Muchos han sido las objeciones a las medidas económicas del kirchnerismo. Luego de la Ley 125, ninguna otra medida causó tanto revuelo como el cepo cambiario. Sin embargo el planteo que debe hacerse es ¿había otra alternativa?
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El 2008 no fue un año próspero a nivel mundial debido a la crisis económica. La caída del banco Lehman Brothers indicó el inicio de la desaceleración económica internacional y fue el claro ejemplo de la vulnerabilidad del sistema económico mundial existente, donde gran parte de las empresas del mundo son interdependientes. Como consecuencia de este sistema, si una empresa cae comienza un “efecto domino” haciendo que otras empresas ligadas caigan una tras de otra.
En este caso Lehman arrastró consigo diversas entidades bancarias, provocando que los gobiernos de distintos países debieran actuar para “salvarlos” y así salvar también a su población. Otros países no tan ligados a Lehman, pero igualmente afectados, debieron tomar medidas de resguardo, como el “cepo cambiario” en Argentina. Esta medida fuertemente criticada tenía un importante objetivo a futuro, pero antes de entrar en más detalles veamos cuál era la situación de nuestro país en ese entonces.
En el 2008, y como consecuencia de la crisis internacional, hubo una disminución en la demanda externa; esto sumado a la importación de petróleo y apreciación de la moneda nacional provocó que en los años posteriores disminuyera la reserva de dólares del Banco Central, registrándose entre 2008 y 2012 una fuga de capitales que representó una salida de U$S 60.000 millones.
En respuesta, el gobierno de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner optó por implementar, desde 2011 hasta el fin de su mandato, un “cepo cambiario” que restringía la compra de dólares a pesar de las consecuencias que provocó.
En primer lugar, el cepo provocó que las industrias redujeran y/o reemplazaran aquellos insumos importados requeridos para realizar su actividad. A esto se agregó en 2012 un control en cuanto al envío de utilidades por parte de las empresas a sus casas matrices al exterior, lográndose reducir la fuga un 17% según los datos del Banco Central y disminuyendo el giro de utilidades al exterior en un 95%.
En segunda instancia, el mercado inmobiliario tuvo una disminución en su actividad. El Colegio de Escribanos porteño registró que en agosto del 2014 sólo se habían concretado 2762 operaciones de compraventa de inmuebles en Capital Federal; 300 menos que en 2013, 1000 menos que en 2012 y 3000 menos que en 2011 antes que se impusiera la limitación de compra de dólares.
En tercer lugar, y a nivel más particular, la población debió buscar otro método para resguardar sus ahorros e invertirlos a largo plazo ya que debían pedir autorización a la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) que en general no aceptaba las solicitudes, y en caso de aceptarlas los individuos sólo podían destinar hasta un 40% de su sueldo a comprar moneda extranjera, porcentaje que luego fue reducido a un 25% en 2012, después a un 20% y agregándose un tope de U$S 2.000 por mes en 2014.
Por último, y considerada la consecuencia de mayor relevancia, como reacción a esta prohibición surgió un mercado ilegal de dólar paralelo, conocido como “dólar blue”, cuya cotización era mayor que la del dólar oficial.
Aunque el cepo logró su objetivo de reducir la fuga de dólares, al investigar cuál era el monto de reservas en el Banco Central se puede observar que año tras año, mientras esta medida estuvo vigente, esa cantidad seguía reduciéndose. En la página oficial del Banco Central se puede ver que en el año 2011 las reservas llegaban a U$S 50.000 millones, y para 2013 ese número se había reducido a U$S 30.000 millones . La explicación es que parte de las reservas estaban siendo utilizadas para ir pagando la exorbitante deuda externa, logrando que en el cierre del segundo trimestre de 2015 la esta se redujera del 95,3% del PBI, del año 2002, al 12,5%. Lo que es más, este desendeudamiento fue un pilar que permitió la aplicación de un modelo de crecimiento con inclusión social, mejorando los índices de indigencia, pobreza, empleo, etc.
El ex Ministro de Economía, Axel Kicillof, dijo que el desendeudamiento llevado a cabo por la Argentina es una instancia para recuperar la soberanía económica y expresó, en una entrevista con la TV pública, que no existe el cepo cambiario porque Argentina usa sus reservas para distintas cuestiones como pagar la deuda externa, para importaciones, para giro de utilidades de las empresas y para venderle dólares a la gente. También señaló la necesidad de definir cuáles son los usos prioritarios de un recurso que es escaso en todos los países que no tienen la maquinita de imprimir dólares como EE.UU; reconoció la protesta conocida como “Cacerolazo” en Capital Federal contra el cepo, entre otras cuestiones, aclarando que no se opone a que la gente compre dólares, sólo quiere que demuestren de dónde sacan el dinero para comprar la divisa.
Pese a la presión de otros economistas, como señala Kicillof en su entrevista, y de un sector de la población para “levantar” el cepo, no cabe ni la menor duda que esta restricción fue razonable para frenar la fuga de divisas, convertir a la Argentina en un “pagador serial” de su deuda y mejorar su credibilidad internacional.
A pesar de sus consecuencias, el objetivo del cepo era claro y pensado para un mejor futuro del país. A fin de cuentas la economía es la ciencia de la elección y al momento de decidir cuál medida económica aplicar se debe elegir el bien a proteger. Por más que las opciones sean variadas todas implican consecuencias de distinta índole, demostrando una vez más que los gobiernos a veces optan por el “mal más benigno” para proteger y ver por el bienestar de su pueblo.