Este año se cumplieron 100 años del inicio del proceso de la Reforma Universitaria en Argentina. Recordar lo sucedido hace un siglo nos impulsa a pensar la actualidad de la discusión en la universidad y sus necesidades. ¿Cuales son las proyecciones de ese programa que comenzó con el Grito de Córdoba? ¿Qupe deudas tiene la universidad con la utopía que se planteó en esos años? En esta oportunidad, Brenda Lis Austin y Daniel Sosa González nos invitan a pensar sobre los desafíos para el reformismo en nuestro siglo.

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Las Universidades Populares no son una novedad en materia educativa. Su denominación se remonta a las luchas sociales de fines del Siglo XIX para lograr que el conocimiento para adultos también pueda fluir por fuera de los claustros de la enseñanza superior. La palabra “universidad” hasta entonces, era sinónimo de élite, una conjunción de saberes depositados y asequibles solo para unos pocos. El impulso de la escuela crítica de la educación europea fue un factor determinante para el desarrollo de esta idea de construcción igualitaria de oportunidades para aprender. Con las UUPP, el trabajador, la mujer, el profesional y el abuelo podían encontrarse, aprender el uno del otro y desarrollar una actitud crítica ante los devenires de la sociedad. La expansión fue formidable, y para principios del Siglo XX, no solo España, Francia, Alemania y los países nórdicos contaban con varias Universidades Populares, sino que de la mano del movimiento reformista, Latinoamérica se puso a la vanguardia de este proceso.

Sin embargo, el transcurso del tiempo y el ascenso al poder de gobiernos no democráticos las enviaron al ostracismo, produciéndose intervenciones y cierres masivos tanto en Europa como en América. Con el surgimiento de la ola democrática de los 80s varios países del mundo decidieron recuperarlas, integrarlas y modernizarlas, convirtiéndolas en ejemplo de educación igualitaria para toda la vida.

¿Cómo es entonces que a través de algo gestado casi un siglo atrás se puedan encontrar respuestas a los problemas educativos actuales? Son varias las razones.

En primer lugar, el sistema educativo necesita adaptarse a los tiempos nuevos que empujan al conocimiento. Con estructuras escolares nacidas al amparo de los procesos industrialistas del S XVII, resulta muy difícil generar una oferta educativa atractiva para el S.XXI y que además pueda aportar a reducir las brechas de desigualdad existentes. Muchas personas se encuentran por fuera del sistema educativo formal, por abandono o por falta de oportunidades distintas a la educación superior para seguir aprendiendo.

Otro factor es la transformación del mundo del trabajo. Los procesos crecientes de automatización, la biotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, anticipan cambios en la economía global, que, al menos, impactarán alterando los trabajos que hoy conocemos.

En ese contexto, se necesita una verdadera “explosión” educativa que siembre en todos lados oportunidades de aprendizaje que pongan foco en la educación permanente y a lo largo de toda la vida. Poniendo el eje en las competencias y habilidades, en la formación integral del ser humano, en la empleabilidad, pero también en el despliegue de la creatividad, el arte y la innovación. Se necesitan muchas manos brindando oportunidades, y aquí es donde las Universidades Populares demuestran ser eficaces herramientas.

En Argentina

En Argentina, la historia institucional de las Universidades Populares se encuentra fuertemente arraigada en sus orígenes al Proceso Reformista de principios del siglo XX. El apoyo decidido del gobierno de Hipólito Yrigoyen fue fundamental para que se pudieran desarrollar institucionalmente. Fueron pensadas como espacios abiertos para la sociabilización del conocimiento en artes, oficios, cultura y otras temáticas, con el propósito de brindar oportunidades de aprendizaje en un contexto fundacional de los primeros partidos políticos, con el auge de la inmigración y una incipiente lucha obrero- estudiantil.

Así es como nació en 1917 la Universidad Popular de La Boca, la más antigua de nuestro país, cerca del puerto, en una zona inundada de personas en busca de oportunidades y que contó entre sus maestros con el pintor Benito Quinquela Martín. En 1923 se funda la Universidad Popular de Resistencia, y en la década del 30, la Universidad Popular de Belgrano en Bs. As, entre otras. En la década del 50, la CGT genera las Universidades Populares Obreras, entre ellas la de Catamarca, hoy incorporada a la enseñanza oficial. Hijas de esa época también son las UUPP de Paraná y de Concepción del Uruguay.

Las UUPP argentinas tienen su apogeo en la década de los 60 con una expansión formidable en todas las provincias. Pasaron entonces a ser coordinadas por el Consejo Federal de Educación, bajo la denominación de Universidades Populares Argentinas (UPAs) y el decreto 4369/65 del Presidente Illia, las autorizó especialmente a utilizar la denominación “Universidad”. La última dictadura, les impuso el nombre de Institutos Argentinos de Capacitación. Sin embargo, y a diferencia de lo sucedido en otros países con una fuerte cultura en Universidades Populares, tras la vuelta de la democracia, el Estado de Derecho argentino no se propuso impulsarlas sino que continuó impávido frente al declive heredado, sucediéndose el cierre de algunas más y llegando a nuestros días con menos de una decena de estas históricas UUPP aún vivas.

Ahora bien, y para ejemplificar, el proceso de recuperación de Universidades Populares emprendido por el Gobierno Español posterior a los Pactos de la Moncloa, se basó en un profundo diagnóstico respecto a la necesidad de impulsar la educación para adultos con el propósito de desarrollar en cada comunidad, una actitud positiva hacia la democracia, una visión de desarrollo y un fortalecimiento de las competencias de los gobiernos locales (López Núñez- Lorenzo Marín 2009).

En nuestro país, estas metas deberían también ser prioridad desde la perspectiva del desarrollo de un moderno esquema de Universidades Populares, lo cual implica tener en cuenta una serie de factores característicos de la sociedad actual y con fuerte incidencia en los métodos y en las personas que forman parte del sistema educativo. En los próximos capítulos de este trabajo, trataremos de generar una aproximación sobre los mismos.

Las omisiones en el sistema educativo

El conocimiento ya no es patrimonio de las familias y la escuela, sino que existe todo un universo de interacciones en donde la relación entre quien aprende y quien enseña ya no se encuentra totalmente delimitada, sumado a el acceso al aprendizaje se ha expandido gracias al rol preponderante de las TIC´s, por medio de las cuales cada duda surgida en una conversación puede resolverse al alcance de un click. Mucho de lo que hoy consideramos válido caducará en breve, sin embargo la generalidad de nuestras escuelas siguen esforzándose en desarrollar contenidos lineales para un mundo estático que hace tiempo dejó de existir.

El sistema escolar moderno se identifica con la construcción social surgida entre el siglo XVII y XVIII en las sociedades europeas, reconociendo un contexto común en las necesidades de las industrialización y que en nuestro país además tuvo como meta promover la integración social mediante un proceso de homogeneización cultural (Tiramonti, 2005). En este mundo en modificación constante y sobreexigente de adaptación, debería primar en la práctica la premisa de que esta estructura abriría paso a horizontes más cercanos al tiempo en que vivimos. Sin embargo, si observamos la fotografía de un aula de 1918, con una de 2018, lo único diferente es que la imagen captada por esta última sería en color y no en blanco y negro.

Resulta urgente desarrollar estrategias hacia el interior de la educación para revertir los indicadores negativos que vienen reproduciéndose desde hace años. Inclusión con calidad y acciones orientadas a disminuir la desigualdad educativa son piezas clave. Sin embargo, bajo la hipótesis de que nos vaya bien y en el corto plazo se encuentre la vía para convertir a la educación pública en la herramienta que iguale en oportunidades, aun así tendremos ya generaciones de argentinos fuera del sistema educativo formal, sin esperanzas, en un mundo donde el conocimiento es esencial.

En respuesta, las Universidades Populares pueden brindar una significante cantidad de herramientas para quienes se encuentran por fuera del sistema formal educativo y también para ampliar los horizontes de quienes se encuentran adentro, pues no se trata de tapar baches sino de sumar. La experiencia recolectada a lo largo de los años nos demuestra que las oportunidades que se abren para avanzar en esta dirección han sido cruciales en muchas comunidades que cuentan con Universidades Populares para reducir las brechas de desigualdad, promover verdaderos cambios productivos, y mejorar las condiciones de empleabilidad.

Conocido es el caso de Valverde de la Vera, un pueblo español en la Región de Extremadura, que por medio de su Universidad Popular rescató una técnica ancestral de tejidos, estructuró un esquema de transmisión de aprendizajes en torno al conocimiento de la temática por sus adultos mayores, inició un proceso de producción sostenible con hilos de plástico, promocionó lo realizado y estableció una fiesta popular que desde hace 5 años es sello de identidad de la localidad. [1]

Las transformaciones en el mundo del trabajo

Hace casi 100 años, el escritor Karel Capek, dio vida a un mundo en donde androides producidos masivamente en fábricas, realizaban y sustituían el trabajo de los seres humanos a costos sustancialmente bajos, produciéndose a la posteridad una confrontación entre la máquina y el hombre por la supervivencia en el mundo (Capek, 1920). A estas máquinas les dio el nombre de “Robots”, que deriva del checo “robota” y significa trabajo, y aunque el presente no tiene que ver con ese futuro literario catastrófico, la realidad nos muestra que las disrupciones tecnológicas con el consecuente proceso de automatización han generado un impacto enorme en el mundo laboral.

Según el  McKinsey Global Institute, en el mundo más de 2000 actividades en 800 profesiones tienen el potencial de ser automatizadas por medio de tecnologías ya probadas, proyectándose que la mitad de las actividades laborales actuales podrían automatizarse para el 2055 (MGI, 2017). Sin embargo, las diferencias con el mundo de Capek, resultan interesantes, ya que del mismo estudio surge que con el avance de la automatización, nuevos trabajos surgirán en razón de las metas de crecimiento fijadas por los países del mundo. En un ejercicio comparativo, se desprende que las transformaciones en materia de fuerza laboral tendrán un impacto similar al producido por el decrecimiento de labores agrícolas ante la aparición de nuevas maquinarias.[2]

Un análisis específico del Grupo Banco Mundial en esta materia, menciona que en los países en vías de desarrollo es aún mayor el porcentaje de empleos que pueden automatizarse, pero que los efectos de ese proceso se moderarían debido a los salarios más bajos y a la mayor lentitud en la adopción de la tecnología. De allí, se desprende que Argentina encabeza el ranking mundial en cantidad de empleos en riesgo de ser reemplazados por software y robots. Un 64% de los puestos de trabajo en nuestro país posiblemente se perderán en los próximos años en manos de la tecnología, mientras que el promedio de los países de la OCDE  es apenas inferior al 60 por ciento (Grupo Banco Mundial, 2016).

El desafío es enorme, y la diferencia entre un efecto creciente de desplazamiento laboral y estar preparados ante tamañas transformaciones se traduce en la atención que desde todos los componentes del sistema se le asigna al conocimiento. Se abren grandes oportunidades para que las personas puedan avocar sus fuerzas intelectuales y físicas a los nuevos sectores de la economía que se están gestando y van a gestarse por esta denominada “cuarta revolución industrial”. La misma permitirá agregar 14,2 billones de dólares a la economía mundial en los próximos 15 años.

En este contexto, la rentabilidad del conocimiento en los trabajos calificados aumenta casi un 15% por cada año adicional de educación en los países en desarrollo (Grupo Banco Mundial, 2016). Por esta causa es que muchos países del mundo, han entendido que lo que se aprende trabajando y lo que se aprende en la escuela no son campos del conocimiento en disputa. Las personas, el Estado y las empresas deben preguntarse cuál es el rol que juega la educación en esa tensión entre lo estable y lo variable, entre la necesidad económica y el uso pleno del talento. Entre el carbón y la información.

Alemania es un claro ejemplo de esto. Con una enriquecedora historia previa relacionada a la formación para el trabajo, en 1969 por medio de la Ley de Formación Profesional unificó cr|terios para asegurar a todas las personas que terminaran la escuela secundaria una fase de aprendizaje alternativa a la Universidad relacionada con la formación para el trabajo. Es lo que comúnmente se denomina como Sistema de educación dual. En el mismo se pueden incorporar aquellas personas que todavía no han encontrado un trabajo para adquirir habilidades y competencias para estar en condiciones de obtenerlo, aquellas que lo han perdido para readaptarse y aquellas que lo tienen para poder ampliar su grado de cualificación. Además en el año 2013 se convirtió en el primer país en incorporar a la agenda de gobierno la prioridad de desarrollar una «estrategia de alta tecnología» con la meta de llevar su producción a una total independencia de la mano de obra humana. Alemania es el país que cuenta con la mayor cantidad de universidades populares en el mundo (1000 Universidades Populares, 7 millones de participantes, 15 millones de horas lectivas), siendo las mismas en un verdadero componente integral e irrenunciable de la infraestructura educativa municipal.

Educación a lo largo de toda la vida

Para poder completar este cuadro, debemos mencionar que las Universidades Populares no solo deben concebirse como una herramienta para compensar las omisiones del sistema educativo y para abonar a la empleabilidad. Si bien estos puntos son prioridad, además es muy importante construir recursos suficientes para trabajar sobre otros campos del aprendizaje tales como el desarrollo personal, la convivencia, la identidad cultural, la salud, el medio ambiente, la igualdad de género entre otros. Todos debemos aprender durante el mayor tiempo posible, esto se puede hacer en diferentes espacios y no se ciñe sólo al campo de los elementos básicos o de lo profesional. Aprender a ser,  de eso trata el paradigma de la educación a lo largo de toda la vida.

La educación a lo largo de toda la vida “va más allá de la distinción tradicional entre educación básica y educación permanente, y coincide con otra noción: la de sociedad educativa, en la que todo puede ser ocasión para aprender y desarrollar las capacidades del individuo” (UNESCO, 1997).

Ese “todo” puede referirse al más amplio espectro de saberes, prueba de ello son las innumerables actividades programadas desde Universidades Populares en todo el mundo para rescatar viejas costumbres que las comunidades ha tenido en un pasado y que la modernidad ha hecho desaparecer, con el fin de recuperarlas e insertarlas nuevamente en la memoria colectiva. (Lorenzo Delgado, 2003).

El modelo español de Universidades Populares

El actual y exitoso modelo español, surgido del proceso de recuperación democrática, se basa en el impulso del Estado en todos sus niveles, perteneciendo su coordinación en la mayoría de los casos al ámbito municipal. Aun así, las UUPP ocupan una función mediadora entre la administración y los ciudadanos.

Su devenir está íntimamente vinculado al nacimiento de la Federación Española de Universidades Populares (1982), una red que funciona como elemento aglutinador, que facilita la comunicación, el intercambio de experiencias, la producción teórica, y fomenta la participación de las asociaciones regionales y provinciales de UUPP. Actualmente cobija en su seno a 231 Universidades Populares, en él trabajan 4.000 profesionales de la educación y participan más de 2.500.000 personas. (FEUP 2016)

De procesos comparados como este y de la experiencia local en materia de Universidades Populares, es que proponemos una serie de iniciativas tendientes a impulsar el desarrollo de las UUPP en nuestro país. Este planteo nos sitúa en un objetivo elemental, el de la construcción de herramientas para definir criterios generales y suplir los vacíos existentes en la materia.

Una serie de propuestas

Los más importantes desafíos se centran en conceptualizar, en definir competencias, y en diseñar dispositivos de articulación. Es por eso, que a principios de 2017 presentamos en el Congreso de la Nación, un proyecto de Ley de Universidades Populares[3]. Con la convicción de que la presencia del Estado es crucial y que por eso resulta fundamental fijar compromisos perdurables en el tiempo, es que entendemos que los mismos deben quedar plasmados en un instrumento legal que asegure una base de derechos y responsabilidades para el presente y el futuro de las UU.PP.

Para el desarrollo de este capítulo, tomaremos las palabras de Hugo Juri respecto a las Universidades Populares del Siglo XXI, quien las caracteriza comocasas de estudios no formales que no dictan carreras ni posgrados, sino que se especializan en la capacitación laboral, en la oferta de cursos y talleres abiertos y en la certificación de saberes adquiridos. No son sólo un proyecto cultural, son un proyecto político, un ejercicio de democracia participativa que puede generar desarrollo sustentable y justicia social, con alta eficiencia y sin necesidad de gastos fijos”.

Continúa mencionando que “el objetivo y la misión de cada Universidad Popular en particular, el cual debe ser generado desde cada comunidad, con apoyo de instituciones e intelectuales pero sin liderar el proceso que debe estar en manos de la propia UP. Aunque su origen y objetivo la encuadran ideológicamente, debe ser abierta a las ideas y discusiones democráticas. El modelo pedagógico debe ser el de la libre enseñanza, cubriendo las necesidades de los pueblos sin imitar otros modelos educativos tradicionales, cuyas ofertas están cubiertas por las instituciones asignadas a ellas. Deben constituirse en red de asociaciones y federaciones que le den contención, orientación estándar, lógica, apoyatura política, etc., para no volver a caer en el aislamiento y voluntarismo que apagó la luz de muchos proyectos de Universidades Populares de principios del siglo 20.”[4] De estas palabras derivan varios ejes interesantes que resultaron de suma importancia a la hora de elaborar la propuesta en cuestión:

Necesidad de una definición.

Por la diversidad de interpretaciones existentes hoy en día, en primer medida es importante establecer una definición que reconozca legitimidad y evite confusiones con otros formatos educativos (por ejemplo existen universidades privadas que utilizan la denominación de Universidad Popular, aunque emitan títulos de grado y pos grado reconocidos a altos costos). En consecuencia, se deberían determinar una serie de elementos componentes del concepto de Universidades Populares que delinean la  orientación social y transformadora de las mismas.

Lo no lucrativo de sus fines, el carácter educativo- cultural bajo el paradigma de la educación permanente, el reconocimiento de su funcionamiento participativo,las diferencias con la regular estructura escolar y su destino como generadoras de oportunidades de aprendizaje para toda la vida se toman como notas esenciales en esta idea.

Terminología.

Otro tema a abordar es el de la utilización de la denominación de la palabra “Universidad” por parte de estas instituciones. Se propone la reafirmaciónde la posición dentro de la discusión histórica generada, rescatando la decisión tomada por el Presidente Arturo Illia mediante el Decreto 4369/65[5]. Otorgar rango legal a este instrumento legitima el proceso histórico que envuelve a las UUPP, y a su vez es un límite ante otro tipo de utilizaciones de esta denominación, que pudieran no adecuarse a la finalidad de las Universidades Populares.

Objetivos y competencias.

Es importante definir una serie de objetivos generales con los que se apunte a fortalecer el rol como proyecto político de las mismas, priorizando la democracia participativa, el desarrollo integral de las personas, brindando herramientas para el trabajo, el desarrollo local y la identidad de los pueblos. Dentro de este marco, desde el Estado Nacional se deberían reconocer competencias para desarrollar actividades educativas y formativas sin que ello implique autorización para el otorgamiento de títulos habilitantes.

Creación.

Otra definición legal que se debería tener en cuenta, refiere a quienes pueden ser los sujetos activos en el impulso fundador de una Universidad Popular. Con este fin, se podría incorporar un criterio amplio que recorra las diferentes esferas estatales ya sea bajo el impulso del Estado Nacional, las Provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los Municipios y las Universidades Nacionales, hasta también depositar la responsabilidad de impulsar la creación de estas instituciones a diferentes tipos de organizaciones de la sociedad civil desde una perspectiva autónoma como asociaciones civiles sin fines de lucro. De esta manera se pueden conciliar en el sistema a las experiencias locales típicas del sistema español, los modelos autónomos de gran influencia en nuestro país y la gran tradición extensionista universitaria.

Autorización para funcionar.

            Para que el Estado pueda mantener un certero contacto con las Universidades Populares, para la puesta en funcionamiento de las mismas se podría fijar un procedimiento que establezca un registro y  previo de control para la autorización de funcionamiento.

Red Argentina de Universidades Populares.

            Una de las premisas de nuestro proyecto se refiereaapostar al funcionamiento interconectado entre las diferentes UUPP creadas y a crearse, con el fin de profundizar en las potencialidades y el intercambio de experiencias. En esta temática, la experiencia europea[6], no solo española, es sumamente rica y por esta razón y haciendo caso a los aprendizajes de nuestra historia, es que impulsamos la creación de una Red nacional de Universidades Populares, con funciones representativas, tanto en el ámbito nacional como internacional, funcionando como  un espacio para la reflexión, la producción teórica y la comunicación entre todas las UUPP.

Sostenimiento.

Nuestra propuesta también se vincula al sostenimiento de las mismas por medio de la asignación de recursos y la instrumentación de beneficios fiscales. En primer medida, se apunta a la necesidad de estructurar una base de financiamiento sustentada en tres ejes: Recursos propios del Tesoro Nacional establecidos anualmente en el presupuesto; recursos determinados por la reglamentación, y recursos propios generados por las mismas Universidades Populares. Para esto se requiere de una reglamentación que tenga en cuenta una distribución de recursos transparente sujeta a facultades de verificación, fiscalización y sancionatorias por parte del Estado; equitativa, establecida según criterios objetivos de reparto y representativa, mediante la facultad de utilización de un sistema de presupuesto participativo.

En relación a los beneficios fiscales, se podría implementar un sistema similar al ya utilizado en el régimen de Bibliotecas Populares. El eficaz acceso a diferentes programas del Estado instrumentados desde diferentes Ministerios podría nutrir de manera crucial a estas instituciones.

Los aportes precedentes en su conjunto tienden a fortalecer las bases del desarrollo humano y productivo, poniendo énfasis en los métodos de impulso social que nutren a las UUPP, en donde  principio y  finalidad se encuentran aunados de tal manera que el proceso de construcción gestacional se conjuga como un resultado en sí mismo. La intervención de la sociedad civil en su conjunto es un factor clave para lograrlo, y uno de los espacios con mayor potencial para hacerlo son las Universidades Nacionales. En el próximo y último capítulo trataremos específicamente nuestra propuesta respecto a este tema.

Las Universidades Nacionales como pilar básico.

Sobre las Universidades recaen grandes responsabilidades a fin de viabilizar esa explosión educativa sobre la cual nos referíamos en la introducción de este trabajo. Pues la meta de universalizar la educación superior a lo largo de toda la vida, no solo se refiere al acceso igualitario a sus aulas, sino también al principio de Extensión, que en el siglo XXI no debe ser interpretado como la acción mediante la cual se traslada la luz de las cátedras hacia los sectores vulnerables, sino como un constante intercambio de aprendizajes junto a los diferentes sectores que componen el entramado social. Municipios, barrios, gremios, clubes, comedores, ONG´s, escuelas, Universidades Populares. Colectivos e individuos. Todos pueden ser protagonistas en un proceso de construcción activa del conocimiento, todos tienen algo que ofrecer paraque otros puedan aprender.

Aquí, se deben destacar las recomendaciones de la Declaración Final de la Conferencia Regional de Educación Superior 2008 de IESALC-UNESCO, que establecen el compromiso de extender las herramientas educativas “a través del modelo reformista de Universidades Populares”.

Por esta razón, creemos que algunas de las contribuciones que las Universidades Nacionales pueden generar se basan en los siguientes puntos:

La creación de universidades populares.

Anteriormente mencionamos que en la legitimación amplia para poder crear una Universidad Popular, las Universidades Nacionales podrían ser actores fundamentales al orientar sus acciones extensionistas a este destino.

Esta pretensión de acceso universal al conocimiento exige a las Universidades desarrollar dentro de sus estructuras acciones alternativas y trayectorias educativas conducentes a certificaciones para el trabajo, la alfabetización digital y el reconocimiento de experiencias y saberes adquiridos fuera de los sistemas formales. (UNESCO, 2008)

Un ejemplo de esto es el Programa de Universidades Populares que viene impulsándose desde la UNC y que reconoce como antecedente a la labor realizada en el Consejo para la Planificación Estratégica de la Provincia de Córdoba (COPEC, 2011), y la Cátedra Libre de UU.PP de la Universidad Nacional de La Plata. Este programa se basa en un modelo de trabajo conjunto viabilizado por medio de convenios entre la Universidad y los Municipios de la Provincia de Córdoba. Sus principales objetivos se basan en la puesta a disposición de los gobiernos locales de una amplia gama de herramientas técnicas que faciliten los procesos de gestación y puesta en marcha de las UU.PP.[7] A la fecha de culminación del presente trabajo, se han sumado al programa 28 municipios, previéndose la incorporación de muchos más con el transcurso del tiempo.

El reconocimiento y compatibilización de trayectos formativos.

Las Universidades Nacionales deben ofrecer mayores opciones para los estudiantes, por medio de currículas flexibles que faciliten el tránsito y la interconexión entre distintos espacios educativos (UNESCO, 2008) Para eso, desde hace un largo tiempo en otras latitudes, se viene desarrollando a toda marcha un proceso de reconocimiento de trayectos formativos que propicia la movilidad entre diferentes propuestas académicas.

Este sistema, que viene gestándose en nuestro mundo educativo, no solo tiene como finalidad a la compatibilización entre contenidos impartidos desde diferentes lugares del país. A esa movilidad interna entre espacios del sistema de educación superior, se le podría sumar una movilidad de transición a partir del reconocimiento de los trayectos formativos adquiridos dentro de las Universidades Populares, apostando a lograr la posteriorinserción en la Universidad mediante el incentivo de la valoración de lo aprendido fuera de sus claustros. A su vez, un proceso de certificación avalado por una institución de educación superior, puede satisfacer los intereses formativosque se requierendesde el sistema laboral actual y efectivizar un canal de articulación entre los aprendizajes generados desde diferentes espacios de construcción del conocimiento.

También puede aumentar el interés de aquellas personas que no tienen intenciones de insertarse a una carrera de grado. Una implementación de este tipo, por ejemplo, podría permitir que un participante de una Universidad Popular que culminó con éxito un curso extensivo de mecánica, pueda previo acuerdo de compatibilización con la respectiva universidad, incorporarse a una carrera en la Facultad de Ingeniería sin tener que cursar las materias introductorias de la misma. Entonces, las oportunidades que se abren, son inmensas.

El Compromiso social universitario

La acción de extensión universitaria que más marca, es la que problematiza, la otorga nuevos significados a las formas en que se desarrolla la vida universitaria, la que fomenta el aprendizaje desde otros puntos de vista. De eso trata la idea del compromiso social universitario, de lograr que la comunidad académica, desde su valiosa diversidad se involucre con los diferentes sectores de la comunidad a los fines de buscar respuestas y generar dudas respecto al mundo que nos rodea. La experiencia como motor del cambio cultural se traduce en el campo educativo a relacionar lo que sabemos con lo que otros saben, de conciliar los mundos de la práctica universitaria con lo que a veces no se ve o con quienes a veces no vemos. Desde el área de Compromiso Social Universitario de la SPU y desde diferentes Universidades Nacionales se viene impulsando esta forma de desarrollar el paso por el sistema de educación superior, inclusive contándola en algunos casos como plataforma de cogobierno[8].

¿De qué manera se podría potenciar esta idea con la propuesta fomentar el desarrollo de Universidades Populares? La respuesta podría ser sumamente amplia. Los conocimientos generados en una cátedra de sociología podrían ser fundamentales para ayudar a un pueblo a identificar las necesidades formativas en su entorno; la combinación de saberes sobre microempresas y una técnica ancestral de tejidos puede ser una gran oportunidad para cambiar la realidad de una comunidad condenada al olvido. Citando a Edgar Morin, “Educar para comprender las matemáticas o cualquier disciplina es una cosa, educar para la comprensión humana es otra; ahí se encuentra justamente la misión espiritual de la educación: enseñar la comprensión entre las personas como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.” (Morin, 1999)

Conclusión.

La centenaria distancia con aquella gesta del 1918, tal vez sea enorme en términos temporales pero su significancia sigue siendo sustancial en términos reivindicativos de lo conquistado. La autonomía, el cogobierno, la extensión, el pensamiento científico y la libertad de cátedra son luchas que nunca se acaban. Sin embargo, el reformismo del Siglo XXI, se anima a más. Mantiene las históricas banderas, pero trabaja por generar un sistema educativo más igualitario y de calidad en una sociedad que cambia a pasos nunca antes vistos.

De la combinación de compromisos históricos y desafíos actuales es que surge la propuesta del presente trabajo.Universidades Populares brindando herramientas de formación para el trabajo, idiomas, capacitaciones en el uso de las tecnologías, promoviendo un diálogo fecundo con sus entornos productivos, incentivando la cultura emprendedora, promoviendo el plan de vida de cada persona, desarrollando simplemente el deseo de aprender y de crecer.

Un nuevo paradigma educativo, con nuevos actores, con nuevas estrategias y con mayores oportunidades. Un sistema que además sea capaz de reconocer los saberes y conocimientos adquiridos, y que permita ser un escalón y un puente con los sistemas educativos formales. Transformar de raíz, construir procesos colaborativos, sinergia en red entre instituciones públicas y privadas, y volver a poner a la educación en el centro de la escena.

Como decía García Márquez, están dadas las condiciones para que la educación vuelva a ser el órgano del cambio social, con una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable, que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar y «que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía.»

Por ese sueño, por esa educación que, para los reformistas, era esa larga obra de amor a los que aprenden, es que seguimos creyendo que es posible encontrar en la educación la herramienta para transformar el mundo.

[1]https://www.youtube.com/watch?v=4I6PSgJEnPg “Valverde de la Vera, una visita imprescindible en agosto a la sombra de los parasoles”. (2017).

[2] En los EUA, el  nivel de empleo del sector agropecuario en 1840 llegaba a un 62%, en comparación con la de nuestros días que no llega al 2%, situación que a lo largo del tiempo fue acompañada por la demanda de ocupación en nuevos tipos de trabajos.

[3]Proyecto de Ley Nacional de Universidades Populares. Expediente 2081-D-2017.

http://www.diputados.gov.ar/proyectos/proyecto.jsp?exp=2081-D-2017

[4] https://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/10-92691-2007-10-09.html

[5]Illia, Arturo. Presidente.- Alconada Aramburu. Ministro. Reglamentación del uso de la denominación “Universidad” 1965. Decreto presidencial número 4369, 4 de junio 1965.

[6]También se puede mencionar como ejemplo a la Asociación de Universidades Populares Alemanas (DVV), la Red de Universidades Populares de Viena (VHS), laAsociación de Universidades Populares de Dinamarca (FFD), laAsociación Finlandesa de Universidades Populares (Kansanopistot), la Asociación de Universidades Populares Francesa (L´AUPF), la Confederación Italiana de Universidades Populares (CNUPI), entre otras.

[7] https://www.unc.edu.ar/sites/default/files/Programa-Universidades-Populares.pdf

[8]https://www.unc.edu.ar/comunicaci%C3%B3n-agenda/programa-compromiso-social-estudiantil

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