Discurso del Prof. Marcelo Alegre en la conferencia “Universidad y Derechos Humanos” del 21 de marzo de 2017 en el CBC UBA//

 

Es una enorme alegría estar aquí. Agradezco todas las palabras gentiles que me antecedieron. Es muy importante que estemos en una sede del CBC homenajeando la lucha por los derechos humanos desde la salida de la dictadura. Porque entre todos los problemas enormes que Argentina enfrentaba en en 1983, el primero era el legado de las miles y miles de desapariciones. Pero, tras eso, también había una sociedad arrasada y un aparato productivo destruido en el plano económico. Y, en ese contexto, la dictadura dejaba universidad arancelada y con ingreso restringido. El Ciclo Básico Común, entonces, fue la gran respuesta de la generación del rector Delich, el rector designado por Alfonsín para normalizar la vida democrática de nuestra universidad, al desafío de permitir el ingreso a todos y, a la vez, darles la posibilidad de un ciclo de nivelación para los jóvenes que vienen con distintas formaciones en la secundaria. Por eso es muy importante defender el CBC. El CBC fue una respuesta inteligente a un problema que casi no tenía solución. Porque, por un lado, pedíamos el ingreso totalmente irrestricto y, por el otro lado, como siempre, estaba la derecha defendiendo el arancelamiento y las restricciones. El CBC fue una respuesta inteligente que yo creo que tiene mucho futuro. Siempre pensé que es una locura pedirle a un chico de 16 o 17 años que decida si quiere ser abogado o ingeniero, cualquier otra cosa Al contrario, creo que tiene que haber un período de formación universitaria más general para abrir la cabeza y ver las distintas posibilidades.

 

Dicho esto, querría decir algo sobre cada uno de los que me precedieron. Sobre Leandro Halperín. Podría decir muchas cosas buenas de él, pero recalco una: Leandro dedica buena parte de su vida a defender a las personas que nadie defiende, los presos. Los derechos humanos como estándar de una vida civilizada bien pueden medirse por como tratamos a nuestros presos. De modo que yo siempre admiré el ejemplo que nos da Leandro con su militancia por las personas privadas de libertad.

 

Jorge Ferronato: son muchísimos años de haber compartido caminos de militancia política. Mientras lo escuchaba no podía dejar de recordar una larga conversación, una discusión entre vos y Martín Farizano sobre filosofía política, allá por la década del ´80. Esas discusiones eran posibles porque Jorge es de esos militantes que ponen primero los principios y las ideas políticas, y luego la lucha por el poder que es para realizar esas ideas políticas. Siempre valoré eso.

 

Y Mary Beloff, una académica de lujo de nuestra universidad pública, que es nuestra primera catedrática en derecho penal, la primera profesora titular mujer de dereho penal de nuestra universidad. Un orgullo para ella y una vergüenza para la universidad. Mary lucha contra la corriente para que a los jóvenes que tienen problemas con la autoridad tengan el derecho a poder defenderse. En muchas oportunidades, esto tan elemental, pero tan mal entendido,ya es lograr mucho.

NO HAY COMPROMISO CON LOS DERECHOS HUMANOS SI UNO NO ESTÁ DISPUESTO A NAVEGAR CONTRA LA CORRIENTE. LOS DERECHOS HUMANOS NO SON UNA BANDERA DE CELEBRACIÓN SINO DE SACRIFICIO

Halperín, Ferronato, Beloff, los tres tienen en común una idea muy importante: que no hay compromiso con los derechos humanos si uno no está dispuesto a navegar contra la corriente. Los derechos humanos no son una bandera de celebración sino de sacrificio. Esta forma de entender los derechos humanos en la Argentina es el legado de Raúl Alfonsín. Recién Jorge Ferronato recordaba a Raúl Alfonsín en los años ‘70 luchando por la paz, cuando una mayoría de las organizaciones políticas apostaban a la violencia. También, podemos recordarlo luchando por la paz contra la guerra de Malvinas, cuando todo el país se había emborrachado en esa locura que fue la guerra de Malvinas, junto al borracho en jefe, Galtieri. Después de la guerra, y en plena campaña electoral, Alfonsín defendió la justicia cuando todo apuntaba a la impunidad: él fue el único dirigente en la campaña electoral del 1983 que se comprometió a juzgar a los responsables por las violaciones masivas de derechos humanos, casi sin precedentes a nivel mundial y con el candidato favorito de esa elección comprometido a no tocar la ley de autoamnistía de los militares.

Alfonsín tuvo el coraje de tomar este camino, pero no estuvo solo, sereunía con abogados y filósofos para discutir cuestiones que siempre apuntaban a lo mismo. Él les decía: “Yo quiero hacer esto, mi instinto político me dice que esto es lo correcto; lo que quiero que ustedes me digan es ¿Puedo hacerlo? ¿Debo hacerlo?”. Fueron juristas de nuestra universidad los que proveyeron una arquitectura y un diseño normativo que hizo posible el juicio a las juntas. Carlos Nino fue uno de esos abogados, y ese andamiaje jurídico y teórico es uno de sus legados. Y junto a él: Genaro Carrió, Martín Farrell, Jaime Malamud Goti.

 

Alfonsín impulsó desde el Poder Ejecutivo el juicio a las juntas militares de la dictadura y siguió navegando contra la corriente. Su noviazgo con la sociedad duró tres o cuatro años, en 1987 la sociedad comenzó a darle la espalda electoralmente. Y, más adelante, durante los años ‘90, contra la corriente, Alfonsín defendía el estado de bienestar. Y cuando comenzaba este siglo, también contra la corriente, Alfonsín murió defendiendo el diálogo y el respeto al otro. El gran fundador de la democracia de los derechos humanos, nos da también su ejemplo de que los derechos humanos son una causa para enfrentar a todos los poderes. También, muchas veces, al poder de la mayoría. Porque la protección especial que merecen los derechos humanos es protección contra las dictaduras, contra los gobiernos, contra la policía, contra la autoridad, y, también muchas veces, contra las mayorías. En democracia, a veces, las mayorías pueden violar derechos humanos.

Pero ¿Qué son los derechos humanos? ¿Cómo podríamos definirlos conceptualmente? Una forma de entenderlos es como protecciones contra desigualdades. En las sociedades modernas enfrentamos diferentes tipos de desigualdades, de violaciones a la idea de igualdad. Podemos entender a los derechos humanos como protegiéndonos de tres grandes desigualdades. La primera es la desigualdad de la discriminación, de la persecución. Los derechos humanos, entonces, nos conectan con la vieja tradición de los derechos civiles y políticos del liberalismo y nos garantizan la libertad religiosa, la libertad de asociación, de reunión, y de expresión, que son tan importantes. Una sociedad empieza a ser una sociedad civilizada cuando respeta estos derechos, que fueron vilipendiados mucho tiempo desde un cierto progresismo autoritario. No es aceptable una concepción de los derechos humanos que no empiece por reivindicar la importancia crucial de los derechos clásicos civiles y políticos. Entre esos derechos se destaca el derecho a la igualdad entre varones y mujeres, que creo que es uno de los grandes desafíos que plantea hoy el programa de los derechos humanos.

 

¿Alcanzan estas protecciones contra la desigualdad? Muchos dirían que sí. Personas identificadas con una visión democrática pero conservadora podrían decir que los derechos humanos deberían agotarse en el respeto a las libertades constitucionales: el derecho a votar, el derecho a participar, el derecho a que no nos impongan una religión. Pero lo cierto es que hay una segunda desigualdad, agravada en las sociedades modernas y en los países como en Argentina, que es la desigualdad de clase, la desigualdad asociada con la estructura social. Comparen ustedes las perspectivas de vida de un chico que nace en Barrio Norte o en Caballito, por un lado, con un chico que nace en una villa miseria. Estas dos personas nacen el mismo día pero en contextos sociales muy distintos y enfrentan distintas expectativas de vida. Al menos estadísticamente, uno va a vivir más que el otro, va a tener menos problemas con la autoridad, mejor educación, mejor salud que el otro, etc. Los derechos humanos también son una herramienta para proteger a las personas contra lo que John Rawls llamaba la a lotería social. Contra esta gran injusticia de que las personas tengan más o tengan menos oportunidades según la familia en la que hayan nacido.

UNA SOCIEDAD NO SE PUEDE ORGANIZAR SOLAMENTE PARA GARANTIZAR EL ÉXITO DE LOS TALENTOSOS, LOS LINDOS O LOS HÁBILES

Por último, los derechos humanos también nos protegen contra las desigualdades genéticas, contra las desigualdades de las capacidades de las personas. Hay personas que tienen mayor capacidad que otras para conseguir trabajo o para tener éxito en la vida, para atraer recursos en el mercado. Pero muchas veces eso se debe a una combinación de capacidades con las que la persona nació que no son resultado del mérito, o que ni siquiera  las compró en ningún lado. Una sociedad no se puede organizar solamente para garantizar el éxito de los talentosos, los lindos o los hábiles; como decía Alfonsín, una sociedad tiene que mirarse desde la perspectiva de los que están peor.

 

Una concepción moderna de los derechos humanos tiene que articular estos tres tipos de protecciones lo cual nos lleva a hablar de una nueva agenda política donde figuren en un lugar prominente los derechos de las mujeres, el derecho al aborto, políticas como el ingreso ciudadano, etc.

 

Por otra parte, con respecto al pasado creo que, por supuesto, todos estamos de acuerdo con que continúen los juicios a los responsables de violaciones a los derechos humanos. Pero creo que hay una dimensión que se nos está escapando porque el proyecto de los derechos humanos no sólo no exige castigar a los que actuaron mal sino, también, reconocer a los que actuaron bien. Durante la dictadura hubo personas que tuvieron gestos: hubo jueces, hubo profesores universitarios, hubo, incluso, militares que se negaron a participar de la represión. Es muy importante para la sociedad reconocer a estar personas antes de que mueran. Reconocer que en nuestra sociedad hubo cosas horribles, pero también que hubo acciones de resistencia pacífica. Me parece que los jóvenes necesitan conocer más y mejor aquellos casos que hubo de resistencia.
Quiero terminar diciendo que los derechos humanos son los derechos humanos de todos. No hay dueños de los derechos humanos. No es aceptable que los derechos humanos se conviertan en una bandera partidista o en la bandera de un sector o de un grupo. En una sociedad civilizada, en una democracia constitucional moderna, como a la que aspiramos, los derechos humanos tienen que ser afirmados y respetados por todas las fuerzas políticas de izquierda a derecha, y, por lo tanto, la bandera de los derechos humanos no puede servir para separarnos, al contrario. Los derechos humanos son el cemento que nos une y nos hace a todos reconocernos como libres, iguales e integrantes de la misma comunidad que queremos forjar el mismo futuro. Muchas gracias.

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