Pensar es problematizar, complejizar, desarmar el rompecabezas para poder ver cuales son sus otros posibles encastres y soluciones. El pensamiento como una topografía en construcción y una aventura —¿imaginarias?—, esto es lo que nos propone Avital Ronell con su Crack Wars: Literatura, adicción, manía. Cada vez que un libro sobre drogas aparece en el panorama cultural surge la pregunta sobre la apología al consumo, sin embargo ningún libro que se precie de realizar un trabajo crítico realiza nunca una apología a otra cosa que no sea el pensamiento mismo. Es decir, la crítica como provocación. Porque como dijo Fogwill, la literatura no sabe detenerse.

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Mucho se ha intentado decir sobre la droga, sin embargo, parece esquiva al análisis. ¿Qué es droga? ¿Cómo pensar sus efectos? ¿Para qué sirve? ¿Es posible una metafísica de la droga? ¿Qué es la adicción? Algunos han intentado acercarse a una respuesta por la via experiencial: Ernst Jünger en Acercamientos; Walter Benjamin en su ensayo sobre el Hachís; Antonio Escohotado y su monumental Historia general de las drogas, de alrededor de 1500 páginas. Otra aproximación ha sido la de los poetas y escritores que desde el siglo XIX hasta los años sesenta aproximadamente han hecho de los químicos su tour de force: Baudelaire y sus Paraísos Artificiales; Rimbaud y su desarreglo razonado de los sentidos; Artaud y Michaux con la mezcalina; la Generación Beat y su policonsumo; Ken Kesey y los test de ácido lisérgico, etc. Sin embargo, estas aproximaciones se centran, sobre todo, a las consideradas “drogas ilegales”, con todo lo que eso implica en el discurso del Estado. Pero ¿Sobre qué se construye esa delgada línea entre “veneno” y “panacea”? ¿Cómo, por qué y en qué momento nace el famoso discurso de “La Guerra contra las drogas”? Siendo “drogas”, en ese caso, casi tratado como un agente activo, como un terrorista con la voluntad de minar la seguridad de la sociedad.

En 1992, en pleno contexto del auge del crack y los gobiernos republicanos en EEUU, Crack Wars: literatura, adicción, manía de Avital Ronell hace su aparición en el panorama cultural norteamericano. Este año, en un contexto de debate sobre la legalización de diversas drogas para su uso medicinal o lúdico en el terreno latinoamericano, Crack Wars hace su aparición en lengua castellana de la mano de EDUNTREF con traducción e introducción de Mariano López Seoane, docente de la Universidad Tres de Febrero y la sede local de la New York University. ¿Cuál es su función? Minar la doxa sobre lo que “creemos” es la droga, la adicción y la relación del “adicto” —categoría polémica si la hay— con el mundo. Mejor aún, podríamos decir que Avital Ronell deconstruye la ficción de la abstracción “droga” y de la “droga” en la ficción. Cabe destacar que, en el periodo de su publicación, se desató la famosa “Guerra contra las drogas” gracias a la aparición del crack, que logró funcionar de catalizador discursivo para llevar el problema de “la seguridad” a nuevos niveles. Ya, con anterioridad, el gobierno norteamericano había utilizado a las drogas como “chivo expiatorio” para destruir a los movimientos contraculturales. ¿Cómo? Dividiendo a los sectores por consumos usuales, creando estereotipos más fuertes —población afro/heroína, hippies/marihuana y ácido—, de manera que nadie objetaría la detención de algún integrante de los movimientos si era acusado por tenencia de drogas. Esta fue la principal estrategia en la era Nixon. La llegada de Reagan y Bush padre al poder, entre los 80 y los 90, no hizo más que llevarla a un nuevo nivel. No en vano ha señalado Octavio Paz que el uso de drogas ha sido tratado por parte del estado como una herejía.

A más de 20 años de su edición en idioma original, el libro de Avital Ronell sigue generando desconcierto. Incatalogable, Crack Wars retoma la tradición heideggeriana que plantea a la literatura como un pilar paralelo al de la filosofía en el desarrollo del pensamiento —no hay que olvidarse de la especial importancia que le otorgó Heidegger a los poetas en la reflexión sobre la historia del ser— y da un paso más: pensar en la ficción y a través de la ficción. La primera parte, denominada “Toques” —un término que puede recordarnos a Burroughs y su experiencia yonqui— propone una estimulación del pensamiento a través de micro-dosis de conceptos que ponen en juego autores como Walter Benjamin, Baudelaire, Jünger y Heidegger, a quien le dedica una extensión superior al resto en relación a la esencia del Dasein y su condición adicta. Estos fragmentos comienzan a delinear el panorama teórico para poder comprender mejor las reflexiones posteriores, donde el libro cobra mayor originalidad. A partir de la segunda parte, llamada “Hacia un narcoanálisis” el libro comienza a pensarse a través de la idea de lo que Gilles Deleuze decía en Diferencia y Repetición que debía ser un libro de filosofía:

Por un lado, un libro de filosofía debería ser un tipo muy particular de historia policial, y por el otro debería parecer un libro de ciencia ficción. Con historia policial (roman policier) queremos decir que los conceptos deberían intervenir para resolver una situación local y movilizados por una zona de presencia.

Avital Ronell, que también ha transitado los caminos del análisis del discurso, conoce bien lo que implica esa actitud detectivesca, actitud que, en su desarrollo, se encuentra cerca de lo que Pierce denominó “conjetura” o razonamiento absuctivo. Ahora ¿Por qué ciencia ficción? El pensamiento especulativo permite, al igual que según Deleuze el pensamiento ateo liberó al concepto de Dios de sus ataduras, liberar al concepto de la inmediatez. Pensar desde el “como si…” a partir de los materiales disponibles es lo que permite que Crack Wars genere un desplazamiento o incluso una fisura en las lecturas sobre la droga, buscando extraer nuevamente las posibilidades subversivas de “la droga”.

Desde la segunda parte en adelante, Avital comienza el análisis de Madame Bovary, que ella considera “un libro sobre drogas malas”. La tercera parte, bajo el título “Emma Bovary Patina”, comienza así:

En el pasado los espacios mediáticos estaban zonificados fuera de nosotros. Cuando pensábamos que tendríamos ganas de ver TV por cable o de escuchar la radio, nos levantábamos y prendíamos los aparatos. De ese modo creíamos que estábamos bajo el hechizo de la espontaneidad, internamente combustionados, y que los alucinadores externos responderían a nuestras órdenes. Era extraño en ese entonces, cuando todos tenían la esperanza de ser autónomos, pero en realidad estaban más o menos hipnotizados por estas alotecnologías, mantenidos a una distancia que era mucho más fascinante. Pensaba en estas cosas esta mañana, cuando fui a buscar mi programa, y la persona delante de mí eligió implantarse un programa femenino de seis meses de duración, que el doctor le inyectó en el brazo.

Es decir, comienza la “ficción teórica”. Luego sucede un apocalipsis y hay que reconstruir el pensamiento alrededor a “la guerra contra las drogas” y Emma Bovary, “la adicta” del S XIX. Luego la carta y quinta parte del libro continúa con un análisis más pormenorizado y exhaustivo de la condición adicta bovarystica.

Pero aún no hemos respondido nada a las preguntas sobre qué es un adicto o qué una droga. O sí, pero se coló en los toques, en la forma en la que el discurso crítico se filtró en la literatura. Como señala Derrida, ¿Qué le reprochamos al drogadicto? Su alienación, su separarse del mundo. ¿Pero esa separación es un caer hacia afuera o un caer hacia adentro? Ese “ser-en-la-droga” propio del adicto, que señala Avita Ronell comparte elementos con otro concepto filo-heideggeriano, el “dejar-de-velar-por-el-mundo” de Sloterdijk en “¿Para qué drogas? Dialéctica de la huida y la búsqueda del mundo”. Es decir, el problema de la droga no es solo el de un factor externo, sino algo interno: un síntoma de la relación del ser con el mundo. ¿Será que no hay lugar para los laberintos del abismo interno en un mundo que busca sistemáticamente la claridad, lo abierto lo des-velado?

Frente a todo esto Crack Wars nos propone una aventura a través de la literatura, esa campana de resonancia que permite reconocernos en su eco.

CRACK WARS
Editorial EDUNTREF
216 pags
Traducción e introducción de Mariano López Seoane

Avital Ronell Filósofa estadounidense (nacida en Praga) se especializa en estudios literarios, el psicoanálisis, el feminismo filosófico, la filosofía política y la ética. Es profesora en la Universidad de Nueva York y dirige el Programa de Estudios Transdisciplinarios sobre Traumas y Violencia.

Mariano López Seoane es Doctor en Literatura y Estudios Culturales Latinoamericanos (New York University). Actualmente enseña en la Maestría de Estudios Latinoamericanos de UNTREF y en la sede de New York University en Buenos Aires. Es además traductor especializado en teoría (se encargó, entre otros, de autores como Frederic Jameson, Sylvia Molloy y Susan Buck-Morss) y dirige la galeria de arte contemporáneo «miau-miau».

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