La Universidad de Buenos Aires funciona como una ciudad dispersa dentro de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores. En esta polis de estudiante en continuo movimiento, se ponen en contacto las realidades más heterogeneas. Si bien para algunos esta heterogeneidad puede ser considerada el principio del caos, es todo lo contrario. Las diferentes realidades que conviven en la UBA, y más específicamente en el CBC, transforman a esta especie de frontera en un caleidoscopio a través del cual ver el futuro del país. En esta oportunidad, Diego García reflexiona sobre la riqueza de esta experiencia fronteriza.
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El CBC es la frontera de la UBA. Una frontera completamente abierta, inusual en los tiempos que corren, sin exámenes de ingreso ni aranceles. Abierta a todas y a todos, alcanza con una foto, una fotocopia del DNI y el certificado de título secundario en trámite para empezar a transitarla. Más que serparar territorios, esta frontera los pone en contacto, genera encuentros. Encuentro de jóvenes de las provincias argentinas con la Ciudad de Buenos Aires; de jóvenes del conurbano bonaerense con el centro de la Ciudad. De estudiantes que migran desde Siria, Venezuela y Haití con estudiantes que sólo saben de guerras y terremotos por YouTube o Netflix. Encuentro de hijas de profesoras con hijas de empleadas domésticas. De la universidad argentina con las clases medias de Brasil, de Perú, de Chile, de Paraguay, de Colombia que buscan una educación que puedan costear. De una universidad enciclopedista, iluminista, moderna con estudiantes que están más allá de la posmodernidad. El CBC es el gran hall de recepción en el que la UBA y sus estudiantes se encuentran por primera vez.
En esta frontera, los desafíos son verdaderamente grandes. Cada año el CBC le da clases a algo más de 65.000 estudiantes, el 25% de los estudiantes de la UBA[1]. Aproximando números, es la misma cantidad de jóvenes que estudian en las secundarias gestionadas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de primero a quinto año[2]. En nuestro país, sólo el Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires le da clases a más estudiantes de una edad similar: 130.000 jóvenes estudian el último año del secundario en escuelas estatales de la provincia[3]. Además, sólo el 25,3% de los estudiantes del CBC está totalmente enfocado en los estudios universitarios, el 74,7% restante tiene que trabajar[4]. Y sólo el 16,5% tiene una madre o un padre que le puedan contar los beneficios de haber terminado una carrera universitaria[5]. Para afrontar estos desafíos, el CBC cuenta con 2.600 profesores[6] que dan clases en las nueve sedes del CBC en la Ciudad de Buenos Aires y alrededores y en otras dieciséis sedes distribuidas al sur, al norte y al oeste de la Provincia de Buenos Aires. Lo que en 1985 comenzó como un mero programa de introducción a la universidad, con los años se transformó en su órgano más grande. El órgano más grande de la universidad más poblada del país. Como en casi todo en las últimas décadas, la periferia ganó terreno.
En las aulas del CBC los estudiantes de la UBA cursan las primeras materias de cualquiera de las más de 100 carreras de la universidad. Del simple análisis lógico de esta frase se puede derivar una conclusión tan importante como poco entendida: quien está cursando materias en el CBC ya es alumno de la UBA. Ya cuenta con los mismos derechos y responsabilidades que cualquier otro estudiante de la universidad: puede certificar su condición de alumno de la UBA, puede pedir una beca, puede votar para elegir el gobierno de la universidad; puede ser sancionado si le falta el respeto a compañeros, profesores o a alguien del staff administrativo. Sin embargo, persiste un malentendido, acaso una confusión deliberada, que afirma que el CBC es un curso de ingreso a la UBA. Confusión sobre la que se montan por igual ideólogos e institutos de clases particulares. Esta confusión viene de lejos, en 1984, en una de las dos sesiones de Consejo Superior en las que se discutió la creación del CBC, el ex rector Francisco Delich decía que “se sigue haciendo propaganda para dar cursos de ingreso a la Universidad. Es increíble, pero todos los días se lee en los diarios, se sigue confundiendo a la gente con la idea de que hay que hacer cursos para entrar en la Universidad de Buenos Aires”[7], a pesar de que las autoridades democráticas ya habían anunciado el final de los exámenes de ingreso a la UBA para el año siguiente. Las clases del primer año del CBC comenzaron el 25 de marzo del 85. En menos de seis meses, hubo que crear programas académicos, un cuerpo docente, un cuerpo administrativo y conseguir los edificios necesarios para darle clase a los 81.855 estudiantes que se habían anotado apenas seis meses antes[8]. Para que esto fuera posible la universidad contó con el apoyo económico del gobierno nacional que vio en el CBC “un proyecto importante para la democratización del país”[9]. Que el CBC no sea, entonces, un curso de ingreso, sino el primer año del lado de adentro de la universidad es uno de los legados más sustantivos de la vuelta de la democracia. Quizás nos se equivoquen quienes le dan al CBC una mención de honor entre los logros del gobierno del presidente Alfonsín, que apostó a la construcción de una ciudadanía de alta intensidad, informada y deliberante. No debemos perder de vista el sentido de este legado si queremos entender la función del CBC y sus desafíos en un mundo en el que la educación es un bien de primera necesidad y, a la vez, un baluarte de las élites.
Esta origen democrático le imprime al CBC algunas de sus notas más características: el fortalecimiento de la democracia como un valor central; la convicción de que la universidad hace un aporte relevante a la vida democrática; el fomento de una reflexión democrática entre los estudiantes. Pero ¿Qué significa “democracia argentina” en 2018? El 75% de los estudiantes que cursan el CBC durante 2018 no había empezado el primer grado en 2001 y seguía en la primaria mientras se discutía la resolución 125. Para estos estudiantes, términos como “Carlos Ménem”, “Domingo Cavallo” o “uno a uno” no son más que referencias difusas a cómo era la Argentina antes de que nacieran. Para ellos, los nombres de los partidos políticos no son siglas como UCR, PJ o UCeDe, sino eslóganes, como Cambiemos o como Podemos. Conocen un mundo que tiene dos potencias capitalistas; y el socialismo les resulta tan lejano como el Imperio Otomano: cosas que terminaron en el siglo XX. El relato que más escuchan sobre la Argentina no es el del ascenso social sino el de un país que ya no es lo que era ¿Qué será lo que se imaginan estos estudiantes cuando escuchan palabras como “democracia”, “partidos políticos”, “estado de bienestar”, “radicalismo” o “justicialismo”?
A la tarea más característica del CBC, la de aclimatar cada año a sesenta mil o setenta mil estudiantes a la vida universitaria, sumemos los desafíos que distinguen a esta época. Estoy hablando de las discusiones sobre cómo aprenden los jóvenes de hoy, qué esperan de la universidad, qué saben de su funcionamiento. Estos desafíos forman parte de debates conocidos sobre si tecnologías como el aula, la lección o el profesor siguen siendo útiles. Incluso sobre si escribir un artículo como éste sigue teniendo sentido ¿No hubiera sido mejor hacer un vivo en Instagram? Según el estudio Compás Millennial[10] publicado por el BID en julio de 2017, que encuestó a jóvenes argentinos de entre 18 y 34 años, el 93% de los de los entrevistados accede a internet desde su teléfono y dedica, en promedio 4,2 horas por día “a chatear”. Restemos las horas de sueño: las chances de que los estudiantes chateen mientras los profesores damos la clase son altas. O están chateando o están leyendo las noticias, porque el 64% de los entrevistados aseguró que las redes son su principal fuente de información. Uno de cada tres de esos jóvenes sabe usar herramientas de edición de fotos o video. Y uno de cada cuatro sabe programar. El 70% cree que en los próximos diez años los robots harán gran parte del trabajo que hoy hacemos las personas ¿El CBC es las más digital de todas las dependencias de la UBA?
Una frontera es una cosa ambigua. Según cómo se la mire, puede ser una línea o puede ser una región. Puede ser una superficie angosta, estrecha, apretada o puede ser una zona ancha y franca. En la frontera puede haber una pared o un puente. Una frontera puede ser un río o sus orillas. Una frontera se despliega en el espacio, pero también en el tiempo. La frontera es esencialmente bilateral. Por eso en el CBC no sólo los jóvenes aprenden de qué se trata la universidad, también la UBA aprende qué se traen lo jóvenes. La aclimatación es mutua. En estos años, cuando se encuentran generaciones analógicas con generaciones digitales, hay un dato que no siempre es tenido en cuenta: el CBC es la institución educativa que le habla a más millennials y centennials en toda la Argentina. También en este sentido, en el CBC se construye conocimiento de frontera, porque todo lo que va a pasar en los próximos años de la Argentina ya está pasando en el CBC.
NOTAS
[1] Censo de estudiantes UBA 2011, en http://www.uba.ar/institucional/censos/Estudiantes2011/estudiantes2011.pdf
[2] Son datos de 2011 publicados por la Fundación Cimientos: http://www.cimientos.org/archivos/educacion_6.pdf
[3] http://www.cimientos.org/archivos/educacion_6.pdf
[4] Censo de estudiantes UBA, p 106.
[5] Censo de estudiantes UBA 2011, p 37.
[6] Censo de docentes UBA 2011, en http://www.uba.ar/institucional/censos/Docentes2011/docentes2011-final.pdf
[7] DELICH, Francisco. 808 dias en la Universidad de Buenos Aires. EUDEBA, Buenos AIres. 2014, p 91
[8] DELICH, p. 93.
[9] DELICH, p. 91.
[10] BASCO, Ana Inés; CARBALLO, Marita, Compás Millennial, BID, 2017.