La obra de Jorge Serrano no solo está hecha por los hits de Los Auténticos Decadentes cantados y bailados por todo el mundo, sino que además ha compuesto canciones para Todos Tus Muertos o su disco solista. Pero también en esas mismas composiciones conocidísimas se pueden encontrar otras lecturas e incluso hacerlas dialogar entre sí: la otra cara de los hits.

 

No

Las primeras composiciones de Jorge Serrano fueron en y para Todos Tus Muertos a mediados en 1985. Solamente tocó en sus primeros dos shows y luego se fue de la banda. Pero dejó canciones que luego se convirtieron en clásicos que tienen sobre todo una mirada cruda y negativa sobre la vida en sí y el país. Es muy común que alguien se sorprenda al saber que el autor de algunas canciones emblemáticas de esta banda punk es el mismo que el de «Corazón» o «Vení Raquel».

En el disco homónimo de Todos Tus Muertos (1988) uno de sus temas que aparece es «Gente que no». El enunciador nombra (y describe) todo aquello que no quiere ser: «Hay gente mentirosa / gente policía / gente de mierda / gente que no» en un ritmo machacante. La época en que compuso ya dice mucho, pues fue justo a la salida de la última dictadura militar en Argentina. Esa opresión real y simbólica dejó marcas en muchísima gente, especialmente jóvenes. Jóvenes como Serrano en esos años no vieron florecer la primavera alfonsinista pues la represión y las razzias seguían azotando a la juventud. Esa “gente que no” funciona obviamente de manera negativa. Pero también puede ser a la inversa, hay “gente que no” que justamente no es todo eso que rechaza. Adelantándonos unos años, ya en el disco Mi vida loca que consagraría definitivamente a Los Decadentes como un fenómeno popular, en “La Guitarra” podemos rastrear la rebeldía hacia los mayores ya presente en “Gente que no”. Dice «porque yo no quiero trabajar / no quiero ir a estudiar / no me quiero casar» y remite claramente a «Hay gente que te dice que tenés que trabajar / hay que gente que te dice que tenés que estudiar / hay gente que te dice que tenés un problema existencial». ¿La diferencia? En “La Guitarra” ya está claro el objetivo de vida: «Quiero tocar la guitarra todo el día/ y que la gente se enamore de mi voz» y en la de TTM se define por la negativa. No sabe lo que quiere hacer, sí está seguro de lo que no quiere. Un par de años después de la composición de Serrano, Luca Prodan cantaba “No sé lo que quiero/ pero lo quiero ya”.

«El espejo» (grabada por TTM en el disco Nena de Hiroshima de 1991) parte de un clima de ahogo, descontrol y desesperanza: «Otra noche vuelvo a estar / con ganas de morirme / No sé por dónde escapar / a dónde poder irme». Acá ya vemos el desdoblamiento del personaje, pues de la primera persona pasá a la segunda: «Lavate la cara/ tratá de vomitar/ Tomá un poco de aire / y despabilate / que no estás en tu casa / y te tenés que volver / en colectivo». Hay confusión y desolación: «Me miro en el espejo y no sé quién soy / me miro en el espejo y no sé quién sos».  Y acá otra vez, como en «Gente que no» aparece el miedo a las fuerzas represivas: «Tuviste suerte / y no te pararon». Ya se puede observar un planteamiento de dos caras, en que siempre hay un revés que no deja de ser parte de la misma unidad. En este caso el reflejo de lo que no quiere vivir ni ser pero que en realidad es lo que está viviendo. En ese caos, ya no se reconoce

El ego y el amor

Hay dos canciones suyas emblemáticas, separadas por unos quince o veinte años y que podrían ser hermanas. También vamos a ver dos situaciones similares resueltas de formas casi opuestas.

Loco (tu forma de ser), es una suerte de bolero con toques de música tropical. Un yo adolescente o post-adolescente describe un amor a primera vista. Se enamora de la chica mala, difícil, imposible: “Te burlaste de todos, te reíste de mí/ tus amigos escaparon de vos”. Resalta las partes que para cualquiera pueden resultar negativas pero que él adora: “Tu egoísmo y tu soledad/ son estrellas en la noche de la mediocridad”. Ama a alguien que no comprende. Ama a una chica mala. Y ahí radica el secreto de la atracción: “Me sonreíste así, nadando en tu demencia/ No sabía qué hacer, te traté de besar/ Me pegaste un sopapo y te pusiste a llorar”. También hay algo de masoquismo y de meterse en lo desconocido.

“Un osito de peluche de Taiwán” comienza también como un bolero pop, repleto de metáforas amables y cursis: “Dentro de tus ojos veo un lago/ Donde un hada se desnuda/ Para que la adore el Sol”. Pero enseguida cambia a un lado más oscuro: “La melancolía de la tarde/ me ha ganado el corazón/ y se nubla de dudas/ (…) Y alumbra una tormenta”. El egoísmo y la soledad ahora es propio, tanto que expulsa a la otra persona: “Necesito un poco de libertad/ que te alejes por un tiempo de mi lado/ que me dejes en paz”. El yo de esta canción es alguien maduro y neurótico. El foco ya no se posa en el otro (la otra) sino en sí mismo: “Siempre fue mi manera de ser/ No me trates de comprender/ No hay nada que se pueda hacer/ Soy un poco paranoico lo siento”. Ahora estamos en presencia de un sujeto sobre psicoanalizado que va y vuelve sobre sus pasos sin hacerse cargo de sus actos: “Al ratito ya te empiezo a extrañar/ Me preocupa que te pueda perder/ Necesito que te acerques a mí/ Para sentir el calor de tu cuerpo”. El comportamiento culposo y de reparación lo inserta en una especie de círculo vicioso

En las dos canciones se repite “forma de ser”, en “Loco” es “TU forma de ser” y en un “Osito” es “MI forma de ser”. Ya no se vuelve loco por otra persona, ahora él es el que se vuelve loco sin razón al que la otra tiene que soportar. Quien se deslumbraba por la ciclotimia ajena ahora la acepta en sí. De una declaración de amor pasó a un pedido de disculpas. También se puede hacer una relación con respecto a los objetos claves que se nombran en las dos canciones. En “Loco”, aparecen el sifón y el pingüino, símbolos de una Argentina (quizá más bien de una Buenos Aires) de otra época, que en los ´80 todavía estaba pero ya comenzaba a desvanecerse. Una mística barrial, afectiva, y hasta ligada a la nostalgia del tango. El osito de peluche proveniente de Taiwán, en cambio, es símbolo de un mundo ya globalizado, ajeno, de una Argentina post-menemista. La importación de productos baratos de mala calidad y que duran poco tiempo como un símbolo del 1 a 1 y de los comercios de Todo x $2. Se pasó de una sociedad con sentido de comunidad a la exaltación del individualismo. Del romanticismo de la juventud al cinismo de la adultez. Quien antes se volvía loco por la forma de ser de la otra o del otro, ahora se vuelve neurótico porque sí y se centra en sí mismo.

 

 

El bien(estar) y el mal

 

En 2010 publicó su disco solista Alamut hecha básicamente de canciones descartadas por su banda. Fue grabada por varios de sus compañeros de Los Decadentes y presentado dentro de un show del grupo. El disco tuvo escasa repercusión, principalmente porque tuvo solo ese recital y no giró más. Yendo al álbum, hay temáticas y tonos que se repiten. Está atravesado por una concepción filosófica de la vida, casi entre el bien (bienestar) y el mal. Uno de los ejes que recorre el disco es, casi peligrosamente navegando por los rápidos de la autoayuda, ser positivo y no desaprovechar lo que nos es dado. Por ejemplo, en «Emociones negativas» dice «tengo un container de basura en el pecho». La imagen (sensación) tiene una potencia innegable: se ve y se huele. Luego, haciendo uso y abuso de imágenes y rima espeta: «Antes era fruta deliciosa / hoy sos manzana arenosa». Pero en el estribillo usa un vocabulario bastante elevado, extraño para un compositor de canciones populares: «andás siempre por la vida protestando / protestando como si la vida te debiera/ algo más que la magia del momento y el lugar / coordenada espacio-temporal / en un mundo material». En la misma canción usa imágenes y metáforas del ámbito cotidiano y una declaración filosófica.  Pasa algo parecido en “Babia”: donde combina “tu deporte preferido / es la siesta digestiva entre comidas” con “silba el viento entre tus oídos/ detrás de tus ojos no hay nada/ y el dorado crepúsculo de tu salud mental/ amenaza inexorable y silente”. Esta mixtura de registros genera una suerte de efecto de cachetazo, algo parecido a un llamado de atención, una conversación donde al final el enunciador se puso serio y no hay más lugar para juegos de palabras. En “Fósforos” dice “Fuiste fuego y hoy carbón / solo un fósforo quemado / una simple oxidación”. Se puede ver cómo desde lo figurativo desemboca en una explicación científica. Otra vez hay una bajada a tierra, un devenir material.

Con respecto a las ideas que contrastan y se oponen se puede ver en Hoy trasnoche (2000). Comienza con una dicotomía que claramente quiere dejar en evidencia: “Yo puedo” y “No puedo”, canciones 1 y 2 del disco. La primera habla de la superación personal y espiritual; mientras que la segunda de las tentaciones: “Tanta alegría seguida me va a hacer mal”. Toma algo positivo como la alegría y lo convierte en negativo en su abundancia. A su vez, esta idea se relaciona con una canción de su álbum solista: “Siempre hay que evitar estar solo y pensativo/ porque el Diablo tienta al aburrido”. El demonio no aparece con la lujuria, los vicios y los excesos sino con el tedio. La alegría y el aburrimiento pueden ser igual de peligrosos. Esta constante hace que su obra se retroalimente e incluso pueda ser en ese diálogo, casi una puesta en abismo. Pero quién mejor que el propio Jorge Serrano para explicar la operación de mostrar el reverso. Lo explicita, justamente, en “Abismo”: “Me encuentro en un estado/ de constante tensión/ de una eterna disonancia personal// Tengo la mente siempre puesta/ en otro lugar, otro lugar/ y así mantengo perspectiva de mí mismo”.

Sumate a la discusión