La industria del espectáculo parece estar a destiempo en relación a los avances sociales que la cultura está experimentando en relación a la diversidad sexual y el feminismo. Ahora ¿Está atrasada porque no puede seguir la velocidad de los cambio o hay una razón estructural más profunda destrás de todo esto? Recientemente Scarlet Johansson renunció al papel que había aceptado para encarnar a un personaje transexual debido a las críticas que recibió por parte del sector LGTTBIQ, poniendo en evidencia el déficit de la industria en lo que respecta a la participación de disidencia ssexuales en la industria cinematográfica. Jared Letro, años atrás, había recibido críticas similares por su papel de travesti con HIV en la películas Dallas Club Buyers. Actualmente, en Argentina, las discusiones sobre la presencia estructural del machismo en la TV, teatro y cine se hicieron presentes con las denuncias hacia Ricardo Darín que realizaron públicamente Érica Rivas y Valeria Bertuccelli. En esta oportunidad, Carolina Alamino nos presenta un análisis de la situación actual de desigualdad en la industria nacional del espectáculo.
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La industria del espectáculo alrededor del mundo –y con énfasis, Hollywood- viene, desde 2016, siendo interpelada por los movimientos feministas, por las mujeres, gays, lesbianas, trans, travestis, que deciden hablar en voz alta de lo que sucede a la vista de todxs, pero bajo el manto de silencio de casi todxs. A partir de las denuncias contra el magnate Harvey Weinstein en 2016, en Hollywood comenzaron derrumbarse imágenes que parecían sagradas e intocables, actores, productores, directores, denunciados por compañeras de trabajo, empleadas, hijas, simples conocidas. Por supuesto, a las compañeras norteamericanas les queda mucho por desandar y aún hay mucho espacio ocupado por machos, pero ha comenzado un trabajo intenso de visibilización, acompañamiento, pedagogía incluso, proyectos nuevos y narrativas que rompen las cadenas de la opresión. En nuestro país, ¿qué sucede cuando las mujeres se animan a romper el silencio?
La industria del espectáculo local puede diferenciarse en muchas cuestiones de la de Hollywood, particularmente en el poder económico que acumula. Incluso, si pensamos en la industria global, es claro que nuestro mercado representa un lugar bastante pequeño. El gasto del consumidor para los mercados combinados de entretenimiento teatral y doméstico, a nivel mundial, alcanzó los $88.4 mil millones. La taquilla mundial alcanzó un nuevo récord de $40,6 mil millones en 2017, un cinco por ciento más que el año anterior.(1) La industria argentina de medios y entretenimiento (E&M) (2) generó en 2016 ingresos por más de 8.880 millones de dólares, con un incremento del 9% respecto del 2015.(3)
Ahora bien, ambas industrias están empapadas en machismo, misoginia, violencia sexual, psicológica y económica. Hay una inmensa falta de representaciones diversas o disruptivas de los modelos hegemónicos sexo-género, es decir, no hay prácticamente personajes no estereotipados cuando se trata de mujeres cis, trans, gays, lesbianas, bisexuales, etcétera. La mirada sobre ellxs es la de los sujetos hegemónicos: varones, cisgénero, heterosexuales, blancos, jóvenes, de cierto estatus socio-económico, etcétera. incluso, no existen mecanismos internos a la misma industria que den cuenta de las conductas violentas y propongan protección, reparación y un espacio de escucha real a quienes son violentadas. Los descréditos, manoseos, abuso de poder, son moneda corriente en un ámbito que simula vivir del talento, pero vive, en realidad, del trabajo precarizado de muchxs y el descrédito y maltrato de otras, mientras solo unos pocos disfrutan de sus mieles.
Haciendo referencia al caso de abuso sexual denunciado por la actriz Calu Rivero contra Juan Darthés, también actor, durante el rodaje de una novela de prime time televisivo hace algunos años, Luciana Peker nos decía hace poco más de seis meses, que “La violencia de género afecta a todas las clases sociales, pero los violentos de clases alta, poder y dinero para el fuego tribunalicio son más peligrosos.”(4). Peker denunciaba cómo la industria local le daba la espalda al “fenómeno Hollywood” de decirle basta a la violencia machista y, en cambio, elegía creer que no pasaba nada, continuar contratando al violento, acallar a las mujeres. La misoginia, el machismo y sus violencias consecuentes(5) están presentes en nuestra sociedad. Eso no es algo nuevo, pero sí es “novedad” que los movimientos feministas toman cada vez más fuerza, en las calles, en las plazas, en las escuelas, en el Congreso,(6) en las camas. Aun así, es notorio cómo son las fuerzas de la hegemonía patriarcal las que priman en la televisión, en el cine y en el teatro. En este sentido, una investigación del “Observatorio Emilia Saleny de perspectiva de género del cine Argentino” (7), arroja cifras alarmantes: “Entre 2010 y 2017 se estrenaron 1563 películas nacionales y sólo 211 fueron dirigidas por mujeres. Sin embargo, considerando la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), la carrera de Diseño, Imagen y Sonido en la UBA y la Universidad del Cine (FUC), las mujeres representan un total de entre el 54% y el 60% del alumnado.” (8) A su vez, en la Asociación de Autores de Fotografía Cinematográfica Argentina sólo el 7% de los miembros son mujeres, ya que muchas quedan en la instancia de ayudantes de cámara y no logran ascender. El techo de cristal existe, incluso 30 años luego de que la conversación pública al respecto se iniciara.
Por otra parte, respecto a los géneros disidentes, la dramaturga, productora y directora María Victoria Menis, asegura que hay algunas pocas producciones que están haciendo un gran esfuerzo para ser inclusivas de sexualidades disidentes, es decir, intentando incorporar personajes no cisgénero, no heterosexuales. La animación se destaca en esta tarea de inclusión, aunque los personajes suelen ser alternativos. Por ejemplo, Disney incluyó un beso entre personas del mismo género recién en 2017. De acuerdo a un estudio sobre la plantilla del Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA) realizado por la legisladora porteña Andrea Conde acerca de la participación de mujeres cis, trans, así como personas no binarias en el teatro, las mujeres dirigían apenas un 20 por ciento de las obras, y solo un texto escrito por una mujer había sido presentado en escena. “Además, apenas el 36 por ciento de las contrataciones artísticas teatrales se dirigieron a mujeres y no hubo lugar para personas trans o no binarias. En el caso de la iluminación, el porcentaje fue abrumador: el 80 por ciento de las obras presentadas en el CTBA en 2017 fue iluminada por varones. Hay un solo rubro en el que las mujeres son mayoría y no sorprende: vestuario. Allí, el 81 por ciento de quienes trabajan son mujeres”.(9)
Es claro que el panorama de la industria habla de un patriarcado vivo y saludable. Este cala hondo en un doble sentido: en términos cuantitativos de participación de personas que se alejen del sujeto hegemónico de poder y, en las relaciones sociales entre quienes componen esa industria. Así, los casos que resonaron en los últimos tiempos nos vienen a la mente necesariamente: denuncias de acoso sexual, de violencia psicológica y económica.
Creeríamos que en los últimos años la sociedad habría ganado mayor conciencia de la gravedad de la violencia sexual, sus efectos nocivos para quienes la sufren, así como también de la “cultura de la violación” que la sustenta y legitima. Incluso que la sociedad reconocería y respetaría a aquellxs de géneros disidentes gracias a leyes como la Ley de Identidad de Género, pero no pareciera que la industria del entretenimiento haya receptado sus contenidos ni se encuentre trabajando para la apertura de representaciones y cuidado de sus integrantes. En otras palabras, las leyes son de avanzada pero las representaciones culturales de la TV, el teatro y el cine, no han acompañado necesariamente en la construcción de una sociedad más equitativa y justa. No lo han hecho ni en los personajes y situaciones que crean en el mundo ficcional (¿nos es posible pensar en, por ejemplo, personajes LGBT complejos, que no sirvan de objeto de burla, que sus existencias no sean en extremo sufrientes, que no encarnen otros clichés?) ni tampoco en el tratamiento que se da a actrices y actores que trabajan en la industria del espectáculo.
Las últimas declaraciones de las actrices Valeria Bertuccelli y Érica Rivas nos muestran de manera cabal cómo funcionan esas estructuras de poder enquistadas en la industria del entretenimiento. Luego de callar por años, Valeria y Érica hicieron cuerpo la valentía y hablaron señalando a Ricardo Darín como alguien que las había maltratado, humillado y acorralado hasta hacerlas renunciar a la obra de teatro que, consecutivamente, co-protagonizaron junto al actor.
Cuando hablaron, nuevamente –como le sucedió a Calu Rivero- los medios las revictimizaron, descreyeron de sus palabras y siguieron revistiendo con un manto de aprecio y respeto a la figura de Darín. Los medios especializados prácticamente no acusaron recibo cuando Valeria señaló que cobraba considerablemente menos en la obra de teatro que protagonizaba junto a él. Cuando lo hicieron fue para remarcar que cada quien negociaba su propio cachét y que eso no podía, ni remotamente, ser responsabilidad de Darín. Pero ¿es que acaso no demandamos igual salario por igual tarea? ¿No es una de las conductas identificadas como violencia económica por la Ley? Y cuando se habla de una persona que hace dudar a la otra de sus capacidades, que la inutiliza y paraliza, que destrata y maltrata, ¿no hablamos de violencia psicológica? La violencia económica incluye “la percepción de un salario menor por igual tarea, dentro de un mismo lugar de trabajo” (10) Y la violencia psicológica es exactamente ese menoscabo a la autoestima, daño emocional, control de decisiones, hostigamiento, humillación y deshonra. Los relatos de Valeria y Érica hablan de estas violencias. Las reacciones de colegas, periodistas de espectáculos, el mismo actor, hablan de cómo se repliega y endurece el status quo cuando se lo ataca, habla de cómo se despliegan con fiereza las relaciones de poder con ansias de dominación sobre aquellxs que, hasta ese momento, se había creído acalladxs. El machismo cala hondo. No sólo atraviesa a las personas que ejercen violencia psicológica sobre otrxs, sino que además moldea las estructuras económicas, organizativas, laborales, simbólicas de la industria del espectáculo. Es hora de que pensemos seriamente qué industria del entretenimiento queremos para nuestra sociedad: ¿una que perpetúe el status quo que sostiene relaciones de poder hetero-cis-patriarcales jerárquicas entre sujetxs, o una que acompañe las demandas sociales y busque representar existencias y prácticas no-hegemónicas?
1 Motion Picture Association in America, “New Report: Global Entertainment Market Expands on Multiple Fronts”. Disponible en https://www.mpaa.org/press/global-entertainment-market-expands/
2 Industria que de por sí es más amplia que la medida por al Motion Picture Association in America, pues incluye revistas y televisión abierta, por ejemplo.
3 En los próximos cinco años se estima que la industria local de E&M alcanzará los US$ 11.824 millones, a una tasa de crecimiento anual compuesto (TCAC) de 5,9%. Según PwC, “Medios y entretenimiento en “Argentina Perspectivas 2017 – 2021”. Disponible en https://www.pwc.com.ar/es/publicaciones/assets/medios-y-entretenimiento-en-argentina.pdf
4 Luciana Peker, “Machowood”. Disponible en http://www.revistaanfibia.com/ensayo/machowood/
5 Que según la Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres pueden ser violencias de tipo físico, sexual, psicológico, económico y simbólico; y pueden desarrollarse en distintas modalidades: doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, mediática.
6 No olvidemos que el día 14 de junio asistimos a la media sanción del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), en la Cámara de Diputadxs de la Nación.
7 El Observatorio fue presentado en el último Festival de Cannes y es el resultado del trabajo conjunto del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y el Instituto Nacional de las Mujeres (INAM). Lleva el nombre de la primera directora de cine argentino y fundadora de la Academia de Cine a principios de siglo pasado.
8 Martina Freier, “El género invisible en las pantallas”, LATFEM. Disponible en http://latfem.org/el-genero-invisible-en-las-pantallas/
9 Ib. Ídem.
10 Mariana Carabajal, “Por la paridad en el teatro”. Disponible en https://www.pagina12.com.ar/115973-por-la-paridad-en-el-teatro.
11 Artículo 5, inciso 4, Ley 26.485. Disponible en http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/150000-154999/152155/norma.htm