Conocí a Carlos de la misma forma que a Ljubljana, gracias a mi amigo Pablo Arraigada. Cuando con mi novia decidimos viajar a esa pequeña ciudad ubicada en la Ex-Yugoslavia, Pablo me comentó de un mexicano que estaba viviendo allá hacía rato, que estaba relacionado con la cultura y que tenía un teatro. Como siempre es útil un contacto local para conocer la ciudad, lo agregué y comenzamos a hablar. El día que llegamos a la ciudad nos encontramos en Le petit café, a unas cuadras del rio Ljubljanica y de la universidad, en el cruce de Rimska cesta y Emonska cesta. La ciudad es pequeña, así que, para las distancias a las que puede estar acostumbrado un porteño o un habitante de Ciudad de México, todo en la ciudad se encuentra «cerca».
Pedimos unas cervezas. Increiblemente los mozos parecen entender bastante bien el español. Carlos nos propone mostrarnos su teatro, el «Pocket Teater», ubicado a unos pasos del café, en lo que parece ser el pulmón de la manzana. Cuando habla del teatro hace hincapié en una cualidad: es el único teatro independiente en toda la ciudad. Independiente de cualquier financiamiento privado y estatal. Nos sorprendimos. En latinoamérica glorificamos y sufrimos la precaridad del under, del bajo presupuesto, del trabajo que implica llevar a cabo un proyecto sin ningun tipo de ayuda. Al parecer, hay algo de Eslovenia que nos resulta totalmente ajeno. Por esta razón decidí hacerle una entrevista. ¿Quién mejor para contestar las inquietudes sobre la cultura en Ljubljana que un hermano mexicano que vive en las tierras de Mariscal Tito hace una década?
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– De todos los lugares que hay en Europa ¿Cuál fue la razón que te hizo quedarte en Eslovenia?
Nunca me han atraído los grandes centros culturales; nací en la ciudad de México, pero luego viví mucho años en la provincia mexicana, tomando una posición razonada contra la centralización. En los Estados Unidos viví en Boston, pero no en Nueva York. Así que nunca pensé en radicarme en los puntos que se creen neurálgicos en Europa como Berlin, Londres o París o, para hispanohablantes, Madrid o Barcelona. Además, cuando me decidí por Eslovenia, no me decidí por Europa, sino por los territorios de lo que fue la Yugoslavia. No me vine a Europa, sino a este específico territorio que me llamaba la atención desde la infancia. Lo curioso es que cuando estaba por tomar mi decisión, había dos posibilidades: Liubliana o Montevideo.
-¿Por qué nunca te interesaron los grandes centros culturales?
Nunca me ha interesado llegar a buscarme un puesto en lugares establecidos y donde todo mundo quiere trabajar; siempre encontré más satisfacción en crear lo que no existía en lugares desfavorecidos en sitios lejanos al centro y olvidados por las cúpulas de la administración cultural. Así fundé revistas donde se decía que no había lectores, establecí una galería de arte en un pueblo dónde sólo había bazares con arte tradicionalista y fundé un circo para las artes circenses y teatrales contemporáneas en un pueblo donde el teatro municipal se utilizaba casi de forma exclusiva para graduaciones de los colegios. Así ahora he fundado el Pocket Teater Studio en una ciudad donde no existía un espacio teatral independiente de las subvenciones estatales. Este tipo de acciones me interesan más que buscarme un puesto dentro de la revista New Yorker o de la editorial Alfaguara.
– ¿Qué dificultades encontrarte a la hora que querer desarrollar tus proyectos en Ljubljana? ¿Cómo es el panorama cultural allá?
El principal problema es que las actividades culturales se desarrollan primordialmente bajo el tutelazgo del estado y yo siempre he actuado fuera de este esquema. Otra vez, una posición razonada. En México, cuando comenzaba a dedicarme a las artes, tenía yo además una posición política de disidencia contra el gobierno, entonces para mí, utilizar los recurso públicos ofrecidos por éste, aunque hiciera yo trabajos que lo criticaran, me volvería cómplice del enemigo.
Ahora el asunto se ha vuelto, además de político, cultural, digamos: veo el daño que la sujeción a esta política cultural le hace a los artistas y a las artes. Los artistas se vuelven efectivos interlocutores con los mandarines de la cultura y se olvidan de la gente de la calle.
Además se hace casi imposible la producción independiente de arte, mientras los ejecutivos de las empresas culturales que se llaman “alternativas” se pasean por toda el mundo en festivales con abrigos de diseño y iPhones dorados mientras conocen a otros dirigentes con los que intercambiarán beneficios.
– ¿Son visibles aun los efectos de la disolución de la Ex Yugoslavia? ¿Qué secuelas dejó la división en el mundo del arte?
Bueno, las secuelas son muchísimas en lo económico, político y social, pero si nos atenemos al mundo del arte, creo que la gran secuela es la regionalización de la cultura. Si antes los eslovenos tenían que buscarse un espacio entre la polifonía yugoslava –búsqueda que demandaba un trabajo muy serio, pero también retribuía con una audiencia muy rica en matices y número– ahora se hace una “luchita” para hallarse un lugar en un pequeño y consentido círculo de artistas que apenas dialogan con sus otrora connacionales. Zagreb y Liubliana, como un básico ejemplo, se encuentran a una hora y media en auto y sus mundo culturales ahora apenas se tocan. Para Eslovenia, que sólo tiene dos millones de habitantes, la división de la yugoslavia ha representado una gran pérdida en la pluralidad de voces y tendencias.
– La tradición autogestiva latinoamericana y la precariedad con la que muchas veces hay que lidiar para concretar proyectos culturales dista bastante de la experiencia eslovena de una cultura altamente organizada a través del estado. ¿Cuáles pensás que son las desventajas de un sistema tan centralizado?
La desventaja primordial es la conversión de los artistas en burócratas. Nadie se mueve si no se encuentran bajo el presupuesto público, y si lo hacen, es buscando el presupuesto público. El otro día una escritora amiga me decía que envidiaba la relación que tengo con mis lectores –que los encuentro en las calles, en el mercado, en los cafés–; entonces le pregunté por qué no publicaba como yo en suplementos de los diarios nacionales en vez de en revistas literarias que sólo leen los editores y colaboradores: “Es que escribir en los suplementos no me otorga puntos.” ¿Lo puedes creer? ¡Puntos! Los artistas terminan por afinar sus habilidades de comunicación para hacerse entender por los mandarines de la cultura, en lugar de afinar su discurso para conmover o sacudir a un público.
– En este contexto ¿Cómo surgió la idea del Pocket Teater?
Yo siempre he hecho teatro o cine al tiempo que escribo. Yo nunca podría ser un escritor de “tiempo completo”. Muy pronto en Eslovenia me di cuenta que el mundo del teatro era un círculo muy cerrado. El presupuesto que se le otorga al teatro sigue siendo considerable; por ello los puestos son peleadísimos. Así que si yo quería seguir haciendo teatro, tendría que hacer lo que los marxistas siempre quisieron: apropiarme de los medios de producción.
Yo comencé en el teatro, a inicios de los ochentas, de la mano de un grupo de teatreros del grupo uruguayo “El Galpón”, entonces exiliados en México. Con ellos aprendí a hacer todo lo que se tiene que hacer en un teatro de forma autogestiva y con tres centavos. Así que, de alguna forma, el Pocket Teater Studio es un descendiente lejano y desconocido del teatro independiente del Río de la Plata.
– ¿Cómo reaccionó el público a la aparición de un espacio enteramente independiente de todo tipo de financiación estatal?
El público ha reaccionado de una forma muy generosa y hasta cariñosa. No puedo decir lo mismo de mis colegas aquí. Te sonríen, pero desconfían. Creen que terminaré por arrebatarles algo del pastel. A escasos treinta metros de mi teatro se encuentra el teatro independiente (que no lo es) de más tradición en Eslovenia. Su directiva me conoce, nos saludamos y nos sonreímos; yo mismo hice un montaje en ese teatro antes de fundar el Pocket; con los técnicos mantengo un natural intercambio de favores y ayudas, pero los directivos, que asisten a radicales montajes políticos anarquistas con su telefono iPhones y abrigos de diseño, no han puesto un pie en mi teatro desde que comencé a remodelarlo y tienen que pasar por enfrente de éste todos los días. Para mí, eso es patológico.
Un director algo conocido aquí me pidió un día tomar un café. Me pidió disculpas por estar tan atareado y no haber hecho ningún montaje en mi teatro y luego pidió disculpas por todo el gremio y me dijo “tienes que entender que todos están avergonzados; ¿cómo es que un mexicano viene aquí y abre el único nuevo espacio para teatro en veinte años? ¡Y además lo hace sin ningún apoyo público!»
– ¿Qué es lo que puede aportar la cultura latinoamericana en un lugar como Eslovenia?
Tantas cosas, pero sobre todo, desparpajo y gratuidad.
– En tu libro de ensayos De sirvientas, tacones altos y oportunidades perdidas, que acaba de ser reimpreso, los recuerdos de México ponen en tensión la organización, las costumbres y la cultura eslovena de la actualidad. ¿Cómo reciben eso los lectores locales?
La verdad es que ha sido una gran sorpresa la recepción. Bajo cualquier estándar esloveno, mi libro se ha convertido en un “bestseller”, más tratándose de un libro de ensayos. Mucho me ha ayudado el hecho de que el esloveno se interesa mucho por lo que los extranjeros piensan de ellos. No hubiera yo tenido la misma recepción, digamos, en Francia. Ahí a los franceses no les interesa en lo absoluto lo que un latinoamericano piense de su cultura.
El mundo literario esloveno ha sido muy generoso conmigo. Editores, escritores importantes y críticos han escrito de una forma muy generosa sobre mi trabajo. Nunca lo esperé, pero en Liubliana se publica todo lo que escribo. No sólo que ya escribo exlusivamente para mis lectores acá, sino que todo lo que yo considero publicable encuentra un editor interesado de inmediato.
– ¿Cuál es la recepción de la literatura latinoamericana allá?
Se estima mucho la literatura latinoamericana, pero aún debe encontrarse en un lugar detrás de la anglosajona, la rusa y la centroeuropea; pero la gente conoce a nuestros grandes autores.
Uno de los obsequios que he obtenido aquí es que la más grande casa editorial me viene pidiendo escribir los textos que han acompañado las nuevas ediciones de los libros de Juan Rulfo, García Márquez y Machado de Assís. Con la misma editorial estoy en conversaciones para lanzar una colección de autores latinoamericanos del siglo XX que se encuentra fuera de los estantes: Onetti, Mutis, Pitol, etc.
*Carlos Pascual (Ciudad de México, 1964) vive, escribe y publica en la ciudad de Ljubljana, Eslovenia, donde además ha fundado y mantiene un espacio independiente de teatro íntimo.