Han pasado veinte años desde la publicación de Pasto (1992). Desde ese momento hasta ahora todo cambió y todo sigue igual. Babasónicos mantiene la habilitad alquímica de muerte y resurrección, de la permutación mágica de elementos, de la transmutación. Desde «D-generación» hasta «Vacío», pasamos por el rock alternativo, las baladas, los narcocorridos, el glam del dandy rock club de los 2000 y la electrónica. ¿Cómo traficar trascendencia? Babasónicos responde con un gesto audaz y peligroso: creando el tiempo para el tiempo. En esta oportunidad Tomás Pérez Garate nos presenta una reflexión sobre Trinchera (2022), último disco de la banda después de cuatro años.

 * * *

 

El futuro ya fue
Héctor Libertella
¡Ay, hay otro naufragio sin mar!
Ay, ¡ay! A orillas de General Paz
Don Lunfardo y el Señor Otario

 

 

Aire

Sorteando placas de melanina despegada, se erige eternamente una balsa de madera que sí (se) zarpa constantemente hacia el naufragio. “Un bote que ahora yacía peligrosamente en ruinas”. La tempestad a la que Walter Benjamin bautiza progreso. Pero nada de progreso (ni progresismo). Vayamos a esa madera ultrajada, corroída. Veamos ahí, en esa podredumbre, las marcas del agua.

Babasónicos es la banda más contemporánea que podemos escuchar hoy en el rock argentino. Sí, es una definición tajante. Sí, me hago cargo. Y no, no voy acá a detenerme acá en discusiones sobre qué es lo contemporáneo o sobre el valor y función de la novedad.  Tampoco voy a contribuir a ese simulacro de, con un elaborado gesto de consternación, tomarle el pulso al rock.

Estamos en guerra. Ya habrá tiempo después para contar e identificar muertos. Ahora hay que poner el cuerpo. Ojo, nada de ir hacia adelante como locos. ¿Qué esperan encontrar con tantas ansias allá? ¿Qué hay de heroico en la misión kamikaze de envolverse en palabras bellas y filosas e inmolarse? “Gota a gota pide más, se burla de mí. / Siempre quiere algo nuevo.” En una sociedad tan acelerada y hambrienta de necesidades por insatisfacer, la pausa es un gesto revolucionario.

El propio Dárgelos, en su Oferta de sombras, nos convida: “Era cuestión de esperar,/ tantos años como fuese necesario. / El tiempo como parábola, / el arco que describe la trayectoria de una piedra / arrojada por una mano desde la infancia. / Educar la espera.”

Esa es la Trinchera que construye Babasónicos. Desde allí recibe y junta esas piedras. Fortaleza hecha de inseguridades. Preguntas e inquietudes que ya aparecían en Discutible (2018). Construcción implacable, paradójica y precisamente, por su blandura. En la falta de rigidez, su consistencia. La versatilidad como pilar. “Oh, los bordes del corazón se dibujan así como se borran”.

Tierra

Un fantasma recorre el disco, el fantasma de la muerte. Generaciones y degeneración. “No va a empezar la muerte hoy / a llevarse a mis amigos.” Cuerpos otros que no logran atravesar la tempestad y quedan sepultados, ahogados, incinerados, exonerados. “Oh, la traición tiene un color / que no busco conocer por ahora”. ¿Cómo soportar seguir vivo? ¿Toda supervivencia exige, necesariamente, una traición?

Poner el cuerpo. Meterlo en el barro. Ensuciarse sin traicionarse. “La identidad no se negocia nunca”. Todas las preguntas desembocando en una: ¿cuál es el costo? La Tierra, sí, pero nuestra tierra también –y sobre todo-. “En los fondos de Burzaco se abren las puertas de Anubis”. Una pregunta que se esfuma. Contra la falsa ilusión del control, el instinto.

Sobre fondo negro, letras negras.

Discernir en la oscuridad. Dejarse llevar, atravesar. “La noche te succiona, te enloquece y abandona”. Terreno naturalmente artificial y fértil. El roce entre cuerpos que bailan e incomodan. Flores mutantes cultivadas desde el amor. ¿De qué otra forma podría ser?

Agua

Mojarse enterx. El deseo máximo de sentir el puro deseo. Prescindir por completo de cualquier otro lenguaje que no sea el corporal. Hacerle frente a la imperiosa necesidad de plenitud. “Dejemos de pensar contra el vacío / y despertemos en él.”

Que el naufragio sea absoluto. Nada de que agarrarse. Raíces que se atrofian hasta desaparecer. “Somos como islas que naufragan entre estrellas”. Difuminar todo límite. Ni cielo ni tierra. Ni… nada.

La humillada retirada de las certezas. “Me voy haciendo amigo de la parte de agua”. Una identidad volátil que reúne esas maderas corroídas y las somete a descargas electrónicas bajo ochentosos espasmos.

Fluir. Sí. Pero no a modo de slogan sino como un programa político.

 

Fuego

Todo lo sólido se desvanece en el aire, se pudre en el mar o es abrasado por las llamas. “Todo bien podría construirse de madera / y arder para ti como parte del show”. La exhibición ardiente, fogosa, luminosa.

Luego, oscuridad.

Toda apuesta implica un riesgo. Reformulo. Toda apuesta necesita, exige, desea el riesgo. La belleza del fuego está en su poder destructor. ¿Qué gracia tendría un fuego que no queme? Quemarse es, también, un peligro constante. Y, quizás, una salida. ¿Qué queda allí?

Cenizas. Que resurg… No. Vuelan y se impregnan en otros cuerpos. “¿Quién notará que me fui? / ¿Quién lleva la cuenta de esas cosas?” ¿Cómo leer las marcas, las cicatrices diseminadas en esas nubes?

¿Para qué?

Bibliografía

Benjamin, Walter (1940). “Tesis sobre la filosofía de la historia”, en Iluminaciones I. Madrid: Taurus

Dárgelos, Adrián (2019). Oferta de sombras. Buenos Aires: Sigilo.

Sumate a la discusión