Roberto Frenkel es profesor honorario de nuestra universidad, da clases de posgrado en la Facultad de Ciencias Económicas, fundó el mítico CEDES. Conocedor de las macreconomías latinoamericanas, se especializa en el estudio de sus recurrentes crisis y de los procesos inflacionarios.
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Cambios ¿De qué tipo?
¿Creés que hay desafíos comunes para las economías latinoamericanas hoy?
En términos generales, sí, aunque es cierto que a partir de los 2000 esto cambió un poco porque el aumento de los precios de los commodities pegó diferente en América del Norte y del Sur. Por ejemplo, a México el aumento de los precios de los commodities lo favoreció porque aumentó el precio del petróleo que exporta, pero no tuvo el impacto que tuvo para otros países, como la Argentina, porque México orienta su comercio exportando manufacturas a Estados Unidos. Para los países de América Central y el Caribe fue negativo porque son importadores de alimentos y commodities, muchos importan petróleo. En América del Sur todos los países se beneficiaron del boom de los precios de las commodities, pero a partir de que comenzara a caer el precio de las commodities en 2014, tuvieron que iniciar un ajuste para adaptar sus economías en mayor o menor medida.
¿Todos tienen que ajustar sus economías?
Sí, después del 2014 cayeron los precios internacionales de sus principales exportaciones y ahí es donde hay que ajustar para adaptar las economías a nuevos precios. Hay dos particularidades. La primera es que, para muchos países, el ajuste es necesario aún con superávit comercial, es decir que, a pesar de que exportamos más de lo importamos, gastamos más de los que nos entra. La segunda es que es la primera vez en el período de globalización financiera (desde comienzos de los años 70 del siglo pasado) que se tiene una caída fuerte en los términos de intercambio en condiciones financieras favorables. En ocasiones anteriores, la caída de los precios de nuestros productos coincidía con un aumento de la tasa de interés internacional. Esta vez la caída de los precios de las commodities no viene de un problema financiero sino de la desaceleración del crecimiento de China.
¿Sin alterar las tasas de interés bajas?
Exacto. Una economía china más lenta no conflictuó con que se mantengan las tasas de interés muy bajas. Por esto todos los países de la región estamos tomando deuda para hacer más lento un ajuste que, ante los nuevos precios de los commodities, es inevitable. En Argentina, en particular, estamos tomando un montón de deuda aprovechando este crédito barato. Pero a nadie le gusta endeudarse.
Pero nos endeudamos
Lo que quiso decir el presidente con esto de que a nadie le gusta es “pero si no lo hacíamos perdíamos las elecciones”. Ahora el gobierno ganó las elecciones y tiene más fuerza política. Hay muchas expectativas en relación a esto. Un ejecutivo de un banco internacional me dijo: “Ahora hay que hacer ajuste fiscal”. Pero, digo ¿Acaso, no hay elecciones en el 2019?
¿Tiene razón la oposición?
“¡Ven que yo les decía!” -va a decir Cristina que, claro, no está equivocada: se viene el ajuste. Pero hay que hacerlo por todo lo que dejó ella. Hay que bajar el tamaño del sector público, reducir subsidios a la luz, al gas, y al transporte. Esos subsidios podían ser sostenibles con la renta de la soja. Pero sin esos precios empezamos a tener déficit ¿Qué hizo el gobierno anterior, entonces? Restringió las importaciones mientras vendía dólares baratos para viajes internacionales, una cosa de locos. El gobierno llegó sin crisis a las elecciones por un préstamo chino de 10 mil millones de dólares, si no era Venezuela, es decir, hubiera habido una estampida del precio del dólar. Y ahora, sí, como dice Cristina, tienen que subir las tarifas.
¿Y eso tuvo impacto electoral?
Yo creo que la gente se da cuenta de la responsabilidad de Cristina y de Kicillof en esto. Por eso, aunque el gobierno suba el fuerte el gas, la gente sigue votando contra Cristina. También, el gobierno protegió al sector más pobre con tarifa social, expansión de la asignación universal, jubilaciones. En términos agregados, el gobierno subió alrededor de un punto del PBI el gasto en los sectores más pobres.
¿Y la clase media?
La clase media es la que hace el esfuerzo por las tarifas. Una empleada doméstica que gana $11.000 y tiene una pareja con trabajo es parte de la clase media que pelea con los aumentos de tarifas. En este sentido, el otro día Massa dice “las tarifas no pueden subir más que los salarios”, pero resulta que ¡eso es exactamente lo que tiene que pasar: las tarifas tienen que subir más que los salarios! El salario podría ganarle a otros precios, pero si las tarifas no suben más que los salarios no están verdaderamente subiendo. Subsidiamos la provisión de gas o de transporte porque lo que les entra a las empresas con las tarifas heredadas no alcanza a cubrir los costos ¿Cómo va a alcanzar si, por ejemplo, el boleto en la Ciudad de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires cuesta 30 centavos de dólar? Y eso que el dólar está barato.
¿El retraso de tarifas y del precio dólar no ayudan a bajar la inflación?
Hay un error de diagnóstico en cómo el Banco Central entiende que esto funciona. El BCRA entiende que las tarifas no afectan la inflación, ni que las variaciones del tipo de cambio lo hacen. Desde su perspectiva la inflación depende de la tasa de interés que fija el mismo BCRA. Esto no es así y estuvo mal de entrada, cuando el presidente del BCRA convenció al presidente que para bajar la inflación bastaba con llegar al gobierno y tomar control de la expansión monetaria para que seis meses después la inflación ya bajara. Este error de diagnóstico es parte de la historia del segundo semestre que no llegó. Me extrañan estos errores porque creo que esto que digo es algo que todo economista más o menos conocedor de la Argentina sabe cómo funciona.
¿Y Federico Sturzenegger no lo sabe?
Lo hablamos, él es un hombre completamente razonable, pero tiene otra idea.
El argumento del gobierno es que tal vez no hayan logrado la exacta meta de inflación que buscaban, pero que, no obstante, la inflación de hoy es 10% menor a la de hace dos años.
Más aun: la inflación de este año es 15 puntos porcentuales menor que la inflación del año pasado. Pero la están bajando de la misma manera que lo lograba el kirchnerismo: por el ancla cambiaria, porque el dólar está quieto, por eso bajó la inflación.
¿No por el control de la emisión?
Eso es mitológico: no hay una relación de corto plazo entre emisión y precios. Los agregados monetarios son muy volátiles, no existe esa relación con la cantidad de dinero. En el mundo de hoy “monetarismo” quiere decir manejar la tasa de interés porque a través de eso se maneja la demanda agregada, a través de la demanda agregada se maneja el empleo y es el nivel de empleo el que regula cuanto suben los salarios que es el principal componente de la inflación. Eso es lo que hacen Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón, el de Chile, el de Perú, el de Colombia. Cuando un banco central tiene credibilidad sus decisiones y pronósticos influyen en la negociación salarial y, entonces sus pronósticos terminan siendo una profecía autocumplida. Esta técnica la inventó el banco central alemán en los años 50. Lo que importaba a esa política no era el dinero en sí mismo, sino cómo el anuncio de una cierta expansión de la cantidad de dinero determinaba la inflación esperada, y luego esa inflación esperada era la base.
¿Cuando el BCRA sube la tasa de interés -hace dos semanas, por ejemplo- no está pensando en las paritarias?
No se entiende bien cómo, si no es a través de la demanda agregada, la tasa de interés influye en la inflación. Los modelos que justifican el uso de la tasa para bajar la inflación dicen: si sube la tasa de interés, hay menos demanda, menos actividad, menos empleo, menos puja por salario, así de simple. El salario es el principal precio de la economía porque el principal bien de la economía es el trabajo de la gente.
¿Y qué rol juega el precio del dólar?
Hoy por hoy, todos estamos de acuerdo en que, cuando asumieron, las actuales autoridades del BCRA pensaban que la Argentina necesitaba un tipo de cambio más alto que el que había, por eso lo dejaron flotar hasta que llegó a $14. Desde entonces y hasta inmediatamente antes de las elecciones el dólar tocó los $18 ¿Qué hizo el gobierno entonces? Vendió mil setecientos millones de dólares, porque sabía que la inflación estaba controlada porque el tipo de cambio estaba parado hacía un año. Yo creo que si hubiera sido por Freddy (Federico Struzengger), él dejaba que el dólar subiera antes de las elecciones. Pero a los políticos le pareció una locura que el dólar superara los $ 18 antes de las elecciones. Y lo pararon en $18. ¿Dónde está la flotación, entonces? Flota para abajo, pero nunca para arriba. El BCRA dice “El dólar no tiene nada que ver con la inflación”, “El dólar flota” “El BCRA no interviene en el mercado cambiario”. No es así. Salvo Estados Unidos y la Unión Europea (la zona del Euro), eso no pasa en ningún país del mundo. Ni Japón flota puro. En nuestro país la variación del dólar hace variar los precios. Y esto explica lo que pasó desde que asumió el gobierno: se liberó el dólar y la inflación del año siguiente se fue a 40%, y en el segundo semestre de 2016 la inflación se desaceleró porque el precio del dólar se había frenado.
Bueno, eso tuvo su efectividad.
Es cierto. Con eso el gobierno logró que la gente aceptara que “no podemos actualizar nuestros salarios por el 40% porque el año que viene la inflación va a ser más baja”. Aunque muchos acuerdos paritarios fueron por el 17% con la indexación por inflación, lo cierto es que se están gatillando las cláusulas y hoy podemos decir que los salarios crecieron alrededor de un 25% con respecto al año pasado.
¿Y cuál habrá sido la inflación al final del año?
Va a estar en torno de 23%. Primero, porque lograron que los salarios no se indexen a 40%. Segundo, porque el dólar está parado. Tercero, porque no vienen subiendo las tarifas.
¿Y el déficit?
El gobierno avisó nuevos aumentos de tarifa, que son bastante significativos. Más allá de lo que haga para bajar la inflación, el gobierno tiene que bajar el déficit. Los gobiernos de Argentina (nacional, provinciales y municipales) gastan alrededor de 8 puntos porcentuales del PBI más de lo que le ingresa al fisco. Tenemos casi 4 puntos de déficit primario; 2 puntos de intereses de la deuda, que va creciendo rápido porque estamos tomando deuda a tasa alta. Y además tenemos 2 puntos de déficit en las provincias y eso es mucha plata. Todo eso se está financiando con deuda en dólares. Pero, sepamos que, buscando financiamiento internacional, la Argentina tiene la prima de riesgo más alta después de Venezuela, esto es porque tenemos mucho déficit.
El gobierno insiste en que hay que mejorar la competitividad de la economía argentina, más allá del tipo de cambio ¿Qué rol juegan esas políticas?
Muchos -el gobierno, entre otros- habla del costo argentino. Está bien, hay mucho impuesto, pero es lo mismo que se decía al final de la convertibilidad, cuando se hablaba de competitividad porque no se podía hablar de otra cosa ¿De qué se iba a hablar? ¿Del tipo de cambio? Si estaba fijo por ley. Entonces, se hablaba de los costos.
¿No hay herramientas relevantes para impulsar la economía argentina?
Con este tipo de cambio, no. La competitividad es un problema del precio del trabajo en dólares porque el costo argentino principal es el precio en dólares de la mano de obra. Y se cambia cuando subís el tipo de cambio real. La eficiencia ayuda, claro. Tener mejor transporte porque traer la soja de Salta cuesta mucho: ayuda. Pero con este tipo de cambio no hay vuelta. La Argentina sigue con el atraso cambiario con el que gobernó Cristina Kirchner al final de su mandato.
¿Pero, entonces, hay alguna política relevante más allá del tipo de cambio?
Durante mucho tiempo tuve una discusión con una profesora del MIT (Massachusetts Institute of Technology). Con ella, la polémica siempre pasaba porque decía que los latinoamericanos valorábamos demasiado el tipo de cambio, mientras ella pensaba en los créditos para la producción y todo lo que fue la política industrial en los países como Corea del Sur. Yo creo que en esos países no se hablaba del tipo de cambio porque el tipo de cambio real alto fue siempre un dato. En Tailandia y en Corea siempre fue barato pagar un salario en dólares. Así se hizo su industrialización.
¿Y en la Argentina?
Acá, hay algo que no podés resolver con medidas tributarias y subsidios que es cuánto cuesta el salario en dólares. Después de las dos devaluaciones de Kicillof, el kirchnerismo quiso resolverlo restringiendo las importaciones.
Si tuvieras que calificar la política del gobierno desde 2015 ¿Dirías que fue audaz, innovador, necio, conservador?
Diría que durante una primera etapa se auto-engañó, pero después tomó consciencia. Y últimamente se puso muy pragmático, lo que ha hecho bien, no se va pegar un tiro antes de las elecciones.
¿Y la cuestión de los consensos? ¿Juega algún rol?
Ciertamente, tenemos un problema político serio: no conseguimos consensuar una agenda económica viable. Con las nuevas reformas que impulsa el gobierno, habrá que ver hasta dónde quiere ir, hasta donde lo acompaña la oposición y hasta dónde quiere ir la gente. En esto el gobierno tendría que haber dicho la verdad de entrada y no lo hizo. No dijo que tenía que era necesario mantener el dólar en un tipo de cambio más alto, que eso significaba que la inflación no iba a bajar tan rápido, que había que poner buena voluntad de todos lados, que las tarifas tenían que subir, que lo que recibió era un desastre.
¿Y por qué crees que no lo hizo?
Porque creyó que no hacía falta. Tenía la teoría de Struzenegger de que son seis meses de cruzar el desierto y ya. Un año le llevó darse cuenta de que no era así. En el medio, fue un gobierno nuevo que cometió varios errores no forzados.
¿Te parece que hay la alternativa entre shock y gradualismo es real después de la experiencia de la década del 90?
No, no es posible. No es posible en Argentina. No es posible porque no tuviste la crisis antes. Después de la crisis de la hiperinflación, Ménem no necesitaba argumentos. Después de la crisis del 2001, el dólar alto ya estaba. El que puso el dólar alto fue el mercado. Lo que el gobierno hace es gradualismo, desde luego ¿Sabés qué es shock? Lo que dice ese pibe Milei. Pero atención: gradualismo no puede ser no hacer nada.
Educando al soberano
¿En qué puntos los incentivos políticos entran en mayor tensión con un programa económico?
Bueno, en estos momentos, por ejemplo, hay que explicar que estamos en una situación mala, que no podemos gastar más de lo que ingresa, entre otras cosas, porque nadie nos va a prestar para que los argentinos vivamos viajando a Miami eternamente y, por lo tanto, hay que ajustar y definir los modos en lo que se va a distribuir ese ajuste. Porque cuando las cosas van bien la política vive de la economía pero, cuando van mal, la economía necesita que la política ponga de acuerdo a la gente. Y en eso somos muy malos.
¿Son posibles acuerdos como ésos?
Por supuesto. Los muy comentados pactos de la Moncloa o Israel, por dar dos ejemplos. Hay muchos países a los que les va bien. Un montón, de hecho. En muchos casos, han sido gobiernos autoritarios, es cierto. Pero también es cierto que todos los países occidentales tuvieron su crecimiento económico en marcos democráticos. Porque la democracia y el desarrollo económico vinieron juntos en la historia ¿Fue sin luchas? No, desde luego, fue con luchas. Pero al capitalismo no lo armó una dictadura fascista.
¿Podés señalar algunas de nuestras dificultades para lograr esos acuerdos?
Nosotros tenemos un problema de conflictividad particular por el tema de los alimentos: somos un país que exporta lo que come. Nosotros conseguimos consensos cuando vemos el abismo. Entonces, sí nos ponemos de acuerdo.
Por otro lado, está la idea de que el sacrificio lo tiene que hacer otro. Idea especialmente presente entre la clase media, incluso entre la de buena renta. “No es a mí a quien tienen que subirle la tarifa, en algún lado debe haber un rico que debería pagar más”. Yo creo que esa idea tiene mucho de fantasía, y no se entiende que los servicios de luz y de gas no son baratos y que el Estado necesita que paguemos por lo que cuestan. Si no lo pagamos la clase media y de ahí para arriba, tenemos que saber que alguien lo está pagando.
¿Ese rechazo a aceptar la suba de tarifas no es parte de una conciencia igualitarista de las argentinas y de los argentinos?
Uno podría decir eso. Pero yo creo que cada uno cuida lo suyo. Creo que tenemos un problema para asumir responsabilidades ciudadanas. Winston Churchill dijo: “No tengo nada para ofrecerles salvo sangre, sudor y lágrimas”. Acá nadie está pidiendo morir contra los alemanes.
¿Te parece posible una pedagogía económica de masas que introduzca en el debate político masivo nociones fundamentales sobre cómo funcionan las restricciones de nuestra economía?
Yo creo que sí. Si el gobierno dijera claramente que para los más pobres hay protecciones con tarifa social, pero que los demás tenemos que pagar los servicios por lo que cuestan, yo creo que la mayoría de las personas entenderían. Esto no tiene que quitar que existan audiencias para discutir, que las asociaciones de consumidores hagan sus planteos y chequeen si hay coimas, si los costos están inflados, si la ganancia de las empresas es extraordinaria ¿Parece tan difícil lograr eso?
¿No tiene riesgos tanta franqueza?
Cuando hicimos el plan austral, me tocó ser el vocero de ese plan, y la decisión fue decir la verdad: yo le dije la verdad a la gente. Veníamos de 35% de inflación mensual y yo le dije a la gente que si aguantaba no indexar su salario según la inflación del mes anterior, la inflación del mes próximo iba a ser muy baja. La gente creyó y al otro mes, la inflación dió bajito, nomás. La situación era muy difícil, pero entendíamos que parte de nuestro rol era explicar. Yo iba a la tele y explicaba. Finalmente, no pudimos con el problema de la deuda.
Ganar las elecciones, lógicamente, ayuda a alinear a los actores. Y el gobierno ha hecho bien esto siguiendo la idea de Durán Barba de no hablar de nada conflictivo. Le ayudó tener enfrente el patetismo de Cristina y a Massa que sólo dice que los salarios tienen que subir más de lo que subieron.
Bueno, justamente, traés ejemplos de políticos que no hablan claro de economía.
Es cierto. Es amplia la conspiración para no hablarle a la gente de nada.
Yo, por el contrario, creo en la democracia. La democracia ciudadana, donde la gente es invitada a pensar, cada uno con su experiencia y formación. La ciudadanía es hacerse cargo de las cosas. Si creo en la democracia ¿Qué otra cosa te podría responder?
¿Hay electorados que discutan sobre economía con más precisión?
Pensemos en Colombia: los sindicatos son débiles. O pensemos en Chile donde hay un consenso muy extendido entre la dirigencia de seguir, más o menos, las líneas que sostienen hace años. Comparados con estos países, en nuestro país hay mucha discusión. Comparados con estos países, es impresionante la cantidad de periodistas que hablan de los temas de la economía. Pero la discusión no es nada profunda, ni seria, ni busca aquellos consensos. No pocas veces es más alboroto que participación.
Señalaste que un desafío para cualquier programa económico en nuestro país es una cierta desresponsabilización de parte de la ciudadanía con respecto a los límites de la economía nacional. Otra tesis podría señalar que los programas económicos fracasan en nuestro país por la voracidad, por decirlo de alguna manera, de nuestra dirigencia política ¿Creés que esto juega algún rol?
Aun si pusiéramos la lupa sobre el comportamiento de nuestra dirigencia habría que decir que esos comportamientos tienen una base sobre la cual montarse. Las dificultades están en nosotros, en el pueblo, de donde salen y que vota a los políticos. Piensen el tránsito, que es una cosa que hacemos entre todos y que requiere de coordinación y cooperación ¿Hay diferencias en cómo manejan los peronistas y los gorilas?
¿Y si alguien dijera que la falta de coordinación entre los actores es un problema menor de nuestra economía porque el verdadero problema es que es que se la llevan los de arriba?
Yo respondería que eso es una ridiculez. Hay países con mejor o peor distribución del ingreso, pero la única forma de mejorar la situación de los pobres es crecer más rápido, aumentar la productividad y que haya mejores ingresos. No hay otra.
Piantados por convertibilidad
¿Qué fue el 2001?
Para empezar, una de las últimas crisis de los primeros treinta años de la globalización financiera.
¿Fue un fenómeno global?
Es el mismo tipo de crisis que hubo en Asia y en otros países de América Latina, una crisis de balanza de pagos junto a una crisis financiera. La imposibilidad de los bancos para devolver los depósitos junto con la imposibilidad del país de pagar su deuda en moneda internacional. Atraso cambiario, entrada de capitales, expansión económica, acumulación de deuda, y en algún momento dado, no podés sostener eso y tenés que dejar de pagar y tenés un default o una crisis de la que se sale con un paquete de rescate encabezado por el FMI. Normalmente, las crisis financieras se producen antes de las cambiarias y las de balanza de pagos. Eso fue el 2001, eso fueron las crisis de los mercados emergentes de los primeros treinta años años de globalización financiera.
¿Y particularidades locales?
Nuestra aplicación extrema del Consenso de Washington. Los chilenos, por dar un caso, aplicaron políticas del Consenso pero sostuvieron un tipo de cambio alto y crecieron a tasa muy altas entre 1990 y 1998, les fue bárbaro y no tuvieron ninguna crisis financiera.
¿El 2001 fue una inflexión con respecto al Consenso de Washington en nuestro país?
En términos macroeconómicos, sin duda. Pero en términos de otras políticas, por ejemplo, de política industrial, no lo creo. En la primera fase post-2001 no hicieron falta protecciones, además de la que ya daba un tipo de cambio muy alto. Luego, bueno, intentamos volver a un sistema de protección de la industria de los años 60’s. Finalmente, los permisos para importar totalmente discrecionales: las declaraciones juradas anticipadas de importaciones (DJAI) “¿Te autorizo la importación o no te la autorizo?” Un sistema muy corrupto.
¿No hubo grandes lecciones del 2001?.
Macroeconómicas, sí. En aquel momento teníamos una situación cambiaria absolutamente rígida. Eso fue una locura, un delirio. No podés tener tipo de cambio fijo cuando hay volatilidad de capitales en todo el mundo. Bueno, eso es algo que ahora no tenemos.
¿En el año 1991 era una locura, cuando todavía no habíamos dejado atrás la hiperinflación?
No era una locura para salir de la inflación. De hecho, nosotros lo hicimos en el Plan Austral. Pero había que salir de ésa.
¿Era posible abandonar la convertibilidad?
Sí que era posible. Creo que fue Ménem el que no quiso, no Cavallo.
¿Creés que se pueden hacer cambios significativos en un programa económico sin que todo haya explotado previamente?
Claro que sí. Lo que no se puede es hacer esos cambios sobre la mentira. Tenés que decir las cosas tal cual son, porque no se pueden hacer cambios sin atacar el problema.
¿De la Rúa estaba condenado desde que asumió?
Sí. Tuve esa discusión con varios políticos radicales y del FREPASO. Para mí, ir al gobierno sin salir de la convertibilidad era un suicidio político. “Así que no cuenten conmigo”, les dije. Igual, nadie quería que yo fuera al gobierno. Hacía diez años que yo escribía en contra de la convertibilidad. Así que les facilité las cosas.
¿Tuviste razón con demasiada anticipación?
En pleno auge es muy difícil decir: esto no se sostiene. Vas contra la mayoría, escupís el asado. Pasa en muchos lugares, pasó en Estados Unidos: nadie quería escuchar que había un problema con las hipotecas y con la expansión de la intermediación financiera.
¿Es posible hacer cambios en pleno auge?
No es fácil. Duhalde hablaba del problema de la deuda externa y De la Rúa decía que había que seguir igual. Duhalde perdió. No había opción. Y eso es lo que te da terror de ahora: ahora también hay que hacer cambios y hay que ganar elecciones.
¿Y es posible no hacer cambios?
Bueno, siempre habrá algún piantado que querrá hacer la de De la Rúa.