¿En qué tiempos vivimos? ¿La palabra post-modernidad significa algo aún? ¿El sistema democrático como lo conocemos llegó a su final? Es difícil dar una respuesta certera a esas preguntas, pero lo que sí sabemos es que vivimos en tiempos agitados y las mentes capaces de pensar esta coyuntura son más que necesarias. En esta oportunidad Alan Ojeda nos presenta una de las experiencias intelectuales más interesantes de la última década: Tiqqun/Comité invisible. Los colectivos detrás de estos nombres se han encargado de reflexionar sobre las condiciones políticas y sociales actuales, buscando crear las condiciones para habitar una nueva forma de comunidad.

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Un día cien personas se reúnen en una plaza. Al día siguiente son quinientas. En poco menos de una semana ese número excede las decenas de miles. Se toma una plaza, se prende fuego un banco, se intenta atacar el parlamento como Guy Fawkes. Policía y sociedad civil se enfrentan a la par. Las molotovs vuelan por el aire y los manifestantes se tapan la cara o usan máscaras para lidiar con los gases lacrimógenos. Mientras tanto, el gobierno de turno administra el ajuste y se apega al plan económico del FMI. Se vota un referéndum que el gobierno no cumple. Un gobierno en crisis busca alianzas que aseguren su gobernabilidad sin conseguirlas. Afuera, las calles arden. Las protestas se multiplican y se cortan las principales vías de circulación. El gobierno busca la “pacificación” o “normalización” mientras anuncia un ajuste fiscal, privatizaciones, reforma laboral y reducción drástica del gasto público. También, por qué no, el gobierno que sale a rescatar a los bancos que han hecho colapsar el sistema financiero. Esto ha sido moneda corriente en las últimas décadas: Argentina 2001, EEUU 2008, Europa a partir del 2010, los estudiantes universitarios en Chile y China, y La primavera árabe. Es imposible suponer que estas grandes agitaciones no responden a grandes cambios estructurales de los que aún no se ha podido dar cuenta completamente. El mundo parece estar cambiando, pero no sabemos hacia dónde va. La única certeza parece ser la de habitar un capitalismo omnipresente, algo así como una gran medusa viscosa y de tentáculos invisibles que todo lo envuelve. Sin embargo, en plena agitación, entre barricadas, piedras que vuelan y molotovs, un grupo de críticos anónimos se anima a pensar un futuro distinto.

¿Cuál es el desafío? Pensar las condiciones de posibilidad de una nueva forma de habitar el mundo en un contexto en el que el capitalismo ha eliminado de forma velada todas las garantías y poderes de decisión soberanos que ofrece la democracia. ¿A que nos referimos con esto? El caso de Grecia es un buen ejemplo: el pueblo vota un referéndum, pero el gobierno decide no obedecerlo. Nos encontramos en un contexto en el que tomar decisiones que afecten negativamente la soberanía del capital sobre la administración de la vida, será sancionado por los mercados. A tal punto ha llegado el poder del mercado, que ha logrado transformar a los países en un mero administrador de los pocos derechos que pueden ponerse en juego. Como dijo Deleuze en una entrevista realizada por Negri en 1991: “En el capitalismo sólo hay una cosa universal, el mercado. No hay Estado universal justamente porque hay un mercado universal del que los Estados son centros o Bolsas. Ahora bien, el mercado no es universalizante, homogeneizante, sino una fantástica fábrica de riqueza y miseria. Los derechos del hombre no nos harán bendecir los «gozos» del capitalismo liberal, del cual participan activamente. No hay Estado democrático que no esté comprometido hasta el fondo en esta producción de miseria humana. La vergüenza es que no tengamos ningún medio para defender y realizar los devenires, comprendiendo ahí aquellos que están dentro de nosotros mismos. Cómo girará un grupo, cómo recaerá en la historia, es algo que impone una perpetua «preocupación». Ya no disponemos de la imagen del proletario al que le era suficiente tomar conciencia”. El nuevo contexto plantea el imperativo de un nuevo pensamiento: Tiqqun/Comité Invisible recoge esa invitación.

Tiqqun/Comité invisible: cómo construir El Partido

Tiqqun/Comité invisible es un colectivo intelectual que surgió en 1999 para recrear las condiciones para una nueva comunidad. Tiqqun surgió como una publicación francesa que se disolvió luego del atentado del 11-S, y terminó por transformarse en un nombre propio que encarna una de las voces más radicales del pensamiento político-filosófico occidental. Poseer los libros de Tiqqun y Comité invisible puede ser excusa suficiente para que el estado francés lo considere un posible terrorista. Sus textos, con influencias de Deleuze & Guattari, Antonio Negri, Guy Debord, Giorgio Agamben y Michel Foucault, realizan una crítica tanto a la derecha como a los sectores más ortodoxos de la izquierda, instando a sus lectores a re-pensar las condiciones necesarias para una nueva forma de habitar en el mundo.

Esta introducción es insuficiente para responder qué o quién es Tiqqun/Comité Invisible. No sabemos quiénes son sus integrantes, sus libros circulan en versión online traducidos a varios idiomas y con Copyleft. Ese anonimato desconcierta al poder. Francia los tiene en la mira, pero no es suficiente para controlar el proyecto intelectual. Como en la épica escena final de V de Vendetta, donde un pueblo entero se disfraza de Guy Fawkes o en El Club de la Pelea, cuyos integrantes están en todas partes: Tiqqun/Comité Invisible excede a sus fundadores, es una lógica de pensamiento, un dispositivo. Todos aquellos que comulguen con las mismas ideas, se encuentren donde se encuentren, trabajan para la construcción del mismo partido: El Partido Imaginario (PI). De esta manera el PI no puede ser capturado ni caerá por que caigan algunos de sus integrantes. Su construcción se localiza en el imaginario compartido, en la forma en la que sus integrantes experimentan el mundo.

La palabra Tiqqun procede de Tikún Olam, palabra hebrea que significa “reparar el mundo”: reparación, restitución y redención. Es por eso que todo su planteo filosófico se enmarca en la creación de condiciones para el advenimiento de una nueva forma de sociedad. Para esto, ya no puede pensarse con las categorías tradicionales. Estamos demasiado acostumbrados a pensar que las únicas formas de construcción política contemporánea se encuentran en los polos de “democracia” vs “totalitarismo”. Eso no es ajeno al funcionamiento aceitado del sistema. Según Tiqqun/Comité invisible, lo propio del capitalismo es separarnos de nuestra potencia de acción. Una de las formas más comunes y más eficientes hasta el momento ha sido separarnos de la potencia de nuestro pensamiento, categorizando toda propuesta alternativa de inviable o utópica. De esta manera gran parte del pensamiento revolucionario ha sido relegado a la teoría, cada vez más lejos de la praxis. A diferencia de esta escisión, para Tiqqun/Comité invisible lo revolucionario está en todos nuestros gestos. No es algo que se piensa solamente, tampoco es el acto mismo de tomar el poder en un asalto. Revolucionaria es la forma en la que habitamos el mundo y lo volvemos más habitable a través de las alianzas afectivas que tejemos con otros seres cuya potencia de vida se encuentra en consonancia con la nuestra. En los apartados número 13 y 16 de la Introducción a la guerra civil, de Tiqqun, puede leerse: “Cuando dos cuerpos afectados —en cierto lugar, en cierto momento— por la misma forma-de-vida llegan a encontrarse, hacen la experiencia de un pacto objetivo, anterior a toda decisión. Esta experiencia es la experiencia de la comunidad” y “El encuentro de un cuerpo afectado por la misma forma-de-vida que yo, la comunidad, me pone en contacto con mi propia potencia”. Es imposible pensar una comunidad que reúna, en su heterogeneidad, formas de vida que atenten entre sí. Incluso si apelamos al sentido común, una comunidad no se crea para el auto-sabotaje, sino para la potenciación de las características individuales y la mejora de la calidad de vida. Hace dos mil años, un judío dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.  Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?” (Mt 12. 25-26). En pocas palabras, si se ha logrado instalar el estilo de vida que lleva actualmente gran parte del mundo es porque no ha existido una comunidad, ya que la construcción de la idea “pueblo”/”sociedad” ha incluido históricamente dos facciones opuestas. La existencia de una de las facciones va en desmedro de la otra. Es decir: la guerra civil es la forma básica de existencia, es el juego de fuerzas entre comunidades con potencias heterogéneas. Es imposible pensar, por ejemplo, que aquellos que trabajan por la reproducción del Capital formen parte de la misma comunidad que aquellos que son víctimas de ese proceso.

La construcción de esa comunidad es la que Tiqqun llama “El Partido”. En Llamamiento y otros fogonazos, Tiqqun lo define así: “Charlamos, nos besamos, preparamos una película, una fiesta, una revuelta, encontramos un amigo, compartimos una comida, una cama, nos amamos, en otras palabras: construimos el Partido”. Llamamiento es una potente declaración de principios que busca sintetizar lo mejor de las distintas experiencias revolucionarias: “Para ser breves, diremos que una tal posición toma de los Black Panthers la fuerza de irrupción, de la autonomía alemana los comedores colectivos, de los neo-luditas ingleses las casas en los árboles y el arte del sabotaje, de las feministas radicales la elección de las palabras, de los autonomistas italianos las auto-reducciones de masa y del movimiento 2 de junio la alegría armada. Para nosotros, no hay amistad que no sea política”

Tiqqun/Comité invisible se posiciona dentro de lo que Deleuze y Guattari llama “Máquinas de guerra”. Las “Máquina de guerra” están inspiradas en los pueblos nómadas. En su estado puro, éstas son el principal enemigo de los “Aparatos de Estado” y sus mecanismos de captura. ¿Qué implica esto? La organización, en vez de codificada y estática (la codificación implica una relación fija entre cuerpo y territorio a la que se le asigna una función), es dinámica como un gran cuerpo interconectado en el que cada elemento es parte de un único sistema nervioso capaz de responder: una manada. La Máquina de Guerra es una forma particular de ocupar el espacio. A diferencia de las relaciones sociales hacia adentro de los Aparatos de Estado, que se encuentran atravesadas por los “sentimientos”, es decir, formas codificadas de relación, las Máquinas de Guerra se organizan a través de líneas más sutiles, las afinidades. La afinidad supone algo más similar a una relación musical, armonía y sincronía. Las formas de vida que conforman la Máquina de Guerra poseen una misma potencia y una misma forma de pensar-habitar el espacio. Es ahí donde se forma, como señalamos anteriormente, la alianza objetiva.

Para Tiqqun/Comité Invisible nunca ha existido otro tipo de comunidad posible. Todo lo que queda por fuera, incluso la democracia, no ha sido más que una forma de captura de los Aparatos de Estado. Esto explica, para Tiqqun/Comité Invisible, por qué las grandes manifestaciones de Europa en los últimos años han perdido su potencia. Todas ellas han fracasado a mano de las asambleas, nuevos partidos políticos o, en el caso de Grecia, un plebiscito desoído. Esto nos pone en una situación de contradicción visible: mientras el sistema nos pide solucionar los problemas de manera pacífica y democrática, los medios para realizarlo son espurios o inútiles. No es que la gente haya dejado de creen en la democracia por una visión fatalista del mundo, sino que la democracia como la conocemos y sus herramientas han dejado de estar en consonancia con la forma que habitamos el mundo. No hay que olvidarse que la democracia, la participación política en la votación, la retórica desplegada en el Ágora, nunca ha sido otra cosa que la continuación de la guerra por otros medios. No por nada, todos aquellos que podían votar en la Antigua Grecia eran los mismos que estaban en condición de tomar las armas. En este caso, para los estados modernos, el sistema democrático es la guerra que no podrían ganar en las calles.

A nuestros amigos: think out of the box/think out of the state

A nuestros amigos es el título de uno de los libros publicado bajo el pseudónimo Comité invisible. El título deja claro algo: ya no se habla al público en general, tampoco se pretende convencer a nadie. A nuestros amigos es un llamamiento a la acción y a reforzar la comunidad o “El Partido”. Como en una película post-apocaliptica, sólo los que estén preparados para resistir y vivir de una manera anti-capitalista podrán triunfar cuando todo caiga. Nunca se necesita tanto a los amigos, como en el desamparo. Es por eso que las alianzas no surgen en un ámbito abstracto separado de la vida, sino de las mismas relaciones afectivas. Como dice el libro: “Ahora bien, la inteligencia estratégica proviene del corazón y no del cerebro, y el error de la ideología es precisamente hacer de barrera entre el pensamiento y el corazón”.

Luego de la crisis económica de EEUU del 2008 y la quiebra de Lehman Brothers, la inestabilidad económica comenzó a expandirse por el resto del mundo. Los países menos industrializados de Europa, como Grecia y España, sintieron los golpes de la crisis de manera más violenta que Alemania e Inglaterra. En ese contexto comenzaron a multiplicarse las protestas y movilizaciones sociales: Occupy Wall Street, el 15-M en España, la ocupación de la plaza Sintagma en Grecia, etc. Todas estas manifestaciones pusieron en jaque la legitimidad de los gobiernos democráticos actuales. Un ejemplo: Italia, post Berlusconi, en una situación de fragilidad institucional generada por las acusaciones al ex presidente, pudo manejar las políticas de estado a través de un grupo de técnicos; España logró hacer crecer su PBI en un 3,2% en plena crisis de gobernabilidad a manos del PP. Mientras tanto las asambleas masivas, de miles y miles de personas, se multiplicaban por el viejo continente. Esas manifestaciones populares comenzaron a burocratizarse, demostrando la imposibilidad de ejercer la democracia directa en grandes grupos de gente, llegando a formar, incluso, nuevos partidos, como Podemos.

A nuestros amigos nos trae de nuevo una pregunta que ya se había realizado Barthes en sus seminarios dictados en el Collège de France entre 1976 y 1977: ¿Cómo vivir juntos? El contexto actual, esa pregunta merece nuevos intentos de respuesta. Sin duda, los esfuerzos de Tiqqun/Comité Invisible han sido fundamentales para comenzar a pensar, al menos, una primera hipótesis. ¿No es un imperativo, en estos tiempos agitados, encontrar un lugar, como la amistad, el cual habitar con alegría y sin violencia?

En este contexto, A nuestros amigos vuelve a instarnos a pensar la forma en la que nos vinculamos entre nosotros, a rever cuáles son los motivos que nos permiten establecer alianzas duraderas ¿Basta el hecho de compartir una bolsa de ideas o hay algo más? Para esto, Comité invisible nos va guiando a través de las nuevas comunidades y experiencias políticas que tuvieron lugar en el mundo, como el caso de un pueblo pobre en el delta del Nilo donde sus tres mil habitantes decidieron separarse del estado egipcio. «No pagaremos más impuestos. No pagaremos más la escuela. La haremos nosotros mismos. Nos ocuparemos nosotros de nuestros desechos, de nuestras carreteras. Y si un empleado del estado pone los pies en el pueblo para otra cosa que no sea ayudarnos, lo echaremos», decían sus habitantes. De la misma manera rescata experiencias de los pueblos originarios de México: “En las altas montañas de Oaxaca, al inicio de los años 80, algunos indígenas, buscando formular en qué consistía la especificidad de su forma de vida, llegaron a la noción de «comunalidad». El ser comunal, para estos indígenas, es a la vez lo que resume su fondo tradicional y lo que oponen al capitalismo, en vistas de una «reconstrucción ética de los pueblos».

Comité Invisible sabe que la potencia está en la conexión. Es ahí donde el Capital suele ganar terreno mientras las experiencias de  los condenados de la tierra, como diría Fanon, parecen no lograr entrar en sincronía. Es por eso que A nuestros amigos no hace referencia solo a experiencias europeas, sino globales, y es por eso que recorre desde Argentina en 2001 (el prólogo a lo que vendría luego en el resto del mundo) hasta la actual crisis europea. Comité Invisible sabe también que no hay espacio para tranzar, sino que es una lucha de dos mundos distintos, dos sensibilidades, dos formas de concebir las relaciones humanas y su relación con los recursos naturales. No hay salida dentro del mismo sistema. Mientras se habite en el mundo del Capital, Comité Invisible nos avisa que estaremos lejos de la felicidad, cada vez más atados a esa condena que recibió el hombre al ser expulsado del paraíso: ganarás el pan con el sudor de tu frente. Ya en 1880, Paul Lafargue, en su ensayo El derecho a la pereza había detectado esa relación entre trabajo y condena:

“Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. Esta locura trae como resultado las miserias individuales y sociales que, desde hace siglos, torturan a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de sus hijos. En vez de reaccionar contra esta aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas han sacralizado el trabajo. Hombres ciegos y de escaso talento, quisieron ser más sabios que su dios; hombres débiles y despreciables, quisieron rehabilitar lo que su dios había maldecido. Yo, que no me declaro cristiano, economista ni moralista, planteo frente a su juicio, el de su Dios; frente a las predicaciones de su moral religiosa, económica y libre pensadora, las espantosas consecuencias del trabajo en la sociedad capitalista.

(…)

Y sin embargo, el proletariado, la gran clase que abarca a todos los productores de las naciones civilizadas, la clase que, al emanciparse, emancipará a la humanidad del trabajo servil y hará del animal humano un ser libre; el proletariado, traicionando sus instintos y olvidando su misión histórica, se dejó pervertir por el dogma del trabajo. Rudo y terrible fue su castigo. Todas las miserias individuales y sociales nacieron de su pasión por el trabajo”

No ser capturados, ni por el trabajo ni por los deseos que impulsan las ilusiones del capitalismo, eso propone A nuestros amigos. En contraposición, debemos mirarnos a la cara, reconocernos como aliados y construir a través de una sensibilidad común. Si el deseo es el mismo, si en verdad los que se reconocen son aliados, algo mágico sucederá, comenzará una construcción sin esfuerzo, con la sincronía que logran las parejas que, sin darse cuenta, caminan al mismo ritmo, moviendo los mismos pies al mismo tiempo.

Links útiles:

-Librería La libre, donde pueden encontrar los libros de Tiqqun/Comité Invisible: https://www.facebook.com/lalibrelibreria/

-Versiones traducidas en formato online: http://tiqqunim.blogspot.com.ar/

-Obra completa: https://www.dropbox.com/sh/fg22grzbhhs3bw9/AADWT2gJqifO3lXRmRkvbYrTa?dl=0

-Traducción rioplatense de A nuestros amigos publicada por la editorial Hekht: https://drive.google.com/file/d/0B6I28CNSR31abDJNcnFzQU9oMWM/view

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