Tanto Cataluña como Escocia han comenzado, desde hace ya unas décadas, un camino independentista. Si bien aún no han logrado la autonomía total, los discursos sobre las ventajas y desventajas de la separación de España y Reino Unido, respectivamente, se han hecho cada vez más presentes en la discusión pública. ¿Cuáles son las razones que todavía frenan el proceso de independencia?

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El separatismo escoces

El Reino de Escocia fue un estado independiente hasta 1707, fecha en la que se firmó el Acta de Unión con Inglaterra para crear el Reino de Gran Bretaña. La unión no supuso alteración del sistema legal propio de Escocia, que desde entonces ha sido distinto del de Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, por lo que es considerada en el derecho internacional como una entidad jurídica distinta. La subsistencia de legislación propia, y de un sistema educativo y religioso diferenciado del resto de la unión, forman parte de la cultura escocesa y de su desarrollo a lo largo de los siglos.

Sin embargo, a pesar de este reconocimiento internacional existe un movimiento independentista que aboga por una expansión y consolidación de los derechos soberanos del pueblo escoces. Surgido en el siglo XIX, el independentismo escocés ha ganado influencia desde finales del siglo XX, representado por el Scottish National Party (SNP, Partido Nacional de Escocia), que aboga por la independencia del país, el cual obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento escocés en las elecciones de mayo de 2011.
En este sentido, la presión independentista de la población escocesa registra su primer logro institucional el 11 de septiembre de 1997, fecha en la que se realizó el referéndum para consultar a la ciudadanía escocesa sobre su disposición para que la población local recuperara el poder legislativo. El resultado fue afirmativo y al año siguiente se promulgó la Ley de Escocia de 1998, por la que el Gobierno del Reino Unido concedió mayores niveles de soberanía a Escocia, en la cual se restablecía el Parlamento Escocés y les permitía asimismo tener gobierno propio.

Por su petróleo, su PBI per cápita escocés equivale al 115% del de Reino Unido.

Desde entonces las instituciones políticas y económicas locales han experimentado un gran desarrollo, proyectándose en condiciones de bienestar de la población. El sector de provisión de servicios especialmente en lo que respecta a servicios bancarios y financieros, que resultó el más robustecido. Sin embargo la crisis financiera del 2008/2009 llevó a que gran parte del déficit británico general sea cargado por la aventajada productividad del aparato productivo escocés. Por ejemplo, podemos señalar que, en el primer trimestre de 2014, el Producto Bruto Interno (PBI) total de Escocia fue de 240,000 millones de dólares al año, lo que equivale a aproximadamente el 8% del PBI total de Reino Unido. Gracias a que tienen acceso al petróleo, su PBI per cápita equivale al 115% del de Reino Unido. Ello en gran parte explica la confianza de los independentistas en su autosuficiencia económica.
Como resultado del continuo proceso de demanda separatista escoces, el 18 de septiembre de 2014 tras un acuerdo entre el Parlamento Escocés y el Parlamento del Reino Unido se celebró otro referéndum, para decidir si Escocia debería ser un país independiente del Reino Unido. El resultado de la consulta obtuvo un 55,3 % de los votos para el «No».
La cuestión catalana
Una situación diferente es la atravesada por Cataluña, una comunidad autónoma española, situada al nordeste de la península ibérica. Su situación estratégica ha favorecido una relación muy intensa con los territorios de la cuenca mediterránea y con la Europa continental. Esta región constituye un territorio demográficamente denso y altamente desarrollado, liderando el sector industrial en España desde el siglo XIX. Su economía es la más importante de entre las comunidades autónomas, al generar el 18,8 % del PIB español.

La Generalidad de Cataluña, sistema institucional en que se organiza políticamente el autogobierno de Cataluña, tiene amplias competencias y gestiona diferentes ámbitos, como pueden ser: educación, asuntos sociales, tránsito, determinación de políticas económicas y de comercio, etc. También es la responsable de la construcción de equipamientos públicos como hospitales, escuelas de primaria y secundaria, universidades, residencias para la tercera edad, entre otras.

Pese a cierta indefinición constitucional en torno al grado de descentralización asumible por las comunidades, la regionalización del territorio español se desarrolló rápidamente y con notable éxito desde sus inicios hasta finales del siglo XX, asumiendo las mismas cada vez más competencias políticas y administrativas. La prosperidad catalana y sus históricas reivindicaciones culturales se han revelado en el mismo proceso como factores lo suficientemente razonables para procurar un status quo diferenciado del reino español. Tras el estallido de la demanda independentista, hay sectores del activismo separatista catalán (partidos políticos locales, ONG´s y parte de la prensa autonomista, sustentados ellos en trabajos de investigación académica) que insisten en que Cataluña, como Estado independiente, tendría una renta per cápita similar a la de Alemania. Así lo afirman militantes pro independentistas como Convergencia Democrática de Catalunya -partido que, junto a Unió, forma parte de la coalición que gobierna actualmente esta autonomía-. Pero, como contrapartida la deuda pública catalana ascendería a casi 50.000 millones de euros. Otras fuentes dicen que la renta per cápita de Cataluña se desmoronaría tras la independencia hasta alcanzar el nivel de Chipre.

En sentido contrario, el ex economista jefe del FMI y actual profesor de la Universidad de Harvard, Kenneth Rogoff, considera que Cataluña sería uno de los países más ricos del mundo si fuera independiente. Por otra parte, el New York Times, en un artículo apoyando la independencia económica de Cataluña, ponía de relieve «la estrangulación financiera» de la región a la que estaba expuesta por la presión fiscal española.

“Cataluña podría permitirse la soberanía, pero sufriría empobrecimiento de su nivel de vida”, dice Ferrán Brunet, profesor de economía europea de la Universidad Autónoma de Barcelona, que explica con estas palabras que, un estado catalán independiente sacaría como beneficio la soberanía fiscal, ya que hay un desajuste entre lo que aporta y lo que recibe del Estado español: un déficit de unos 16.500 millones de euros al año. Pero también advierte que esto tendría un coste, ya que se haría cargo de servicios que cubre ahora aquel, como por ejemplo los gastos de defensa, de la diplomacia o de parte de la seguridad. Además, le saldría también más caro financiarse en los mercados de deuda.

Cataluña tiene un PBI de 210.000 millones de euros, con 32.000 kilómetros cuadrados y 7,2 millones de habitantes. A mérito de datos comparativos con otros países de la región, Cataluña tiene potencial de sobra para ser independiente en lo económico. Sin embargo, en la actualidad le sería imposible financiarse en los mercados y, en caso de independizarse, no podría afrontar el pago de su deuda. Tales consideraciones le conminan a no pensar en separarse de España por lo menos en algunas décadas, hasta que arregle sus cuentas internas.

Cuando se inició el debate independista se había analizado que Cataluña tendría potencial de sobra para ser independiente tanto en lo socio-cultural como en lo económico. Sin embargo, en caso de una división del territorio, Cataluña tendría que asumir también proporcionalmente la deuda del Estado, además de la deuda catalana, por lo que quedaría casi con unos 200.000 millones de euros de deuda en total.

La cuestión a debatir es si podría España mantener su nivel económico sin Cataluña,

La cuestión a debatir es si podría España mantener su nivel económico sin Cataluña. En 2009, antes de la crisis, España era la quinta economía europea, con un PIB de 1.050.000 millones de euros. Le superaban Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. Pero la crisis ha hecho que el PBI se contrajera sin freno. Desde entonces ha continuado la recesión, exponiendo a la población a altas tasas de desempleo.

Con la secesión, España no sólo perdería el PBI catalán, sino también todo el enriquecimiento generalizado que como país genera la actividad económica catalana. Perder Cataluña sería como perder el 20% del PBI, lo que supondría una contracción inasumible. Las empresas catalanas son tejido industrial español que dejarían de enriquecer a las cuentas públicas, así como dejar de aportar impuestos para el sistema fiscal. Los empleos que podrían perderse serían otro punto a tener en cuenta, igualmente desastroso. La conclusión es clara: la independencia catalana no convendría inmediatamente a ninguna de las dos partes.

En cuanto a la separación de Escocia, pondría fin a los 307 años de unión con Inglaterra y Gales como parte de Gran Bretaña. Escocia tiene 5,3 millones de habitantes, lo que representa el 9,83 por ciento de la población del Reino Unido, y su territorio representa el 32 por ciento de la extensión actual de la unión. Además, sus reservas petroleras, las mayores en Europa, aportan 91 por ciento de los ingresos petroleros y de gas británicos, según cifras de la Oficina Nacional de Estadística de Reino Unido.

La economía escocesa no depende totalmente del petróleo. El 28 por ciento de los ordenadores que se venden en Europa proceden de este territorio, es un exportador neto de electricidad, es el mayor productor de salmón del Atlántico en la Unión Europea y el sector turístico genera 200.000 empleos, según cifras de la Oficina Nacional de Estadística de Reino Unido y del gobierno escocés.

Escocia es más rica per cápita que Reino Unido, cosa que a los partidarios de la independencia les encanta pregonar. Gracias a que tienen acceso al petróleo, su PBI per cápita equivale al 115% del de Reino Unido, según el gobierno escocés, por lo que sería el 14º país más rico del mundo. Al primer trimestre de 2014, el PBI total de Escocia fue equivalente al 8% del PBI total de Reino Unido. La producción económica per cápita de Escocia también es la mayor de Reino Unido fuera de Londres y el sureste de Inglaterra.

Sin embargo, la recesión ha afectado duramente a los escoceses. Durante el año más difícil, 2009, la economía del país se contrajo en un 6%, más que en el resto de Reino Unido, donde la contracción fue del 4%. La productividad y el ingreso promedio por familia también son menores a los promedios de Reino Unido en general. Sin embargo, los promotores de la independencia dicen que el país podría adaptarse mejor y habría sobrevivido mejor a la recesión si no hubiera estado a la sombra del Parlamento británico.

Un ejemplo de esto es que cerca del 90% del petróleo de Reino Unido proviene de Escocia. El gobierno escocés señaló que cuenta con 24 millones de barriles en reservas en el mar del Norte, lo que podría generar ingresos por hasta 2 billones 400.000 millones de dólares. Tal riqueza influye directamente en el debate sobre la independencia. La gran mayoría de los trabajadores petroleros quieren que Escocia se independice. El gobierno escocés está promoviendo la idea de crear un fondo petrolero como el de Noruega, con el que se apoya indirectamente el gasto social, cosa que el gobierno británico no ha hecho. Sin embargo, la producción petrolera de Escocia ha decaído constantemente a lo largo de la última década. La caída se ha compensado con el aumento del precio del petróleo.

Por otra parte, Reino Unido perdería la tercera parte de su territorio, su población se reduciría en 8% y su PBI disminuiría en 9%. Además, el prestigio y la posición que ocupa podrían verse cuestionados, en particular su asiento como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y su influencia dentro de la Unión Europea.

Si Londres pierde a la población escocesa, Reino Unido ocuparía el cuarto lugar como país más populoso de la Unión Europea, lo que se traduciría en la pérdida de escaños en el Parlamento Europeo y en una menor capacidad de influir en la toma de decisiones.

Uno de los temas más delicados es el traslado del programa de disuasión nuclear Trident, aunque Escocia y Reino Unido también tendrían que negociar otras cuestiones como la deuda pública, las reservas de oro y las instalaciones y personal de las fuerzas armadas, así como las representaciones diplomáticas en el extranjero.

Lo que es seguro es que sin Escocia, Reino Unido caería en el orden mundial y se convertiría en la sexta mayor economía del mundo. Incluso podría haber dudas sobre si debería seguir teniendo un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y ser un miembro del G-7 de economías avanzadas en un momento en que el poder está cambiando hacia las grandes economías emergentes.

Para Gran Bretaña la perdida de Escocia tendría consecuencias mayormente geoestratégicas, puesto que su incapacidad para controlar sus problemas internos dejaría debilitada su imagen de potencia mundial y limitaría su participación en las principales mesas de discusión internacionales. A su vez, para Escocia escindirse del Reino Unido representaría un riesgo porque el presupuesto de su sustentabilidad económica está basado solo en la hipótesis de un alto valor de su productividad petrolera sin tener en cuenta que se trata de un comoditie altamente volátil. En cambio en el caso de España y Cataluña la secesión tendría consecuencias de un enorme impacto económico inaceptable en el contexto actual, ya que la estructura industrial catalana es vital para su economía y el aporte fiscal que esta representa para sus arcas. Por otra parte, Cataluña no ha considerado seriamente aun su incapacidad para afrontar el proporcional de la deuda española sumada al peso de sus propias obligaciones, como así tampoco las limitaciones consecuentes que tendría para asumir el coste de las demandas insatisfechas de su población. En síntesis, en ambos casos nos encontramos con apetencias regionalistas eventualmente viables pero complejas en el plano económico y político internacional y con estados madre en los que las desmembraciones impactarían drásticamente en su posición neurálgica continental y en sus prevalencia económica mundial.

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