Ignacio Villagrán expone sus ideas sobre el lugar de China en la narrativa histórica de la ilustración europea, los usos de la historia en China y las nuevas tendencias de la historiografía china.

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En la Argentina, un curso de historia de secundario empieza con los pueblos antiguos de la Mesopotamia y de ahí sigue camino por Egipto y Grecia ¿Dónde empieza la historia China?

En China ese relato empieza en su mitos de la antigüedad, que son enseñados en las escuelas como el punto de partida de la civilización china. En las escuelas primarias se enseña acerca del mítico emperador Amarillo, a los reyes sabios de la antigüedad Yao, Shun y Yu, de sus contribuciones a la cultura de China y se promueve la idea de China como una civilización de desarrollo initerrumpido desde la antigüedad hasta nuestros días. Para ello se incorporan los registros arqueológicos que dan cuenta de los distintos momentos del desarrollo en China. En el secundario, se profundizan algunos conocimientos acerca de las interacciones entre China y los Estados de sus periferias, llegando hasta los encuentros mas conflictivos con las potencias europeas en el siglo XIX. Hasta donde yo sé, los procesos históricos de otras civilizaciones de la antigüedad se ven de manera más superficial y fragmentaria en los libros de texto del secundario en China. 

¿Un origen puramente chino, sin conexiones con lo que pasaba en otros lugares?

Exacto. Un origen sin conexión con la idea del inicio de la humanidad en África, o con el poblamiento de Europa. Una línea recta que presenta la historia china como algo unívoco, con un núcleo original que se desarrolla desde los emperadores míticos, a los Estados pre-imperiales, luego las dinastías imperiales hasta el inicio del siglo XX,  y luego la “Nueva China”, que es la China desde 1949 hasta hoy. Tradicionalmente, la historia china fue pensada como una civilización que se desplegó desde un único núcleo: la llanura central del río Amarillo, en el norte del país, como cuna de la civilización china. El término 中国, Zhōngguó, que se lee hoy en día como «China», antiguamente podía querer decir “los estados de la llanura central”. 

¿Es la hipótesis de que lo que hoy es China se desarrolló a partir de lo que se conoce como China propiamente dicha o China interior?

Efectivamente. Sin embargo, hoy se sabe que ese desarrollo al norte del territorio chino es coetáneo con otro en el sur, al sur del rio Yangzi, el otro gran río chino. Y que esos dos núcleos no se desarrollaron por separado, sino conectados, con intercambios. Por ejemplo, se sabe que gran parte de la metalurgia ceremonial de Zhou, al norte, está hecha con aleaciones de minerales que se extajeron de los depósitos del sur, de lo que se deduce que ambos grupos se conocían y realizaban intercambios con cierta frecuencia. Datos como estos cambiaron la manera de pensar la historia china y ya hace por lo menos veinte años, que lo que tradicionalmente se pensó como un centro chino y una periferia se puede entender mejor como un solo “mundo chino” de múltiples centros.

Con un espíritu similar, la historiografía china de los últimos años está hablando más de los intercambios con lo que pasaba fuera de ese mundo chino. En las investigaciones actuales están muy presentes los intercambios que tuvieron lugar entre los siglos I y VII de nuestra Era, de China con Asia central y, a través de Asia central, con Persia y hasta con Europa a través de la llamada “Ruta de la Seda”. 

¿Hay un descentramiento de la historiografía china?

En este sentido, sí. Ahora se considera que hay múltiples centros que aportaron en la construcción de una cultura china, tradicionalmente pensada a partir de la unidad de un solo origen.

¿Tiene alguna hipótesis de por qué surge este descentramiento de la historia de China?

Sí. Mucho viene de hallazgos arqueológicos, en gran parte resultado de los trabajos de construcción y transformación en el campo y en las ciudades, que caracterizan los últimos treinta años de despegue económico chino. Es decir, al construir caminos o cavar para establecer los cimientos de un complejo habitacional, se encontraron, por casualidad, con tumbas u otros sitios arqueológicos. Los hallazgos de estos años cambiaron la idea de que la matriz cultural de China estaba al norte del rio Amarillo, lugar donde se desarrolló la dinastía Zhou, y que en la periferia de esa región vivían los pueblos menos civilizados, los “bárbaros” de China, digamos. Esta manera de entender la historia china fue lo que cambió radicalmente. Hoy se piensa todos esos pueblos estaban conectados y eran más parecidos entre sí de lo que se había asumido originalmente. Lo que se ve en en el uso de metales del sur que ya comentamos o en el uso de estribos en las monturas, provenientes de los pueblos nómades de las estepas del norte, son dos ejemplos claros de estas similitudes.

¿Cree que este cambio en la historiografía impacta en la idea de unidad histórica china, esa idea de los chinos de “estamos acá desde siempre, somos los mismos que hace cinco mil años”, que es casi una ideología de la civilización china?

Creo que sí, porque estas nuevas perspectivas historiográficas relegan las teorías de la China sinocéntrica. Y esas teorías son herederas de la idea de que China es el centro del mundo que transforma al bárbaro que la visita (o la invade) y lo vuelve chino. Estos cambios en la historiografía están diálogo con el proceso de apertura china, de impulso de la presencia global de China, con esa iniciativa del gobierno conocida como La Franja y la Ruta, con una China que muestra abierta a las diferencias, respetando e integrando liderazgos diversos.

¿Es consistente esa lectura de la China abierta y pacífica?

Obviamente, hubo elementos o momentos que no eran pacíficos en la relación con los pueblos de la periferia. Un desafío que tenemos los historiadores es que disponemos unicamente de registros escritos chinos. Es muy difícil precisar estas cuestiones si no tenemos relatos desde el punto de vista de los pueblos de la periferia. No sabemos cómo veían ellos su relación con China porque, mayormente, conocemos acerca de esos pueblos periféricos a través de los textos chinos.

Mingsha o "Monte del canto de los pájaros"

Mingsha o «Monte del canto de los pájaros», en Gansu, en el oeste de China.

Una vez más el estudiante de secundario argentino. Este estudiante puede terminar el colegio secundario sabiendo muy poco de China y casi todo relacionado a la historia del siglo XX. ¿Diría que hay una historiografía europea, de la que nosotros somos herederos, que se olvidó de China?

Completamente. Pero diría que son dos historiografías: la que se olvida de China y la que la exotizó. Nuestros programas de estudio en Argentina y en América, incluyendo Norteamérica, en general se olvidan de China. Cuentan la historia europea, una continuidad imaginaria desde Grecia y Roma hasta el despliegue durante la modernidad, pasando por la incorporación del cristianismo y la Edad Media de Europa. Ésta es la historia de la fusión de logocentrismo helénico con la moral judeocristiana en un solo gran espacio europeo. Lo que conocemos como “historia universal” es una matriz historiográfica que está centrada en esa trayectoria y deja en lugares marginales todas las otras civilizaciones, como India y China, aunque juntas sean un tercio de la población mundial. El protagonista exclusivo de esta historia es Europa: Europa conoce el cristianismo, Europa conquista, Europa expande. Las otras civilizaciones entran en esta historia con un estatuto menor, exotizadas, con una sombra de extrañeza, con una marca de rareza. China, India, Corea, Japón, milenarias, sí, pero extrañas, religiosas, mágicas, menos racionales; menos, a secas. Hasta un pensador crítico de la talla de Marx estaba convencido de que la India podía agradecerle a Inglaterra por haberla sacado del atraso de la superstición y de los modos de organización social menos productivos, cosas que aparecen explícitas en Los Futuros Resultados de la Dominación Británica en la India. Ideas como éstas moldearon la historiografía europea hasta tiempos muy recientes. Sin embargo, en las fuentes asiáticas se puede observar que  para muchas culturas, Europa estaba más allá de la periferia de un gran espacio asiático, remota e intrascendente durante siglos. Cuando uno lee las fuentes chinas aparecen nociones como éstas que ponen en tensión las narrativas europeas.

¿Con qué organización del espacio-mundo se encuentra uno cuando lee las fuentes china?

La concepción sinocéntrica está en todas partes, muy especialmente en los registros de las dos últimas dinastías, Ming y Qing, pero tiene una raigambre mucho más antigua, en la idea de que el imperio de China es el imperio más poderoso del planeta, el imperio central, un espacio geográficamente central en la organización del espacio mundial. Con base en esta idea hay todo tipo de lecturas e interpretaciones chinas sobre el mundo. Por ejemplo, una teoría según la cual, mientras más lejos vive uno de esa centralidad, menos civilizado o humano es. 

¿Qué lugar tiene Europa en esa historia sinocéntrica?

Quizás el momento más fecundo de este diálogo civilizaciones se haya dado con la llegada de los Jesuitas al territorio de China, durante la dinastía Ming. Ellos contribuyeron a formar un primer conocimiento de los Estados europeos entre la élites chinas. Sin embargo, su impacto a nivel de la población general fue mínimo. China mantuvo a Europa lejana y no se preocupó demasiado por conocer que transformaciones se estaban dando a nivel político, tecnológico y económico. Hasta entrado el siglo XIX, para China, Europa sigue siendo un espacio periférico. Las cosas que llegan desde allí son todas vistas en China como curiosidades: ingeniosos, entretenidos, pero no más que juguetes. Así ven las innovaciones que llegan desde Europa en plena Revolución Industrial. Ninguna de esas maquinitas ingeniosas puede contribuir a la ciencia del buen gobierno que es, en China, el destino principal de todo esfuerzo intelectual. 

 ¿Y cuándo empiezan a contactarse estos dos territorios?

Aunque hay conocimiento desde los primeros siglos de nuestra Era, la etapa de contactos sólidos y mantenidos se inaugura con la llegada de jesuitas en el siglo XVI. Mateo Ricci, Adam Schall von Bell, Ferdinand Verbiest son los primeros en establecer lazos con las autoridades chinas, tomar registros sistemáticos y darles un relato a esas autoridades sobre cómo era Europa. Tan notable fue el trabajo de estos jesuitas que entraron en los registros históricos de la Corte Imperial. Los contactos tomarían un cariz muy diferente a mediados del siglo XIX, sobre todo tras las derrotas en las Guerras del Opio, que hicieron evidente la superioridad militar de Gran Bretaña y otros estados occidentales.

Comentó que el proyecto de la ilustración europea tendió a subestimar lo que encontró diferente y extraño. Sin embargo, la historia de la Ilustración se relaciona de maneras muy diferentes con África y China ¿Cómo ve esta cuestión?

Surgen cosas interesantes al comprar la visión europea sobre África o Medio Oriente con la visión sobre China. África fue vista, desde los primeros contactos, como una fuente de recursos y como un objeto de dominación. Por su parte, Medio Oriente hace siglos que es visto como una fuente de peligro para Europa, pero también constituye un interlocutor privilegiado, ya que durante siglos Europa ha recibido influencias culturales muy valiosas provenientes del mundo árabe: la matemática, la arquitectura, el redescubrimiento de Aristóteles, las universidades. En este sentido, Medio Oriente representa una “alteridad próxima”, si se me permite el término.

Ahora bien, China es otra cosa, otra familia, una alteridad más radical. Por un lado,  hay extrañeza porque China no se puede entender, como sí se puede interpretar el mundo musulmán, a partir de las categorías judeo-cristianas europeas. La religiosidad china (o la supuesta falta de religiosidad) no son cosas fáciles de asimilar para los europeos. Lo mismo con otros elementos de la tradición intelectual china como el culto propiciado desde el Estado o las cosmologías de la dualidad, el cambio, el yin y el yang. Todas cosas que en Europa son difíciles de interpretar porque apenas se conocen. Durante siglos hay mucha dificultad para traducir los conceptos chinos sin igualarlos a las categorías de la teología cristiana. Entonces, por un lado, la dificultad para entender China resulta en extrañeza, pero por el otro, surge una corriente de admiración por esa civilización que tiene una gran tradición de artes y letras, que tiene grandes pensadores, que tiene una tradición historiográfica propia. Aparece la fascinación por la organización del Estado, por su burocracia letrada, porque en China el principio aristocrático esta limitado desde hace siglos, es decir, porque si bien gobierna un emperador cuya autoridad se funda en un principio dinástico, sus ministros y asesores eran hombres de letras elegidos por concurso. La idea de los exámenes imperiales, de que se participa de la administración por haber demostrado capacidad y no por ser hijo de alguien, era completamente ajena a la tradición europea. Esa idea de burocracia estatal basada en el mérito y la capacidad generó fascinación. Entonces, en la historia de la ilustración, China se vuelve para Europa un espejo en el que encontrar elementos valiosos, especialmente en lo referido al buen gobierno. 

¿Y en qué momento un estudiante chino se encuentra con Europa?

Tradicionalmente, la aparición de Europa en los textos de historia en China es a comienzos del siglo XIX, para contar la Guerra del Opio, que es el inicio de una larga crisis china que se conoce como “El siglo de la humillación” y empieza a cerrarse en 1949 con la fundación de la República Popular. Es una historia que contrapone el desarrollo del capital y el poder militar británico contra el buen gobierno chino, una narrativa de la expansión europea sin escrúpulos, de Estados que abusan de una China que es víctima de la ambición de comerciantes y estadistas de tierras remotas. Europa aparece envenenando al pueblo chino con opio y debilitando la soberanía China, atacando su integridad territorial y limitando su autonomía política. Todo esto es muy importante en la historia china, ya que constituye el fundamento de un relato nacional acerca de la intrusión de la modernidad europea y los primeros esfuerzos por lidiar con sus efectos en Asia. Pero, acá es importante tener presente lo que comentamos antes: en los últimos años se ve a los historiadores chinos haciendo hincapié en contactos muy anteriores de China con el Oeste, contactos mucho más beneficiosos para ambas partes.

Muchos especialistas intentan explicar la política china contemporánea rastreando tendencias de muy largo plazo en la historia y el pensamiento chinos ¿Qué opina de este abordaje?

Me resultan un tanto anacrónicos. En principio, no estoy de acuerdo con los análisis de larga data que suponen que hay una esencia del pueblo chino que subyace a los cambios de época, por ejemplo, imaginar que la veneración a los antepasados manifestada en los huesos oraculares de la dinastía Shang, o la noción confuciana de la piedad filial (xiao) continúa vigente de alguna manera en las ideas sobre el respeto a los mayores. Puede ser que se haga uso de esas referencias históricas en discursos oficiales, pero la política interna y exterior de China tienen menos que ver con el confucianismo o con el taoísmo y mucho más influencia del estudio de la política, la economía y la relaciones internacionales fundadas en estudios contemporáneos. Por ejemplo, si vemos que China dedica años de estudio y planeamiento estratégico e invierte millones para modernizar su armada con el objetivo de asegurar sus intereses en el Mar del Sur de China, las nociones de benevolencia (ren), ceremonia (li) o “acción no propositiva” (wuwei) difícilmente aporten demasiado a nuestro análisis, a menos que lo que estemos estudiando sea precisamente el discurso actual sobre la política exterior y no su manifestación concreta. En este y en otros aspectos, debe quedar claro que la política de China, tanto interna como exterior, es definida por el Partido Comunista de China, cuyos cuadros tienen una formación principalmente marxista-leninista-maoísta, y quienes toman muy en serio las experiencias de desarrollo y el contexto internacional en décadas recientes.

¿Esto de las raíces confucianas de la política internacional china es un invento occidental?

No necesariamente, ya que es cierto que aparece en los discursos académicos y en el discurso político en China. En este sentido, cabe notar que la dinastía Tang fue muy cosmopolita, que tenía instituciones diplomáticas muy sólidas, capaz de negociar tratados con naciones vecinas. Pero imaginar que esto constituye un precedente para la práctica de política exterior de China contemporánea es hacer un recorte selectivo que responde más bien a criterios políticos, como en tantas partes. Porque también es cierto que Tang tuvo ejércitos, conquistó, se expandió, participó de contiendas en la península coreana, formó alianzas con estados del Asia Central en perjuicio de otros, en fin, una amplia gama de conductas poco loables desde el pretendido humanismo benevolente, pero muy eficientes desde el punto de vista de los intereses del estado dinástico. Pero hay que conocer estos elementos para entender cómo se está presentando la política china actualmente, es importante que entendamos que aspectos del pasado imperial quiere presentar el gobierno chino en pleno siglo XXI. Pero, atención, una cosa es la hamburguesa que aparece en el cartel publicitario y otra la que te sirven en la bandeja, mejor no confundirse.

En nuestra tradición la disciplina de la historia está totalmente asociada a la figura del Estado Nación ¿Qué rol ocupaba la historia en la China anterior a 1949?

Es difícil pensar que en la China previa a la República Popular había una práctica historiográfica como la que conocemos nosotros, pero corresponde enfatizar que dentro de la corte existía un cargo cuya función específica que era la de registrar la actividad imperial. Ese registro resultante proveía una serie de recursos prácticos, una casuística, para interpretar cuáles eran las buenas prácticas de un funcionario, quienes fueron los ministros ejemplares, y quienes los grandes soberanos. Hay toda una lógica de quiénes hicieron bien las cosas y quiénes no, que, en general, tiene un tono moralizante. Con contrapuntos se realzan los buenos personajes y se denuncian los malos: “ante tal circunstancias los buenos hacen esto y los malos hicieron aquello”. Los malos ministros buscaron su propio provecho, tuvieron relaciones ilícitas, hicieron mal manejo de los recursos del Estado, empobrecieron al pueblo. Entonces, en la China antigua el registro de la historia sirve como una serie de prácticas de buen gobierno que eran parte del mundo textual del mandarín. 

Estas narrativas quedaron reunidas en las historias dinásticas. Los documentos fundamentales del discurso sobre la historia en la China previa a la modernidad es la historia dinástica. Cada dinastía escribió la historia de la dinastía precedente. El principio organizador de todas las historias es el ciclo dinástico: una dinastía se funda, logra organizar el territorio y tiene un buen gobierno los primeros años, supera una serie de vicisitudes y llega un momento en el que declina. Un cierto modelo biologicista en el que el apogeo se iguala con el periodo de la juventud, la adultez y después la vejez el decaimiento. Cuando una dinastía no tiene la fuerza para enfrentar a los enemigos externos, cae. Estas historias dinásticas están organizadas en diferentes tipos de documentos: las biografías de los emperadores, biografías ejemplares, las tablas donde aparece de forma graficada por ejemplo quiénes recibieron títulos nobiliarios durante el reinado de cada emperador o qué nobles cambiaron su estatus. Cada historia dinástica empieza con la historia del fundador de la dinastía. La de las historias dinásticas es una historia centrada en la actividad política y literaria de algunas figuras de la corte.

Mausoleo del Príncipe de Chu en la Ciudad de Xuzhou
Mausoleo del Príncipe de Chu en la Ciudad de Xuzhou, en la provincia de Jiangsu

Estuvo en China durante la celebración de 70mo aniversario de la fundación de la República Popular ¿Qué rol jugó el discurso histórico?

Me llamó mucho la atención ver en la propaganda oficial dos registros: uno que tiene que ver con la nueva China y otro vinculado a la China tradicional. Cada uno con estéticas y textos muy diferentes. En el primero todo lo que tiene que ver con la construcción de un Estado poderoso con capacidad para defender sus intereses y promover el desarrollo social. Carteles con imágenes de satélites, de las misiones tripuladas al espacio, del proyecto lunar de China, con el Ejército Popular de Liberación, los portaaviones. El relato de una China unida con crecimiento económico, la historia del bienestar material que se generó en los últimos 40 años, y la soberanía política que se consolida en los últimos 70. Por otro, hay otros mensajes que refieren a la cultura tradicional china, que hablan de valores asociados a lo tradicional, del papel cortado, del té, las comidas y las celebraciones. En los primeros, los eslóganes venían seguidos de explicaciones. Los segundos, una frase y ya, como cosas que todo el mundo conoce.

¿Qué interpretación hace?

China está tratando de articular esas dos dimensiones. Dos dimensiones muy distintas, que intentan hacer girar sobre la idea de la nueva China, la China desde Mao hasta la actualidad. Y acá hay un debate importante. Porque muchos investigadores sostienen que, en la actualidad, el relato chino pone énfasis en lo que pasó después de 1978 -la época de Deng Xiaoping, el proceso de Reforma y Apertura y la recomposición de la economía- y que el Partido sostiene su crítica a lo que pasó en los años de Mao. Sin embargo, yo creo, y lo vi en las celebraciones de 2019, que Mao todavía ocupa un rol central en el relato. Mao es la figura permanente en la plaza de Tiananmen y en todos los billetes de circulación en China. Creo que esta presencia da cuenta de que todavía hay una parte del Partido Comunista Chino que entiende que esa épica de liberación nacional de la primera mitad del siglo XX es fundacional e imprescindible para promover los intereses de China en el siglo XXI.

¿Puede ser una diferencia entre el Partido Comunista Chino y el Ejército Popular de Liberación, dos cuerpos siameses dentro de la política china?

No lo creo. El Ejército Popular de Liberación es, antes que el ejército del Estado chino, el ejército del Partido Comunista de China. Aunque está administrado y financiado como una institución del Estado, sus lineamientos estratégicos están definidos por el Partido. Si alguna vez hubiera un conflicto entre el liderazgo del Partido y el del Estado (cosa altamente improbable, por no decir imposible), la lealtad del Ejército estaría con el Partido. El EPL tiene una lógica, incluso una historia, que antecede al Estado de la Nueva China. La República Popular cumplió 70 años y el EPL acaba de celebrar sus 92. El Partido celebrará sus primeros 100 años en el 2021.

Para aquél estudiante de secundario argentino, la historia de nuestro país empieza con los antecedentes de la Revolución de Mayo, del sistema colonial que había antes no se le enseña nada ¿Cómo se tramita en China la celebración, a la vez, de la República Popular y del pasado imperial?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el gobierno chino rescata una cultura y una historia milenarias, no un sistema político milenario. Nunca se rescata la grandeza de los emperadores. La única figura previa al Partido Comunista Chino rescatada es Sun Yat Sen, el Padre de la Patria, prócer para el Partido Comunista Chino, pero también para el Guomindang, el viejo Partido Nacionalista que funda la República China, antecesora de la República Popular y termina exiliado en Taiwán después de perder la guerra civil contra el Partido Comunista.

En segundo lugar, el Partido Comunista no fundó la República Popular derrocando a la dinastía manchú, que había caído más de treinta años antes, sino como culminación de un proceso de guerras intestinas y de resistencia contra la agresión imperialista japonesa entre 1937 y 1945. Es decir, en 1949 el desafío es construir las bases del Estado tras una larga  decadencia y la devastación dejada por las últimas décadas de conflicto bélico. Contra las formas feudales del pensamiento chino –así decía el partido en esos años-, contra el desmembramiento territorial resultado de la derrota en la Guerras del Opio de siglo XIX, contra la semicolonización de China. El Partido dirige algunas críticas al sistema mandarinal porque entendían que había inhibido el pensamiento científico avanzado. Entendía que ese apego a las costumbres que había impedido que entraran ideas nuevas a China fue decisivo en su derrota contra las potencias europeas. 

Piensen lo siguiente: cuarenta años antes de la primera Guerra del Opio, Lord Mc Cartney llega a China como enviado del Rey Jorge III de Inglaterra para establecer relaciones comerciales entre los dos países. Y se cuenta que el emperador Qianlong, antes de siquiera escucharlo, ya tiene redactada una carta de respuesta en la que informa que no tiene interés en ningún comercio con Gran Bretaña. Digamos que la posición del emperador era algo como: “¿Qué es esa locura de querer navegar libremente, comerciar libremente y acordar precios libremente entre las partes sin intervención del emperador ¿Y eso de querer radicar una embajada permanente en la propia capital no para servir al emperador, sino a otro país? Insólito. Vengan, presenten sus tributos, agradezcan la magnificencia del emperador, y algo van a poder comerciar”. Al emperador de China le parecía ridícula la idea de que el Imperio Celeste negociara de igual a igual con una islita perdida en la periferia del lejano oeste.

"Bosque de las Estelas Funerarias" de la Ciudad de Xi´an, en la provincia de Shaanxi.
«Bosque de las Estelas Funerarias» de la Ciudad de Xi´an, en la provincia de Shaanxi

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Ignacio VIllagrán.
Ignacio Villagrán.

Ignacio Villagrán es Director del Centro de Estudios Argentina-China (CEACh) de la Facultad de Ciencias Sociales (FSOC) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Coordinador del Grupo de Estudios del Este Asiático (GEEA) del Instituto de Investigaciones “Gino Germani” (IIGG). Profesor Adjunto a cargo de la materia “Problemas de Política Internacional” (FSOC-UBA) e Investigador-Docente a cargo de la materia “Historia de Asia” en el Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional de General Sarmiento (ICI-UNGS).

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