Ramiro Palma, profesor de Derecho Constitucional en el CBC, revisa escenarios y tareas de la discusión por la despenalización del aborto.
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Es vox populi que la despenalización del aborto está en la agenda política de Argentina por primera vez en la historia. Es una oportunidad única y el resultado no se va a volver a discutir en muchos años. Empieza una disputa política que va a durar algunos meses donde se va a hablar de aborto todos los días en todos lados: en la tele, en las redes sociales, en las casas, en las escuelas, en los trabajos, en las universidades y otros ámbitos de encuentro para culminar con dos maratónicas sesiones en el Congreso Nacional que van determinar si los derechos de la mujer a disponer de su propio cuerpo continúan durante la primera parte del embarazo o, como pasa ahora, que no goza de esos derechos y la persona comienza desde la concepción. Los campos de juego de la disputa política van a ser varios: el Congreso, los medios de comunicación y la opinión pública, donde no se puede prescindir de ninguno y el resultado de cada uno de ellos afecta el resultado general.
Por eso, quisiera hacer una humilde contribución a los planes de acción que se disparen en los distintos niveles de la discusión. Los voy a dividir en tres. De menor a mayor nivel de representación: las personas como individuos, las organizaciones políticas y sociales; y los representantes del pueblo en el Congreso.
En primer lugar, este va a ser un debate que va a despertar las pasiones más viscerales y, si no lo tratamos delicadamente, puede generar odios intensos. No siempre es bueno cualquier aporte que hagamos para modificar la opinión pública que es, creo, el más importante de los termómetros políticos. Diría, incluso, que uno percibe la verdadera influencia de las consignas políticas cuando las ve reflejadas en personas conocidas. Desde mi punto de vista, cada vez que demos el debate tenemos que hacer grandes esfuerzos en tener presentes dos factores: manejar argumentos y tener empatía. Estamos rodeados de gente que piensa distinto que nosotros y ésta es una excelente oportunidad para explotar nuestras capacidades persuasivas y, principalmente, docentes. Para llevar a las personas desde un lugar del que no creen a un lugar en el que crean es necesario transitar el camino de la explicación con argumentos y evidencia. Para eso hay que estudiar, leer libros, artículos, estudios científicos que nos ayuden a robustecer y revestir nuestros argumentos. Pero además de creer que uno cuenta con la mayor cantidad y más sólidas razones, tiene que hacer los esfuerzos más grandes en no agredir a su interlocutor. La enorme mayoría de las personas no tiene una posición tomada sobre el tema o tienen argumentos endebles que podrían ser derribados con otros más fuertes. Insultar, minimizar, degradar o personalizar las opiniones ajenas puede que haga silenciar al interlocutor; pero muy posiblemente no lo convenza. El autoritarismo es mal consejero y el éxito de esta política tendrá éxito en el tiempo, en tanto y en cuanto, las personas crean en ella. Sí aceptaron la despenalización del aborto, simplemente, para no ser insultados por quienes creen tener superioridad moral, es una voluntad que se desvanece ni bien encuentre otra voz que se anime a poner en palabras una posición contraria.
En el siguiente nivel de representación, los espacios organizados que trabajen públicamente el tema, es importante que concentremos esfuerzos en posicionar a mujeres como las principales interlocutoras en este debate. La despenalización del aborto es la principal bandera a nivel mundial del feminismo, que tiene como objetivos generales hacer ver y eliminar las desigualdades relativas entre varones y mujeres, aumentar el rol de éstas en espacios de relevancia y despojar a las mujeres de los planes de vida predeterminados para que ellas los elijan libremente según sus propios gustos. Pretender que los hombres expliquemos lo que pasa durante un embarazo y su interrupción es como elegir al que opina de deporte por sobre el jugador para jugar el partido. Podrá, en algunos casos, tener un buen relato, pero nunca va a ser tan verídico como el de una mujer que sufre en carne propia las consecuencias de la actual legislación.
El presidente habilitó la incorporación de la ley de aborto en la agenda y dejó libertad de acción a los integrantes del interbloque Cambiemos. No creo en la libertad de acción en la política por dos motivos. En primer lugar, el aborto es un tema de salud pública, no privada. Dejarlo al libre albedrío equivale a quitarle legitimidad a la representación política. En segundo lugar, los bloques políticos en los órganos legislativos son bloques porque sostienen coincidencias y mecanismos que les permite ordenar sus diferencias internas y traducirlas en una voluntad lo más sólida posible. No es nada sencillo. Tengamos presente que durante la gestión de gobierno anterior no sólo se evitó incluirlo en la agenda política, sino que se llegó, incluso, a modificar por pedido de la Iglesia el proyecto de ley de unificación del Código Civil y Comercial en lo que respectaba al comienzo de la existencia de la persona. Esta es una pelea definitiva de Macri con la Iglesia Católica, con la que no tiene buenas relaciones desde que empezó el mandato. Es más, su jefe de Gabinete, Marcos Peña, ya adelantó su oposición al proyecto. Se pretende con esta estrategia no condicionar a muchos de sus legisladores a los que un voto positivo al proyecto contaría con el riesgo de no ser perdonado por sus votantes. Sin embargo, no creo que deba renunciarse a la unificación de criterios políticos por parte de otros espacios. En particular la UCR, que al ser el partido político que integra el interbloque legislativo de gobierno que se encuentra en mejores condiciones para consensuar criterios políticos, podría encontrar una buena oportunidad para ganar ansiadas influencias dentro del gobierno acreditándose los porotos por haber sido el principal armador en el Congreso de una victoria política de éstas características.
Tenemos por delante unas semanas donde se va a condensar el trabajo militante de años. La disputa va a ser agotadora, pero el que se cansa o se enoja, pierde. Para tener un país moderno, tenemos que conseguir uno de iguales y el esfuerzo siempre vale la pena por esa senda.