Francesc Orella saltó a la fama internacional al encarnar a Merlí, el controvertido y provocador profesor de filosofía del Institut Àngel Guimerà que logró que la producción catalana trascendiera las barreras culturales e idiomáticas, transformándose en una de las series más vistas de Argentina. La serie distribuida por Netflix logró reinstalar la discusión los problemas del sistema educativo actual, las necesidades y los problemas de la adolescencia y revalorizar el papel de la filosofía en la vida cotidiana. En esta oportunidad Belén de los Santos y Alan Ojeda dialogan con Francesc sobre la industria cultural catalana, el contexto de producción de Merlí y la recepción de la serie en el público español.
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El plan del viaje a Europa se concretó casi al mismo tiempo en el que nos enteramos de la existencia de Merlí. ¿La novedad? Una producción catalana con alcance internacional y en Netflix. Cuando menos era curioso. ¿Otra curiosidad? Trataba sobre un polémico profesor de filosofía que daba clases en un bachillerato. Como docentes que somos sentimos curiosidad rápidamente y le dimos play. Rápidamente, también, se extendió la popularidad de la serie, particularmente -pero no sólo- entre amigos y amigas docentes. Luego de un comienzo de año de fuertes conflictos gremiales para el sector (al igual que este), luego de la descalificación general que supuso aquel show mediático de docentes voluntarios, esta ficción proponía revalorizar el lugar del docente en el aula a través de una de las materias más desprestigiadas de la currícula, la filosofía, donde el valor radica en la capacidad de dar sentido al pensamiento crítico e independiente. Y todo esto con altos niveles de audiencia a nivel mundial: una fórmula tan impensada como explosiva.
Muchos critican la superficialidad de las series de Netflix y su producción estandarizada en base a algoritmos de consumo. Los resabios del debate sobre la alta cultura y la cultura de masas paralizan, muchas veces, la capacidad de leer lo que nos rodea. La crítica anquilosada y el purismo se alejan de los fenómenos sociales y se olvidan de la influencia que los contenidos televisivos han tenido en la construcción de las subjetividades y posibles disidencias. Se olvidan, por ejemplo, de que el primer beso interracial mostrado en televisión lo protagonizaron el capitán Kirk y la teniente Uhura en un capítulo de la serie ‘Star Trek’. De la misma forma Merlí, trabajando en los límites de lo que implica una producción televisiva orientada a un público ámplio, logra abrir nuevamente un debate sobre los métodos y los verdaderos fines de la educación.
Con esto en mente, decidimos contactarnos con Francesc, quien muy amablemente accedió a la nota. Acostumbrados a la actitud arisca de algunos famosos argentinos frente al pedido de entrevistas, lo de Fransesc fue una sorpresa. No teníamos ningún contacto a mano, no éramos nadie, pero bastó con un simple correo electrónico. Respondió de manera entusiasta y quedamos en mensajearnos cuando pisáramos Barcelona para arreglar el lugar y la hora. Llegado el momento nos citó en café del Hotel Pulitzer, a unas cuadras de la Plaza Cataluña.
El día de la entrevista llegamos al lugar una hora antes y nos sentamos contra el ventanal esperando su aparición. A la hora pactada Francesc aparece desde el otro lado del café hotel, con anteojos y un diario en mano. Estaba desde antes que nosotros, aprovechando el ambiente silencioso para trabajar.
Francesc tiene una particularidad. Sus facciones duras y el rictus serio pueden generar una impresión falsa de seriedad o solemnidad que desaparece rápidamente en la primer sonrisa, a la que ya nos tenía bien acostumbrados la serie. Ahí está el primer gran efecto de la ficción y su potencia. El personaje es tan fuerte que nos sentimos invadidos por él y tenemos que hacer fuerza por no abandonar al actor de carne y hueso que tenemos enfrente. Lo mismo sucede cuando leemos una novela y el personaje parece tener una existencia más intensa que la del autor. Ya no pensamos en Stendhal, autor de Rojo y Negro, pensamos en Julien Sorel; Holden Caufield existe, Raskolnikov también. Como los objetos de Tlön en el cuento de Borges, poco a poco esas creaciones de la ficción se filtran en la realidad al punto de transformarla. La felicidad, en este caso, es que esa creación fuera un profesor de filosofía, de los que algunas instituciones desean sacarse de encima con tal de no tener ningún problema. Nos sentamos en los sillones y hacemos el esfuerzo de correr el velo de la ficción que aún nos envuelve y hablar con Francesc.
¿Cómo te llevás con la importancia que tuvo el personaje y lo que implica a veces siendo actor que un personaje tome tal relevancia?
Bueno, ha pasado una cosa con este personaje… Tengo que decir de entrada que es un regalo para mí. Desde el principio, cuando leímos los guiones, cuando leí el guión del primer y segundo capítulo, vi que este personaje tenía muchos ingredientes muy atractivos y que podría pasármelo muy bien haciéndolo. Y, por otra parte, tengo cosas en común con el personaje tal como está descrito por el guionista. Yo dije: “Joder, si es que me parezco bastante en muchos aspectos”. Lo sentí muy cercano desde el principio. Por tanto, me lo hice mío muy rápidamente. Y el oficio nuestro es darle cuerpo y alma al personaje, pero cuando te toca un personaje que reconoces muy claramente… quizá es el personaje más cercano que he interpretado yo. En teatro he hecho cosas muy distintas, pero en audiovisual yo suelo hacer de hijo de puta, de cabrón, porque tengo unas facciones duras, sobre todo si no me río. Luego río y me cambia la cara. Pero cuando estoy normal, sin reír, pues parece que estoy de mala hostia. (Se ríe)
Merlí es otra cosa, es muy rico, tiene muchos colores, es muy poliédrico. Y para un actor es muy bueno hacer un personaje que tenga muchos matices. Además, Merlí se relaciona con todos: la madre, el hijo, los alumnos, los otros profesores, las novias. Tiene tantas facetas que yo ya vi que aquello era un regalo, lo que pasa es que había que hacerlo bien. Pero yo entré a saco con el personaje y con la seguridad y la libertad que me dio el director. Y luego me sentí muy cómodo con los chavales, actuando y trabajando con ellos.
Me sentí muy cómodo en el aula, hablando de este filósofo y el otro. Es la primera vez que hacía un profe, pero me sentí súper a gusto con todos. Porque, además, la gente joven te da una energía y un espíritu muy chulo. Están con ganas y sedientos de aprender pero ya son muy disciplinados, muy buenos actores. Ha sido un gusto trabajar con ellos. Ahora voy a arrastrar el personaje de Merlí por bastante tiempo, sobre todo aquí en Cataluña. Con los jóvenes voy a ser Merlí por un rato más, porque ellos no me han visto en otra cosa. Eso para un actor, hacer un personaje que pegue tanto… no se como lo llevaré, pero la vida sigue y eso es lo que da sentido a este oficio.
¿Y cómo surgió la idea de un profesor como Merlí?
El guionista tuvo la idea a partir de un profesor, pero era de literatura. Era un profesor atípico también, provocador, anticonvencional y que hizo trampas en un concurso literario, como hace Merlí en un capítulo. Él pilló esa idea y pensó: “la idea de este tipo de profesor podría ser una serie”. Entonces empezó a desarrollar la idea y cambió literatura por filosofía, porque a él le gustaba la filosofía de toda la vida. Héctor tuvo de profesor de filosofía al que ha sido luego el asesor sobre filosofía dentro de la serie. Después le añadió las características de Merlí: seductor, manipulador, pero encantador como profe que se implica en las vidas de los alumnos. Siempre pensando en eso, en nosotros, en nuestra casa, en Barcelona y en Cataluña. Se pensó la serie bastante como reflejo de nuestra sociedad actual y los problemas de los jóvenes de ahora, problemas actuales, reales, y algunos bastante graves que tienen los chavales de esa edad: problemas de identidad sexual, de bullying o de bloqueo en relación con los padres, problemas de drogas…. Los conflictos son muchos y el objetivo de la serie era tratarlos.
Por otro lado, está el mundo de la enseñanza. La diana que ha conseguido esta serie es juntar esos temas. Y lo que ha provocado es que el abanico de espectadores sea de generación de jóvenes y adultos: hemos ampliado el espectro. Esta serie ha conseguido juntar a padres e hijos en casa, hablando después del tema que ha salido en el capítulo o, por derivación, del problema X que tienen los hijos. Que la televisión pública haya conseguido eso ha sido el gran acierto de esta serie. Además, de una manera amena, con humor y con momentos de todo tipo. La serie tiene ingredientes muy variopintos. Y yo creo que ha sido una carambola de aciertos.
¿Cuál es la importancia de la serie en relación con este mundo de la enseñanza?
La idea original de Héctor realmente ha sido muy positiva, porque ha influido muchísimo en la educación y en la formación de los chavales, en tomar conciencia tanto padres como maestros de la importancia de esa edad. Por eso esa obsesión de Merlí de que les llegue claro que la filosofía lo que pretende es que los chavales tengan criterio propio, analicen la realidad que los envuelve, que sean críticos con lo que los rodea, que sean activos y no pasivos… Merlí a lo largo de la serie va incidiendo sobre todo esto. Que a esa edad no sean puros consumidores, sino que sean personas críticas. Ese es el objetivo.
Espero que la serie haya contribuido a que profesores y padres se planteen la educación de sus hijos de otra manera, o que estén más preocupados por la formación más integral de los chavales, no solamente la académica, sino la personal. Esperemos que la serie haya contribuido, de hecho creemos que así fue. En el mundo de la enseñanza seguro, en las familias también.
¿Cómo fue la recepción acá en cataluña? ¿Tuviste alguna devolución específica de parte de los docentes?
Yo recibí llamadas de compañeros míos que se han dedicado a la docencia. Un amigo me llamó después del primer capítulo, en el que me llevo a los alumnos y los saco del aula, y me dijo: “Cabrón, ahora me van a pedir que les lleve a la cocina”. (Risas)
Pero realmente siempre hay alguno que dice: “esto es irreal, esto no existe”. Bueno, claro, es ficción, coño. No hace falta que los maestros sean tan perros como Merlí o tan radicales. Se trata de que los maestros enseñen las asignaturas de otra manera, de que tengan claro que tienen que currárselo, que tienen que trabajarlo, que la sociedad ha cambiado, los jóvenes han cambiado, y en el siglo XXI las materias tienes que enseñarlas de forma que sean atractivas y motiven al alumno en esa asignatura, sea la que sea. En esto está claro, Merlí ha contribuido a eso. Pero Merlí es un personaje de ficción extremo, si quieres, porque hace lo que hace. Y en general los maestros se lo han tomado muy bien. En el sentido de que han aprendido de la serie a decir “hay que ir por aquí”.
¿Y qué pasa con la relación alumno-profesor?
Bueno, en esto hay opiniones, hay quienes dicen que el maestro no tiene por qué hacerse colega del alumno, porque también hay algo de esto. En algún momento hay una crítica dentro de la serie incluso: “tú, Merlí, vas de colega y luego resulta que no”. Es un método que él utiliza para ser cercano. Pero también porque se preocupa por ellos, porque quiere saber qué les pasa. “¿En tu casa qué pasa?” Merlí no se limita a dar la materia y a verlos como puramente alumnos. Lo bonito de esta serie y de este personaje que, repito, les ha robado el corazón a los chavales de Cataluña, es que ven un tipo que se preocupa por ellos, además de ser su profesor. Él se preocupa por sus vidas privadas y sus problemas y eso es lo que ha gustado.
Hay toda una tradición dentro del cine yankee alrededor de los profesores buena onda…
Sí, como en El club de los poetas muertos…
Y quizá Merlí está más cerca de la idea de Escuela de Rock.
Sí, puede ser. Alguien dijo desde el principio que Merlí estaba entre el profesor de El club de los poetas muertos y el Dr. House. Que puede ser un borde también, me gusta que tenga defectos. Es un personaje con virtudes y con defectos y que puede ser, por eso, manipulador… Él está convencido de que es un profesor cojonudo y que un poco está por encima. Puede llegar a ser en algún momento antipático, pero sus fines son buenos. Los métodos que utiliza a veces no son demasiado ortodoxos, pero la finalidad es buena.
En un principio pareciera que llevar el contenido de filosofía a la TV comercial no sería cosa fácil…
Pareciera que al principio “Uffff, filosofía”, pero Héctor lo tenía muy claro. Él es un guionista joven pero muy experimentado ya, y sabía que la serie tenía que tener ingredientes de todo tipo. Lo bonito y lo novedoso es eso que él ha hecho, cómo ha logrado meter la filosofía y el problema de la educación actual. Por supuesto, no podrás explicar cada filósofo, pero tomas una pincelada para explicarlo y luego la trama de cada capítulo tiene que ver con ese planteo. Llevar la filosofía a la calle es un gran logro.
También ha salido muy bien porque el equipo ha respondido magníficamente. El director ha sido un tío que se ha implicado a fondo y ha disfrutado. Todos hemos disfrutado mucho más allá del ritmo de trabajo. Aquí las cuestiones presupuestarias te obligan a hacerlo todo en muy poco tiempo. Hemos filmado 13 capítulos en 3 meses, en localizaciones naturales, de lunes a viernes. Ese ritmo de grabación ha sido salvaje. Yo en la primera temporada tengo alrededor del 80 por ciento de las secuencias. La cabeza me explotaba de tener que recordar los diálogos. Llegaba a casa exhausto y tenía que memorizar lo del día siguiente. Pero éramos conscientes de que hacíamos algo chulo. En la segunda y en la tercera ya está más repartido porque los chicos comienzan a tomar protagonismo.
¿Cómo se encuentra la relación entre la producción local y el mercado internacional?
He comido hoy con el Chino Darín. Con el hijo de Ricardo vamos a trabajar ahora en una película juntos. Vamos a empezar el rodaje la semana que viene. Es un thriller psicológico dirigido por Oriol Paulo, un director joven que ya ha hecho otras cosas. Ha hecho una película que se llama Contratiempo. En China esa palícula ha sido brutal, ha sido un éxito tremendo. ¡Les ha pillado de una manera! Hace poco hablaba con Oriol, que me contaba que le habían hecho varias entrevistas. Se le están abriendo las puertas del mercado asiático, lo que está muy bien, porque como están las cosas aquí en España en el tema presupuestario…Y en Cataluña, ya sabéis…
Esta película acá en España ha ido razonablemente bien, con lo que cuesta aquí que se vea aquí el propio cine español. El cine nacional sigue siendo una asignatura pendiente. Supongo que vosotros en argentina consumís más cine autóctono, productos propios. El cine argentino me imagino que tiene más público. Comparado con Francia, que cuidan mucho su producción, e Inglaterra ni hablar, acá en España nos hace falta creérnosla más. No por parte de los profesionales que trabajamos en esto, sino que es el propio público que está muy acostumbrado al cine americano y europeo. Va aumentando la valoración sobre el cine español, pero aún cuesta. Es una pena que no nos cuidemos a nosotros mismos. Y eso que hay buenos profesionales y cada vez está mejorando más el cine de aquí, a nivel guion, de producción, de técnico, de actores…pero es el público el que es muy crítico, muy perezoso.
¿La producción audiovisual local se ha hecho algún eco de los acontecimientos políticos en torno al independentismo?
La televisión pública catalana, que es su fuente de financiamiento más directa, está colapsada. La situación política es muy complicada. Es el tema de fondo, ya está permanentemente en los periódicos, en la televisión y en la radio. Es verdad que estaría muy bien hacer una película o una serie valiente sobre el tema, pero no se atreve nadie.
Hay una incertidumbre absoluta. No sabemos qué va a pasar mañana. Con tiempo y perspectiva, seguro que habrá cosas que cuenten lo que está pasando ahora y vamos a alucinar. Cuando se cuente el grado de retroceso que está teniendo este país… Hablo de España ya. El retroceso político, de libertades, de derechos que está habiendo. Es muy triste ver, con lo que ha costado volver a la democracia en España, cómo se está tirando todo por la borda en tan poco tiempo. El gobierno este del PP es un cáncer. No es una derecha moderna y moderada, es una derecha imperialista del siglo XIX, de mente estrecha e incultos… Es que son muchos los calificativos. Tienen la filosofía de ganar al otro, no de convencer. Es la filosofía hispánica: ganar al contrario, no pactar, humillar.
Por ejemplo, con el tema Cataluña, yo no he sido nunca especialmente independentista, pero, tal como ha sido, la actitud del gobierno central de Madrid te va poniendo del lado de los independentistas. Lo que ha generado Rajoy es más independentismo. Es esa derecha que todavía tiene tics franquistas. El número de independentistas ha crecido por reacción, por dignidad. Se ha votado por dignidad. Aunque sea complicada la consecuencia, ya es contra él, es contra el gobierno de esta derecha. Aquí en Cataluña el PP ha tenido solo cuatro escaños. No tienen ni grupo parlamentario propio. En España gobierna, pero aquí no pinta nada. Es tremendo, porque este país está muy bien en muchas cosas, pero hemos retrocedido al 73 o 74, joder. No nos merecemos esto. La gente lo vota porque hay mucha incultura, mucha derecha, mucho conservador y gente a la que le encantaría estar en el poder. Es como la Italia de Berlusconi ¿Por qué lo votaban? Porque querían ser como él. Os suena ¿no? Venía hablando con el Chino Darín de los problemas de Argentina.
Lo de Rajoy, si fuera más culto…si estuviéramos gobernados por una derecha más tolerante al menos. Vamos a pagar caro esto. Los italianos decían: “Nosotros los italianos vamos a pagar caro a Berlusconi, pero los españoles van a pagar más caro a Rajoy”. Con la edad me callo menos las cosas, ya me da pereza disimular. Cuando eres un poco público en tu país, sabes que debes cuidarte y ser más prudente con tus manifestaciones ideológicas, pero a mí cada vez me cuesta más mentir, y eso que mi profesión es eso. Personalmente, ya me toca los cojones. Ya quiero decir lo que pienso.
¿Y cuál es el rol de la producción catalana autóctona?
Desde el nacimiento de la TV pública catalana, que fue a finales de los 70, el objetivo básico fue la lengua y la cultura catalana que había sido bastardeada durante todo el franquismo. El objetivo era recuperar la lengua, normalizarla e integrar a los castellanohablantes. Aquí llevamos muchos años de inmigración de España a Cataluña, es una sociedad muy plural y bilingüe absolutamente. Desde el 84/85 que está normalizado y las producciones de ficción en la televisión pública son en catalán.
¿Y las producciones anteriores tenían la difusión que tuvo esta serie?
Bueno, ahora con esto de las plataformas digitales esto ha cambiado mucho. Lo que había eran algunas producciones de ficción catalanas que se doblaban al castellano, algunas, y se vendían a otras televisiones. Al extranjero poco, pero algunas sí. Ahora la cosa ha cambiado mucho.
A ese nivel de difusión lo vemos encantados. Cuando una producción propia atraviesa fronteras y puede llegar a otros públicos nos encanta, es el objetivo. Estamos muy contentos de que Merlí haya pillado tanto en Latinoamérica y que nuestra realidad se pueda ver fuera. En este sentido nos gusta muchísimo. Lo que tu quieres es que tu producción se vea, entonces es muy positivo para nosotros también porque es una ventana a que la gente conozca un poco la realidad catalana, aunque sea a través de una serie de ficción, pero que es muy real y es muy del momento en el que estamos aquí y de la ciudad de Barcelona. Refleja mucho la actualidad.
¿Estuvo pensada desde un comienzo para generar ese impacto por fuera?
No, no. Desde un comienzo era una serie muy de aquí, pensada para aquí… Porque ya el esquema del guionista, del creador, Héctor Lozano, era hacer una serie hablando de lo que hablan los alumnos de aquí, gente de aquí, familias de aquí, modos del sistema de enseñanza actual catalán. Justamente teniendo en la cabeza que tal como está el sistema educativo parece como que la filosofía es una asignatura con tendencia a quitársela de encima. En general, las asignaturas humanistas, ¿no? Están en detrimento de las técnicas. Buen, pues esta serie a lo que ha contribuido es a que haya aumentado un 30 por ciento la matriculación en la carrera de Filosofía. Es acojonante. No digo que sea la serie la única causa, pero ha contribuido.
¿Y el teatro catalán? ¿Cómo está la producción teatral de la región?
El teatro, por su parte, sí que tiene autores y directores jóvenes y nuevas tendencias teatrales desde hace años. Hay apuestas valientes, muy modernas y novedosas en pequeñas salas y microteatros. El teatro tiene su camino con apuestas más arriesgadas.
En televisión no hay mucha novedad a nivel de ficción. En teatro, en el Liura y en la Sala Beckett hacen cosas interesantes. El Liura ya es muy conocido aquí con un espacio social muy importante. Tienen dos salas, y en la sala pequeña es donde suele haber propuestas más contemporáneas.
Estamos muy lejos de Buenos Aires. Buenos Aires es un ejemplo para nosotros, un ejemplo de amor por el teatro. Es una maravilla la cantidad de espacios y cómo se vive. Ya nos encantaría a nosotros estar a vuestro nivel. Han nacido aquí en Barcelona algunos espacios de salas alternativas, pero como en Buenos Aires no. La Beckett ha significado un punto de reunión con el barrio, pero no es lo mismo. Tú aquí coges el periódico para ver la cartelera y, comparado con lo que hay allá, es muy poca la oferta. Aquí hay una tradición teatral, pero siempre desde una visión muy burguesa. Además, aquí ha habido mucho control… El teatro puede ser muy peligroso. Acá ha sido siempre un acto de burguesía ir al teatro. La investigación y lo contemporáneo ha sido algo de los últimos años, y aun en escala pequeña. Además ha ganado mucho territorio lo audiovisual. Hoy le dices a un chaval “teatro” y te dicen “¿Teatro?¿Qué es eso? Es arcaico”.