La publicación en español del célebre libro Más brillante que el sol: incursiones en la ficción sónica nos introduce en el la máquina de metamorfosis sonora que construyó la cultura negra para crear un nuevo espacio, una nueva experiencia y una nueva identidad. Escribe Alan Ojeda.
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Luego de 20 años circulando en inglés desde su publicación en 1998, hizo su aparición en español, de la mano de la editorial argentina Caja Negra, el libro de Kodwo Eshun Más brillante que el sol: incursiones en la ficción sónica. Lejos del periodismo musical al que estamos acostumbrados, que abunda en biografías y datos enciclopedia musical, Eshun se mete en un camino más arduo: ¿Y si, por primera vez, hablamos de la música? ¿Y si hablamos de Groove? Aún mejor ¿Y si hablamos de las ficciones producidas por ese o esos grooves? El proyecto es ambicioso, pero era necesario pensar el sonido como pensamos alguna vez la literatura, ese es el desafío. El sonido posee la capacidad de depositarnos en el medio de un mundo etéreo que, sin imágenes, logra permitirnos construir mundos y narrativas, pero ¿Cómo? Ahí se nos presenta el miedo de gran parte del periodismo musical al tener que hablar del groove: la teoría. En palabras de Eshun: “Todo el periodismo actual no es más que un gigantesco motor inercial diseñado para poner freno a los breaks, una maquina idiotizadora que pone todo pensamiento en una pausa permanente, un paragolpes para absorber el shock del futuro. […] Demasiadas ideas arruinan la fiesta. Demasiada especulación mata a la ‘música dance’, la ‘intelectualiza’ hasta dejarla sin vida” Es sintomático que, la música del groove que se resistieron a pensar los críticos sea, justamente, la música negra.

Más que humanos

El punto de partida de Eshun es lo que él denomina post-soul, el momento en el que la música negra abandona la cultura humanista para establecer una alianza aberrante con las máquinas. El siglo XXI, en términos audibles, hace su aparición con esa transición. El resultado: la música disco. La crítica musical y los medios de comunicación parecen resistirse a esto: “Alérgicos a lo cibersónicos, aunque no a la tecnología sónica, los medios de comunicación estadounidenses mainstream –en su impulso por disipar la alienación y recuperar un sentido de la totalidad del ser humano mediante sistemas de creencias que se dirigen a ‘tu verdadero yo’-, borran compulsivamente y reencausan cualquier indicio de un Futurismo Afrodiaspórico, de una ‘red interconectada’ de computadorritmos, mitologías de máquinas y conceptécnicas que cruza de un lado al otro del Atlántico Negro”. En este sentido, la cultura hegemónica ha marginado e invisibilizando el potencial de la música negra que escapaba a su comprensión. Junto con la clausura discursiva de la crítica al hablar del Groove, también se produjo una clausura en la posibilidad de explorar esos nuevos campos de la imaginación tecnológica social y sónica que estaba explorando la comunidad afro. Es posible especular que el devenir-máquina de la cultura afro fue y es una de las salidas más imaginativas y vitales el problema de la segregación. El humanismo siempre fue blanco y occidental, y ha tenido problemas a la hora de aplicar sus categorías al resto de la población que cumpliera con sus expectativas estéticas o culturales. Recordemos las discusiones vigentes hasta poco después de mediados del siglo XX en las que aún se ponía en cuestión la “humanidad” de la población negra. La diferencia entre humano y animal era el principio sobre el cual se establecía la soberanía sobre esos cuerpos colonizados.

Separar humanidad de animalidad ha sido uno de los objetivos principales de la filosofía humanista. Sin embargo, el intento se encuentra rápidamente con obstáculos ¿Homo Faber? Los animales también hacen herramientas, desde pájaros que rompen caparazones con piedras hasta los primates ¿Homo ludens? Los animales también juegan, los jaguares en el Amazonas comen las hojas de banisteria caapi, uno de los ingredientes activos de la ayahuasca, con fines lúdicos ¿Homo ridens?  Los animales también ríen, al menos chimpancés, perros, gansos, ratones, gallinas y cerdos, según estudios recientes. Lo mismo sucede con la adquisición del lenguaje: Koko, la gorila más inteligente que conoció la humanidad, comprendía más de 2000 palabras en inglés hablado y se comunicaba de manera fluida con lenguaje de señas. Algunos filósofos como Sloterdijk han ensayado otras respuestas: el ser humano como un animal metafísico y como un animal cuyo desarrollo es incompleto. Como animal metafísico el ser humano es el único que puede dar cuenta de su separación o distancia en relación al mundo, efecto producido por el lenguaje como medio; como animal sub-desarrollado es el único ser capaz de mejorar sus capacidades de manera indeterminada. Por último, para no seguir agregando nombre a la lista, está Heidegger, que nos dijo: la naturaleza del ser humano es la técnica. Estableciendo un continuo entre todas las propuestas, podríamos decir lo siguiente: el ser humano es un animal subdesarrollado capaz de operar sobre si a través de la técnica. Una vez logrado este consenso es posible preguntar ¿Hay un más allá del ser humano? El post-humanismo ofrece una respuesta. A la sociedad antropocéntrica (y por lo tanto egocéntrica) de la cultura humanista, el post-humanismo abre las puertas a una experiencia xenolátrica del mundo. La palabra xenolatría se compone de dos conceptos xeno=extraño/extranjero y latría=culto/adoración. Esa apertura hacia lo no-humano funciona como estrategia de resistencia y contra-ataque frente al fascismo humanista. El afrofuturismo observa en el “gran afuera” y lo “radicalmente otro” (la tecnología y el espacio exterior) la posibilidad de una mutación. Como si fuera una declaración de esta nueva posición, el famoso track de Charlie de 1983, Spacer Woman, dice:

I’m a spacer woman
Don’t you worry ‘bout me
I don’t want to hurt you,
I just want to love you!

We can start it over
Come on be my lover
You will be my danger
Let me be your stranger!

“Spacer Woman”, Charlie

La conceptécnica: el pensamiento sintetizado

El cambio de siglo ha sido acompañado por una actitud tecnofóbica. La tecnología se presentó como una amenaza a todos los valores y experiencias humanas que habían sido el sostén de un pensamiento filosófico y político que ejerció la hegemonía, al menos, desde el siglo XIV. Eshun dirige su artillería contra esto: “Allí donde los críticos de la cibercultura aún se dan cita, el 99,9 por ciento se lamenta de la descorporeización del ser humano a manos de la tecnología. Pero las máquinas no nos distancias de nuestras emociones. De hecho, sucede más bien lo contrario. Las máquinas de sonido intensifican nuestras sensaciones, sobre un espectro emocional más amplio que en ningún otro momento del siglo XX”. Es decir, como señala McLuhan al hablar del tecno-narcicismo, cada nueva creación tecnológica es una prolongación e intensificación de nuestras propiedades: un satélite es nuestros oídos y ojos en el espacio; un automóvil una prolongación de nuestro aparato locomotor. Es imposible negar que nuestro contacto con estas nuevas tecnologías ha provocado un cambio en nuestra percepción. La velocidad, la distancia y la fuerza ya no son lo mismo que antes. En el caso del efecto que ha producido la Música de Máquinas, Eshun nos dice: “Las máquinas de sonido nos dejan varados en la piel que habitamos. El ciborg hipersensual se experiencia a si mismo como una galaxia de sensaciones”.

El momento en el que  la tecnología y su usuario entran en comunión, nace la conceptécnica. La máquina pasa de objeto a concepto productivo, y despliega una serie de potencias técnicas para su usuario. Un claro ejemplo de esto es el scratching productor de breakbeats en el hip hop. Las bandejas Technic SL-1200 dejan de ser un simple medio de reproducción para transformarse en un instrumento en su combinación con el vinilo de 12 pulgadas. Lo mismo pasa con las máquinas productoras de efectos sonoros: “Los efectos se transformaron en prótesis acústicas, extensiones del oído, desestratificadores sónicos, mutadores eléctricos, multiplicadores y agentes mutagénicos”. Los efectos electrónicos permiten transformar al instrumento, separando al sonido producido de su origen esperado. Una guitarra puede sonar como una trompeta, una trompeta como un violín, un violín como un avión. Esta alianza con las máquinas es el camino del devenir ciborg que vaticinó la teórica Donna Haraway en 1984 con su Manifiesto Ciborg. Es el contacto con las máquinas, nuestra forma de operar sobre nuestro cuerpo y nuestra realidad lo que nos abre paso a este mundo post-genérico, post-humano, incluso alienígena.      No es extraño, entonces, que el periodismo haya hecho la vista gorda a la producción electrónica afro-diaspórica. No han sabido cómo hablar de ella. Las viejas categorías del periodismo musical se vuelven inútiles al tener que encarr un análisis de estos nuevos productos sonoros resultado de lo que Eshun llama Tecnología Rítmica Aplicada.

El siglo XXI agrega una herida más a las viejas heridas narcisistas dejadas por Copérnico (“No somos el centro del universo”), Darwin (“El hombre es un animal más”) y Freud (“No somos dueños de nosotros mismos”). Esta nueva herida, heredera de Foucault (“El hombre ha muerto”) nos declara: El humano ha sido superado. Pero lo particular de esta declaración hiere al haber surgido especialmente del mundo afro, como si la comunidad negra hubiera trascendido la animalidad en la que había sido marginada, a una post-humanidad absoluta e inaprensible para la cultura humanista blanca y occidental. No sólo eso, sino que ha logrado hacerlo apropiándose de la tecnología de descarte, destruyendo la funcionalidad originaria de las máquinas que le fueron dadas. En un abrir y cerrar de ojos construyeron nuevas formas-de-vida radicales.

 Las ficciones sónicas

Podemos hacernos dos preguntas ¿La música puede narrar? ¿La música puede simular ser otra cosa que lo que ya es? Durante la hegemonía de la música soul, la música no pudo hacer otra cosa que reproducir “lo humano”. La música no era sino una extensión de la humanidad del músico, donde imprimía su alma. Ahora, esto cambia radicalmente con la aparición de las nuevas tecnologías musicales. La ciencia produce lo desconocido, sus efectos hacia el futuro son incontrolables. Como si produjeran una ruptura en el espacio tiempo, la ciencia introduce al imaginario en un terreno especulativo, no determinado, dentro del cual es posible operar. Este es el caso de las ficciones sónicas. Despegada del soporte humano, de la relación de identidad entre sonido e instrumento, de la mano de las cajas de ritmo, las efecteras, los sintetizadores, las turntables, la música inauguró una nueva infinidad de paisajes sonoros (soundscapes) que, hasta el momento, habían sido imposibles de pensar. Esto facilitó el proceso de hibridación hombre-máquina, hombre-alien, a través de las ficciones que desplegaban en el imaginario de los nuevos músicos y el nuevo público oyente. Desde ese momento, para la comunidad afro, el futuro es mejor guía para el presente que el pasado. Estos nuevos sonidos, con nuevas velocidades y texturas son el punto de anclaje de una experiencia de la imaginación y el cuerpo que hasta el momento habían sido imposibles.

Podemos observar, como entre finales de los 70s y hasta fines de los 80s, la música afro comienza a adoptar una estética ligada a lo robot, lo inhumano y lo alienígena: Afrika Bambaataa, Parliament & Funkadelics, Cybotron, Sun-Ra, Herbie Hancock y hasta Miles Davis. El imaginario post-soul de la música afro provocó un proceso de retroalimentación: la tecnología generó un conjunto de sonidos que produjo un cambio perceptivo que generó una ficción que a su vez generó más música y más ficciones.

Cuando vemos los efectos que ha tenido la música en la construcción de nuevas comunidades imaginarias, nos damos cuenta hasta qué punto somos construidos por la música de la misma forma que por el discurso. Desde finales de los 70s presenciamos una revolución musical sin precedentes a la que aún estamos sujetos. ¿Alguien puede imaginar algo posterior a la música electrónica? ¿Ha llegado la tecnología capaz de descubrirnos un futuro insólito? Con este libro, Kodwo Eshun nos muestra la potencia presente en la música, atravesada por la alianza entre humanos y máquinas: alianza política, alianza estética, alianza vital/simbiótica. Más brillante que el sol es el libro que nos muestra como la reinvención de la comunidad negra a través de la música llegó a dinamitar todo nuestro presente, obligándonos a una desconstrucción conceptual, sonora y corporal jamás vista.

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