Los nacidos entre mediados de 1990 y el 2000, pero sobre todo los nacidos luego del cambio de milenio, llegaron a un mundo totalmente nuevo. La mayoría se crió y creció rodeado de computadoras y celulares. La primera década del siglo XXI los recibió con la crisis argentina, el atentado a las Torres Gemelas y concluyó con la crisis europea del 2008. Cuando esta generación alcanzó la adolescencia, la globalización no era un proceso en marcha, era un hecho. La estabilidad se derrumbó rápidamente para dar lugar a una nueva experiencia del mundo: la incertidumbre continua. ¿Qué piensa esta nueva generación de la economía? ¿Qué esperan de su futuro laboral?. En esta oportunidad, Diego García y Alan Ojeda entrevistaron alumnos de la universidad para aclarar el panorama.

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El mundo ya no es lo que era hace 30 años ni hace 15, siquiera lo que era hace 4 años atrás. La velocidad de los cambios del rumbo económico del mundo, y sobre todo de nuestro país, parece producir bastante ansiedad e incertidumbre en los más grandes. Pero ¿Cómo viven los jóvenes post 2001? ¿Qué piensa de la economía esa generación que se crio en el trámite que el kirchenrismo le dio a nuestra crisis económica y democrática? Para averiguarlo, desde Código y Frontera, conversamos con tres estudiantes de la UBA de distintas carreras: Gabriela Murúa de Derecho, Deborah Kaplan de Psicología y Francisco Sarrio de Ingeniería ambiental. Gabriela tiene un emprendimiento con una amiga, Deborah trabaja ocasionalmente de niñera y Francisco trabaja para el Gobierno de la Ciudad como monotributista.

Si bien esta nota no es un análisis exhaustivo (ni pretende serlo), si puede servir como un pantallazo veloz de las preocupaciones de los más jóvenes en relación al futuro económico del país, de sus carreras y su trayectoria laboral.

Por una cuestión de orden, dividimos la nota en temas específicos que giran alrededor de lo que, desde la revista, creemos que son los “ejes principales” de las preocupaciones económicas cotidianas.

 

Trabajo ideal y trabajo precario

Una de las características del mercado laboral actual es la flexibilización que introdujo el “capitalismo de plataformas”: Uber, Glovo, Rappi, Pedidos Ya, etc. Por otro lado, el freelance ha ganado cada vez más lugar y la idea de “sé tu propio jefe” se volvió cada vez más presente y tentadora entre los más jóvenes. Sin embargo, la respuesta no es tan homogénea. La estabilidad económica sigue siendo un factor principal a tener en cuenta. “Yo imagino un trabajo y una fuente de ingresos estables para poder proyectar a 10 años, pero que ese trabajo no me ancle a un espacio físico en particular. Cuando vos conseguís un trabajo estable y te ponen en blanco empezás a armar la vida alrededor de ese trabajo, y eso no es algo que me entusiasme mucho”, dijo Francisco, que también remarcó que no espera que el trabajo esté relacionado a su estudio, pero que si quisiera que internet le permitiera no tener que estar atado a un lugar físico determinado. Gabriela y Deborah, por otro lado, priorizaron la libertad y la autonomía, aunque eso signifique trabajar más. Gabriela, estudiante de Derecho, dijo: “Me gustaría tener mi propio estudio para poder elegir los casos que me llamen la atención. También coincido con el tema de la dificultad de organizar los horarios cuando sos tu propio jefe. Cuando uno está inmerso de lleno en un trabajo, es difícil separar cuando empieza tu vida y cuando terminan las obligaciones”. Deborah, estudiante de Psicología, también eligió la independencia por sobre la estabilidad: “Me gustaría tener mi propio consultorio clínico y manejar mis tiempos. Si me dedico a la clínica mi ingreso dependería de la cantidad de pacientes. Me gustaría no estar pendiente de la cantidad de pacientes que necesito para llegar a fin de mes. Prefiero asumir ese riesgo a trabajar un horario fijo en la oficina”. En relación a sus futuros laborales, mientras Gabriela y Deborah respondieron que piensan trabajar de lo que estudiaron, Francisco cree que es mejor no cerrarse a otras opciones, porque le parece demasiado determinar el futuro por algo que eligió estudiar a los 18.

Hablando de trabajo precario, todos coincidieron en algunas definiciones básicas: un trabajo precario es todo aquel que no tenga las cargas sociales y la seguridad médicas, que no se ajuste a derecho y no provea un mínimo de estabilidad y seguridad al trabajador. También consideraron precario todo trabajo que no alcance a cubrir las necesidades básicas incluso con una gran carga de horas semanales. Sin embargo, al momento de elegir ejemplos, mostraron diversidad de ideas. Por un lado Francisco, mencionó los emblemáticos Glovo, Uber, Rappi, pero también nombró el periodismo deportivo como una industria de empleos precarios.. Gabriela también eligió como ejemplo los trabajos vía aplicación por la falta de cargas sociales.  Por otro lado, Deborah eligió al rubro de empleados de comercio, ya que muchos de los que trabajan en supermercados, almacenes o kioscos no están en blanco.

La consciencia sobre los derechos laborales aún está presente en entre estos estudiantes jóvenes, al igual que la idea de cierta estabilidad laboral, sea independiente o bajo relación de dependencia. Los trabajos vía aplicación son el ejemplo más directo del tipo de trabajo “no deseado”, aun entre ellso que estiman “libertad de horario” . Creen que esa libertad de horario tiene trampa, ya que la mayoría de los trabajadores que están bajo este régimen no pueden evitar trabajar muchas horas para alcanzar a cubrir sus necesidades.

Deuda y ahorro

A diferencia de sociedades como la norteamericana, la deuda y los créditos no suelen ser parte del panorama cotidiano de los argentinos, al menos no voluntariamente. Los saltos en la inflación, el cambio continuo de las políticas económicas, los vaivenes de los ciclos de crecimiento y los recesivos han llevado a gran parte de los argentinos a desconfiar de las entidades bancarias.

En este sentido, Gabriela dijo que evita realizar consumos corrientes con tarjeta de crédito, pero se endeuda con los bancos como última opción como cuando hay que afrontar un gasto grande, como “un arreglo de la casa”.. En la misma sintonía, Francisco explicó que se endeuda sólo con el padre: “A veces me endeudo con mi viejo cuando el Estado se demora en pagar. Trabajo con el Gobierno de la Ciudad y les facturo. A veces se demoran los pagos y le pido a mi viejo”. Los tres coincidieron en que sería aceptable endeudarse para estudiar o para realizar una inversión redituable, pero no para cosas que no sean estrictamente necesarias, como viajes. Para otros placeres y darse un gusto personal los tres eligieron hacer usos de ahorro.

¿Cómo ahorran? En este punto hubo diferencias importantes. “Yo empecé a usar mercadopago. Cualquier cosa que me sobra, así sean un par de pesos, los pongo ahí. Además, puedo sacar la plata cuando quiera, no es como el banco”, dijo Gabriela. Deborah, en cambio que ahorra en billetes de 5 y 10 pesos pese a la inflación. Francisco, que tiene cuenta en el Banco Ciudad prefiere comprar dólares: “Todo lo que me sobra lo paso a dólares. Es una forma de no perder tanto”.

Crisis y cambios en los ámbitos de consumo

Los momentos de crisis y recesión nos obligan a replantear nuestros consumos. En el caso de los jóvenes estudiantes, eso implica múltiples factores. Estudiar implica gasto en bibliografía, en viático y en alimentos. ¿Salidas los fines de semana? ¿Algún lujo o gusto durante el mes? Deborah dice que busca economizar en los viajes diarios a la facultad, tratando de resolver varias cosas en un mismo trayecto. “En los apuntes también hubo recorte. Empecé a leer más PDF en la computadora. También empecé a llevarme la comida desde casa”, aclaró. Francisco también redujo la compra de bibliografía de las materias, regula el uso de la yerba y está más atento a las promociones. Gabriela, por su parte, busca regular y planificar más sus consumos cotidianos para evitar gastos innecesarios. Todos coincidieron en haber reducido el número de salidas con amigos y modificado las actividades de los fines de semana. Las salidas a los bares se transformaron en reuniones en casas o alrededor del barrio, lo que les permite abaratar los costos del consumo del alcohol y comida.

Cuando se refirieron a gastos imposibles de resignar, Francisco y Deborah eligieron terapia sin dudarlo. Gabriela privilegió sus clases de japonés. En ambas elecciones no está tanto presente la “diversión” como la necesidad de continuar formándose y la salud mental.

¿Qué esperan del Estado?

¿Los jóvenes esperan los mismo del estado que la gente de 40 o 50 años? ¿Cuál es la perspectiva de la función del estado de los sub 25? Francisco no dudó en afirmar la importancia de un Estado presente y con prioridades claras: “El estado debería generar un nivel básico de bienestar, por eso me parece necesario darle bola a la Educación Pública. Después, posteriormente, invertir más en ciencia y técnica para fomentar el desarrollo. Para ser competitivo tenés que desarrollar ciencia. El sistema de salud gratuito también es importante. De lo contrario, una familia puede dejar de tener su ingreso de un día para el otro y quedarse sin cobertura”. Deborah también resaltó el rol del Estado en relación a la educación: “A mí me gustaría ser docente, y me parece importante que puedan venir a la universidad y cursar en buenas condiciones. No se trata sólo de ir a la facultad, sino del transporte, de la comida, de las fotocopias. Mucha gente deja de estudiar por eso”.

En lo que refiere a medidas económicas específicas y el dilema de “libremercado” vs “proteccionismo”, la balanza se inclinó hacia la intervención del Estado. Gabriela hizo hincapié en el excesivo gasto del público y el número de empleados públicos: “Yo creo que el Estado debería achicarse un poco más. Hay provincias que tienen el 70% de su población trabajando dentro del estado. Eso no sirve, porque deberían estar explotando los recursos naturales y produciendo. Si dependemos todo del Estado ¿Quién crece? Creo que en vez de estar gastando en obras públicas que sean estratégicas a largo plazo, hacen gastos para obras a corto plazo”. Francisco, por otro lado, defendió una aplicación criteriosa de los impuestos: “El tema de los impuestos me parece que depende del sector. Por ejemplo, las retenciones del campo y la quita del plazo de liquidación de divisas es un problema. Nos dijeron que así íbamos a ser más competitivos, y sin embargo no pasó. Eso generó la falta de dólares que estamos pagando ahora”. Deborah, por su parte, reconoció el relativo atraso tecnológico del país, pero consideró que la apertura económica suele traer más deuda que desarrollo. Los tres consideran que es necesario que la Argentina se abra a los mercados internacionales, pero que lo haga de forma específica, en los sectores más competitivos, para que eso no produzca un problema en los emprendimientos locales.

En lo referido a la producción o compra de tecnología, Gabriela señaló la necesidad de introducir o importar “ideas” primero para después desarrollar una industria propia, mientras Francisco y Deborah prefirieron un incentivo a la industria a través de rebajas impositivas que faciliten la producción.

¿Futuro incierto?

La generación post-millennial argentina, con sus idas y vueltas, si bien parece adaptarse a los tiempos que corren, no termina de olvidarse del rol del Estado en la economía y como garante de derechos. Si el discurso del liberalismo económico parecía haber hecho carne en gran parte de la sociedad occidental, en el umbral del fin de la segunda década del siglo XXI, los jóvenes de distintos paises, desde Chile hasta Francia, parecen reclamar cada vez más la presencia de un Estado que incline la balanza para los más desprotegidos. La estabilidad y las condiciones laborales siguen siendo los valores principales para el futuro laboral, por lo que los trabajos de aplicaciones siguen siendo considerados como empleos precarios más que como oportunidades económicas para progresar. Esto no impugna ni niega el discurso liberal sino su versión más ortodoxa. La memoria del Estado de Bienestar aún sigue en pie.

 

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