Nacido en plena pandemia, el Mundial de Escritura fue una compañía, una contención, y una salida del tedio del encierro y el miedo a la incertidumbre en medio de un contexto post-apocalíptico. Frente al aislamiento de los cuerpos construyó una red sostenida por la palabra, donde la escritura abandonó su contexto solitario para transformarse en un hecho grupal. En esta oportunidad, hablamos con Catalina Lescano, productora general del evento, y con Josefina Gómez, una de las concursantes para que nos cuenten un poco más sobre la experiencia del Mundial.
* * *
Uno de los proyectos que mejor supo aprovechar la dinámica virtual y el encierro fue el Mundial de Escritura. ¿Mundial de escritura? Si. Nacido del taller de Santiago Llach bajo el nombre de Le Championnat, como una dinámica para estimular la escritura entre sus participantes, el Mundial encontró terreno fértil en el momento en el que todos nos encontramos encerrados frente a nuestras computadoras, distanciados físicamente, pero conectados en la red de una manera nunca vista. Fue entonces cuando aquella competición que tenía lugar cuatro veces al año y congregaba a cien talleristas, se abrió a una convocatoria pública y alcanzó los dos mil quinientos inscriptos en tres días, con participantes de más de treinta países.
“En el Mundial creemos que la práctica de la escritura es tan individual como colectiva. En primer lugar, la idea de que se juegue en equipo es para que la presión de no fallarle al otro, al grupo, te obligue a escribir, pero la esencia del grupo en realidad pasa por compartir lo que uno escribe, abrirlo a la lectura y a los comentarios de los demás”, señala Catalina Lescano, productora general del Mundial de Escritura. En los últimos años, los talleres literarios han proliferado por todas partes y en todas las modalidades ¿A que se debe? El Mundial no es ajeno a este espíritu del tiempo y Catalina nos ofrece una posible respuesta: “La mirada del otro siempre es constructiva, ofrece otra perspectiva y, principalmente, acompaña. En la instancia de postulación de textos, incentivamos que el grupo sugiera o comente cuáles pueden ser los textos más potentes o ricos de los compañeros, porque también es cierto que uno no suele ser el mejor juez de su propia obra”. Si bien uno podría pensar que la competencia y la velocidad del trabajo van en desmedro de la escritura, pasa lo contrario. Algo del compartir, del feedback continuo, estimula a los que, en otras circunstancias, procrastinarían la escritura al infinito. Al respecto, Lescano agrega: “Una chica nos contó que entre dos ediciones del Mundial no había pasado un solo día sin escribir 3000 caracteres. Otros nos cuentan que toman uno de sus textos y los trabajan y empiezan proyectos más amplios, muchos grupos siguen en contacto y corrigen sus textos preferidos del Mundial y publican antologías”. El Mundial pone en funcionamiento una máquina de escritura, una red de contactos y, fundamentalmente, la predisposición de seguir escribiendo y corrigiendo.
Pero, ¿cómo se juzgan las obras? Al jurado se le presentan los textos que cada grupo de trabajo consideró mejor. La preselección es una responsabilidad grupal y surge del consenso. Luego de eso, llega el turno de los jurados. Catalina afirma que no hay un criterio único y que lo único que se espera que compartan es la consideración sobre el contexto en el que se producen las obras: “A los jurados y prejurados les entregamos el material y les pedimos que tengan en cuenta que son textos escritos en un día, tal vez de un tirón, y que los piensen como textos en borrador. A veces sugerimos que reparen en la originalidad de la voz y en el potencial de la historia, pero cada jurado se maneja con sus propios criterios”. Si bien ganar siempre es una motivación, pensar la literatura desde un territorio más lúdico es una estrategia para introducir en la práctica a aquellos que se alejan de la escritura por considerarla un territorio lejano y solemne. La calidad puede ser importante, pero el Mundial no pretende ser ni el premio Nobel, ni el Cervantes. De lo que suceda con los participantes en el futuro, dependerá de cada uno y de la capacidad de sostener el entrenamiento.
Más allá de que sea una competencia, el Mundial de Escritura tiene también otros fines, como ampliar la circulación de la escena literaria y el contacto con distintas escenas. “Nos gusta mostrar también esa escena literaria, o el detrás de escena, mejor dicho, a nuestros participantes, y durante los dos meses del juego organizamos charlas con escritoras y escritores para que nos cuenten acerca de sus procesos, ideas, hábitos y sus maneras de vivir la escritura. También convocamos a editores de diferentes países para que nos hablen de su oficio y de todo el proceso editorial. Y cuando convocamos a jurados y a autores y artistas para consignas, nos parece importante difundir tanto a autores reconocidos como a autores que tal vez no sean tan conocidos por el público general”, concluye la productora general del Mundial de Escritura.
El mundial desde adentro
Para conocer un poco más sobre la experiencia del mundial, Catalina sugirió que nos una participante que ella consideraba un caso particular. No había participado una única vez, y en todas las oportunidades había obtenido excelentes resultados en la competencia. Eso no es todo, cuando concursó por primera vez, todavía se encontraba cursando su último año de secundaria. Josefina Gómez tiene dieciocho años, salió tercera y además ganó el premio al voto del público en el primer Mundial, obtuvo 2da mención en categoría adolescentes en el 2do Mundial y ahora en el cuarto mundial su texto quedó entre los 10 finalistas de la categoría general.
-¿Cómo llegaste al mundial de escritura? ¿Qué te motivó a participar?
Llegué al mundial de escritura a través de una amiga. El equipo que se formó y la ilusión de lo nuevo me incentivaron a participar. A eso se le sumó el encierro que, creo, fue un factor bastante protagónico en los momentos de escritura que, a su vez, fue un refugio en ese período bastante solitario.
-¿Cuál era tu relación con la escritura antes? ¿Asististe a algún taller anteriormente?
Antes del mundial ya escribía, pero nunca había producido tanto material de manera tan constante y sistemática. Había hecho un taller de escritura con Belén López Peiró y algún que otro seminario o actividad de escritura más excepcional. A raíz del mundial, de acercarme a la escritura y al mundillo de los talleres, empecé a hacer taller con la poeta Flavia Calise. Todavía lo sigo haciendo.
-¿Cómo te resultó el sistema del trabajo en equipos? ¿Sentís que mejoró tu performance?
Me encantó trabajar en equipos. En todas las ediciones jugué con el mismo grupo de gente (con algunas variaciones sutiles) y eso me generó mucha comodidad para probar un solo modo de escritura, pero también para cambiar y deformar los estilos. No sé si me interesa mejorar mi performance, sino explorar mis límites, cruzarlos, escribir desde un margen. Leer a mis compañerxs cada día era un empujón, como tomar envión. Eso se notó, me permitió construir un nuevo mapa de referencias, otro punto de partida.
-¿Esta experiencia cambió en algo tu relación con la escritura?
Sí, totalmente. Me hizo conocer una forma de escritura alejada de la conclusión, de los cierres clásicos y de la búsqueda del ideal. Me dio lugar a jugar todos los días, a mezclar ideas, retorcerlas y, sobre todo, a editar. Me generó el hábito de editar el material que surgía de cada mundial.
-¿Qué tipo de literatura o autores te interesan?
Me interesa la literatura que me inquieta, que me sensibiliza. Las voces de las chicas, de las señoras, de los adultos a cuyas cabezas quiero entrar, pero también de lxs jóvenes, lxs pares. Me gusta la poesía, el ensayo, las novelas. No me interesa tanto la distinción entre ficción y no ficción, sí la primera persona, los relatos que me atraviesan por la voz que me habla. Últimamente estuve leyendo a Lucia Puenzo y a Sylvia Plath, pero también a Ana Cristina César y a Walter Benjamin. Me gusta mezclar, no quedarme quieta en ningún lugar.
-En relación a la lectura y a la escritura ¿Qué lugar ves que ocupan en la formación de la escuela secundaria?
No sé si me siento cómoda hablando de la escuela secundaria en general porque no sé cómo se da esa formación en relación a la lectura y escritura en todos los colegios. En mi caso particular las dos cosas tuvieron un rol bastante protagónico, pero también desde un lugar muy académico. Creo que eso genera cierto rechazo a la literatura en general y quizás sería interesante encontrar otras formas de abordarla, de enseñarla. Siento que dejarla en el plano más formal, institucional, la aleja de un sentido más sensible, manifiesto, que es el que, en última instancia, -al menos a mí- más me interesa.
-¿Tenés alguna opinión formada sobre cómo crees que debería promoverse el vínculo con la escritura y la lectura en la escuela?
No, no tengo una opinión formada. Supongo que es algo muy diverso, particular. Si creo que debería fomentarse la lectura y la escritura desde temprana edad. No como una obligación académica o una exigencia pretenciosa sino como un medio, un canal: leer autoras y escribir poesía, aprender a leer y aprender a encontrarse en esa lectura, conocer las preferencias propias, desarrollar la escritura, la palabra como ejercicio, casi que terapéuticamente. Todxs necesitamos ampliar nuestro radar de expresión. No hay gente que puede escribir y gente que no. Todxs podemos. Lleva práctica, tiempo, constancia. Hace falta compañía, es un proceso colectivo.
-¿Cuál fue tu experiencia con la literatura durante tu adolescencia?
Desde chica siempre fui muy lectora aunque en la adolescencia esa pulsión se vio detenida por las exigencias académicas. En el secundario tuve que leer muchísimo pero no tanto por placer sino más por obligación, entonces, por un tiempo, pospuse mis elecciones personales. De todas formas eran cosas interesantes las que leíamos pero eso frenó mi avidez lectora. Sin embargo, empecé a conectarme con la poesía o con las novelas, leí mucho a Julian Barnes y me fanaticé con el catálogo de poesía de Caleta Olivia. Fue todo un mismo camino confuso de perder la individualidad y sumergirme en la literatura como un hecho colectivo, como una búsqueda compartida; con mis amigxs, con mis docentes, con mi familia. mezclar gustos, recibir recomendaciones, encontrar mis intereses.