LA CUARTA GENERACIÓN MILITANTE.
¿Qué es militar hoy en día? ¿A favor de qué? ¿En contra de qué o quién? Luego de las dos reuniones para discutir las nuevas militancias, Santiago Armando esboza una respuesta sobre el lugar que posee la libertad en una práctica que todavía parece estar tratando de definir un terreno definitivo donde articularse.

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Es difícil explicarle a alguien nacido alrededor de 2001 por qué hay dirigentes argentinos que entienden el Estado como una forma de resistencia. El Estado, para muchos de los más jóvenes, no es un arma contra el poder, sino el poder mismo. En particular, es una forma del poder que obstaculiza. 

Mucha de la política joven antikirchnerista, no sólo en su versión libertaria, viene de la mano de una reivindicación descarnada de la libertad negativa: ser libre es que me dejen vivir. Esto tiene, en la reconstrucción de muchos de ellos, bastante que ver con la experiencia de la cuarentena en 2020. La mención es recurrente: hay algo de la percepción del poder descarnado del Estado, una institución que sólo prohíbe, y que tiene poco para mostrar a cambio, que los radicalizó. 

Es esperable que los más jóvenes perciban al Estado como algo que da muy poco (la economía argentina no crece hace más de diez años) y obstruye mucho. Más de uno debe haber aprendido a operar en criptomonedas para saltear el cepo, como otros aprendimos a usar internet para completar la tarea escolar. 

Hay, al mismo tiempo, una relación ambigua con las posiciones de poder estatal. La militancia está asociada al lucro, pero advertirlo implica reconocer también que el camino del poder estatal es una vía para el progreso económico y la mejora de status. Hay un camino para “ser alguien” que pasa por tener poder sobre otros, como nos enseñaron los últimos veinte años. Los jóvenes antikirchneristas no son ajenos a esta experiencia, lo reconozcan o no. Algunos la miran con preocupación: hasta los jóvenes libertarios aspiran a un cargo de asesor, para quedar ungidos como aquellos que están dentro del círculo. 

Hace un par de semanas (esto se escribe en julio de 2022), estalló la interna del partido de Javier Milei. En un space de Twitter (una suerte de chat de voz abierto, como las viejas hotlines de 0800), jóvenes militantes de una y otra facción resolvían sus diferencias a cielo abierto. Escucharlo era, para quienes alguna vez militamos, muy parecido a escuchar cualquier reunión de una agrupación universitaria, con la diferencia de que nosotros las hacíamos a puertas cerradas. Algo de las formas de la política parece ser independiente de los contenidos ideológicos. Los jóvenes antikirchneristas todavía están explorando el terreno: su rechazo a la política tal como la conocieron no ha terminado de articularse. No está claro qué formas y qué contenidos van a terminar siendo impugnados. No es obvio qué atributos serán leídos como propios de la política y cuáles como propios de la Argentina contemporánea. 

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