LOS DESAFÍOS ACADÉMICOS Y PRESUPUESTARIOS DEL INGRESO IRRESTRICTO SE HAN VUELTO PATENTES EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS. SIN EMBARGO, MUCHAS UNIVERSIDADES NACIONALES SIGUEN APOSTANDO AL INGRESO IRRESTRICTO CONVENCIDAS DE SUS BENEFICIOS ¿CUÁLES SON ESTOS BENEFICIOS? ¿POR QUÉ INSISTIMOS? ESCRIBE CECILIO CRECCHI

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Los desafíos académicos y presupuestarios del ingreso irrestricto se han vuelto patentes en las últimas décadas. Sin embargo, muchas universidades nacionales siguen apostando al ingreso irrestricto convencidas de sus beneficios ¿Cuáles son estos beneficios? ¿Por qué insistimos?

Insistimos por razones semejantes a las cuales esgrimimos en afirmación, por ejemplo, del voto universal y la gratuidad de la enseñanza. Porque es un instrumento principal en la consecución del goce efectivo y pleno de la igualdad jurídica y la igualdad de oportunidades en la vida para la ciudadanía en conjunto. Porque eleva la conciencia intelectual y moral de la Patria. Porque contribuye a la formación de masa crítica. Porque genera sujetos solidarios, en el más amplio sentido de este vocablo. Porque favorece la formación de recursos humanos, acrecentando el capital material y simbólico del pueblo argentino. Porque históricamente nos posicionó a los argentinos entre los pueblos más ilustrados y con mejor calidad de vida del Orbe, acrecentando el bienestar material y espiritual de la gran familia universal que es la Humanidad. Porque en el conocimiento es una de las formas del poder, más aún en la sociedad contemporánea de la información y la comunicación y si afirmamos, con las grandes mayorías latinoamericanas, la democracia frente a la oligarquía o la demagogia, fueren éstas de hecho o de derecho, concebimos que dicho poder-conocimiento debe ser accesible para todos por igual. Porque, en caso contrario, la Universidad debilitaría su compromiso con la Historia, dejando de ser un espacio de producción y difusión de saber científico y socialmente significativo, instrumento esencial de progreso para la sociedad en conjunto, para ser el reducto de una casta privilegiada de tipo económico, étnico y de género, pues no reducimos la concepción del ingreso irrestricto sólo a punto de vista económico o, mejor dicho, economicista. Porque todo ello conlleva el desafío de implementar políticas que rebasan los contornos de la institución universitaria, pugnando, entonces, por ubicarla en la centralidad de la arquitectura de la sociedad, lo cual es una apuesta por un marco político donde las decisiones se diriman desde un punto de vista positivo y no desde prejuicios y dogmas, sean éstos religiosos, políticos o de cualquier otro tipo.

En el curso de estas, y otras, ideas nos acogemos, a modo de síntesis, en las palabras de una de las más preclaras mentes latinoamericanas, la de Mariano Moreno, cuando traducía, hacia 1810, el Contrato Social de Rousseau: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía.

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