La reforma del 18´también nos demanda que reflexionemos sobre el proyecto de la educación superior en el marco del territorio latinoamericano. A la vanguaria del pensamiento educativo, Argentina propuso el desafío de replantear la estructura de la educación superior en el resto de la región. En esta oportunidad, Paulo Falcón nos plenatea los desafíos que aún hoy, en el siglo XXI, debemos superar en nustro territorio en materia de educación.

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“…Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten:
estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.”

 

Claramente el manifiesto liminar de la reforma del 18’ pone en evidencia su proclama americana, el impulso a extender la democratización de los claustros y la necesidad de hermanar a nuestros pueblos desde la educación fue una premisa inicial, pero también inquebrantable y permanente para el movimiento reformista.

Por lo que es observable apreciar que la expansión de la reforma en sus principios a lo largo y ancho del continente americano, da muestra de su legitimidad como movimiento no solo educativo, sino cultural y también político, de modo que la generación de lazos entre nuestros pueblos a partir de un cúmulo de ideas y valores, que propagaron la democracia y los derechos humanos han sido constantes en nuestras universidades y países a partir de la rebeldía de la juventud cordobesa.

Decir hoy, que la reforma universitaria del 18’ cumple 100 años, no nos debe llevar a pensar que los principios reformistas han tenido plena vigencia durante todo este tiempo. Los sucesivos golpes de estado, las rupturas e interrupciones instituciones, como así también gobiernos que, si bien democráticos, atentaron contra las libertades y autonomías universitarias, tanto en Argentina, como en el resto de Latinoamérica y el Caribe, han sido tristes reiteraciones en nuestras historias, de modo que los procesos reformistas han tenido cortes y demoras en el avance hacia la consolidación de varias de las proclamas que la reforma inspira.

Como correlato de esto, y pese a una historia común, o la falta de limitaciones lingüísticas entre la gran mayoría de nuestros países y aun teniendo tradiciones educativas similares, en pleno siglo XXI seguimos sin hacer converger nuestros sistemas educativos en general y particularmente en materia universitaria, lo que da lugar a dificultades tanto para cooperación y trabajo conjunto de nuestras instituciones educativas, como así también en el reconocimiento de estudios y titulaciones universitarias, situaciones que impactan directamente en las posibilidades de prosecución de estudios, desarrollo de actividades académicas o científicas y también en el desempeño laboral o profesional de nuestras poblaciones.

Si bien el esfuerzo de instituciones y comunidades educativas han intentado revertir esta tendencia, desde la construcción de redes y asociaciones universitarias, dentro de las que se destaca, por ejemplo la Asociación de Universidades Grupo Montevideo, no es menos cierto que estas iniciativas resultan insuficientes en aspectos que requieren del sostenimiento público y un rol más protagónico de los Estados.

Argentina, por ejemplo, solo tiene a la fecha siete convenios de reconocimiento mutuo de títulos universitarios con países de la región, siendo treinta y tres países los que integran el espacio de latinoamericano y el caribeño de educación superior. Esta situación es regular en el resto de los países de la región, por lo que nos demuestra la baja densidad de relación entre los países latinoamericanos y caribeños, sus sistemas de educación superior y por lo tanto entre instituciones educativas y de los propios universitarios.

Todo esto sin contar que muchos de nuestros países han preferido orientar sus políticas de internacionalización de la educación superior hacia los países centrales, favoreciendo la fuga de cerebros o talentos, sobre la base de financiamiento de becas a partir de rankings de dudoso sustento técnico y siendo articuladores, en muchos aspectos, de programas que no hacen más que reproducir desigualdades sociales, ya que quienes se encuentran en mejores condiciones de acceder a estos programas son estudiantes de clases sociales más acomodadas.

Este contexto explica por qué la región si bien acordó en 1974 un Convenio de Convalidación de Estudios, Títulos y Diplomas en Educación Superior en América Latina y el Caribe, el mismo no fue suscrito por parte de Argentina y fue adoptado por una reducida cantidad de Estados.

Tampoco el MERCOSUR Educativo ha tenido grandes avances en este plano, limitando el paso de una integración económica a lo cultural y educativo en esta subregión. Teniendo como dato que algunos de los pocos acuerdos educativos arribados en este marco, no han sido siquiera adoptados por la totalidad de los países miembros del bloque.

Eso pone en evidencia que la región tuvo otras prioridades en todo este tiempo, haciendo de la pretendía patria grande, una quimera. Impidiendo la integración de nuestros pueblos en el plano educativo, primando intereses locales, sosteniendo diferencias, acentuando distancias.

Ese llamado reformista a los “hombres libres de Sud América”, entendemos debe ser interpretado en este centenario como un llamado a mujeres y hombres de América Latina y el Caribe, tanto para reconocer identidades, como para retomar la senda histórica de nuestros pueblos.

Es por eso que se ha impulsado en este año del centenario reformista la necesidad de reiniciar el debate para la integración americana desde la educación, a partir de ello, nuestro país fue participe de la 4a Reunión del Grupo de Trabajo que tuvo lugar en Buenos Aires el 4 de abril de este año, en la misma se definió la propuesta de texto a poner a consideración de los países de la región. En función de ello, los gobiernos de la región fueron invitados a participar de la Primera Reunión Regional Intergubernamental de Consulta que se organizó en Buenos Aires el 5 y 6 de abril del 2018 y de la Segunda Reunión Regional Intergubernamental de Consulta se organizó el 13 y 14 de junio con ocasión de la Conferencia Regional de Educación Superior en América Latina y el Caribe (CRES), en la Universidad Nacional de Córdoba.

En estas reuniones fue aprobado por consenso un texto para someter en una futura Conferencia Internacional de Estados, la que será organizada en el primer semestre de 2019, con la finalidad de aprobar un nuevo Convenio Regional de Reconocimiento de Estudios, Títulos y Diplomas en Educación Superior en América Latina y el Caribe.

Estos avances implican para nosotros, en primer lugar, colocar a la región como eje de la política internacional en materia de educación superior, y por otro lado, para la región en general, contar con un andamiaje que permite pensar en la constitución de un espacio regional de la educación superior que tenga más cuerpo, además de meros discursos, mediante una serie de posibilidades que se abren en materia de cooperación, integración, aseguramiento de la calidad y movilidad para instituciones de educación superior, sus estudiantes, docentes e investigadores y profesionales.

Estas definiciones van de la mano con las mejores tradiciones de nuestro país, el que tiene una clara política de apertura hacia la migración internacional, solemos decir que los argentinos venimos de los barcos, en referencia a nuestros abuelos y bisabuelos inmigrantes. No es casualidad entonces que la educación haya sido un factor constituyente de la idea de Argentina, la educación nos igualó, integró, dio una historia común y permitió construir este país, con la perspectiva que era “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

Argentina se ha consolidado como país receptor de migrantes académicos, fruto de la valoración en el mundo y particularmente dentro de los países de habla hispana, de nuestro sistema educativo, convirtiendo a nuestras instituciones universitarias en faros que iluminan prioritariamente vastos sectores profesionales de América Latina.

Estos procesos han posibilitado crecimiento y aportes de los estudiantes y profesionales internacionales en nuestro país y de ellos tanto a título personal, como colectivo cuando vuelven a sus paises, llevándose nuestra marca, lo que vuelve borrosas ciertas fronteras y expande la universidad argentina y la potencia al mundo.

Por eso podemos decir sin temor a equivocarnos, que hoy en el centenario de la reforma universitaria de 1918, los nuevos impulsos a la internacionalización de la educación superior, desde una perspectiva en favor de la integración, cooperación y respeto a los valores democráticos y los Derechos humanos para América Latina y el Caribe, nos permiten pensar que estamos viviendo una hora americana.

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