¿»Ontología» u «ontologías»? A lo largo del siglo XX la imagen del Maestro de Alemania ha sido fundamental en la reflexión filosófica sobre el ser. Sin embargo, como suele suceder en esa continua tensión irresoluble entre Europa y América, cosmovisiones colonizadoras, colonizadas y de resistencia, olvidamos que ese discurso no es único y la experiencia del ser no sólo no es única sino que es plural, atravesada por las formas particulares en las que la lengua abre el mundo y lo devela.  En esta oportunidad, Daniel Chao nos presenta un ensayo sobre las posibilidades que ofrece la perspectiva de Kusch a la hora de pensar una ontología americana.

 *  *  *

Como es bien sabido, si hay una noción alrededor de la cual puede hilarse una historia de la Filosofía en Occidente es la del ser. Desde la clásica proposición aristotélica en el siglo IV A.C. de que “Ser se dice de muchas maneras” a la afirmación de la necesidad de retomar la pregunta por el Ser y su diferencia con el ente, hecha por Martin Heidegger a comienzos del siglo XX, es reconocible la centralidad de la ontología (el estudio de lo que es en tanto que es) en todo sistema filosófico. Y esto se debe a que toda tensión, ya sea ética, política, religiosa, epistémica o lingüística, deberá atravesar de un modo u otro alguna toma de posición respecto a lo que es y lo que no es, y a cómo es.

Pero toca preguntarnos, en este mismo desarrollo histórico de la Filosofía, si acaso la centralidad de la pregunta por el Ser es universal a todo pensamiento humano, o si acaso son posibles otros sistema de pensamiento que se estructuren alrededor de alguna otra noción central. Esto en principio parece sumamente difícil, si volvemos a pensar con Aristóteles que lo que es en tanto que es resulta la clase más fundamental y amplia de entes, en tanto estamos pensando en algo previo a cualquier nota distintiva que no sea el mero hecho de que es.

Si toda pregunta acaba por implicar un modo de hacerse la pregunta por el ser de los entes, ¿cómo podríamos siquiera hacernos una pregunta que se dirija a otros posibles modos de estructurar nuestra comprensión de la realidad? De tal complejidad es la tarea que nos propone un autor como Rodolfo Kusch. Y nos indica además que aún siendo compleja, no deja de ser esta una cuestión apremiante, puesto que, en el contexto del continente americano, bien podría darse que una forma distinta a la noción de Ser como eje estructurante de la realidad pudiera estar siendo eclipsada o desplazada por efectos de la colonización de Occidente y su ontología.

Es así que en su estudio de las cosmovisiones andinas, Kusch arriba al descubrimiento de que en dichas cosmovisiones el verbo en el que enraíza el sentido de su vida el ser humano no es un equivalente al Ser, sino a Estar:

            […] Otra cosa ocurre en el ámbito aymara. Podríamos utilizar un equivalente de Da-sein como parece serlo, según Bertonio, el término cancaña, que significa ‘asador, el ser o esencia’, o que también se vincula con ‘acontecer’. Pero mucho más propio del sentir indígena sería el término utcatha. Según el mismo autor significa ‘es-tar’. Además, pareciera llevar en la primera sílaba   un apócope del término uta o ‘casa’, lo cual lo vincularía con el concepto de domo, o sea domicilio o estar en casa (…) Significa también ‘estar sentado’, lo cual nos lleva paradójicamente al sedere latino, de donde proviene el ser castellano. Finalmente, Bertonio menciona la forma utcaña ‘el asiento o silla y también la madre o vientre donde la mujer concibe’. En suma, se trata de un    término cuyas acepciones reflejan el concepto de un mero darse o, mejor aun, de un mero estar, pero vinculado con el concepto de amparo y de germinación. […][1]

Así, Kusch nos trae como paralelo al término con que Occidente llega a pensar la existencia del ser humano en el siglo XX, Dasein, el rastreo de los términos con que las estructuras lingüísticas del quechua y del aymara le han permitido pensar su existencia al andino. En ellos, la existencia, más que en el término Ser, se enlaza fuertemente con términos que refieren al estar en un amparo, arraigado al entorno por una relación seminal.

A partir de estas investigaciones, Kusch traza a lo largo de sus obras una perspectiva alrededor de la peculiar posición existencial de los colectivos indígenas y mestizos del continente americano que se hallaría en un punto de diferencia fundamental y a la vez de confluencia entre el Ser (alguien) de la historia de la Filosofía occidental y el Mero-Estar (aquí) vivenciado en la América precolombina. Y a dicha perspectiva se propondrá explorarla como punto de partida para un proyecto de emancipación cultural y política de los grupos colonizados y subalternizados por Occidente.

Nos dirá en La seducción de la barbarie[2] que el indígena americano, desde tiempos precolombinos, no hace más que perpetuar la vegetalidad de su ambiente. Este apaña la ambivalencia en la que queda tensionado, a mitad de camino, entre las fuerzas vitales del suelo y las formas ficcionales que intenta instalar el espíritu. Lo vegetal, estático, pero a la vez con una fuerza demoníaca asedia y amenaza con malograr la instalación del humano en el medio, lo hace tomar consciencia permanentemente de su precariedad y de la inminencia del desastre. Así, el humano queda en una tensión irresoluta entre ser y no ser en oposición al vegetal. No logra imponerse sobre este, entonces conjura su fuerza destructora incluyéndola en sus formaciones culturales, a modo de ritual que le permita un equilibrio con su medio para lograr el fruto de la siembra, la subsistencia[3].

En esta relación ritual con su mundo, al cual intenta reordenar mágicamente para conciliar sus fuerzas, el humano no sobrepasa la precariedad inicial de su existencia, no puede más que estar en ella, sino que desde este su estar la asume y logra apenas ponerla en suspenso cíclicamente, quedando siempre emocionalmente a merced de la ira de los elementos, pero amparado por un horizonte cultural que puebla de símbolos su mundo[4], con tal de darle la comprensión de una participación que le es requerida en el ordenamiento de su mundo para equilibrar las fuerzas de lo fasto y lo nefasto y salvarlo de la miseria.

En cambio, en el Viejo Mundo, para conjurar esta adversidad del ambiente, el proyecto de sujeto occidental ha dispuesto la racionalidad instrumental sobre un mundo de causas y efectos en una lógica de afirmación del ser[5], a modo de anticiparse a la naturaleza y dominarla para obtener de ella el sustento, pero residualizando la posibilidad de una relación con el medio estructurada por la afectividad. El sujeto occidental resuelve el asedio de las inclemencias del mundo y el pavor que le producen, oponiéndose a este y pretendiéndose ficcionalmente ajeno, liberándose técnicamente de las fuerzas destructivas de un suelo dado. Esta liberación de las amenazas infecciosas del suelo eestará signada en la historia de Occidente por la pulcritud.

La constitución del Ser-alguien estará íntimamente ligada a los procesos de limpieza, purificación, separación de lo mundano. Así pudo el sujeto occidental universalizar su capacidad de imponerse en un suelo cualquiera, de ser-alguien donde sea, pero perdiendo el arraigo emocional con un suelo dado, ya que todo lo que encuentra es materia para su trabajo, en el que se corrobora reflejado él mismo como único fundamento de su domicilio en la existencia.

Es aquí donde el blanco en su ser-alguien percibe con pavor y rechazo la presencia del indígena, en su precariedad de estar, la cual es percibida por este estética y concretamente como hedor, por no haber atravesado el indígena en su historia milenaria los mismos procesos de purificación y separación de su medio. Un hedor que lo choca como una interpelación sobre la propia precariedad del occidental. Y es que el indígena, aún en su existencia precaria y hedionda tiene un horizonte cultural desde el cual rehacer mediante rituales un proyecto existencial que lo sitúa emotivamente enlazado a su suelo. Pero al sentirse el blanco increpado a dar cuenta del fundamento para su ser-alguien, puede develarse de pronto en la precariedad de no estar viviendo con más fundamento que el encono con que sostiene e impone su ficción de ser-alguien. Precariedad más profunda incluso que la falta de comida y de vestido del indígena.

Cabe señalar que con lo antedicho Kusch no se propone partir de una definición esencialista privativa del indio para desprender de allí un modo de existir peculiar. Pues ha señalado que el indio se encuentra arrojado a la existencia en una relación con su mundo estructurada con acento en su estar, antes que en el ser. Y que dicha relación remite a una precariedad originaria de domicilio en la existencia en que se encuentra arrojado todo humano, tanto en su versión indígena como occidental. Sólo que mientras el indígena parece mantenerse en la conciliación de esta precariedad para garantizar el sustento, el blanco imposta a posteriori, en un esfuerzo por sobreponerse a ella, una existencia fundada a partir de su relación con el ser.

Esto evidencia la existencia en América de un horizonte cultural diverso, dentro del cual se vuelve posible un proyecto de existente humano bajo reglas distintas a las que vuelven posible el proyecto de existente humano occidental. Es ya característico de un cierto mundo cultural, el occidental, el establecer valoraciones sobre la vida humana que ponen como base la indigencia económica y sólo como un aspecto superestructural de ésta la indigencia simbólica. Pero, señala Kusch, es una indigencia más profunda y fundamental, ante la existencia, la que subyace cuando emerge un mundo cultural que habita con símbolos el mundo y establece desde dicho horizonte una valoración sobre el alimento y los medios para conseguirlo[6].

Podríamos preguntar, finalmente, ¿cómo es que propone Kusch una posibilidad de que el horizonte cultural del Mero-estar pueda sobreponerse a la arremetida colonizadora de la historia del Ser-alguien occidental? Ya que es el Ser-alguien quien se plantea como activamente impositivo, capaz de separarse de su entorno y objetivarlo para delinear un proyecto de nación puro, ordenado, pulcro, mientras que el Mero-estar ha sido planteado como pasividad hedionda y conciliación afectiva con el medio en un equilibrio frágil y cíclico.

Pero, luego de advertir cómo la historia de la América pre-colonial, colonial y pos-colonial evidencia una y otra vez los fracasos de los proyectos civilizatorios basado en la implantación calcada y pura del orden occidental, señalará Kusch que dichos fracasos encuentran su correlato en la pasividad del Mero-estar. Pues estelogra vincularse con las fuerzas demoníacas de lo vegetal, del suelo, que continuamente socavan y malogran todo intento de imponerse de las formas de Occidente. Dichas fuerzas tienen un potencial germinal, puesto que en su fluidez de sólo estar, el Mero-estar no hace otra cosa que buscar perpetuamente la conciliación. Y en este afán puede contaminar con su hediondez y hacer entrar dentro de sí a la fuerza ordenadora del Ser-alguien y conciliarse con él, fagocitándolo y tomando de éste su capacidad activa, pero ya no en la negación purificadora y objetivación del entorno, propia de Occidente, sino en una síntesis entre el Mero-estar y el Ser-alguien: el Estar-Siendo. Una perspectiva tal sería a la vez fluida, en conciliación con su fundamento geocultural, pero también tendría la capacidad de autoafirmar un proyecto de ser como comunidad y nación, sin negar un horizonte cultural propio, el cual contiene, fagocitadas, las estructuras de Occidente, pero ya no meramente importadas e intentadas de calcar desde la tradición filosófica occidental.

Bibliografía:

– Kusch, R., El pensamiento indígena y popular en América y la negación del pensamiento popular, Ed. Fundación Ross, Rosario, Argentina, 2012.

– Kusch, R., Geocultura del hombre americano, Ed. Fundación Ross, Rosario, Argentina, 2012.

– Kusch, R., La seducción de la barbarie, Obras Completas, Ed. Fundación Ross, Rosario, Argentina, 2010, Tomo I, pp. 19-77.


[1] Kusch, R., El pensamiento indígena y popular en América y la negación del pensamiento popular, Ed. Fundación Ross, Rosario, Argentina, 2012, pp. 32.

[2] Kusch, R., La seducción de la barbarie, Obras Completas, Ed. Fundación Ross, Rosario, Argentina, 2010, Tomo I, pp. 19-77.

[3] Kusch, R., Op. Cit., pp. 24.

[4] Kusch, R., Geocultura del hombre americano, Ed. Fundación Ross, Rosario, Argentina, 2012, pp. 171.

[5] Kusch, R., El pensamiento indígena y popular en América y la negación del pensamiento popular, Ed. Fundación Ross, Rosario, Argentina, 2012, pp. 11.

[6] Kusch, R., Geocultura del hombre americano, Ed. Fundación Ross, Rosario, Argentina, 2012, pp. 170-171.

Sumate a la discusión