La docente universitaria y crítica literaria Susana Santos nos introduce a la literatura de uno de nuestros paises limítrofes: Paraguay. ¿Qué pasa con la lengua guaraní? ¿Cuál es la experiencia urbana de Asunción del Paraguay? ¿Qué relación hay entre la literatura paraguaya y las cicatrices que recorren su historia?
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Paraguay. Un solo y mismo nombre para el entero territorio del país ubicado en el cono sur de Latinoamérica y para el río que recorre y divide el suelo –paraguayo– en Región Occidental y Región Oriental.
El país se llama como el río al que la zona Occidental ha debido su prestigio y fertilidad. En su margen izquierda está la ciudad capital de Asunción en conexión directa con la cuenca del Plata. Su fundación por Juan Salazar de Espinosa, en el año 1537, poco después de la llegada del primer asentamiento español, inició el desarrollo de la formación del territorio del país del Paraguay, que después de trescientos años de yugo colonial, en 1811 sin derramamiento de sangre proclamó su Independencia, no de la Corona borbónica, sino ante todo de las nuevas autoridades que desde Buenos Aires aspiraban a regir, centralistas, los destinos del territorio organizado en 1776 desde Madrid como Virreinato del Río de la Plata.
El país, el único en el escenario del subcontinente que había logrado autonomía política, independencia económica y un orden de social sin estrepitosas desigualdades, y que después de la derrota en el enfrentamiento bélico contra Argentina, Brasil y Uruguay de la Guerra de la Triple Alianza (Cuádruple si se cuenta a Inglaterra) nunca recuperará, en el año 2011 festejó los doscientos años de la instauración de la República.
Estas efemérides del Bicentenario, que fueron presididas por primera vez a cargo de un presidente elegido en elecciones genuinamente pluripartidistas, Fernando Lugo, tuvieron un final abrupto con su destitución en 2012 por un golpe de Estado ‘express’ –según lo calificó la prensa regional– en el Congreso, y un final más lejano pero más definitivo con el retorno al poder del Partido Colorado, el más viejo del mundo, el del general Alfredo Stroessner (que gobernó entre 1954 y 1989), con el triunfo electoral de su candidato Horacio Cartes en las presidenciales de 2013.
Pero a la vez, estas efemérides reconocían, con una nueva afirmación, una autoconciencia literaria que resultaba más distintiva y propia desde el otro lado de las fronteras- el argentino- no siempre naturales del Pilcomayo, el Paraná o el Chaco.
De manera ‘novedosa’, las narraciones que visibilizan a la ciudad capital Asunción aparecieron en la novelística y en relatos ficcionales reunidos en un número llamativo de antologías de publicación asuncena, solo baste una de eufónico título Asunción t`mata (Felicitas Cartonera). En la Ciudad de Buenos Aires, la primera compilación fue Los chongos de Roa Bastos (Santiago Arcos, 2011). Un año antes se conmemoraba el aniversario de la Guerra del Chaco, el mayor enfrentamiento bélico intra-americano del siglo XX, que opuso a las dos naciones del Paraguay y de Bolivia entre 1932 y 1935.
El lugar ‘novedoso’ de la capitalía paraguaya en las ficciones no es suficiente para que el entero país pueda demostrar ‘ciudadanía’, hacerse ver como ‘ciudad’ además de su, sí, también constatable universo campestre rural. Causa y consecuencia de que el sector laboral mejor organizado es el de los campesinos que no migran a los centros urbanos. La migración mayor es a la Argentina. Un país ubicado en el corazón del ‘espacio interior’ sudamericano, caracterizado hasta entonces como el último bastión del ruralismo en un continente cada vez más urbano y suburbano.
La ausencia del éxodo a las ciudades, en un Paraguay sin industrias, se debió también a la migración regional, en especial a la Argentina: no es casual que ésta haya tenido fortuna literaria, en la exploración de estereotipos, formas lingüísticas, diferencias culturales confrontadas, bilaterales o múltiples, en las especiales novelas de los escritores argentinos Luis Gusmán, Washington Cucurto, Bruno Morales
“Es por ello que la gran novela que en la literatura del Paraguay puede compararse —comparación no es razón— con el Adán Buenosayres(1948) de Leopoldo Marechal es Yvypóra: El fantasma de la tierra (1959) de Juan Bautista Rivarola Matto, la que puede compararse con El sueño de los héroes(1954) de Bioy Casares es La Babosa(1952) de Gabriel Casaccia y a La Caída(1956) de Beatriz Guido, La llaga (1964) del mismo autor: a estos tres relatos porteños de densidad literaria, cultural, psicológica únicas corresponden otros tres no menos sobrescritos, pero decididamente anti-urbanos. Si el primero es un relato rural como parece imposible en la Argentina de la década de 1950, la acción de los otros dos transcurre en Areguá, una localidad de veraneo de los liberales a hora y media de Asunción, sobre un Lago Azul, el legendario Ypacarai” (Nicolás G. Recoaro, Alfredo Grieco y Bavio et al, , 2011:17).
En su conjunto, los autores en sus ficciones urbanas dan cuenta de una visión compleja que solo se logra – y estos escritores con mayor o menor felicidad lo han logrado- de un proceso social polivalente a la vez dinámico e incierto que convierten en metáfora por la deliberada elección de una lengua. Porque, a diferencia de otras dictaduras y otros autoritarismos hemisféricos, los del Paraguay no defendieron el purismo lingüístico, sino que impulsaron, primeros en América, a una lengua amerindia, el guaraní, a la categoría de lengua oficial, en igualdad de condiciones burocráticas que el castellano. Desde la teocracia jesuita al gobierno del obispo católico Fernando Lugo, presidente que puso fin a una hegemonía del Partido Colorado que con intermitencias importantes continuaba desde 1870, el guaraní fue una lengua interna y secreta, como lo prueba la rica literatura heteroglósica del país, en un rasgo que ha aumentado en las últimas décadas por la “frontera viva” con el Brasil, y el nacimiento y ejercicio de literaturas en “portuñol salvagem” o “brasiguayo”, que a su vez abrevan y subvierten debidamente la tradición del yopara, literalmente arroz y porotoscombinación, entrevero, en porcentajes jamás estables, de guaraní (de diversos guaraníes) y castellano.