Hace poco más de 10 días, se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Gilles Deleuze, uno de los filósofos que marcó no tanto una época como un modo de pensar la filosofía y su relación con el mundo. Alguna vez, Foucault declaró: «Pero un día, tal vez, el siglo será deleuziano». El tiempo parece haberle dado la razón, y en un año donde la palabra «virtual» se repitió como ninguna otra, releer a Deleuze, un pensador de lo virtual parece fundamental. En esta oportunidad, con motivo de las próximas jornadas sobre Deleuze que se realizarán el 9, 10 y 11 de diciembre, Iván Paz y Gonzalo Santaya, integrantes de Deleuziana, nos presentan un texto para reflexionar sobre la vigencia del pensamiento y los conceptos del filósofo francés.
* * *
La actualidad de Deleuze en el “año de la virtualidad”
Tras el avasallante devenir-digital del trabajo, del comercio, del ocio, de la educación y de los afectos durante la pandemia, el 2020 quedará seguramente en el recuerdo de muchxs de nosotrxs como “el año de la virtualidad”. ¿Será un irónico giro del destino para la profecía de Foucault respecto al “siglo deleuziano”? Deleuze es sin dudas el filósofo de “lo virtual”; el pensador -junto a Guattari- del rizoma, en el que puede verse un modelo anticipado de internet (la red definida por la proliferación descentrada y móvil de sus nodos constitutivos)… Ciertamente, el creciente interés que en los últimos años viene despertando su obra entre numerosxs lectorxs de nuestras latitudes ha sido aproximadamente contemporáneo a la expansión de las telecomunicaciones y las tecnologías de la información. Los modos de comunicación, de interacción, de subjetivación, de exclusión y de opresión que imponen estas tecnologías hacen del célebre “Post-scriptum sobre las sociedades de control” (1990) un texto fundacional para el análisis de nuestro presente.
Pero la tentación de reducir la actualidad del pensamiento deleuziano a esa virtualidad, a los dispositivos del capitalismo de plataformas, a la realidad aumentada, al big data y los algoritmos, a los caminos prediseñados que las redes inducen sobre nuestros encuentros y afectos, a la internet de las cosas, etc., corre el riesgo de encerrarnos en una visión sesgada. Si Deleuze -y su concepción de lo virtual- sigue dando pie para pensar las más actuales formas de organización y opresión humanas (y no-humanas), es ante todo por su legado de una metafísica potente e intempestiva.
En efecto, no sólo nosotrxs (humanxs de “la cuarta revolución industrial”, cuyas carnes y nervios se entremezclan con el silicio y el litio de los dispositivos tecnológicos), sino todo objeto está perpetuamente emitiendo y absorbiendo girones de virtualidad. Lo virtual designa aquí esa dimensión de la realidad por la cual ella se excede constantemente a sí misma. “Todo objeto es doble” -escribía Deleuze en Diferencia y repetición (1968)-[1] en la medida en que todo se desdobla en dos mitades, en dos potencias: una, la mitad actual -presente, empírica, efectiva, extendida en el tiempo y el espacio-, la otra, la mitad virtual. Lo virtual, ya en su aspecto estrictamente metafísico, en su sentido plenamente deleuziano, es el fondo extremo de toda forma, una neblina oscura pero cargada de potencialidades, una coexistencia de figuras efímeras, un impulso fugaz, pero caotizante o problematizante, una emanación incesante de fuerzas evanescentes, una variación pura que circula y prolifera entre los cuerpos actuales, compuestos y complejos que somos, estallando entre sus encuentros y sus mezclas, motivando sus mutaciones.[2]
Según esto, la dinámica misma de la existencia se juega en procesos de virtualización y actualización. El trabajo permanentemente amenazado y siempre recomenzado de la lucha por la identidad, por la duración, por la memoria, por el sentido, descansa en esta metafísica extremadamente compleja. La virtualización traza líneas de fuga, disuelve las formas estables, pero a la vez determina umbrales, produce puntos críticos, esboza salientes e inflexiones que habilitan la modificación de las relaciones de fuerzas que inciden en la actualización, imponiendo orientaciones y transformaciones en el transcurso de las realidades efectivas que somos, de las experiencias concretas que tenemos.
Si el 2020 acaba siendo “el año de la virtualidad”, lo será menos por la omnipresencia de los dispositivos digitales que por la sensación del afloramiento del caos en las distintas dimensiones de nuestros modos de existencia humanos; por la repetida y sentida afirmación de que algo en esos modos “tiene que cambiar”. Para realizar el siglo deleuziano, emerge la tarea de modificar el cuerpo y el deseo en la gran máquina social hacia un aumento recíproco de la potencia de sus partes componentes. La tarea del pensamiento, según los últimos Deleuze y Guattari: enfrentar el caos y construir, a partir de él, espacios de consistencia para el pueblo por venir...
Leer a (y con) Deleuze desde el sur
Deleuze exhorta entonces al más abstracto pensamiento filosófico al vértigo de sumergirse en eso que tradicionalmente ha intentado domar o conjurar: el devenir, la aceleración, la multiplicidad, la fragmentación, la diferencia. La dinámica de lo actual y lo virtual no es otra cosa que una lógica de las multiplicidades: “¡todo es multiplicidad!, ¡todo es mezcla!”, son los gritos de batalla que lanza contra la razón analítica y toda lógica reduccionista. El análisis de un fenómeno cualquiera nos enfrenta al intimidante paisaje entretejido por multiplicidades, y sub-multiplicidades de multiplicidades… El genio de Deleuze es lanzarse a ello con gracia y con rigor. En este ejercicio, no sólo convoca a la filosofía, sino a la literatura, al cine, a la pintura, a las ciencias más variadas. Configura así una aventura singular en la experiencia del pensamiento, donde, por ejemplo, el vocabulario lógico-matemático de la axiomática puede coexistir con la tradición mitológica del pueblo Dogón, o la ética de Spinoza con el sadomasoquismo, a una distancia indiscernible.
Dada esta idiosincrasia esencialmente mestiza donde toda pretensión de pureza queda destituida, dado este acto de mixtura permanente de los materiales del pensamiento, leer a Deleuze desde estas latitudes -desde Argentina- conlleva el gesto de comprometernos con sus escritos como parte de un proceso de autopercepción de nuestra identidad a partir de lo menor o minoritario, en el sentido que le dan a ese término Deleuze y Guattari: es “minoritaria” cualquier determinación que, independientemente de su número, se mantiene distinta de la constante, de la generalidad, de la mayoría estadística construida por los dispositivos dominantes en el ejercicio del poder. Lo que distingue a una minoría no es el número o la cantidad de sus elementos, sino su cualidad innumerable, dada por las conexiones y modos de relación entre esos elementos. Son conexiones que quiebran el sentido común, virtualizando o caotizando aquellos saberes y sentimientos supuestamente compartidos por “la gente” (que, sabemos, en el fondo no es nadie).
En este sentido, lo minoritario se considera siempre como un subsistema o como un “fuera del sistema”. Nuestro subsistema, anclado en la realidad latinoamericana, nos fuerza a pensar no a Deleuze, sino con Deleuze, con esa filosofía de la multiplicidad en inmanencia, que tiene como objeto la producción de pueblo. Devenir-pueblo, construir ese pueblo por venir en América Latina es pensar y hacer pensar desde el sur. Encontramos en Deleuze un pensamiento positivo, una ética afirmativa situada en una materia viva, profunda e intensiva, matriz de configuraciones políticas, sociales y culturales que se reflejan en ese concepto de lo multitudinario. Pensar con Deleuze hoy, y más aún, pensarlo desde una política posible, requiere volver a pensar aquello que nos unifica y diversifica en lo común: una construcción que trasciende lo individual, que configura agenciamientos heterogéneos y múltiples.
De ahí que, junto al carácter metafísico de este pensamiento, surja inseparablemente una práctica, un pensamiento-acción sobre lo real. Una ontología práctica deleuziana que busca potenciar los afectos activos de la autodeterminación en un plano simultáneamente inmanentista, materialista y pluralista. La realidad latinoamericana que nos fuerza a pensar le da un contenido afectivo y urgente a la tarea filosófica. Nuestras concepciones de libertad y de independencia se exacerban después de siglos de historia en los que aprendimos que, para los pueblos latinoamericanos, la constitución de lo común no puede ficcionarse como el conjunto armónico de individuos-átomo, de agentes racionales autosubsistentes e independientes, sino que son otras las potencias impersonales que articulan y dan consistencia a lo real: la corporalidad, la tierra, el trabajo, el amor, el anhelo, la lucha, la crueldad, la animalidad, la fidelidad, el secreto, la magia… Se trata de extraer de estas potencias la constitución de un pueblo cuyo cuerpo no sea ya una máquina de producción y consumo al servicio de intereses trascendentes -foráneos- sino que se constituya a partir de sus propios afectos en una intuición creativa de autodeterminación colectiva.
La larga noche neoliberal que se ha cernido sobre América Latina, conducida por el impulso imperante desde las potencias político-económicas de Occidente (con centro en Estados Unidos), nos impone la necesidad de construir y constituir formas de lo político que cuiden y respeten nuestras diversidades. Hay en la lectura política de la filosofía de Deleuze y Guattari un carácter que no cesa de nutrir esta utopía. La supervivencia de los pueblos latinoamericanos frente a aquella larga noche se da en términos de resistencia frente al caos, en vistas de aquello que es posible construir. Toda política es simultáneamente una macropolítica, que envuelve los grandes conjuntos, las clases sociales, los agentes productivos, los actores y las instituciones de gobierno, y una micropolítica, en esas multiplicidades minoritarias de sensibilidad, afecto y lealtad. Durante algunos años de este nuevo siglo, América Latina supo vivir procesos de transformación social que tuvieron como eje la conducción de los gobiernos populares, y que redireccionaron un horizonte posible para la emancipación colectiva, a partir del entendimiento de que es el pueblo quien debe empoderarse y autodeterminarse en su propia historia. Y sólo dándose un porvenir, un pueblo puede advenir, hacerse. El devenir-minoritario, que se codea necesariamente en nuestro contexto actual con un devenir-democrático, es un posible punto de partida para pensar no solo en mecanismos de resistencia, sino nuevas maneras de construir macro-estructuras que cobijen y potencien los modos minoritarios de existencia, que de otra manera permanecerán fragmentarios, separados, dispersos y al acecho de los embates del capital. No se trata de sustituir los tradicionales conceptos de libertad, equidad, Estado o justicia con la sofisticada jerga de lo “molecular”, la “máquina de guerra”, lo “nómade”, la “línea de fuga”, etc., sino de comprender esta última con profundidad y rigor, para componer otras formas de justicia, de comunidad, de equidad, de estatalidad y de libertad.
La deleuziana y las III Jornadas “Deleuze y las fuentes de su filosofía”
Pensar desde el sur con Deleuze implica el gesto de volver nuestra su filosofía. Quienes escribimos estas líneas formamos parte de La deleuziana: un colectivo de estudiantxs, docentxs e investigadorxs en filosofía que, con todas estas ideas como parte de nuestro espíritu de grupo, leemos y estudiamos sistemáticamente la obra de este autor fascinante. Desde hace varios años (lxs más antiguxs integrantxs sostienen la tarea desde fines del año 2006) llevamos adelante una minuciosa lectura y discusión de Diferencia y repetición (obra profunda y oscura, considerada la cumbre de la ontología deleuziana). Con el tiempo, al sumergirnos más y más en este libro-enigma, en este libro-laberinto, comenzamos la tarea de internarnos también en las fuentes de su filosofía: tomar, leer, estudiar e interpretar todo aquello de lo que Deleuze se sirvió, todo aquello de lo que se embebió y que lo influenció a la hora de pensar sus problemas y sus conceptos. Comenzamos entonces a poner la lupa sobre esa miríada de autorxs que Deleuze cita a lo largo de sus páginas (principalmente lxs menores, lxs más soslayadxs por el canon y por nuestra propia formación). Así, nuestra propuesta era llevar a cabo un trabajo que no fuera tanto “hacia adelante”, hacia las interpretaciones y lecturas que se han hecho de Deleuze, sino volver “hacia atrás”, a la exégesis de la genealogía profunda de su pensamiento. “Ir a las fuentes”, escribía Michel Serres, es “remontar en sentido contrario una cadena de información para evitar sus pérdidas sucesivas” (es decir, remontar la entropía propia de la historia de las ideas).[3] Si Diferencia y repetición es -tanto por su composición como por su enseñanza- un libro-multiplicidad, la tarea con las fuentes es la de penetrar esas sub-multiplicidades que pueblan localmente su mixturada composición, esos textos que se agitan en las notas a pie y en las veladas referencias deleuzianas, para volver luego a nuestro libro-hogar y reencontrarlo, como siempre, transformado.
Hoy en día, el colectivo ha crecido hasta convertirse en un grupo numeroso que, teniendo a la obra deleuziana como faro, la estudia desde temáticas clásicamente vinculadas a la filosofía como la fenomenología y la política, pasando por otras más alejadas como la matemática, el psicoanálisis, la lingüística y la literatura, hasta llegar a la genética y la biología, el cine, la música y el teatro… ¿Qué dice Deleuze sobre tal o cual obra que ha citado?, ¿con qué aspectos de su propia filosofía la relaciona?, ¿qué dice concretamente la obra en cuestión?, ¿para qué leer a Deleuze desde esa obra? Estas preguntas guían el ejercicio exegético que conducimos hace años y que ha dado lugar a diversas jornadas académicas propias, a participaciones en simposios y mesas temáticas en jornadas y congresos nacionales e internacionales, y a seis volúmenes que exponen los resultados de esta faena (cinco de ellos de descarga gratuita en http://deleuziana.com.ar/, y un sexto libro impreso, de reciente aparición en inglés, a través del sello Rowman & Littlefield), entre otras actividades y publicaciones que se desprenden también de nuestra labor colectiva (como la colección de libros “Ontología práctica”, cuyo segundo volumen está a punto de hacer su aparición).
Diferencia y Repetición es un enigma, un laberinto, una multiplicidad, un palimpsesto o un collage, pero ante todo, una máquina de hacer-pensar. Ella repele toda forma de representación bajo un sentido unívoco, a través de una pluralidad de sentidos que se envuelven, se pliegan y despliegan, y se reenvían mutuamente sin que pueda jamás volverse al mismo punto. La lectura de Deleuze fascina a la vez que caotiza, nos virtualiza en tanto lectorxs, abriendo nuestras cabezas hacia encuentros insospechados y forzándonos a re-actualizar nuestros conceptos. Compartiendo esta vivificante experiencia que su lectura nos despierta, realizaremos los días 9, 10 y 11 de diciembre del corriente año (de manera virtual) las III Jornadas Deleuze y las fuentes de su filosofía. En ellas intentaremos dar cuenta de nuestro trabajo de los últimos años, presentando diversos análisis y lecturas de las fuentes deleuzianas a partir de un problema en común: el vínculo entre Idea e intensidad (acaso los dos conceptos principales de la propuesta ontológica de Diferencia y Repetición) como claves en el problema de la vinculación entre lo actual y lo virtual. Analizaremos para esto fuentes tan heterogéneas como de Saussure, Canguilhem, Borges, Robbe-Grillet, Péguy, Nietzsche, Proust, Paliard, Saint-Hilaire, Mugler, Marx, Heidegger, Beckett, Riemann, Lacan, Fichte, Lévi-Strauss, Ruyer, Derrida, Althusser y Freud. Animamos a toda la comunidad interesada en el heterodoxo recorrido del maestro de la filosofía de las multiplicidades a que participen de este evento, que será transmitido por nuestras redes.[4]
[1] Gilles Deleuze, Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu, 2002, p. 316.
[2] Recientemente se ha publicado (por primera vez en nuestro idioma) el presuntamente último escrito de Deleuze: “Lo actual y lo virtual” (Buenos Aires, Red Editorial, 2019). Desde el 68 hasta el 95, estos conceptos vuelven una y otra vez en la obra deleuziana, a veces bajo distintos ropajes, planteando y atacando problemas diversos.
[3] Michel Serres, La comunicación, Buenos Aires, Almagesto, p. 31.
[4] El evento será transmitido en vivo a través de nuestro canal de Youtube https://www.youtube.com/ladeleuziana. Más información será dada próximamente en nuestras redes (https://www.facebook.com/Deleuziana/, https://www.instagram.com/deleuziana/, https://twitter.com/ladeleuziana1) y en los sitios: http://deleuziana.com.ar/ y http://ragif.com.ar/.