¿Qué pasa en Canada? Tienen uno de los mejores estandares de vida del planeta, medicina socializada, comida de tradición francesa, a Leonard Cohen, a Xavier Dolan, un número no menor de estrellas de Hollywood, el gabinete más equitativo en cuestiones de género y a Justin Trudeau. A continuación conoceremos un poco más de Canadá y por qué es, actualmente, uno de los paises que está imponiendo los standares de la nueva era.
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“Bonjour-Hi”, saluda una empleada de una panadería con nombre francés en el barrio francófono Rosemont-La Petite Patrie de Montreal, Canadá. “Bonjour-Hi”, dice un camarero en un café de Westmount, una zona anglófona. “Hi”, desliza el encargado de un restaurante mexicano en Milton-Parc, zona conocida como el guetto anglo McGill. “Bonjour, comment puis-je vous aider?”, pregunta un empleado de un dépanneur en St Michel.
“Es un gran placer para mí estar hoy acá y presentar este gabinete que se asemeja a Canadá”, sostuvo Justin Trudeau el 4 de noviembre de 2015 tras jurar como primer ministro canadiense. Una periodista le preguntó: “Entiendo que una de sus prioridades era tener un gabinete balanceado en términos de género. ¿Por qué eso es tan importante para usted?”. Él contestó simplemente: “Porque es 2015”.
“¿Permiten que un hombre con su apariencia tenga rango en el Ejército de Canadá?”, preguntó en una charla informal un jefe del Ejército afgano a Harjit Singh Sajjan, de las Fuerzas Armadas Canadienses, destinado en Afganistán en 2010. Harjit Singh Sajjan es hoy teniente coronel retirado y ministro de Defensa de la administración Trudeau. Nacido en la región de Punjab, en la India, emigró a Canadá en 1976, cuando tenía cinco años, y es sij, o sea, seguidor del sijismo, una religión monoteísta fundada en la India en el siglo XVI y que combina elementos del hinduismo y del islamismo. Y usa turbante.
Canadá es eso (y mucho más, claro). Durante mucho tiempo leímos y escuchamos -nos contaron- que es un gran país, lo mejor del primer mundo: que la calidad de vida lidera los rankings mundiales, que todos sus habitantes son bilingües y aman la naturaleza, que las puertas están abiertas a los inmigrantes, que la educación es de excelencia, que sus ciudades son pujantes y que su campo es tan vasto como hermoso. Para el imaginario colectivo, lo peor de Canadá es el clima: los inviernos largos y fríos, con temperaturas bajo cero y nieve inimaginables incluso en nuestra Patagonia. También ha contribuido a esta idea un monólogo de Dady Brieva, El diario íntimo de mi primo nacido en Santa Fe que vive en Toronto. “La verdad es que… ¡¿A quién se le ocurre venir a vivir a esta mierda fría y solitaria?! Mañana vuelvo para Santa Fe, no veo la hora de llegar para poder disfrutar de la humedad, el calor y los mosquitos. Ni bien llegue me voy a comer un asado a Sauce Viejo y después lógicamente al fulbito en lo de mi primo. ¡Eso sí que es vida!”, concluye el audio de cuatro minutos y medio que tiene millones de reproducciones en YouTube.
Es un gran país literalmente: tiene más de 9900 millones de kilómetros cuadrados, va del Pacífico al Atlántico y abarca seis husos horarios. En calidad de vida lidera los rankings mundiales: según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), más conocida como “el club de los países ricos”, Canadá tiene muy buenos resultados en todos los parámetros incluidos en su Índice para una vida mejor (Better Life Index). Desde el ingreso neto per capita anual a la tasa de empleo hasta el nivel educativo y la esperanza de vida, quienes viven en Canadá “están en general más satisfechos con sus vidas” que el promedio de los habitantes de países de la OCDE.
Oui, yes; yes, oui
En Canadá viven más de 35 millones de personas según el censo nacional de 2016. Y no, no todos son bilingües. Canadá no es un país bilingüe, pero sí es un país de dos lenguas. El inglés y el francés coexisten en varias regiones, es verdad, pero menos del 20 por ciento de la población total es capaz de mantener una conversación en ambos idiomas. Según estadísticas oficiales, 17,5 por ciento de los canadienses podían hacerlo en 2011. Además, la provincia de Quebec fue la única en la que aumentó sostenidamente la tasa de bilingüismo entre 2001 y 2011: de 40,8 por ciento a 42,6 por ciento. En las restantes nueve provincias de Canadá, la tasa de bilingüismo disminuyó de 10,3 por ciento en 2001 a 9,7 por ciento en 2011. Según el organismo de estadísticas, la disminución del bilingüismo fuera de Quebec entre 2001 y 2011 se debió a un aumento de la población inmigrante no francófona y por una merma en la proporción de alumnos en programas de estudios en francés.
Por ejemplo, en Toronto, en la provincia de Ontario, la ciudad más poblada del país, la información pública en la calle está en inglés. Los carteles rojos con letras blancas que indican en las esquinas que el conductor de un vehículo tiene que parar dicen STOP. En Montreal, provincia de Quebec, la segunda ciudad más poblada de Canadá, los carteles están en francés. En las esquinas dice ARRÊT. Lo mismo pasa en el resto del país, según sea una provincia anglófona o francófona. Sólo se lee STOP-ARRÊT, en ambos idiomas, en la capital, Ottawa, y en Nueva Brunswick, la única provincia que es oficialmente bilingüe.
Multiculturalismo e integración
Una frase repetida aquí y allá indica que el gran país del norte se forjó gracias a la inmigración y que por eso siempre tuvo las puertas abiertas para quienes quisieran migrar. Además, Canadá es señalado como ejemplo de multiculturalismo e integración.
El país adoptó el multiculturalismo como política de Estado: en 1973 se creó el Ministerio de Multiculturalismo y en 1988 se aprobó la Ley de Multiculturalismo (“para la preservación y la profundización del multiculturalismo”). Desde el año 2002, cada 27 de junio se celebra el Día del Multiculturalismo. “Es una oportunidad para celebrar nuestra diversidad y nuestro compromiso con la democracia, la equidad y el respeto mutuo y para apreciar las contribuciones de los diversos grupos y comunidades a la sociedad canadiense», explica el Government of Canada-Gouvernement du Canada.
Sin embargo, el apoyo a esa política de Estado no es unánime. La principal crítica tiene que ver con que “provoca” una “fragmentación” en la sociedad (cristalizada en barrios donde viven unas comunidades y no otras, en ciudades enteras donde hablan una lengua y no la otra). La realidad es que la gran mayoría de la población nacida en Canadá y fuera de Canadá vive en cuatro provincias: Ontario, British Columbia, Quebec y Alberta. Y la mayoría vive en los centros urbanos más grandes del país. La población canadiense está muy concentrada geográficamente: en 2016, dos de cada tres personas vivían a 100 kilómetros o menos de la frontera con Estados Unidos, es decir, en una franja equivalente al cuatro por ciento del territorio canadiense. Y eso no tiene que ver con la fragmentación, sino con el clima, con la vitalidad del comercio con Estados Unidos, con la infraestructura, con las ciudades pujantes y diversas, con las puertas abiertas.
Otra fuerte crítica a esa política de “inclusión en la diversidad” tiene que ver con los pueblos y culturas indígenas. Durante décadas denunciaron olvido, represión, «genocidio cultural» y discriminación. Durante décadas, también, el Estado tuvo una política de «asimilación agresiva»: se hizo cargo de «cuidar» y «educar» a niños indígenas para su «correcta inmersión» en las «costumbres canadienses». A fines del siglo XIX, el gobierno federal implementó un sistema conocido como Indian Residential Schools: miles de niños indígenas fueron obligados a alejarse de sus familias, comunidades, idioma y cultura para “estudiar” en escuelas “especiales”, religiosas -anglicanas, católicas o presbiterianas- . Y en esas escuelas muchos fueron víctimas de abusos emocionales, físicos y sexuales. Se estima que entre 3000 y 6000 murieron mientras «cursaban». En 1931, en el momento de mayor actividad de las Indian Residential Schools, 80 escuelas estaban en funcionamiento. En total 150.000 chicos de los pueblos First Nation, Inuit y Métis fueron separados de sus familias desde 1884 y a lo largo del siglo XX según cifras oficiales. Casi todas las Indian Residential Schools dejaron de funcionar a mediados de los 70, aunque la última en cerrar lo hizo en 1996.
El reconocimiento de lo sucedido y los pedidos de disculpas llegaron a partir de la década del noventa. En 1998 se formalizó el primer pago para «compensar’ y «ayudar» a víctimas. Desde entonces se sucedieron acuerdos, se ejecutaron partidas presupuestarias para «compensación» y se implementaron diversos programas de asistencia y «reparación». Recién el 11 de junio de 2008, en un hecho histórico, el entonces primer ministro canadiense, Stephen Harper, reconoció el daño y pidió perdón a las víctimas en nombre del gobierno federal. Canadá tiene oficialmente desde entonces una política de reconciliación y conmemoración.
Actualmente, casi un millón y medio de personas se identifican a sí mismas como aborígenes, casi un cuatro por ciento de la población total del país. El 1 de julio último se cumplieron 150 años de la Confederación, con grandes festejos en todo el territorio… Y varias protestas por el 150 aniversario del “genocidio indígena” o de la “ocupación”.
Aún así, Canadá es desde su nacimiento un país de inmigrantes. Históricamente, casi todos llegaron desde Europa. En los últimos 15 años, la mayoría de los recién llegados lo hizo desde Asia, incluido Medio Oriente. Desde 1990, el número de personas que migraron hacia Canadá es de 235.000 por año en promedio. Esa cantidad se mantiene estable aún hoy. En 2011, una de cada cinco personas en Canadá había nacido en otro país, más de seis millones de personas, más del 20 por ciento del total de la población.
Entre 2011 y 2016 la población aumentó en 1,7 millones, equivalente a un crecimiento del 5 por ciento y aproximadamente dos tercios de ese crecimiento fue resultado de flujos migratorios. En los últimos cinco años, la proporción de inmigración de África, el Caribe, Sudamérica y América Central aumentó levemente. En el ranking mundial de países con población nacida fuera de las fronteras propias, Canadá está segundo, solamente por detrás de Australia.
A fines de 2015, en el pico de la crisis de migrantes en Europa y en pleno debate en el primer mundo sobre qué hacer con las miles de personas que dejan sus hogares en África y Asia e intentan llegar a países europeos, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se comprometió a recibir 25.000 refugiados sirios en Canadá hasta febrero de 2016. Al 27 de enero de 2017, 40.081 personas que vivían en Siria y tuvieron que escapar de allí fueron recibidas en territorio canadiense.
¿El mundo necesita más Canadá?
Según un estudio reciente de Ipsos MORI con 18.000 encuestados de 25 países, Canadá es el país con mayor «influencia positiva» en el mundo. Un abrumador 81 por ciento contestó que el gran país del norte tiene buena vibra. Quizás eso explique por qué en vidrieras de Toronto, Ottawa, Montreal y Quebec hay desde afiches y cuadros hasta libros y remeras con frases como: “Todos quieren ser canadienses”, “Hay dos tipos de personas en el mundo: canadienses y quienes desearían ser canadienses” o “El mundo necesita más Canadá”.