La Unión Cívica Radical supo ser, junto con el Partido Justicialista, uno de los partidos políticos más importantes de nuestro país. Fue clave en la fundación de la democracia moderna en nuestro país, luego de la Ley Saenz Peña en 1912, y también en su recuperación en 1983. Sin embargo, su participación en tiempos turbulentos, política y económicamente, y su incapacidad de vehiculizar los reclamos de los sectores de clase media y baja han puesto al partido en una crisis de representación que hoy en día lo ha llevado a ocupar un espacio marginal en la toma de decisiones de la coalición Cambiemos.
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Durante el siglo XX, la Unión Cívica Radical (UCR) fue uno de los dos partidos que estructuró la identidad partidaria en nuestro país, junto al Partido Justicialista (PJ). La UCR fue el primer partido en Argentina que logró un avance en la calidad de la democracia en el país, construyendo una alternativa muy fuerte y, por sobre todo, democrática ante los gobiernos oligarcas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, quienes se nucleaban en el Partido Autonomista Nacional y utilizaban el fraude para ganar las elecciones presidenciales. Históricamente, la UCR representó a un sector social muy determinado: la clase media, pero, con el surgimiento del justicialismo, absorbió los votos antiperonistas, no solo representados en la clase media sino también en la clase alta.
Sin embargo, el siglo XXI trajo consigo un claro debilitamiento del radicalismo. Un debilitamiento que se advierte no solo en la poca influencia del partido en la vida política del país sino también en la poca representación política que ofrece, ya que actualmente la clase media no se encuentra identificada con el mismo. Desde 1983 que no logra ganar una elección sin la necesidad de formar coaliciones con terceras fuerzas, ya que en 1999 se unió con el Frente País Solidario (FREPASO) y en 2015 con Propuesta Republicana (PRO) y Acción por una República de Iguales (ARI), y, a su vez, dentro de las últimas dos coaliciones presidenciales que integró la UCR, se observa una pérdida de influencia en las decisiones gubernamentales en 2015 con Cambiemos con respecto a 1999 con la Alianza.
Por un lado, esta situación se asocia con un histórico problema de gobernabilidad del partido: de los seis presidentes radicales electos en nuestro país, cuatro de ellos no lograron terminar su mandato, ya sea por intervenciones militares, como Arturo Frondizi (1962) y Arturo Illia (1966) o por rotundas crisis económicas, como la hiperinflación de Raúl Alfonsín (1989) y el estallido de la convertibilidad con Fernando de la Rúa (2001). Estos últimos antecedentes explican la posición del electorado, principalmente de la clase media, con respecto a la UCR: en 1999 la UCR, junto al FREPASO, obtuvo un 48% de los votos y a partir de allí experimentó una baja, alcanzando un apenas 2% de los votos en 2003, 17% en 2007 y 11% en 2011, hasta 2015, cuando se alió con PRO y ARI y consiguió el 51% de los votos en la segunda vuelta[1]. Hasta 2015, la clase media optó por votar al justicialismo (representado en el kirchnerismo). Por otro lado, la clase media experimentó ciertas transformaciones en estos últimos diez años que cambiaron el paradigma político de la Argentina, debilitando al partido con el que se sintió históricamente identificado. En este artículo, analizaremos tres características fundamentales de esta transformación de la clase media: la volatilidad en su voto asociada al rechazo de la política, el crecimiento y expansión dentro de la población en estos últimos 10 años y su reacción ante la situación política de la UCR.
En primer lugar, a partir de la década de 1990 comenzó a manifestarse un rechazo a la política por parte de la población, principalmente por los casos de corrupción reproducidos por el periodismo de investigación de la época[2]. Todo aquel que miraba los programas de televisión consumía esa exposición de los casos de de corrupción de los políticos. La clase media, consumidora de los programas de televisión, comenzó a rechazar a los partidos políticos tradicionales. Aunque a ambos le afectó esta situación, el PJ, a diferencia de la UCR, cuenta con un electorado más fiel, proveniente de los estratos más bajos, los cuales representan un 45% aproximadamente de la sociedad[3], mientras que el radicalismo cuenta con un caudal de votos más volátil. Al mismo tiempo, el surgimiento de terceras fuerzas políticas se encargó de nuclear esos votantes que rechazaban al radicalismo. Entre estas fuerzas se encontraban el FREPASO y ARI, en la centroizquierda, y la UceDé (Unión de Centro Democrático) y APR (Acción por la República), en la centroderecha.
Ante este debilitamiento, a la UCR no le quedó otra opción más que aliarse con alguna de esas fuerzas para poder lograr una mayoría que derrote al justicialismo en elecciones presidenciales. A pesar de contar con un electorado mayoritariamente volátil, el radicalismo siempre se constituyó como la oposición más destacada al justicialismo, por ende, pese a su marcado declive electoral, se encargó de aglutinar un pequeño caudal de votos (un 10% aproximadamente, a excepción de las elecciones de 2003) que lo diferenció de las terceras fuerzas. Para entender la importancia de esta volatilidad electoral de la clase media, es importante resaltar que ésta constituye un 31% de la población[4], por lo que su variación en una elección define su resutado.
En segundo lugar, entre el 2003 y el 2012, Argentina experimentó un enorme crecimiento de su clase media: según un informe del Banco Mundial en 2012[5], la clase media en nuestro país se duplicó, pasando de 9 millones a 18 millones de personas, provenientes en su mayoría de estratos más bajos de la sociedad, y en cuanto al conjunto de la población, este sector social aumentó un 25%. Las causas de este crecimiento se deben a la conjugación de dos circunstancias, una nacional y otra internacional. El aumento del precio internacional de la soja generó un aumento de divisas que el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) transformó en un aumento del gasto público, representado en el aumento considerable de políticas sociales, como el crecimiento en la construcción de escuelas, viviendas y el fomento del empleo público.
Ante este buen crecimiento económico y social de la Argentina, la clase media se inclinó por apoyar al kircherismo, dejando atrás al radicalismo, que quedó con la imagen negativa de la fuerte crisis del 2001. Este crecimiento de la clase media amenaza al radicalismo, dado que no sería ilógico suponer que este electorado prefiera elegir al partido con el que mejoraron sus condiciones económicas y sociales por sobre el partido que los representó históricamente pero que actualmente no da respuestas a sus reclamos. En otras palabras, el kirchnerismo absorbió una parte de los votantes de la UCR.
Finalmente, la poca presencia en los órganos políticos del gobierno de este partido impulsa un rechazo al voto por parte de su electorado, es decir, no encuentran sentido en votar a un partido que no logrará representarlos de manera adecuada en el poder. Esto se aplica principalmente a las elecciones legislativas. Actualmente, el bloque radical de diputados es de un 15% sobre el total, mientras que el de senadores, un 16%[6]. Estos porcentajes implican una posición minoritaria dentro del Congreso de la Nación, y, si se comparan estos datos con el panorama político de 1999, hay un relativo descenso en la cantidad de legisladores: en 1999, la UCR contaba con un 33,5% de diputados sobre el total, y 27,8% de senadores. Por lo tanto, los electores no ven con interés votar a un partido que no cuenta con influencia en la política, y, ante esta situación, el caudal de votos antiperonista, que solía contribuir votos al radicalismo, va a elegir a otra fuerza que tenga más probabilidades de triunfar en las elecciones por sobre el peronismo.
En conclusión, si bien en la actualidad la UCR es parte del gobierno, es importante resaltar que tiene muy poca influencia en las decisiones gubernamentales, además de que posee únicamente el Ministerio de Defensa, a cargo del radical Oscar Aguad, y la Secretaria de Salud, a cargo de Adolfo Rubinstein, menos de un 30% de las municipalidades, no supera el 20% de legisladores en ninguna de las dos cámaras del Congreso y cuenta con sólo tres gobernaciones (Jujuy, Mendoza y Corrientes)[7]. El PRO es la fuerza con más incidencia en Cambiemos, dejando en evidencia la gran crisis de representación que atraviesa el radicalismo. Por ejemplo, en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de 2015, de los votantes de Cambiemos un 80% votó al candidato del PRO, el actual presidente de la Nación Mauricio Macri, ante un 14% que votó al candidato de la UCR Enrique Sánz[8]. Esta gran crisis de representación del radicalismo se debe al crecimiento y expansión de una clase media que optó por votar otras alternativas partidarias, como el kirchnerismo o bien el PRO, por más que sea alió con la UCR (la gente optó por votar a Cambiemos por la presencia del PRO, no de la UCR), y que decidió retirar su apoyo político y electoral, no sólo en elecciones presidenciales sino también en las legislativas. El PRO reemplazó el lugar de opositor al justicialismo que antes ocupaba la UCR.
Para revertir este complicado problema, la UCR requiere de un cambio ideológico que le permita representar los intereses de nuevos grupos sociales, dejando de lado la clase media en sentido abstracto. Para ello es necesaria una reconstrucción del partido, empezando desde pequeñas, pero eficientes, gestiones a nivel municipal y provincial que permitan generar confianza en la población y también la implementación de nuevas estrategias para aglutinar estos nuevos votantes. Sin embargo, este proceso puede llegar a abarcar muchos años, pero para lograr una mayor calidad de la democracia y una mayor representación política en el menú de opciones que ofrece el sistema partidario argentino, es fundamental esta reestructuración de uno de los partidos más influyentes en la historia argentina, como lo fue el partido radical. La UCR podría alinearse como una alternativa muy fuerte en un sistema de partidos en el cual lo votantes optan por no elegir a un candidato. La UCR podría representar una alternativa entre el rechazo a Mauricio Macri y a Cristina Fernández de Kirchner, aunque para ello requeriría de una reconversión interna del partido, tal como se mencionó previamente, que se ajuste a las demandas de sus representados.
[1] De Luca, Miguel y Malamud, Andrés. ¿Todo sigue igual que ayer? Continuidad y ruptura en el sistema de partidos argentino (1983-2015) .Páginas 50 y 51. Tabla 3.
[2] Torre, Juan Carlos. Los huérfanos de la política de partidos. Página 12.
[4] https://www.iprofesional.com/marketing/204121-clase-media-argentina-piramide-social-Ser-clase-media-hoy-en-Argentina-cuanto-se-debe-ganar-y-los-limites-de-la-movilidad-social-ascendente
[5] http://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2012/11/13/argentina-middle-class-grows-50-percent
[6]https://www.diputados.gov.ar/diputados/listadip.html?apellido=&distrito=&bloque=2&mandato=&comision=
http://www.senado.gov.ar/senadores/listados/agrupados-por-bloques
[7] http://www.ucr.org.ar/ucr-en-gestion
[8] https://www.lanacion.com.ar/1824411-el-escritinio-definitivo-de-las-paso-dejo-al-fpv-con-el-3867-de-los-votos-y-a-cambiemos-con-el-3012.