Bastará una crisis política, económica o religiosa
para que los derechos de las mujeres
vuelvan a ser cuestionados.
Simone de Beauvoir

Justo en el momento en el que se estaba poniendo en juego el veto al veto de las leyes de emergencia de un país prendido fuego, Cordera reapareció en Gelatina y en TV y generó polémica en los medios. ¿Por qué?

No voy a enumerar la cantidad de escenas que vivimos niñas, adolescentes, mujeres de todas las edades para describir lo que significa la cultura de la violación. No importa cuántos ejemplos demos, quizás ellos nunca lo entiendan… “no les pase por el cuerpo” porque claro, su cuerpo no es territorio de abuso (cultural, social e históricamente aceptado). Ni siquiera les alcanza con imaginarse que les suceda a su madre, hermana o pareja. Porque incluso muchas veces son los mismos hombres del entorno familiar los que nos abusan.

Tampoco parece haber alcanzado pedir justicia y no venganza. Ni haber usado el escrache frente a la injusticia patriarcal. Escraches gracias a los cuales ¿no bajaron los casos de abuso por miedo de los hombres a ser escrachados? ¿Se puede comparar el miedo a ser escrachado con el miedo a ser violada?
Parece que algunxs se están dando cuenta de que el solo hecho de ser novio de alguien no te hace pensar como esa persona (aunque no sepamos del todo qué piensa): que Pedro Rosemblat sea el novio de Lali no lo hace feminista.

Pero no es mi intención poner el foco en la artista, sino reflexionar sobre por qué ahora. Gelatina no fue el único lugar donde reapareció Cordera. El programa de Pergolini también tuvo el honor… Paradójicamente, dos espacios que han sabido ganarse, en diferentes momentos, ser parte de la resistencia. En Gelatina, con sus tan famosos jingles, se arma trinchera desde lo artístico y muchas veces retomando canciones de rock.

Me encantaría pensar que fue un error, pero justo un mes antes de las elecciones no creo que haya espacio para esos «errores». ¿Será que el peronismo quiere invitar a aquellos que se quedaron 3 pueblos atrás?

Separar el autor de la obra es algo que siempre militamos desde nuestro espacio crítico, el SPERAC, pero lo que hicieron con Cordera es algo muy diferente. Por eso, celebro que las voces de las mujeres se sigan escuchando.

Volver para decir lo mismo o no me arrepiento de este amor…

El lobo con piel de Cordera no reapareció para decir que se equivocó sino para juzgar a las mujeres que hicimos lo que pudimos con las herramientas que teníamos: la cultura de la cancelación ante la injusticia patriarcal. Cordera se sintió tan cómodo que se animó a decir: “Nunca antes en la historia de la humanidad se vio una organización tan eficiente, tan coordinada y de tanta inversión para la persecución y cancelación de una persona”. Y no, no estaba hablando del nazismo o de la última dictadura militar argentina. Estaba hablando de las feministas. Incluso le fue más fácil empatizar con el sufrimiento de animales como los peces.

Según él en esos momentos no eran aceptables esas declaraciones. Pero ¿por qué hoy sí lo serían? Volvemos al momento histórico: ¿por qué ahora? No voy a extenderme en las condiciones misóginas que estamos teniendo que soportar actualmente en Argentina. Entendemos que el momento que vivimos allana el terreno para que le devuelvan la voz a esos personajes. Pero ¿por qué una parte de la oposición parece adaptarse a esas condiciones?

Como dijo Simone de Beauvoir sobre la vida y obra del Marques de Sade: “Lo que constituye el valor supremo de su testimonio es que nos inquieta. Nos obliga a volver a plantearnos el problema esencial, que bajo otras apariencias obsesiona nuestro tiempo: las verdaderas relaciones del hombre con el hombre”.

Nunca fui lo que querían de mi…

El feminismo no es solo un movimiento que lucha por la igualdad de los derechos, sino también es que no te sea indiferente el dolor ajeno y la desigualdad. Ser feminista es tener pensamiento crítico contra un sistema que aliena y oprime. Ser feminista es estar comprometidx con los derechos humanos. Por eso, como sostenía Trotsky: «Si en realidad, queremos transformar las condiciones de vida debemos aprender a mirarlas a través de los ojos de las mujeres”.

Acá es donde hace agua Rosemblat, quien podría haber entrevistado a Cordera pero haciéndole preguntas que no fueran tan condescendientes por “ser fan”.

Hicimos infinidad de cosas para explicarles, para acompañarlos en su deconstrucción, para que entendieran, pero parece que no fueron suficientes. Hoy seguimos siendo ninguneadas por muchos de nuestros propios compañeros de vida, de trabajo, de espacios varios (parafraseando las palabras de Lía Copello, compañera de Rosemblat en Gelatina).

Parece más fácil ser crítico de la denominada “cultura de la cancelación” que de la cultura de la violación, a pesar de que quienes fueron “cancelados” siguen apareciendo en entrevistas, haciendo conciertos, etc, mientras que a las mujeres nos siguen matando y violando: un pacto (de caballeros) para vivir o como lo denominó Malena Pichot “camaradería peneana”. Más muestras de que los hombres tienen que empezar a hacerse cargo de la naturalización de la cultura de la violación.

Permítannos pensar entonces que, durante la cuarta ola, muchos asintieron con la cabeza para que dejáramos de gritar, pero no entendieron nada. Se hicieron pasar por aliados cuando necesitaron nuestros votos, pero no dudaron en soltarnos la mano ni exponernos como culpables cuando, por tibios, se vieron entre la espada y la pared.

Por otro lado, no se puede evitar pensar en las expectativas que muchas mujeres siguen teniendo en el amor romántico (supimos leer en redes varias veces que “todas queremos un novio así”: que admira y acompaña a la cantante en sus shows). Pero también en las expectativas progres hacia el peronismo ya que esperábamos que los que tienen compromiso social y se construyen como opositores a los antiderechos que nos gobiernan, supieran abordar estos temas de otra forma. La cuestión no es no entrevistar a personas como Cordera, sino cómo hacerlo.

No sentirse interpelado por el solo hecho de no ser mujer es dar a entender que la violación es solo cosas de mujeres. Spoiler alert: ¡no lo es!

Hay que hacerse cargo de lo que implica ser varón en esta sociedad, dejar de naturalizar la cultura de la violación, dejar de culpar a las mujeres, que supuestamente nos pasamos algunos pueblos por pedir que se nos respete y militar la ESI con perspectiva de género.

Quizás el mensaje de Lali en su canción no era para otras mujeres sino para los varones que creyeron que podían darle voz a personas nefastas como si nada hubiese pasado: no vayas a atender cuando el demonio llama.

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