Marcelo Alegre revisa el elementos de legado de Alfonsín siguen siendo herramientas valiosas para pensar la política argentina contmeporánea.
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Alfonsín rechazaba la idea de que la sociedad argentina tenía que elegir entre un estado de bienestar con sesgos corporativos, autoritarios-populistas o un sistema de mercado sin regulaciones. Para él, la alternativa era un sistema de estado de bienestar con libertades democráticas. Creo que esta concepción del estado y de la economía es lo que estás hoy más en crisis. La mera idea de la defensa del estado de bienestar en el marco de un programa socialdemócrata clásico no convoca ni moviliza. La visión socialdemócrata quedó un tanto color sepia. Necesitamos reformulaciones. La cultura política argentina está marcada por el final traumático del gobierno de Alfonsín. Este final dejó en evidencia el agotamiento de su programa económico. Por esto, aun hoy, aunque se sigue viendo al gobierno de Alfonsín con mucho respeto en todas las cuestiones institucionales y de derechos humanos, sin embargo, el ideario alfonsinista sigue pagando esa capiti diminutio por su manejo de la economía.
Sobre este fracaso económico, hay dos opiniones: o el gobierno de Alfonsín manejó mal mal la economía o la economía era inmanejable. Esta segundo creo que debe ser rechazada. porque libera al gobierno y a quienes lo apoyamos de la responsabilidad de revisar nuestras ideas económicas. Si no sólo habría que rogar toque gobernar no se repita un escenario inmanejable. Prefiero la primera alternativa: no dimos en el clavo. Arrancamos con una concepción, después fuimos hacia otra y se nos fue yendo la economía de las manos. Y esto repercute en el presente porque no aparece una concepción económica distinta de aquella que sea al mismo tiempo progresista.
Los partidos políticos perdieron centralidad en los últimos años. Hoy hay mucha participación política y de públicos muy amplios, pero que no pasa por estar afiliado a un partido político. Pero como el activismo en las ONG finalmente debe encontrar una articulación política, los partidos progresistas deben fortalecerse como el espacio que cobija tanta iniciativa progresista y noble que busca insertar sus demandas en el sistema político.
Alfonsín tenía una concepción tradicional de lo partidario y de la militancia, la posición que su época exigía frente a los embates autoritarios. Esa concepción tradicional hoy aportaría algunos rumbos. Alfonsín no habría permitido, por ejemplo, que su partido se desgajara en feudos provinciales y no adoptara una posición única respecto del debate para terminar con los abortos clandestinos.
Por otra parte, todavía perdura un legado que sigue siendo rico para alimentar la política contemporánea del que destaco una concepción anti corporativa de la democracia, una idea de amistad cívica, una fundamentación ética para la democracia. La concepción anti corporativa parte la convicción de que mucha de la debilidad de la democracia se explica porque las decisiones públicas están capturadas por corporaciones, como la Iglesia, los empresarios, los banqueros, la burocracia sindical. Para tener una democracia robusta es necesario disciplinar a las corporaciones, lograr que se sometan a reglas de juego democráticas. No a través de la extorsión o la persecución, sino con políticas públicas imparciales. En segundo lugar, la amistad cívica, la idea de no transformar al adversario político en un enemigo, fue una constante a lo largo de toda la vida de Alfonsín, incluso luego de su paso por el gobierno. De ahí su idea de la democracia como un foro para transformar preferencias a través del debate público. La idea de ciudadanía que tenía Alfonsín sigue muy vigente. La militancia de las mujeres por el aborto, por ejemplo, eso es alfonsinismo puro. Ahí hay activismo ciudadano, organización, movilización, no violencia. Todas cosas en las que Alfonsín creía mucho.
Finalmente, su concepción moral de la política. A pesar de la historia argentina y contra las bibliotecas de teoría política Alfonsín insistió en darle cimientos morales a su visión de la política y de la democracia. Malamud Goti y Farrell, dos grandes juristas que asesoraron a Alfonsín durante su gobierno, cuentan que Alfonsín no les preguntaba si legalmente podía hacer algo, sino si moralmente debía hacerlo. El Juicio a las Juntas Militares fue la gran piedra basal de esta fundación moral de la democracia. Este juicio fue una acción política cimentada sobre principios morales. Haciendo un cálculo político Alfonsín no hubiera tenido muchas razones para tomar los riesgos que implicaba juzgar a las juntas, el otro candidato se había comprometido a mantener la vigencia de la auto amnistía. De esta concepción moral de la política se desprenden otro legados clásicamentes alfonsinistas como el coraje y la intransigencia. Pensemos la posición de Alfonsín durante la guerra de Malvinas: contra todo el sistema político, contra todo el clima de época, Alfonsín denunció la guerra de Malvinas como una locura desde el inicio, por lo que fue muy denostado en ese momento. Esta concepción moral de la política es parte del legado de Alfonsín. La firmeza kantiana que distingue al estadista del mero político, que distingue al que hace historia del que hace política.