La historia contemporánea de Corea es un territorio disputado por imperios. China, Japón, la Unión Soviética, Estados Unidos. Por primera vez en años, el destino de la península parece estar en manos de los propios coreanos. Dafne Esteso repasa la historia de estas disputas y explica de qué se alimenta la esperanza de reconciliación.

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Cuando nadie lo esperaba, después de un 2017 de amenazas nucleares desde y hacia las península coreana, un acercamiento entre las dos Coreas fue posible.  El pasado 27 de abril los presidentes de las dos Coreas se dieron la mano por primera vez en diez años. Desde entonces se especula con la posibilidad de un acercamiento de posiciones entre el presidente de uno de los últimos países comunistas, Kim Jong Un, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump que dé marco y garantías para terminar con el último conflicto vivo del siglo XX, un conflicto zombie de un siglo que ya terminó. Una conflicto que empezó en una semana exacta, en un lugar exacto. Entre 4 y el 11 de febrero de 1945, en el palacio Livadia, en la ciudad de Yalta, Crimea, a las orillas del Mar Negro, donde Asia y Europa son una sola cosa. Durante esos días Roosvelt, Stalin y Churchill dividieron el mundo y Corea en dos.

Imperio, imperialismo, colonialismo.

Desde la antigüedad y durante todos esos siglos que en Occidente llamamos edad media y edad moderna, Corea logró sobrevivir al expansionismo chino, manteniendo su autonomía política siempre y cuando sus reyes rindieran tributo económico y simbólico al emperador de la China. Aun cuando mantuvo su idioma, sus sistema administrativo y su gobernante, en reino de Corea no pudo, sin embargo, evitar ceder a la influencia de la cultura china: también en Corea el confucionismo se volvió cultura oficial. Todos estos años de autonomía a cambio de tributo fueron los largos siglos de la dinastía Joseon, que conservó el poder desde 1392 hasta 1910, cuando el reino coreano cayó en combate y fue anexionado por la otra gran potencia del Este, Japón. China ya no podía defender a su súbdito. Por un lado, el Reino Unido la había sometido cincuenta años antes en la Guerra del Opio entre 1839 y 1842. Por el otro, Japón, tramitaba su relación con la modernidad europea, volviéndose él mismo con una potencia imperialista, desde la famosa restauración Beiji que puso a Japón en la vanguardia de la modernidad asiática  Para 1910, el imperio más antiguo había sido jibarizado por los imperialismos modernos. Y su súbdito, el reino coreado, había sido degradado a colonia.

Treinta y cinco años después, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, Corea volvió a sufrir sobre su propia geografía las secuelas de la disputa imperialista. Como consecuencia de los tratados de Yalta, la entonces ex colonia japonesa se iba a dividir en dos “zonas de influencia”. Con unidas por su historia, por su etnia, y por su idioma, la dos Coreas quedaban separadas en el paralelo 38 por la competencia imperialista de la Guerra Fría. Por un lado, la Corea que pasa de colonia a régimen capitalista tutelado por los EEUU. Por el otro, la Corea que salta de colonia a dictadura socialista bajo la órbita soviética.

Desde entonces, el desarrollo económico de una y otra Corea se dio en el marco de las tutelas y la influencia de otros países. La democracia, primero y la dictadura, después, en Corea del Sur fueron sostenidas política y financieramente por Estados Unidos, aunque el modelo de desarrollo siempre fue japonés. Protección norteamericana, sobreexplotación, disciplinamiento, mano de obra calificada, mercado interno, sustitución de importaciones escalonada, los pilares de su desarrollo a la japonesa.

En Corea del Norte, por su parte, el gobierno formado después de la guerra recibió su poder y facultades de la URSS que delegó la responsabilidad de gobernar en el flamante Partido del Trabajo de Corea.  Aunque después de la muerte de Stalin, el gobierno de Corea del Norte a cargo del Kim Jong-il -padre de Kim Jong-un, el actual presidente de Corea- recuperó autonomía política en el escenario internacional, la autosuficiencia económica siguió siendo un utopía. El éxito de los planes coreanos siguió dependiendo de que la Unión Soviética financiara la industria energética con petróleo y gas subvencionados hasta la gratuidad. Con la caída de la URSS, Corea del Norte conoció hambrunas que, sin embargo, no terminaron con el régimen como pasó en los países comunistas de Europa.  Hoy, las hambrunas quedaron atrás con la llegada de nuevas inversiones que sacaron a la economía comunista de la crisis. Actualmente, el 95% de las inversiones en Corea del Norte son iniciativas público-privadas de capital chino.

 

Coreano, Coreas, Corea.

Desde la disolución de la URSS, cada hijo del comunismo tuvo que encontrar su camino en el mundo. Corea del Norte hizo de su arsenal militar su principal activo y carta de presentación en la globalización. Desde entonces, tres escaladas nucleares con Estados Unidos señalizaron el camino de su inserción global. En 1993, durante la presidencia de Bill Clinton; en 2002, durante la gestión George Bush y recientemente con Donald Trump, en la administración norteamericana. En ningún caso nadie apretó el botón rojo. En ningún caso, Corea del Norte cedió a las presiones para que desmantele su arsenal nuclear.

SIn embargo, el pasado 27 de abril los presidentes de las dos Coreas se dieron la mano por primera vez en diez años. La foto se concretó delante del Hunminjeongeum, la obra que conmemora la creación del alfabeto coreano y que es uno de los símbolos máximos de la unidad compartida. Algo de los esfuerzos del nuevo presidente de Corea del Sur, Moon Jae In, ya se habían visto el pasado 9 de febrero cuando las dos Coreas desfilaron juntas con la bandera de la unificación en la ceremonia inaugural de los JJOO de invierno de PyeongChang. Es que desde 2017, cuando el Partido Democrático ganó las elecciones y Moon Jae In fue electo nuevo presidente, Corea del Sur volvió a jugar el rol de principal interesado en sostener el diálogo y acercar a Corea del Norte y a EE.UU, cuando lo peor empezaba a parecer una posibilidad.

Desde su llegada al poder, Moon retomó la histórica política del Rayo del Sol del Partido Democrático, después de una década de gobierno del Partido Liberal Conservador, el máximo representante  del anticomunismo coreano. La política del Rayo de Sol había sido puesta en marcha en 1997 por el ex presidente Kim Dae-Jung, también del Partido Democrático, pero estaba suspendida desde 2007, cuando el Partido Liberal Conservador volvió al poder con Lee Myun-bak. El Rayo del Sol fue la primera política de acercamiento entre las Coreas posterior a la caída del Muro de Berlín y el final de la Unión Soviética. Durante su primera etapa, fue el marco para las primeras cumbres entre presidentes de ambos países, la creación de un Ministerio de Unificación en el gobierno surcoreano, el comienzo de una política de reunificación familiar, la creación de un parque industrial mixto y la explotación conjunta de un complejo turístico. Retomando la política del Rayo del Sol, Moon confirmó las esperanzas de acercamiento y distensión que despertó su triunfo en las elecciones presidenciales de 2017. El último encuentro con el Hunminjeongeum de fondo fue el punto alto de este verdadero relanzamiento de las relaciones intracoreanas. Acaso, la perseverancia del Sol termine ganándole a la fuerza de los vientos del Norte, como cuenta la vieja fábula de la que tomó su nombre la política del Rayo del Sol.

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