay tótem por derrumbar. Las mitologías mutan, como muta la naturaleza. La esencia misma del Tao. Nada entonces trasciende y por ello nada es recordable. Si pensamos la obra de arte en relación con la idea de continuo impersonal podemos leer a Dillom en clave de amputaciones, torturas, canibalismo y regurgitaciones de voces disonantes como la de Ricky Espinosa. Cadáveres otrora olvidados y ya fétidos que reencarnados en este tierno y encantador muchachito continúan su loable tarea. Construir desde lo descompuesto, desde la muerte. Cuerpos vivos y cuerpos muertos hermanados: Ricky, L-Gante, Pergolini, Muerejoven, Saramalacara, las Pussy Riot. Aleph carnavalesco y picarón. Post Mortem encarna la idea de disco debut y póstumo al mismo tiempo. Categorías aparentemente antagónicas que Dillom borra con saliva.
Bibliografía
Byun-Chul Han, Shanzhai. El arte de la falsificación y la deconstrucción en China, Caja Negra, Buenos Aires, 2019.
I Ching versión de Richard Wilhem, Sudamericana, Buenos Aires, 2003.