¿Qué se puede decir del rock hoy en día? Quizá la pregunta real es otra: ¿Qué se ha dicho sobre el rock hasta el día de hoy? Salvo algunos autores que han tenido la dignidad de elegir pensar, los que abundan son los que se han dedicado a la biografías, los anecdotarios, las entrevistas, los chismes del back-stage. Si Pappo comió sánguches de miga en un cumpleaños o la distancia que hay entre la cama y el living de Charly eran más importantes que lo que se nos presentaba ante los ojos al leer una letra, llegaba a nuestros oídos cuando escuchábamos una canción o lo que vibraba en nuestras bocas al cantarla. Frente al «sociodismo», cuerpo y letra. Frente al aislamiento y el silencio, diálogo, discusión y, quizá, alguna que otra puteada. Frente a la decretada muerte SPERAC. En esta oportunidad, Daniel Talio, integrante del Seminario Permanente de Estudios sobre Rock Argentino Contemporáneo nos presenta una reflexión sobre lo que fueron las primeras jornada realizadas en el Centro Cultural de la Cooperación en noviembre.
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Había una publicidad oficial del Mundial de Qatar que decía, en varios idiomas y con la cara de los mejores jugadores, “El fútbol nos une”. Ese slogan de infantil optimismo que llenó los televisores durante los partidos, repetido como un mantra, hacía pensar en una posibilidad de que algo mágico se concrete sólo por ser dicho. La unión presupone la formación de un todo y sin un objetivo preciso ese todo se convierte en masa inerte. Uno se puede unir para concretar un negocio, robar (fundar) un banco o hacer una revolución. Sin un propósito la “unión” en un significante vacío. Hay que unirse para algo. Lo que ocurre, y no somos tan ingenuos para darnos cuenta, es que la idea de unión es uno más de esos conceptos que han quedado del lado de lo políticamente correcto. Desde “la unión hace la fuerza” hasta “los hermanos sean unidos” la idea de andar juntos conlleva algo positivo y, al mismo tiempo, se diluye en la abstracción como el viento en los árboles. Por eso, para no caer en esta creencia burda, desde SPERAC decimos “El rock nos convoca”. No nos interesa la unión, sino más bien el encuentro. La convocatoria conlleva la idea de una fecha preestablecida, un espacio determinado y una hora acordada para asistir. En el encuentro hay saliva, transpiración, bostezo, mal aliento, pestañeo, abrazo, ganas de hacer pis, apretón de mano, beso, palabras y despedida. No es indispensable que haya un propósito, muchas veces nos encontramos para, recién ahí, ver qué pasa. Porque en ese contacto pasan cosas. Surgen ideas que de ninguna manera ocurrirían sin la intervención caótica de los participantes. Por eso, decidimos convocar al Encuentro Internacional de Rock, porque no sabíamos qué podía pasar y, al mismo tiempo, estábamos convencidos de que iba a pasar de todo.
En muchas de las reuniones de SPERAC como grupo de estudio sobre rock nos preguntamos ¿con quién vamos a discutir? La idea de hablar y decir entre nosotros se nos hacía espesa y monótona. Mitigamos esa sensación con invitados que nos nutrían desde un saber distinto al campo específico que nosotros abordamos. Sumamos nuevos integrantes y despedimos a otros que decidieron alejarse. Sacamos el segundo libro y seguíamos con la inquietud de abrir el juego. Íbamos a lugares con nuestras palabras para aportar lo que creemos es una postura profunda sobre el rock contemporáneo, pero nos parecía que algo faltaba. Ya habíamos hecho ensayos, habíamos pensado, habíamos debatido, habíamos vuelto a escribir, a corregirnos y a publicar. Aún así, estábamos ávidos de salir a la cancha sin temor a recibir palabras y golpes en contra.
Por eso, más allá de los espacios que generosamente nos dieron lugar, decidimos armar algo nosotros. Ser locales e invitar a otros a que se sumen a conversar, en calma o con tono de pugilato, sobre rock. Conscientemente o no, diseñamos esta convocatoria confiados en que nosotros seríamos los que pondríamos las condiciones y la chispa la encenderían los participantes. En algún sentido la figura althusseriana que retoma la lluvia de átomos de Epicuro es acertada en este caso, “la lluvia, la desviación, el encuentro y la toma de consistencia”. Nosotros creamos el ambiente y confiamos (en el fondo todo proyecto es una cuestión de fe) en que se produciría ese desvío que hace que los elementos se “enganchen”, “se prendan” para que aparezca algo que antes no estaba. “Si los átomos de Epicuro, que caen en una lluvia paralela en el vacío, se encuentran es para dar a conocer, en la desviación que produce el clinamen, la existencia de la libertad humana en el mundo mismo de la necesidad”. Esa era nuestra expectativa, que el choque fuera más que una colisión. Queríamos que al frotar dos palitos saliera más que el fuego. Sin decirlo en voz alta, sin entregarnos a la lógica del auspicio y la monetarización, sin restringir la invitación a participar abrimos, al fin, las puertas del SPERAC. No lo hicimos para imponer una mirada sino para mezclarnos con otras voces enfrascadas en el abordaje intenso sobre el rock y de esa manera producir algo que antes no estaba. En definitiva, hicimos lo que hacemos con la música: abrir la escucha y que nos provoque lo que nos tenga que provocar.
El I Encuentro internacional de Invetigadorxs sobre rock argentino y latinoamericano contemporáneo tuvo lugar el sábado 19 de noviembre en el Centro Cultural de la Cooperación. No hubo exposición erudita desde el púlpito, ni powerpoints de colores pasteles, ni lecturas de papers. Hubo interrupción, controversia, intercambio y discusión. Cada uno de los expositores trajo su ponencia y solo en el desvío provocado por la intervención de los demás se producía el hecho que nos interpelaba. Lo individual se transformó en la suma de muchas capas que otros iban bordando sobre un cuerpo. Y surgieron palabras colectivas, definiciones provisorias, preguntas sin respuesta, afirmaciones inesperadas y demás posiciones que se asentaban en el ida y vuelta entre expositores y oyentes. Lo que obtuvimos del encuentro, más que precisiones o certezas que nos aliviaran, fueron nuevas derivas para pensar el rock: el uso de la ficción en las letras, una arqueología de la animalidad, la democratización del goce, la horizontalidad del indie, el ruido del hardcore, el perreo como potencia, la resignificación de lo indigena en el rock de Chiapas, la inflexión nacional del metal, etc. Durante toda la jornada se produjeron chispas que encendían fueguitos y cuando uno quería calentar las manos la llama mutaba para convertirse en otra cosa. Así se escapaba toda intención de apropiarse de algo estanco, como un riff de guitarra que no se deja tararear a la primera escucha.
El Encuentro también abordó temas que están dando vueltas en la doxa. Como era de esperar, también se habló de la “muerte del rock”. Presunción vacua y sólo significante para un mainstream al que únicamente le interesa el título de un posteo en busca de likes. Nuestros cuerpos y voces daban vida a la música que sonaba detrás de las presentaciones de los expositores. Nosotros éramos la refutación de una sentencia sin sustento. El paso de la cibervivencia pandémica, que se trató en una mesa con periodistas especializados, al regreso del recital old school muestra que aún la fibra sigue viva. En algún sentido, el rock en vivo también se trata de un encuentro. Algo de lo azaroso, de lo sensible, de lo contingente sólo ocurre en el contacto con el otro. El pogo es mucho más que salto y choque. Para algunos el rock de hoy puede parecer inofensivo, puede resultar “poco sexi» (sic), puede ser poco rentable, puede asemejarse a una brisa nostálgica, pero nada de eso invalida su presencia vital. Vivir solo cuesta vida, y en ese consumo de energía el rock sigue teniendo cosas para decir y de las cuales debatir.
El equipo de SPERAC puso el cuerpo y más para que este Encuentro saliera como salió. Armar, convocar, programar, pedir, discutir, enviar, responder y todo lo que implica diagramar una jornada internacional de discusión sobre música. O sea, esta experiencia nos deja la sensación de tarea cumplida y de puntapié hacia lo que venga por delante. Los expositores y los asistentes dieron lo suyo para cumplir con las propuestas iniciales y, sobre todo, dejan ventanas abiertas por donde seguir investigando. El Centro Cultural de la Cooperación nos dio cobijo para que todo tuviera el cuidado que nos merecemos. Y así, el Encuentro se volvió Unión con un objetivo claro, seguir escuchándonos hablar sobre la música que nos apasiona, el Rock.