Byung Chul-Han dijo en una entrevista que los momentos en los que somos capaces de repensar el concepto de libertad es porque nos encontramos en un momento clave entre un proceso de dominación que acaba y uno nuevo que emerge. En estos últimos años la discusión por la libertad ha atravesado a muchos países acompañada de revueltas y conflictos violentos entre los representantes del poder y las nuevas generaciones, que demandan un cambio en el sistema. Escribe en esta oportunidad Miranda Correa.

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Contra la erosión del principio “Un país, dos sistemas”

Al otro lado del globo, en Hong Kong, reconocida capital financiera de Asia, los jóvenes se han organizado una vez más para preservar la autonomía del territorio frente a los insistentes avances del PCCh. En defensa de su futuro, han utilizado diversas formas de resistir dichos avances aunque a primera vista parezca que las expresiones violentas son las predominantes. Conviene, antes de ahondar sobre la participación juvenil específicamente, entender la causa de tanta agitación.

A raíz de la fuga de un homicida taiwanés hacia Hong Kong, fue presentado un proyecto de ley según el cual sería posible la extradición a China por delitos de esa índole. El proyecto fue dado de baja finalmente el 4 de septiembre pero, de haber sido aprobado, le habría otorgado a China la base jurídica necesaria para perseguir a sus opositores políticos y terminar así con la independencia judicial que disfruta el territorio hongkonés.

He nombrado que no es novedad que la sociedad hongkonesa se manifieste contra el accionar de su gobierno, funcional a las decisiones que tome el gigante chino. Ya en 2012 emergió el germen de la resistencia, especialmente juvenil, hacia las medidas del gobierno, a través de la creación de la agrupación Scholarism. A cargo del joven Joshua Wong (en ese momento, de 14 años), el grupo se expresó repetidamente contra el establecimiento de la Educación Nacional[1] mediante reuniones en la vía pública, la entrega de folletos y la toma pacífica de la plaza central.

Lo más llamativo, y a la vez conmovedor, es que desde un principio el grupo mantuvo su principio de no-violencia. La expresión de los jóvenes se limitó a rodear la Plaza Cívica y, en última instancia, llamar a huelga de hambre durante unos pocos días. En ningún momento hubo complicaciones con la policía u otras expresiones violentas[2]. Finalmente, consiguieron que el gobierno retire la obligatoriedad de la medida y que su implementación quede a criterio de las escuelas. Fue la primera vez que un movimiento social tenía éxito desde la entrega del territorio en 1997 y que además fuera impulsado por estudiantes de secundaria. El mayor símbolo de manifestación joven pacífica fue la realizada en la plaza Tiananmen[3] en 1989, pero su finalización en la mayor masacre conocida a manos del ejército en la zona minó gran parte de las tentativas de protesta en Hong Kong. Por eso la importancia de este novedoso éxito juvenil.

Siguiendo inicialmente la línea de la no-violencia, los jóvenes protagonizaron también las manifestaciones de 2014. La Revolución de los Paraguas fue producto de las demandas por el sufragio universal para la elección de Jefe Ejecutivo[4]. Los 79 días consecutivos de protestas se desarrollaron pacíficamente por parte de los manifestantes. La policía, por su lado, procedió a tomar medidas represivas a medida que pasaban los días, pero sin tener en cuenta que aquello animaba aún más a la gente a salir a las calles[5]. Afortunadamente, la violencia no escaló a generar más que heridos. Finalmente, tras casi dos meses y medio de manifestaciones y  de acampar en la vía pública, se debió desistir ante la negativa del gobierno a ceder a los reclamos.

Debido a este último fracaso, reinaron el descontento y la impotencia en la población hongkonesa. En palabras de Joey Siu, la vicepresidente del centro de estudiantes de la City University of Hong Kong y participante de las movilizaciones, ni las manifestaciones pacíficas ni las protestas más acaloradas serían una solución viable[6].

No resulta extraño entonces que con el revuelo causado por el proyecto de extradición, se vea un clima muchísimo más hostil entre los manifestantes y la policía. Las protestas comenzaron el 9 de junio y tres días después ya eran noticia los enfrentamientos con la policía, en los cuales esta última utilizó gas lacrimógeno y balas de goma a mansalva[7]. Enfrentamientos directos que provocaran heridos de ambas partes fueron noticia casi diaria, como fue el caso del estudiante de 18 años baleado por un oficial durante la protesta general convocada para el 1 de octubre[8].

Durante una entrevista con Tim Sebastian, periodista de Die Deutsche Welle[9], Joey Siu se refirió nuevamente al desarrollo de las protestas, alegando que la violencia por parte de los manifestantes es producto tanto de la falta de escucha de las demandas por parte del gobierno como del abuso de autoridad de la policía. A su parecer, han llegado a un punto en el cual no pueden retroceder, y queda la lucha en las calles como única vía.

Por su lado, el PCCh no se ha quedado atrás y ha declarado su total apoyo a las fuerzas policiales en su intento de mantener el orden. Yang Guang, vocero del partido en materia de Hong Kong y Macao, aseguró que no se debe pensar su “inacción” como un signo de debilidad. Efectivamente, China todavía cree que la situación puede ser controlada por el poder local. [10]

En este caso, afortunadamente, la violencia no se ha traducido en muertes, pero sí en la destrucción de la vía pública, la entrada forzosa y vandalismo de la Legislatura el 1 de julio[11], y los masivos arrestos producto del desacatamiento de la autoridad policial[12]. En palabras de Tim Sebastian, pareciera que el movimiento se ha salido de control.

Cuando “pan, libertad y justicia social” no son la prioridad

A diferencia de Hong Kong, en Túnez la violencia fue un recurso mucho más habitual. La inmolación del joven Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010 fue la chispa que encendió las protestas que dieron inicio al período que hoy conocemos como Primavera Árabe. Dado el carácter dictatorial del gobierno de Ben Ali desde 1989 y, por lo tanto, la mayor presencia de fuerzas policiales, los enfrentamientos con los manifestantes han sido más frecuentes y frontales que lo visto en el caso de Hong Kong. Según el diario El País, desde el inicio de las protestas hasta el derrocamiento de Ben Ali el 14 de enero de 2011, la espiral de violencia ha causado 66 muertes[13].

Igualmente, cabe destacar las medidas que tomó el presidente días anteriores a su dimisión y que yo llamaría de “manotazos de ahogado”, tales como la puesta en libertad de los manifestantes arrestados, el cese de la represión policial y la creación de un comité dedicado exclusivamente a la investigación de la corrupción dentro del régimen.[14] No olvidemos que pocos días después presentó su renuncia y huyó hacia Arabia Saudita con su familia.

El descontento general, de todos modos, no apareció por arte de magia con el incidente de Bouazizi, sino que fue gestándose durante los años anteriores, especialmente en el interior del país; la inmolación fue simplemente la gota que colmó el vaso. Por ejemplo, en la región minera de Gafsa, una de las zonas más pobres del país y donde la tasa de desempleo (especialmente la desocupación juvenil) supera la media nacional, la agitación y la represión policial se han sucedido ininterrumpidamente desde 2008. Ante un gobierno que se niega a escuchar sus demandas y una policía feroz y sin límites, la violencia parece ser la única opción viable. En palabras de Yasmina Slama-Hlaimi, habitante de la zona, “Prefiero que mueran diez de nosotros para que cuarenta puedan vivir dignamente, antes que morir todos en silencio y poco a poco”[15].

Volviendo a 2011, como afirma Rami Sghayer, una de las figuras líderes de las protestas, el objetivo de las mismas no era terminar con el mandato de Ben Ali en sí mismo, sino con el sistema económico, político y social[16].  Pero los resultados no parecen haber llegado junto con la asunción de un gobierno democrático. Es más, nuevamente en Gafsa, a fines del mismo año, fue noticia la imposición del toque de queda por los disturbios causados hacia oficinas de empleo, comisarías y edificios gubernamentales. Producto de la inestabilidad política, la economía tunecina no ha podido reactivarse, generando así tasas de desempleo cada vez mayores[17] y elevando el descontento de la población.

Triste pero no increíblemente, el número de manifestaciones ha aumentado año tras año, siendo este 4.416 en 2015, 8.713 en 2016 y 10.452 en 2017[18]. La aprobación de la Ley de Finanzas[19] en enero de 2018 fue la chispa que encendió, nuevamente, el malestar acumulado durante los años anteriores. Surgieron entonces diferentes organizaciones fundadas por jóvenes, quienes fueron partícipes también de los acontecimientos de 2011. Este, entre otros, fue el caso de la agrupación Fech nastanneu (¿Qué esperamos?), fundada y a cargo de Wael Nauar, funcionario del Ministerio de Educación. A pesar de querer mantener su principio de no usar la fuerza, la represión sistemática por parte de la policía, que causó la muerte de un manifestante debido al gas lacrimógeno utilizado por la primera, hizo que la sociedad tunecina se vea atorada en una espiral de violencia vigente hasta el día de hoy.

Algunas conclusiones y opiniones

Luego de haber analizado el rol de la juventud en los conflictos desarrollados más arriba, es conveniente afirmar tres cuestiones que surgieron a lo largo de la investigación.

En primera instancia, he constatado que la cuestión etaria no parece ser un impedimento para la expresión de sus demandas y que las mismas sean consideradas seriamente. Los jóvenes, tanto en Hong Kong como en Túnez, han movilizado también a los adultos, muchas veces inmersos en sus propios problemas y acostumbrados a manejarse “como se hizo siempre”. Independientemente de si luego han obtenido logros materiales o no, es claro que se han hecho escuchar con éxito.

En segundo lugar, las expresiones violentas en ambos casos se produjeron por la falta de respuestas de los gobiernos correspondientes a las demandas de transformaciones sociales y económicas. De todos modos, cada movimiento se volcó al uso de la violencia obedeciendo diferentes lógicas. Por un lado, en Hong Kong surgió luego de la decepción que produjo el fracaso de la Revolución de los Paraguas, donde las manifestaciones fueron únicamente pacíficas. Por otro, Túnez fue testigo de situaciones violentas de forma más periódica, pero se acentuaron a partir de situaciones “gatillo”, como la inmolación de Bouazizi y la aprobación de la Ley de Finanzas.

Por último, se ha visto que existe una retroalimentación entre la fuerza utilizada por los manifestantes en ambos movimientos y sus respectivos cuerpos policiales. Es difícil establecer qué parte es la “culpable” del uso de la violencia, ya que se dan diferentes justificaciones a su utilización: por un lado, el hacer escuchar las demandas y defenderse del abuso de poder policial, y por otro, la defensa personal ante el ataque de los manifestantes y la preservación de la ley y el orden. Pareciera ser que, de este modo, la violencia genera más violencia.

De esta manera, la violencia ha sido utilizada como recurso ante la impotencia y la falta de respuestas satisfactorias por parte de los respectivos gobiernos, es decir, fue producto de las circunstancias, y no de un cambio de valores que pudo traer aparejado el cambio generacional.


[1] El sistema educativo nacional aplicado en la República Popular China.

[2] En este apartado sobre el caso hongkonés, salvo que se especifique lo contrario, la fuente general de datos es el documental  “Joshua: Teenager vs. Superpower”, de 2017.

[3] Plaza central de Pekín, China.

[4] El mismo es elegido por un Comité Electoral y es designado luego por el Consejo de Estado de la República Popular China. En otras palabras, la población no tiene voz en cuanto a la decisión de los integrantes del Poder Ejecutivo, como sí tienen en cuanto a una porción del Poder Legislativo.

[5] https://thediplomat.com/2016/09/2-years-later-a-look-back-at-hong-kongs-umbrella-movement/

[6] Así lo ha afirmado durante una charla con Timothy McLaughlin, quien escribió un artículo sobre las protestas en Hong Kong para la revista The Atlantic, utilizando declaraciones de Siu y otros personajes académicos hongkoneses relevantes para la elaboración de sus argumentos. https://www.theatlantic.com/international/archive/2019/09/hong-kongs-students-continue-fight/598183/

[7] Línea de tiempo visual proporcionada por la revista Time: https://time.com/5606212/hong-kong-history-mass-demonstrations-protest/

[8] https://www.hongkongfp.com/2019/10/01/hong-kong-police-say-shooting-schoolboy-close-range-self-defense/

[9] Aquí algunas declaraciones escritas: https://www.dw.com/en/hong-kong-will-violence-kill-the-pro-democracy-movement/a-51134455. Aquí la entrevista completa: https://www.youtube.com/watch?v=mv8Tu18Yw50

[10] Declaración original, traducido del mandarín al inglés: “Don’t ever misjudge the situation and mistake our restraint for weakness… Don’t ever underestimate the firm resolve and immense strength of the central government.” https://www.hongkongfp.com/2019/08/06/china-warns-hong-kong-protesters-not-mistake-govt-restraint-weakness/

[11] https://www.inkstonenews.com/politics/economic-and-political-grievances-behind-hong-kong-protesters/article/3018304

[12] Se consumaron aproximadamente 2.300 arrestos desde el inicio hasta mediados de octubre. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-50037777

[13] https://elpais.com/internacional/2011/01/14/actualidad/1294959607_850215.html

[14] Ídem anterior.

[15] https://www.cetri.be/Protestas-y-represion-en-Tunez-El?lang=fr

[16] https://www.elmundo.es/internacional/2018/06/10/5b13d54646163f94258b45be.html

[17] https://elpais.com/internacional/2011/11/24/actualidad/1322155234_785447.html

[18] https://www.cidob.org/publicaciones/serie_de_publicacion/notes_internacionals/n1_203/protestas_en_la_periferia_contestacion_y_desequilibrios_en_el_magreb

[19] Su ejecución implicó medidas de austeridad, recortes en los gastos estatales y un encarecimiento notable de la canasta básica. Fuente ídem anterior.

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