«China es el futuro», dicen algunos con terror, otros con esperanza. Todos los países, quieran o no, miran al oriente, al «gran país del centro». Mientras a nivel geopolítico y económico el gigante asiático parece reforzar su hegemonía mundial, el imaginario de la gente alrededor del mundo se ve arrastrado por ese fenómeno construyendo una imagen del futuro deseada o temida, pero inevitable.

Para tener un panorama más claro sobre la forma en la que China se relaciona con el futuro y cómo circulan los discursos sobre el porvenir tecnológico en su sociedad, nos contactamos con Salvador Marinaro, editor de la revista Chop-Suey, sinólogo, Lic. en Periodismo (USAL) y Mg. en Sociología de la cultura (IDAES/UNSAM,  Dr. en Estudios Globales y docente de la Universidad de Fudan en Shanghai.

¿Cuándo empezaste a escuchar que había algo así como “sinofuturismo”, un discurso que vinculaba a china con el futuro?

Yo creo que en ese punto podemos dividir la idea de sinofuturismo en dos. Una es la imaginación del futuro que hay en China, que en ese punto hay un cruce entre literatura, arte y también con lo que está pasando con la política y la economía en el país. Eso es algo muy presente en toda su historia moderna. La otra es el concepto, una historia conceptual del sinofuturismo, que es algo sobre lo que llamó la atención el filósofo Yuk Huei. Él le da un sentido distinto a “sinofuturismo” respecto de la idea de imaginaciones del futuro. Él plantea que el sinofuturismo es el momento en el cual la percepción tecnológica y los marcos intelectuales de la tecnología occidental toman las cosmotécnicas anteriores en China. Yuk Huei toma la idea de un artista malayo de origen chino que había trabajado sobre cómo sería la china del futuro, y medita sobre la posibilidad de que China ocupe la centralidad en el proyecto globalizador, después de una transición desde las potencias occidentales, pero manteniendo las estructuras conceptuales e intelectuales del Eurocentrismo. Eso diferencia entre las dos líneas de pensamiento es algo que hay que dimensional.

Yuk Huei plantea que el sinofuturismo es el momento en el cual la percepción tecnológica y los marcos intelectuales de la tecnología occidental toman las cosmotécnicas anteriores en China.

¿Habías escuchado algo así antes de China?

No. De alguna manera cuando llegué en 2016 lo que percibí rápidamente es que el concepto de futuro ocupa una centralidad en la sociedad y las artes chinas. Es el gran concepto. Cada una de las generaciones tiene un concepto clave que analiza y le sirve para ordenar la sociedad. En 2016, el concepto nuclear era cómo iba a ser el futuro, desde las clases más bajas hasta los intelectuales de las universidades más importantes. Es uno de los fundamentos del pacto social chino: la esperanza de un futuro mejor.

Eso es lo que hace que sea tan interesante estar viendo cuáles son las representaciones del futuro en las artes, entendidas como esa dimensión de los estudios culturales, ese punto en el cual los nudos de saber y de poder se entrelazan y hacen que un aspecto sea más visible que otro. Creo que, al entrar por las artes, es decir, no solo por la literatura de ciencia ficción, sino también en el cine, el cómic y las artes visuales en general, uno puede estar viendo cómo piensa el mañana la potencia en ascenso.

Cada una de las generaciones tiene un concepto clave que analiza y le sirve para ordenar la sociedad. En 2016 el concepto nuclear era cómo iba a ser el futuro, desde las clases más bajas hasta los intelectuales de las universidades más importantes.

¿Una vez que empezaste a familiarizarte con estas discusiones las encontraste en Europa en Estados Unidos?

Yo creo que es una especificidad china. En muchos sentidos la idea de futuro es nuclear tanto para la comunidad cultural, como incluso para la política. Si uno está viendo, por ejemplo, las publicaciones del Partido Comunista, las dimensiones que ocupan qué es lo que se va a cumplir en un futuro, en el porvenir, son mucho más grandes, ocupan muchísimo más espacio que cualquier otro documento de países occidentales. En muchos sentidos el Partido Comunista es un es un partido que está gobernando en el futuro. Uno lo ve en las publicaciones de los Libros Blancos, los planes quinquenales y las directrices. Tienen todos objetivos a medianos y a largo plazo. Tenés objetivos que se plantean para el 2030 y objetivos que se plantean para el para el centenario de la República en 2049. Que sus documentos sobre políticas en realidad estén reflexionando sobre largas duraciones es una especificidad muy china. En ese sentido, por supuesto que no estoy hablando de que esté gobernando en el futuro real, sino que me estoy refiriendo a que hay una representación de sí mismo gobernando en esa temporalidad.

En muchos sentidos el Partido Comunista es un es un partido que está gobernando en el futuro. Uno lo ve en las publicaciones de los Libros Blancos, los planes quinquenales y las directrices. Tienen todos objetivos a medianos y a largo plazo.

¿Y qué imagina China cuando imagina el futuro?

Ahí claramente podríamos hacer una breve referencia de la historia a la historia de la ciencia ficción en China, que está ligada a sus debates sobre la modernidad. Con las primeras Guerras del Opio empiezan a llegar los conceptos y la ciencia occidental. De alguna manera, las dos Guerras del Opio en la historia China significan una herida para un país que durante mucho tiempo de su historia se pensó desde una centralidad, Zhōngguó en chino significa el país del centro. Esa percepción de la centralidad se rompe con las dos Guerras del Opio. A partir de ese momento hay un consenso sobre que para modernizar a China tiene que traerse la ciencia occidental. En ese momento es donde empiezan a aparecer también las primeras expresiones de ciencia ficción en el país. De hecho, en el movimiento de los reformistas del 4 de mayo ya aparecen los primeros escritores de ciencia ficción. Hay una figura, por ejemplo, en Liang Qichao, que plantea que la ciencia ficción puede ser una buena vía para difundir los conceptos de la ciencia occidental en la población china. Acá estamos hablando de principios del siglo XX. Liang Qichao tiene un texto que dice que supuestamente 50 años desde el momento en el que él escribe la “Feria del mundo”, en Shanghai del 1960, se iba a mostrar a la nueva potencia y los jóvenes occidentales tendrían que tendrían que estudiar chino para tener un mejor futuro. Esto es algo que escribió entre 1911 y 1913.

De alguna manera, las dos Guerras del Opio en la historia China significan una herida para un país que durante mucho tiempo de su historia se pensó desde una centralidad, Zhōngguó en chino significa el país del centro.

Con la República Popular China se incorpora la ciencia ficción desde otro lugar, con toda la herencia de el futurismo soviético, la unión entre comunismo y ciencias duras. La competencia que habían tenido durante la Guerra Fría la Unión Soviética y Estados Unidos también se daba en el interior del desarrollo científico y técnico. Por ejemplo, tenés un cómic que se llama Isla Coral, que muestran como científico chino que descubre una especie de rayo láser es después perseguido por las potencias imperialistas para quitarle su descubrimiento.

En los últimos años lo que estás empezando a ver es un claro incentivo desde el Estado. En primer lugar, eso sucede porque la ciencia ficción se ha transformado en uno de los géneros de la literatura y del cine chino que más fácilmente se puede exportar principalmente con Liu Cixin, y en segundo lugar también hay una clara voluntad de plantear la China como productora tecnológica. Es una unidad en la cual el Estado incentiva la producción científica, la innovación, y por el otro los escritores también evalúan lo que esos avances pueden significar.

Yo pienso que la idea de futuro en China es tan fuerte porque es la única temporalidad que está en discusión. Porque al ser una sociedad tan censurada, todo lo que se puede decir sobre el pasado, por ejemplo, mi referencia histórica sobre la Revolución Cultural, está fuera de discusión. En los últimos años se ha se ha disminuido cuál es el horizonte de lo decible sobre la Revolución Cultural. El presente es el objeto de la censura en sí mismo. Entonces, la única temporalidad social que realmente está en discusión en el presente es el futuro ¿no? Y ahí hay una muestra clara de que hablar del futuro es una manera de plantear ciertas problemáticas del presente. Por ejemplo, tenés un autor que se llama Ma Boyong, que escribió un cuento llamado “La ciudad del silencio”. La narración una metáfora casi orwelliana. Un gobierno altamente sensible al discurso, en lugar de hacer listas de lo que no se puede decir, empieza a publicar listas sobre de palabras que sí se pueden usar. Se invierte la función de la censura. Al invertirla lo que va sucediendo es que la lista de palabras que se pueden utilizar los habitantes sea cada vez menor, hasta que la ciudad quede en silencio. Ahora, ese cuento fue publicado en chino en 2008, una etapa previa con mayores libertades para las artes chinas, pero se pudo publicar porque la ciudad donde eso ocurría tenía el nombre de Nueva York. Fíjate que estas metáforas del futuro les permiten estar generando cierta discusión sobre hacia dónde va la sociedad china.

Yo pienso que la idea de futuro en China es tan fuerte porque es la única temporalidad que está en discusión. Porque al ser una sociedad tan censurada, todo lo que se puede decir sobre el pasado, por ejemplo, mi referencia histórica sobre la Revolución Cultural, está fuera de discusión.

¿Qué imágenes hay en ese imaginario futurista? ¿Es optimista? ¿Es siempre apocalíptico?

Hay una especificidad muy presente en muchas expresiones artísticas sobre el futuro en China que es la presencia del Estado. Si uno hace una comparativa con todos estos futuros anárquicos, que tiene todo el género apocalíptico de Hollywood, como Mad Max, sin gobierno, con colapso social, lo que se puede ver en la ciencia ficción china es que siempre hay una presencia del Estado. Por momentos aparecen Estados que uno podría decir benévolos o Estados que uno llamaría claramente autoritarios. Eso es una especificidad muy clara para mí. Por ejemplo, si ven la película de La Tierra errante, que es una adaptación de un cuento de Liu Cixin y fue la segunda película más taquillera de la historia del cine chino, todos los conceptos son ultranacionalistas. Por ejemplo, hay un gobierno centralizado de la tierra que, ante el colapso natural, decide cómo llevarla a otro sistema solar. Para gobernar esa tecnología se necesita como un gobierno unido de la Tierra. Ahora, es un gobierno que no tiene ninguna diversidad étnica, que no tiene elecciones, aunque habla francés. La novela más vendida de la ciencia ficción China empiezan en la Revolución Cultural, cuando reciben una señal de una sociedad alienígena.

Si uno hace una comparativa con todos estos futuros anárquicos, que tiene todo el género apocalíptico de Hollywood, como Mad Max, sin gobierno, con colapso social, lo que se puede ver en la ciencia ficción China es que siempre hay una presencia del Estado.

¿Te animas a una comparación con otros imaginarios el futuro en Asia? ¿Japón, por ejemplo, tiene un lugar en esta discusión? ¿Hay una competencia por imaginar el futuro con Japón?

No hay declaraciones abiertas con uno u otro país. Más bien, hay una búsqueda de la primacía tecnológica. Ahí se nota muy claramente la relación con las búsquedas de innovación técnica que está llevando a cabo el gobierno de Xi Jinping con un diálogo de las artes. Yo creo que en la manera que tiene Occidente de leer la ciencia de ficción China sí hay una influencia de los imaginarios de Japón y también de Corea del Sur. Hay un término que se llama “tecno orientalismo” que vincula los imaginarios que Occidente tiene sobre el extremo asiático con esa especie de peligro de la supremacía tecnológica. Eso ya se lo planteó desde la década del sesenta con una especie de Japón potencia que iba a superar a Occidente. De alguna manera eso también se lo está planteando en este momento con China.

Hay un texto muy interesante de Roland Barthes en la década del sesenta que analiza la semiótica de los ovnis. Termina concluyendo que en realidad nuestras representaciones de los alienígenas están claramente vinculados con el extremo asiático, con cruzar el muro, con aquello que es completamente incomprensible con nuestras estructuras conceptuales.

Hay un término que se llama “tecno orientalismo” que vincula los imaginarios que Occidente tiene sobre el extremo asiático con esa especie de peligro de la supremacía tecnológica.

¿Y hay algo del resto de los países asiáticos que se filtre en la lógica de la ciencia ficción China? Porque hay varios países del cinturón comercial de China, incluyendo a los tigres asiáticos, que tienen una lógica política y económica muy similar ¿Hay influencias o el Sinofuturismo es Asiafuturismo?

Acá estamos hablando de toda la esfera sinoparlante: Singapur, Hong Kong y Taiwán, todos los lugares donde hay una presencia de la cultura china muy fuerte. Con Taiwán está fuera de discusión, pero también Singapur, a lo que se le sumaría incluso los chinos que quedaron en Malasia. Lo que se ha visto con el desarrollo chino es cómo vuelve ocupar la centralidad de la esfera sinoparlante. Eso también se ve reflejado en sus discusiones artísticas y culturales.

¿Los imaginarios del futuro en China, cuando se vinculan con el pasado, se vinculan en términos de ruptura, restauración o evolución?

Es de restauración de una supuesta centralidad que había ocupado antes de la red antes de las Guerras del Opio. Eso lo podés estar viendo en todo el libro de Xi Jimping. Hay una representación en la que China había ocupado la centralidad de la producción y la innovación tecnológica en la historia mundial hasta el siglo XIX, una supuesta centralidad que terminó con el colapso que significaron las Guerras del Opio. China habría perdido esa centralidad y ahora la estaría recuperando. En realidad, después de la instauración de la República Popular, tardaría otros 100 años en volver a ocupar Zhōngguó, el país del centro. Cuando se habla de la gran renovación, y este es uno de los slogans del gobierno chino, la renovación del pueblo, el rejuvenecimiento de la Nación, a lo que se está haciendo referencia es a esta restauración de la centralidad que había tenido en un pasado. Siempre en el futuro hay memoria.

¿Creé fuera de China se ve al país como el futuro?

Yo creo que hay mucho desconocimiento sobre China, es el gran desconocido en muchos sentidos, entonces los discursos que suele haber sobre el país impulsan un posicionamiento. En Occidente, cuando uno dice «China» empieza una afirmación política sobre la cual, esto es algo que meditaba que ya lo meditaba Julia Kristeva cuando vino con la comitiva de Telquel, va a tener que posicionarse a favor o en contra. Justamente lo que le corresponde a nuestra generación de sinólogos es tratar de ver qué hay ahí y analizarlo, tratar de de comprenderlo. En ese sentido es una cuestión muy sensible, porque Occidente se piensa a sí mismo en una decadencia. Se está pensando a sí mismo como en un cansancio civilizatorio. Al mismo tiempo ve a China como una especie de nueva potencia en ascenso, y no con mucha felicidad.

En Occidente, cuando uno dice «China» empieza una afirmación política sobre la cual, esto es algo que meditaba que ya lo meditaba Julia Kristeva cuando vino con la comitiva de Telquel, va a tener que posicionarse a favor o en contra

¿Y en tu vida cotidiana en China cómo aparece el futuro?

Para mí el futuro está en todas partes en la sociedad china, por eso lo estamos discutiendo. En primer lugar, es un concepto regulador de la sociedad, en el sentido que grandes porcentajes de la sociedad estuvieron mejor que sus padres y sus padres estuvieron mejor que sus abuelos, entonces de alguna manera es un concepto ordenador de la sociedad. En segundo lugar, es un concepto estilístico, uno pasea por Shanghai y puede ver una superposición de estilos que de alguna manera representan una futuridad. En algunas partes tenés todo el estilo del futuro de los años noventa, donde se pensaba en platillos voladores y grandes antenas. Si te vas al distrito financiero es un estilo futurista más de nuestra época: las torres vidriadas y el acero. No sé si vieron la película Her, está firmada en Shanghai. Por supuesto que no es Shanghai la ciudad donde esa ficción está representada, pero lo que permite en realidad es pensar que en realidad el director intentó mostrar un futurismo cercano. No es un azar que haya elegido la ciudad de Shanghai.

Para mí el futuro está en todas partes en la sociedad china, por eso lo estamos discutiendo. Es un concepto regulador de la sociedad¨[…]

La sociedad china cambia aceleradamente. De un año al otro uno está percibiendo cambios en la estructura urbana como también en los modos de comportarse a nivel social, como por ejemplo cómo compran. Taobao, que es una especie de Amazon de acá, no tenía la dimensiones que tiene ahora. En cinco años se transformó en el Aleph: tenés todo lo que quieras. A eso se le suma otra cosa: cada vez disminuye más la idea de ir de compras y ver.  Podés comprar algo por Taobao, probártelo en tu casa y si no te gustó devolvérselo a la tienda. Podríamos hablar sobre la huella de carbono que tienen esas prácticas de consumo, pero es algo claramente incentivado desde la era COVID.

¿Hay alguna tecnología que actualmente esté desarrollando China y que sea de vital importancia para su plan de volver a ser el centro del mundo?

El hecho que estemos discutiendo esto me parece me parece fundamental ¿no? También te habla un poco sobre cuáles son las las dimensiones de futuro, de cómo se perciben fuera de China, el rol de China en el futuro. Lo que habría motivado la guerra comercial con Estados Unidos fue una serie de documentos en la década del 2010, que planteaba el proyecto de producción China 2025, donde se decía que el país iba a pasar de ser lugar de manufacturas a un lugar de innovación tecnológica. A partir de ese momento, China ha puesto grandes cantidades de recursos de Estado en tecnologías que se consideran estratégicas. Una de ellas es la computación cuántica. Otra de esas es la tecnología genética. China tiene la legislación más laxa al respecto. Pasa que por la sensibilidad social y ética no tienen tanta publicidad. La legislación autoriza, por ejemplo, a hacer embriones híbridos. Por último, para mí la tecnología que no se está atendiendo tanto como se debería es la poblacional. Hay una hay una expresión que creo que viene del The Economist que dice que los datos son el nuevo petróleo. China es la nueva Arabia Saudita, entonces. En ese sentido tiene que ver con la minería de datos. Tienen una legislación que autoriza al Estado a tener el monopolio de esa información surgida de las redes sociales y el celular. Eso posibilita algo que no tiene Occidente. Eso se vio en la manera en que se manejó la pandemia.

[…]China ha puesto grandes cantidades de recursos de Estado en tecnologías que se consideran estratégicas. Una de ellas es la computación cuántica. Otra de esas es la tecnología genética. China tiene la legislación más laxa al respecto. Pasa que por la sensibilidad social y ética no tienen tanta publicidad. La legislación autoriza, por ejemplo, a hacer embriones híbridos.

La tecnología que va a definir que va a definir el rol de China en el corto plazo no es computación cuántica, ni desarrollo que uno pensaría como más del futuro, sino lo que está sucediendo en este presente. Hablo de una serie de tecnologías que ya están disponibles y que por cuestiones institucionales no pueden ser aplicadas en otros lugares como lo están haciendo acá: cómo gobernar a la población, cómo regular la población a través del Big Data.

Última pregunta. Ya señalaste que hubo cambios en cómo se consume. Ahora ¿hubo cambios importantes en las relaciones interpersonales, en las amistades, en las parejas?

Pensar estos conceptos, como el futuro en China, implica para mí un desafío enorme, un desafío para las ciencias sociales. China plantea una modernidad alternativa a la modernidad occidental, a la modernidad de eurocéntrica, porque tienen elementos del extranjero pero también elementos que vienen de su propia historia y su propia historia conceptual, sus propias filosofías y religiones, que modelan a la sociedad y también sus recepción de la modernidad. En ese sentido es muy interesante notar cómo se cruzan elementos que uno pensaría que vienen más bien de cuestiones históricas con elementos contemporáneos, por ejemplo el mercado el mercado matrimonial de Shanghai. Sobre esto escribió mi pareja, Lucía. Todo turista llegaba, cuando era posible, y se dirigía al mercado matrimonial donde todos los padres tenían los paraguas abiertos con descripciones de sus hijos e hijas para concretar citas. En esas descripciones también se veía qué era lo que se estaban buscando. Uno pensaría que ese mercado es histórico y que es en realidad algo que se heredó de las de las prácticas rurales chinas de matrimonios arreglados, pero en realidad es un ese mercado surgió en el 2007. Esto está ligado también a los fenómenos de la modernidad y a los cambios sociales, la migración del campo a las ciudades, las rupturas de espacios de encuentro que tenían en los pueblos del interior chino.

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