Un número considerable de adultos que vivieron su adolescencia entre los 90´s y los 2000´s se criaron con una variedad bastante amplia de series japonesas a través del manga y el animé. A diferencia de la tradicional carga de testosterona del comic norteamericano, podía leerse, a veces entre lineas y otras de forma muy explícita, un corrimiento en la construcción de la heteronorma y las visiones hegemónicas de la sexualidad. ¿Qué implica haberse criado viendo animé? Escribe Alan Ojeda.

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“Educación sentimental” es el nombre que se le da a todas las experiencias que nos forman emocionalmente. Nuestra iniciación al mundo afectivo, nuestro desarrollo de una determinada hermenéutica para aprehender el mundo en la adolescencia/juventud, tiene una larga tradición literaria. La idea de “educación sentimental” excede por amplio espectro la del vínculo amoroso o sexo-afectivo, como si podríamos leer en las páginas de Las desventuras del joven Werther (1774) de Goethe o La educación sentimental (1869) de Flaubert. La educación sentimental abarca toda nuestra constitución afectiva, construye nuestro umwelt, nuestro mundo circundante y las formas en las que interactuamos con él. Mejor usemos otra palabra. Llamémosla, entonces, “educación sensible”.  Es necesario considerar cómo se construye esa sensibilidad, con qué recursos y con qué experiencias. En esta oportunidad, para no hablar de algo que no se, voy a hablar de mi experiencia formativa, de mi “educación sentimental” o “educación sensible”. ¿Por qué soy lo que soy ahora? ¿Por qué siento como siento?

¿Estan abrazando la televisión?

Soy hijo de los 90. Nací en 1991 en el barrio de Flores y viví mi adolescencia entre Mataderos y Parque Avellaneda. Tuve consolas de video juego a muy temprana edad: EDU, Family, Sega, Play Station, Play Station 2 y, ya en la adultez, Play Station 3. Eso se complementó con otros consumos de la industria cultural que comenzaban a hacerse presentes de manera muy visible, y que también venían del País del Sol Naciente: el animé. Con la llegada de los años 2000 hizo su aparición en mi horizonte audiovisual el canal de cable Locomotion, al que le debo gran parte de mi formación y, por qué no, gran parte de mis intereses actuales. Pero ya llegaremos a eso más adelante. Hasta la llegada de Locomotion, como muchos jóvenes de generaciones anteriores, mi consumo de animación japonesa se había limitado a Super Campeones (Capitán Tsubasa), Caballeros del Zodíaco (Saint Seiya), Sailor Moon, ¡Están Arrestados!, Ranma ½, Sakura Card Captor, Dragon Ball, Samurai X, Pokemon y Dígimon. Las señales de cable que se hacían cargo de esas transmisiones eran Magic Kid, Cartoon Network y Fox Kid. Las series, en general, eran bastante naif, casi siempre catalogadas como Shōnen, un subgénero de la animación japonesa con altos niveles de acción, casi siempre orientadas al público de chicos adolescentes. Salvo por algunos detalles que uno va descubriendo con los años, eran series con un desarrollo más bien lineal, sin grandes saltos argumentales o innovaciones llamativas. ¿Cuántas veces salvó el mundo Gokú? ¿Cuántas murió Krillin? ¿Por cuánto tiempo había que pelear con caballeros para salvar a Saori de las manos de algún villano con armadura mitológica? Sin embargo, en esa aparente superficialidad comenzaban a filtrarse algunas cosas que hoy nos sorprendemos de ver en televisión y que acaparan las páginas de algunos diarios y portales. Empecemos a desarmar algunas historias.

Ranma ½ hoy podría ser un emblema queer de la animación. Si bien el manga fue publicado entre 1987 y 1996, el animé se emitió entre 1989 y 1992. El argumento, a simple vista, parece sencillo: Ranma Saotome, un joven de 16 años experto en artes marciales. En uno de sus entrenamientos con su padre, Ranma cae a un foso encantado en las fosas de Jusenkyo, llamado el Estanque de la mujer ahogada. La maldición del estanque hace que se convierta en mujer cada vez que entra en contacto con el agua fría y vuelva a ser hombre cuando entra en contacto con el agua caliente. Esto genera que Ranma desarrolle serie de encuentros y desencuentros cómicos con personajes de ambos sexos. Si bien él/ella es consciente de su sexo asignado biológicamente y toda su experiencia emocional está anclada a su mundo como hombre, la experiencia central no es la que desarrolla Ramna con los otros personajes, sino la del espectador joven que empieza a moldear su mundo erótico con estas narrativas tan cargadas de sexualidad (a veces velada, otras veces explícita). Ranma ½ fue, quizá, la primera serie causante de la pregunta ¿Qué pasa si me gusta un personaje que originariamente es hombre? Esto pasaba, muchas veces, mientras almorzaba en la casa de mi abuela, antes de entrar a cursar a la primaria en el turno tarde. Yo miraba “los dibujitos esos”, mientras comíamos y mi abuela y mi vieja hablaban de otras cosas. Si, soy de los que se crió comiendo frente al televisor como un integrante más de la familia al que hubiera abrazado más de una vez, como lo hicieron Bart y Lisa. Ahora, volvamos a la escena. Mientras como con mi abuela y mi vieja con ¿10 años? veo un personaje que me provoca un impulso sexual o erótico.Ese personaje es un trans involuntario y me obliga a reflexionar tempranamente sobre mi deseo. A diferencia de otras personas, quizá, tuve la suerte de poder desmoralizar ese deseo a la par de mis consumos, de problematizarlo para evitar las auto censuras de una heteronorma tempranamente inculcada.

A esta serie se sumaron dos igual de importantes ¡Están arrestados! y Sakura Card Captor. La primera, con menos impacto televisivo, y menos trascendencia histórica, narraba la historia de dos chicas que se desempeñan como policías de tráfico. Hasta ahí no hay nada nuevo. Más allá de que la premisa parezca aburrida, es algo común en el animé el hecho de lograr realizar grandes ficciones a partir de ideas muy sencillas, Yakitate!! Japan, una serie cuyo protagonista posee las «manos de Sol», lo que significa que sus manos son más cálidas de lo que es normal en un humano, permitiéndole favorecer el fermentado de la masa de pan mientras la amasa de manera manual. Sin embargo, a los personajes principales de ¡Están arrestados! se suma, en alguno de sus 26 capítulos, Aoi Futaba, una chica travesti que trabaja como agente encubierta. No hay ningún un rasgo de “masculinidad” en Aoi, el cuerpo, los gestos, la voz, todo en la animación se focaliza en reforzar la imagen estereotípica de “mujer”. No faltan, obviamente, los gags que hacen referencia a eso. ¿Cómo ocultará Aoi su sexo en un día de playa? ¿Usará un pareo? Entonces la pregunta vuelve ¿Cómo me siento yo al respecto? Si, sin dudas el personaje me parecía hermoso. No era el modelo voluptuoso de otras series, como sí lo eran las chicas de Ranma ½ como Shampoo. Aoi era alta, esbelta, de pocas curvas y con un pelo castaño largo y ondulado. Era, hasta cierto punto, más real que las otras construcciones femeninas de las otras series. Todavía tenía 10 u 11 años. Recientemente había visto, también en algún programa de divulgación científica de la TV, que los hombres iban a poder “incubar” fetos en el futuro, de la misma forma que lo hacían las mujeres. A la problematización del deseo original se sumaba, entonces, otra pregunta. ¿Qué pasa entonces? ¿Cuál es el límite entre hombre y mujer si esto es posible? ¿Hay un límite biológico real? Recuerdo haber sufrido algún reto por haber hecho estos planteos mientras le explicaba a mi vieja que ese personaje que estaba ahí era travesti. Supongo que ella debe haber percibido la “alarma de peligro” al darse cuenta de las cosas que yo estaba procesando, mientras comía milanesas con puré a las 12 del mediodía. Por otro lado, lo que uno ve en Sakura Card Captor ya se encuentra a otro nivel. No aparece vinculado tanto al despertar de un deseo sexual como al descubrimiento de otros vínculos afectivos. Sakura Kinomoto libera accidentalmente una serie de cartas que se encontraban dentro de un libro de su biblioteca. Esas cartas son, por decirlo de alguna manera, entidades mágicas o espirituales con poderes específicos que deben ser re-capturadas para que no generen caos. Nuevamente, hasta ahí nada más para pensar. Los elementos parecen comunes a otras series, una variante de un mismo argumento. Lo curioso aparece cuando empezamos a prestar más atención a la relación de Sakura con Tomoyo, su mejor amiga. Tomoyo disfruta de hacerle disfraces y disfruta de filmarla disfrazada mientras batalla con las cartas. Tomoyo es una voyeur. Hay un vínculo erótico de goce mediado por la observación y por el disfraz. Por otro lado tenemos a Shaoran Li, rival y amigo de Sakura en la captura de las cartas, que actúa de manera extraña y se sonroja al encontrarse cerca de Yukito, amigo del hermano mayor de Sakura. Así asoman, de manera muy suave, el yaoi y el yuri, dos subgéneros del manga y el animé con muchos consumidores. Yaoi también conocido como Boy’s Love (BL) es la etiqueta que se utiliza para la representación artística, erótica, sexual o romántica de relaciones centradas entre dos individuos de sexo masculino, mientras yuri o Girl’s Love es su equivalente para la representación de relaciones centradas en dos individuos de sexo femenino.

Estas ambigüedades generadas por personajes que se escapan de la heteronorma llegan, incluso, a algunas series tan cargadas de testosterona como Caballeros del Zodiaco. Quien haya visto al menos “La Batalla de las doce casas” habrá presenciado un par de escenas que difícilmente se encuadren en la experiencia de los machos guerreros del resto de la serie. En un primer lugar Shun, hermano de Ikki, el guerrero del Ave Fénix, posee la armadura de la diosa Andrómeda. Pelo largo, verde, cuerpo esbelto, una actitud dulce e inocente, hace difícil diferenciarlo del resto de las mujeres de la serie de hecho, su comportamiento parece más “femenino” que el de las propias guerreras. Más allá de alguna escena en las duchas, donde ese cuerpo andrógino se carga de erotismo, la escena fundamental del homoerotismo de la serie es aquella en la que Shun debe salvarle la vida a Hyoga, que quedó congelado y al borde de la muerte tras pelear con su maestro Camus de Acuario. En esta escena Shun abraza el cuerpo semi congelado de Hyoga mientras están semi acostados en el piso de la casa de Libra y lo calienta con su cosmos.  Para aquellos que hayan visto la serie en su adolescencia, esta escena es tan emblemática como el primer beso interracial en la TV entre el capitán Kirk y la teniente Uhura en Star Trek (1968). Si bien en el resto de la serie abundan los personajes andróginos, como Afrodita, el caballero de la casa de Picis o Misty de Lagarto, lo importante es como ese vínculo entre erótico entre compañeros parece remontarse a los ideales del amor griego, el amor entre iguales.

 

Come on baby, do the Loco-motion

Una programación demencial las 24hs del día. Eso era Locomotion para un joven en formación, con 11 o 12 años. No me importaba ningún otro canal. No recuerdo exactamente cuando me enteré de la existencia del canal, aunque seguramente fue haciendo zapping hasta el momento en el que veo una escena de batalla entre el Eva-01 y uno de los ángeles, Sachiel. La escena de la pelea era muy buena, sin embargo, no iba a tardar en descubrir que la acción no lo era todo en esa serie. Lo esencial de la serie no eran las explosiones, sino una combinación de ciencia ficción, esoterismo, recursos cinematográficos, monólogos internos, profundidad psicológica de los personajes y conflictos emocionales. Evangelion fue para mi equivalente a ese libro que nos hace dar un salto cualitativo en nuestra perspectiva como lector, cuando pasamos del placer lúdico de una lectura chata pero rápida, como la de las series de acción, a una nueva disposición de elementos narrativos, a una profundidad conceptual que excede la idea de trama entretenida y los clichés.

Son muchos los elementos novedosos que intervienen en Evangelion. El principal elemento es, quizá, la presencia de un personaje principal bastante inútil, depresivo, con un problema edípico bastante marcado, incapaz de cumplir con las expectativas de un padre que no solo parece detestarlo, sino que es uno de los principales encargados de la organización encargada de defender a la humanidad del ataque de los ángeles que intentan destruir a la humanidad. Shinji Ikari, ese adolescente con daddy issues, frágil, indeciso y perturbado emocionalmente es el encargado de manejar un robot gigante llamado Eva-01 que, a su vez, es un ángel modificado para poder ser usado en contra de los mensajeros de Dios. Esta serie, emitida por primera vez entre 1995 y 1996, producida por Gainax prometía una experiencia más compleja que las series shonnen. Sin embargo, ahí no acababa la cosa. Shinji, a tu vez, interactúa intensamente con otros cuatro personajes: Asuka, Rei, Misato y Kaworu. Asuka y Rei son las adolescentes piloto de los otros modelos de EVA. La primera es una joven histriónica y egomaníaca, mientras la otra nos ofrece una impermeabilidad absoluta respecto a su mundo interno, salvo por su amor casi devocional hacia el padre de Shinji, que parece hacer las veces de jefe y padre. Misato es una mujer de 29 años que lo lleva a vivir a su casa y que es la jefa de operaciones tácticas de NERV, la organización dedicada a la lucha con los ángeles. Por último, Kaworu es un joven de la misma edad que Shinji y que aparece misteriosamente para encargarse de manejar uno de los EVA frente a la ausencia de su piloto original. Shinji establece un vinculo emocional y erótico con todos los personajes. Nunca parece concretarse ningún acto sexual explícito, pero todo está cargado de tensión sexual, sobre todo con Kaworu, con quien la relación homoerótica desarrollada en pocos capítulos deviene amor adolescente. Sin dejar de lado todo el entramado romántico, la serie no para de construir la paranoia en torno a un plan secreto para algo llamado “complementación humana” -del que no sabremos mucho hasta casi el final de la serie- y una visión esotérico-tecnológica del mundo lo suficientemente fuerte como para que un pre-adolescente empiece a hacerse preguntas de todo tipo. El bombardeo de información es imparable: nosotros, los “lilims”, hijos de Lilith, peleamos contra los mensajeros de Dios, al mismo tiempo que una organización secreta busca provocar en la humanidad un salto evolutivo del que desconocemos sus consecuencias. Mientras tanto, la tragedia familiar, el terror psicológico, el amor adolescente. Todo es intenso. Rápidamente me di cuenta que lo que estaba viendo no era sólo animé, era arte. Mis concepciones sobre la animación, sobre la construcción narrativa, sobre lo que podía hacerse en una serie animada. Mientras estaba acostado en la cama de mi abuela viendo esto, sabía que, de alguna forma, a lo que me iba a dedicar iba a tener alguna relación con eso. “Eso” aún no estaba muy definido, pero si marcaba una dirección, un sentido para que mi curiosidad se dirigiera.

También hubo otras series cargadas de sexualidad, cinismo, ironía y humor negro: Saber Marionette J, Aika, Duckman, The Critic, Pet Shop of Horror, Cyber team in Akihabara, Cowboy Bepop, Eatman 68 y Aeon Flux, entre otras. Cada una aportó un bloque lego al deforme castillo de mi imaginación adolescente. Eso, más que cualquier otra cosa, permitió que la nueva animación occidental como Steve Universe, Regular Show, Rick & Morty y Adventure Time! se volvieran inteligibles rápidamente para el público más adulto. Japón parece haber estado adelantado un par de décadas en el tratamiento de la sexualidad y el humor en la producción adolescente.

No voy a hacer una afirmación taxativa como “los que vimos animé desde chicos estamos más deconstruidos que los que no”, sin embargo, algo de eso hay. Aquellos que han tenido la suerte de estar cerca de estas producciones y se hayan sentido interpelados posiblemente hayan construido una subjetividad particular, mucho más permeable a las discusiones actuales, naturalizando algunas cuestiones que de otra forma podrían haber sido más difíciles de entender y asimilar. Quizá la tradición del dibujo erótico japonés, como el Shunga o «imágenes de primavera» producidas entre el siglo XVII y XIX hayan tenido algo que ver en la construcción de ese horizonte más desprejuiciado en relación al sexo. Oriente siempre ha tenido una relación mucho menos moralista con todo lo relacionado al sexo, eso incluye a China e India, por ejemplo. La deconstrucción de la sexualidad y la pedagogía erótica podría tener puesta sus miras en oriente, es decir en la des-occidentalización. Al menos así fue para mí. Conforme reveo las series, las vuelvo a analizar, más me doy cuenta que la construcción de una vida no heteronormativa, una subjetividad queer, estaba presente ahí, sólo había que liberar la potencia de esos núcleos significantes que alguna vez me obligaron a realizar una pregunta que para ese entonces podía ser incómoda.

Recientemente las nuevas series animadas como Steve Universe y Hora de Aventura coparon los portales de noticias de varios países por haber mostrado por primera vez un beso entre mujeres. Eran besos cargados de inocencia, de amor y naturalidad. Esa será la nueva educación sentimental de las nuevas generaciones. Ya no habrá que recurrir a esos raros canales nuevos donde todo es extraño, donde se experimenta lo diferente como excepción. No sería un delirio arriesgar que Rebecca Sugar, responsable de Steve Universe y pocos años mayor que yo, comparte algo de esta formación sentimental de la que el animé fue altamente responable.

 

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