El heavy metal siempre vino a proponer una cosa: evitar el ablande. En esa postura siempre hubo una clara resistencia al status quo, a la explotación, a la injusticia, a las «cosas que pueden pasar», como diría Iorio. Ahora, ¿hay lugar para la fantasía y la imaginación en esa lucha? Malena Gallesio Serra, Integrante del Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal argentino (GIIHMA) y Licenciada en Ciencias de la Comunicación UBA, nos presenta una reflexión sobre otra otras voces del género, donde la resistencia encuentra otro lugar de ejecuci´´on.

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“El que piense que el teatro es ficción, está redomadamente loco”. Así termina la obra El Reportaje, una pieza teatral escrita por Santiago Varela y que escenifica una entrevista al militar responsable de poner una bomba en el teatro El Picadero para amedrentar al movimiento de Teatro Abierto durante la última dictadura cívico-militar, la misma noche que Frank Sinatra tocó por primera y única vez en Buenos Aires.

Cuando empecé a escribir este artículo, con la idea de abordar al heavy metal fantasy y la forma en que la ficción puede ser una herramienta para pensar la realidad, no podía parar de pensar en esas ficciones que resultaron tan verdaderas y peligrosas para los genocidas que tuvieron que ahogarlas, quemarlas, estallarlas.

Y también en esas ficciones y apariencias que hicieron pasar por verdades cuando tuvieron que esconder horrores efectivamente reales en sentido lacaniano.

Ficción, realidad, verosímil, mentira la verdad y verdad la mentira.

Y en el medio, el arte.

La relación entre arte, realidad y ficción siempre ha sido espinosa y dialéctica, fronteras difusas que no dejan de moverse: ¿podemos dibujar una línea? ¿Dónde?

Para quienes recorremos el camino de las artes performativas, y sobre todo para quienes hemos atravesado la técnica del Método y los aportes de Konstantin Stanislavsky, la verdad forma parte de la ficción desde el primer momento: todo lo que sucede arriba del escenario debe ser verdadero, aunque sea, a fin de cuentas, ficcional.

Cada disciplina artística enfrenta a su manera la tensión entre la ficción y la realidad, y es justamente esa tensión la que me convoca en el fantasy metal.

El heavy metal, en particular el argentino, por su momento y contexto de introducción, siempre se ha autopercibido, nombrado y narrado como un espacio de resistencia, de denuncia de la explotación y la injusticia, y de oposición a las clases dominantes, como plantea Gustavo Torreiro (2016). A nivel de las líricas, esta disidencia puede encontrarse en un amplio arco de bandas, tales como Horcas o Tren Loco, en la poética de Iorio, e incluso en bandas con una línea radicalmente diferente, pero igualmente impugnadoras, como podría ser Raza Truncka.

Pero esta disidencia, o la forma en que Iorio busca exponer cierta verdad de modo análogo a la gauchesca, siguiendo a Juan Ignacio Pisano (2016), es sólo una de los campos posibles que la enunciación habilita. Pensar que no hay ni puede haber, en el metal argentino, otras derivas líricas y otras temáticas posibles, es bastante más fantástico que cantar sobre dioses vikingos y dragones.

The challenger stands in front of the spooky castle, digital painting.

Si nos apartamos de las líneas más nacionalistas, o expresamente contestatarias que adoptan la posición enunciativa del oprimido, ¿qué otras posibilidades hay? ¿Cuál es el lugar de la ficción y la fantasía en el metal argentino? Efectivamente tiene un lugar, si miramos letras de canciones de Rata Blanca, Tridanna, Tersivel y Skiltron (quienes, llamativamente, eligen cantar mayoritariamente en inglés, lo que creo sería un punto interesante para seguir indagando), e incluso algunas de Lorihën.

Pero, más que hacer un catálogo de canciones y bandas concretas que incluyen elementos de la fantasía en sus líricas, me interesa pensar al fantasy metal como una herramienta para pensar la realidad, dentro de las posibilidades que la ficción y el arte nos ofrecen para sublimar aquello que nos pasa: no solamente dar por válido al arte por el arte mismo, y dentro de él al fantasy metal, sino también pensar en el rol de la ficción para un arte atravesado por la política. Aunque genuinamente me pregunto si puede existir arte que no lo esté.

El arte no necesita enunciar de manera realista para configurar una posición de resistencia, ni hacer gala de la transparencia de la gauchesca para denunciar aquello que identifica como opresivo. ¿Quién dijo que desde la ficción no se resiste? ¿Acaso es necesario ser literal para que la denuncia sea efectiva? ¿Acaso no se pueden cantar verdades desde la ficción más fantástica?

No podemos subestimar el rol de la metáfora como instrumento de sublimación de lo existente: las metáforas nos ayudan a cambiar el reparto de lo sensible, en palabras de Jacques Rancière, y a visibilizar cuestiones que, de otra forma, no serían evidentes. Desde arriba del escenario y desde atrás de un micrófono podemos, a veces, ser más libres para enunciar verdades que no podrían ser dichas de otra manera, y llegar a ojos y oídos diferentes.

Greet the final battle alone, digital painting.

Lo cual amerita la siguiente pregunta: el arte, ¿es sólo efectivo políticamente desde ciertas temáticas y líricas? ¿Sólo se puede resistir cuando se enuncia desde un sujeto obrero, y no desde un guerrero, vikingo o pirata? Distintas formas de la experiencia sensible en distintos espacios artísticos nos pueden ofrecer repertorios diferenciados para pensar la realidad de variadas maneras, más o menos metafóricas, pero no por eso menos reales y menos efectivas. Tendríamos que pensar cuál es, por ejemplo, la potencia de hablar y cantar desde lo fantástico, y de darle un lugar a la magia desplazada por la racionalidad capitalista y descalificada como herejía o superstición.

Por otra parte, lo rupturista y disidente del arte no siempre se encuentra en el nivel de la lírica: también puede encontrarse en las formas, los espacios, los momentos, las operaciones disensuales que construye, incluso hacia adentro del mismo campo. Si volvemos a Rancière, nos diría que las posibilidades de la resistencia pasan por esos micromomentos de desgarro y disenso que abren nuevas posibilidades del decir, del hacer y del representar.

Y el disenso puede orientarse hacia afuera del metal…o hacia adentro.

No me parece descabellado plantear que existen posibilidades disruptivas en el heavy metal fantasy que, no por usar la ficción como herramienta o punto de partida, dejen de ser una puerta a la resistencia y a la construcción de nuevos repartos de lo sensible.

Sí me parece extremado quedarnos con que la denuncia sólo puede venir de una enunciación realista, nacionalista, de denuncia literal, porque los textos ficcionales sólo sirven para escaparse de aquello que no queremos ver hablando de duendes, hadas y magia. Como si hablar de duendes, hadas y magia en un mundo que nos empuja al racionalismo absoluto y a la tecnofilia no fuese, también, una forma de resistencia.

Igual de loco que quien piensa que el teatro es mera ficción es aquél que piensa que la ficción no tiene capacidad de impactar en nuestras condiciones materiales de existencia, y que el fantasy metal solamente se trata de cantar sobre dragones.

Referencias bibliográficas:

-Capasso, Verónica Cecilia (2017). “Lo político en el arte. Un aporte desde la teoría de Jacques Rancière”, en Estudios de Filosofía, N° 58, julio-diciembre de 2018. Universidad de Antioquía.

-Pisano, Juan Ignacio (2016). “La pasión y la ética: un lugar para la palabra y la tradición en las letras de Iorio”, en Se nos ve de negro vestidos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ediciones La Parte Maldita.

-Torreiro, Gustavo (2016). “El heavy en Argentina como subcultura: identidad y resistencia”, en Se nos ve de negro vestidos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ediciones La Parte Maldita.

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