Desde la llegada de las ensambladoras de productos electrónicos a Tierra del Fuego se ha comenzado a hablar de la posibilidad de la creación de una Silicon Valley en Argentina. Estas especulaciones han dejado de lado lo más importante: las diferencias en materia geográfica y de planeamiento estratégico que hacen que el polo tecnológico del Valle de Santa Clara sea un referente en la creación de productos electrónicos de vanguardia. ¿Qué desafíos deberá enfrentar la provincia más austral para entrar en la competencia productiva del siglo XXI?
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“Silicon Valley is the only place on Earth not trying to figure out how to become Silicon Valley.” (El Silicon Valley es el único lugar en el mundo que no está tratando de descifrar cómo convertirse en el Silicon Valley) Robert Metcalfe
Silicon Valley fue, desde sus orígenes, el polo tecnológico por excelencia, al abastecer de nuevas tecnologías a todo el mundo por más de setenta y cinco años. El término, como hoy lo conocemos, fue popularizado en 1971 por el periodista Don Hoefler, que escribió una serie de artículos para la revista “Electronic News” bajo el título de “Silicon Valley USA”. La palabra «Valley» hace alusión al Valle de Santa Clara, lugar donde la región se ha centrado tradicionalmente. Entonces en la zona había una gran concentración de empresas dedicadas al desarrollo de semiconductores, entre los cuales el silicio era el material más utilizado.
No es ninguna sorpresa que muchos países del mundo han estado intentando replicar su éxito, entre ellos Argentina. Es éste el motor que motiva la investigación ¿Cuáles son los requisitos necesarios para el desarrollo de Tierra del Fuego, pensando en un Silicon Valley argentino? Para cumplir con este cometido, se realizará un análisis comparativo entre ambas locaciones, teniendo en cuenta diversas variables que se consideran indispensables, y que comprenden desde sus condiciones geográficas hasta las medidas tomadas por sus respectivos gobiernos en materia fiscal.
Con más de setenta y cinco años, Sillicon Valley es la comunidad tecnológica más antigua del planeta.
Para empezar, sería necesario hacer hincapié en las condiciones en las que se desarrolla la producción de Silicon Valley. El académico, periodista y autor de varios libros acerca de este valle, Michael S. Malone, expone algunas de los varios factores que le permitieron alcanzar el éxito. El primero es el tiempo: el Silicon Valley es la comunidad de alta tecnología más antigua del planeta, por lo que contó con más de setenta y cinco años para descubrir cada matiz del mundo digital. La idea de construir un parque industrial surgió en 1950, hace aproximadamente sesenta años. En ese momento, la Universidad de Stanford estaba pasando por algunos problemas financieros y las autoridades de la universidad trataron de solventar estos problemas mediante el arrendamiento de parte de la tierra de la universidad para empresas de alta tecnología (Apple, Adobe Systems, HP, entre muchas otras).
El segundo se corresponde con su ubicación: este valle era una zona agrícola despoblada en su mayor parte hacia finales de la Segunda Guerra Mundial con terrenos baratos y una gran ciudad cerca. Esto fomentó una gran migración interna y la generación de una multiplicidad de empleos en la zona. Antes, el valle estaba casi desértico y era el centro de operaciones donde la NASA y el Ejército de los Estados Unidos hacían pruebas para sus respectivos experimentos.
La tercera razón considero que se explica por sí sola: el Silicon Valley está rodeado por una gama completa de instituciones educativas, entre ellas dos de las más importantes universidades de Estados Unidos y más de cuarenta colegios de nivel medio, dándole acceso a una importantísima fuente de información y a estudiantes ansiosos de aportar al mundo ideas innovadoras.
En síntesis, Silicon Valley es una combinación única de universidades, empresas, cultura y gran antigüedad, todos ellos elementos fundamentales que lo constituyen y lo catapultaron al éxito.
De este modo, podemos asumir que la historia de Silicon Valley indica que las universidades de excelencia, la flexibilidad del mercado laboral y el de capitales, y la limitación de las regulaciones que traben los emprendimientos fomentan la atracción de compañías de alta tecnología.
Finalmente, no analizado por Malone, pero no menos importante, es necesario estudiar sus condiciones en materia fiscal. La ley impositiva en California permite considerar como crédito impositivo el 15% de la inversión efectuada en concepto de Investigación y desarrollo. Además, según el Informe de Capital Association Pricewaterhouse Coopers & National Venture de 2010, Silicon Valley atrajo el 40 por ciento del total de dólares de capital de riesgo de Estados Unidos y el 30 por ciento del total de las ofertas de los EE.UU.
Por otra parte, la provincia de Tierra del Fuego está ubicada al sur del territorio argentino. Al igual que el valle de Silicon Valley, también fue una región despoblada debido, en gran medida, a su clima frío e inhóspito.
Fue recién en 1972, con la sanción de la ley 19.640, que Tierra del Fuego comenzó a incrementar abruptamente su demografía, pasando de tener 10.000 habitantes a 140.000 en la actualidad. Sin embargo, incluso hoy continúa siendo la provincia con menos habitantes del país aunque la segunda más alfabetizada, luego de Buenos Aires.
La ley antes mencionada estableció un régimen especial fiscal y aduanero para el entonces Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico sur, con el fin de fomentar la actividad económica y asegurar de ese modo el establecimiento permanente de población argentina en la región. Su principal objetivo era generar un incentivo a la producción al permitir que las empresas radicadas en Tierra del Fuego queden exentas del pago de derechos de importación, ganancias e IVA. El Estado busca así atraer la atención de numerosos inversores que ven en la ley 19640 de Promoción Económica una alternativa para radicar sus emprendimientos, con márgenes aceptables de rentabilidad.
La iniciativa resultó exitosa ya que muchas empresas tecnológicas, especialmente ensambladoras, se asentaron en la provincia, acarreando con ellas la necesidad de gran cantidad de mano de obra (Inicialmente, empresas como Sanyo, Grundig, Aurora y, en los últimos años, BlackBerry, HP y Motorola).
Otra forma de promoción de la industria argentina fue la sanción de la reciente ley 26539, en 2009. Mediante ella, se grava con Impuestos Internos (tasa efectiva del 20,48%) y se duplica el IVA (tasa del 10,5% al 21%) a ciertos productos electrónicos y de informática, importados o fabricados en Argentina, salvo los producidos en Tierra del Fuego. Los productos que son alcanzados en la actualidad a partir de la entrada en vigencia de la ley 26.539 son: móviles/celulares, cámaras de fotos digitales y de video, monitores, GPS, planchas, secadores de pelo y estufas eléctricas, aire acondicionados, home theaters, plasmas, LCD y decodificadores de video. De esta manera genera un beneficio a los productos fabricados en Tierra del Fuego, incentivando la producción nacional.
De 59 empresas que funcionan en la provincia en el marco del Área Aduanera Especial, el 57% son electrónicas, el 9% son textiles, el 10% confección, 10% industrias plásticas, el 5% mecánicas; el 7% industrias pesqueras, y un 2% otras industrias.
Debido a las razones esbozadas, suena lógico pensar que en el último tiempo, la industria electrónica haya cobrado mayor relevancia. A modo ilustrativo, comparto una estadística que refleja esta incipiente importancia: actualmente, de 59 empresas que funcionan en la provincia en el marco del Área Aduanera Especial, el 57% son electrónicas, el 9% son textiles, el 10% confección, 10% industrias plásticas, el 5% mecánicas; el 7% industrias pesqueras, y un 2% otras industrias.
Sin embargo, este régimen de promoción fueguino fue también muy criticado. En un fragmento de un artículo publicado por “El Cronista”, el economista Federico Muñoz se muestra en contra del régimen y propone que, para reducir el costo fiscal de la Ley 19.640, se debe estimular la radicación de empresas de software en detrimento de las electrónicas, a las que tilda meramente de “ensambladoras”. “No contribuye al desarrollo de la industria tecnológica ya que la falta de exigencia de integración local convierte a las plantas allí radicadas en meras ensambladoras de partes importadas. Por lo mismo, es falso que aporte a la sustitución de importaciones y a reducir la brecha externa; el déficit comercial de la isla se redujo de u$s 4800 millones en 2013 a u$s 3300 millones en 2014, sólo porque la provincia cayó en una severa recesión gestada por el faltante de dólares para importar insumos. […] Siempre hemos considerado a este régimen como un verdadero despropósito. Pero en los últimos tiempos tomamos conciencia de otra faceta funesta de este esquema. Uno de los artículos que se ven notoriamente encarecidos por la protección es el equipamiento informático (PC y notebooks). Vale decir: no sólo pagamos sobreprecios por artículos de consumo suntuario (TV, tabletas, heladeras) sino también por un bien de capital crítico en prácticamente todos los sectores de la economía y, en especial, en aquellos vinculados a la tecnología de la información”, opina Muñoz en su artículo.
El economista no se queda en la crítica, sino que comparte, a su vez, una interesante y ambiciosa propuesta: “Nuestra propuesta sería transformar a Tierra del Fuego en un verdadero polo tecnológico; pero en vez de dilapidar esfuerzos en sostener maquilas ensambladoras de hardware caro, instamos a destinar recursos para estimular la promisoria actividad de producción de software. Se trata de un sector muy intensivo en mano de obra calificada, relativamente bajos requerimientos de capital (apenas buenas computadoras y conectividad) y en el que la relocalización no es compleja.
La aspiración, en última instancia, debiera ser que la isla se convierta en un Silicon Valley criollo; una plataforma de desarrollo, producción y exportación de servicios ligados a la tecnología de la información”.
Otro economista argentino, Lucio Castro, parece coincidir con Muñoz en su crítica al régimen establecido. Aseguró que en el presupuesto 2014 figuran unos 18 mil millones de pesos en concepto de exenciones impositivas, lo cual representa el 0,6% del PBI y un 22% más que lo que aparecía en la ley de leyes del año pasado. También, menciona que, para la industria del software, que genera exportaciones, se dedican solamente 500 millones. “Es contradictorio que permanezca este régimen mientras se suprimió la promoción industrial en otras provincias; El régimen fue pensado para otra época, en donde había un conflicto con Chile y se buscaba poblar la provincia», sostuvo. “Nos especializamos en la rama menos conveniente: el ensamblado. Sólo hay un 10% de valor agregado, el resto es puro ensamblado”, concluyó.
Castro no sólo hace hincapié en el tipo de industria que se desarrolla, sino que cuestiona la ubicación de las mismas y el costo que implica subsidiarla. Respecto a esta “decisión estratégica”, Castro sentenció: “Para colmo, se eligió la provincia más alejada de los centros urbanos. Los barcos llegan a Buenos Aires con los componentes, van en camión hasta Tierra del Fuego y una vez armados vuelven en camión a los centros urbanos donde se consumen. A eso hay que sumarle los costos salariales, que en esa provincia son un 80% más altos que en el resto del país, lo cual deja a la Argentina muy de lejos de la competitividad de China u otros países del sudeste asiático, en donde los sueldos son mucho más bajos. Esto hace que los celulares armados en el país no puedan competir en el mercado mundial, y sólo se venden en el mercado interno porque rigen barreras aduaneras para los que vienen de afuera, que de no ser por el proteccionismo serían más baratos que los producidos localmente”.
Si bien la apuesta a la industria del software es muy inteligente, ésta requeriría, como en el Silicon Valley, de alta tecnificación y mano de obra especializada. Sin embargo, este requisito fundamental en la práctica es difícil de concretar ya que en Tierra del Fuego no hay acceso a un gran grupo de ingenieros, científicos y expertos en software o a universidades de excelencia académica como lo son Stanford y Berkeley, en Estados Unidos.
Otro punto importante son las ventajas de Silicon Valley como imán de mano de obra calificada y capital para emprendimientos que se multiplicaron al ir creciendo la región. En cambio, la población de la isla de Tierra del Fuego es escasa lo cual genera que no cuente con economías de escala que podrían fomentar mayores inversiones.
El país se encuentra entonces en una disyuntiva: ¿Debería la Argentina apostar a la industria del software pensando en un Silicon Valley nacional o hacer esto implicaría un desperdicio de capital por parte del Estado?