Las nuevas bases del concurso del Fondo Nacional de las Artes, a cargo de la escritora Mariana Enríquez, suscitaron una polémica que se vio reflejada en redes sociales y algunos medios de comunicación. La circunscripción a Terror, Ciencia Ficción y Fantástico, además de la presencia de un premio único que no contempla diferencias entre poesía, cuento, novela y ensayo, es cuestionable, sin embargo también es una cuestión contingente que se limita sólo a este año. ¿Qué otras preguntas podríamos hacernos sobre cómo debería funcionar un premio nacional para asegurar la inclusión y la transparencia del jurado? El poeta y docente Daniel Chao nos presenta algunas ideas.

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Difícilmente pueda agregar algo que ya no se haya dicho en las diferentes posiciones a favor y en contra dentro de la polémica en torno a la decisión de los directivos del área literaria del FNA de acotar la convocatoria del certamen a los géneros de ciencia ficción, fantástico y terror.

Para simplificar e ir al grano, creemos que la arista de la polémica que más visible se ha hecho y ha llegado a trascender en algunos medios y portales no es más que tangencial y bien aporta a no discutir la cuestión de fondo. Esto es, dividir aguas en torno a que hubiera una voluntad de limitar el certamen a los subgéneros de ciencia ficción, fantástico y terror, excluyendo al realismo, porque éste último sería más capaz que los otros de lanzar una crítica social ante la dramática coyuntura actual, y que habría una sospechosa intención subyacente de coartar la expresión de dichas críticas.

Puesto el problema en este eje, ha sido más que cómodo para la directora del área de literatura del FNA responder lo obvio: que no hay un subgénero más idóneo que otros para interpelar de modo crítico la coyuntura del autor y de les lectores. Pero el poner la discusión sólo sobre este eje oblitera poner sobre la mesa un problema mucho más dramático que el fuego cruzado en el conflicto entre las camarillas de autores de subgéneros beneficiados y subgéneros perjudicados, con los que se han sazonado los portales y redes sociales por estos días: se trata de un problema de recursos.

La responsable del área literaria del FNA se empeña en sostener que con sesgo elegido no se excluye a nadie, a pesar de que párrafo seguido reconoce que esta vez a nivel nacional habrá un solo premio para todos los géneros de literatura. Reconoce también que la misión de un instituto estatal de la cultura es intervenir para promover la diversidad de expresiones, y a eso atiende explicando que entre sus decisiones estuvo federalizar el premio agregando cinco premios regionales al nacional, y que la decisión del sesgo de subgénero en las bases del concurso está destinada a fomentar la producción de subgéneros que son considerados menores. Lo que parece en todo momento soslayar la funcionaria es la desigualdad que surge de combinar el sesgo de subgénero con que haya un solo premio nacional por el que competirán entre sí el ensayo, el cuento, la novela y la poesía. Desigualdad, porque al decidir someter bajo los subgéneros, que la funcionaria dice querer fomentar por ser hasta ahora considerados menores, se los impone como requisito indistinto a cuatro géneros totalmente disímiles, como ser, por ejemplo, la novela y la poesía.

En ninguna de sus declaraciones la funcionaría da cuenta de cómo cree que el sesgo de subgéneros fomentaría la producción en el terreno de la poesía. Y apenas se adelanta a alegar que si en el concurso de este año decreciera la presentación de obras de algún género, eso no expresaría necesariamente un problema.

Entonces, lo problemático de la decisión respecto al sesgo del certamen no es la brecha entre los damnificados de la tribuna del realismo contra los elegidos de la literatura de la imaginación (sic). Si no que, casualmente, se imponen unas condiciones particularmente adversas para uno de los géneros que más dificultades tiene para circular en el mercado, como es la poesía. Es decir, de facto, mediante el argumento de fomentar en esta edición ciertos subgéneros, el certamen se achica, o les cierra sus puertas mucho más a los autores de poesía que a los demás géneros. Con esto no se pretende decir que sólo bajo un peculiar sesgo realista no declarado por parte de jurados anterior el género poemario podía alcanzar un premio. Pero si esta decisión, ahora explicitada e institucional, de marcar un sesgo venía a revertir una sumatoria de tendencias individuales de certámenes precedentes, podemos decir que el remedio ha resultado más nocivo que la enfermedad.

Y es que es particularmente llamativo que el sesgo de subgénero elegido para este concurso parece hecho a medida, o al menos coincide con la línea de obras en la que cada uno de sus jurados ha publicado de la mano de sellos transnacionales. Aquí el sesgo toma un doble filo. Por un lado, en una actitud que hasta puede sonar natural, la funcionaria ha decidido direccionar al certamen hacia aquellos subgéneros de la literatura en los que tanto ella como la mayoría del actual jurado son más que competentes para juzgar. Por otro lado, -como ya lo han expresado mejor personas con un gran conocimiento del circuito editorial- no resulta apresurado inquietarse con el hecho de que un instituto estatal como el FNA, el cual entrega el único premio nacional de literatura decida direccionar las bases del certamen hacia esa gama de subgéneros en las cuales los miembros del jurado vienen publicando exitosas obras bajo sellos líderes en el mercado. Para decirlo más claramente, no parece apresurado al menos encender la inquietud de si no se tratará esto de una adaptación de lo estatal a las dinámicas y exigencias del mercado, o más aún, la cooptación del único certamen nacional por parte de ciertos agentes de influencia vinculados a los sellos editoriales que marcan las ventas para volverlo un laboratorio que promueva la producción de aquel perfil de obras editables por dichos sellos. Esto, como inquietud, es al menos atendible y sólo será constatable o desechable con el devenir del certamen y los movimientos editoriales que lo secunden inmediatamente.

Lo cierto es que la decisión por parte de la funcionaria de sesgar el concurso, con el pretendido argumento de asumir la misión de abrir aristas en el juego a una mayor diversidad, ha desatado una polémica virulenta a raíz de que se han sentido automáticamente marginados un espectro de autores que supera ampliamente lo que quienes aplauden la medida señalan como escrituras “realistas”, o “del yo”. Cierto es también que la polémica, por más revuelo que ha levantado y ataques que ha repartido en una y otra dirección, se ha sesgado y limitado a reabrir y reeditar viejas disputas en el mundillo de la literatura, contribuyendo a su repetición in aeternum y sin que surja un sola moción propositiva superadora.

Si lo que venía a remediar este sesgo explicitado a nivel institucional era un sesgo no declarado por individualidades del jurado en pos de un allanamiento de las producciones tendiente al realismo o el estilo que fuera, ¿se remedia una serie de fogatas encendiendo a su lado un gran incendio? Lo que parece ofrecer la funcionaria a los autores que se sintieran excluidos por el sesgo, a modo de consuelo, es que este solo correrá en la actual edición, y que en los próximos el gran incendio del sesgo institucional sería encendido en otro lugar del espectro literario, beneficiando o perjudicando a quién sabe quién. Quizás dependerá de los vaivenes del mercado. Si así llegara a ser, nos encontraremos frente a una grave desnaturalización de los objetivos y misión que le dan razón de ser al FNA.

Si entendemos que la tarea de una institución como el FNA es la de fomentar e incentivar la producción artística en el espectro más diverso posible, especialmente allí donde el mercado no le da cabida, lejos se está de superar los anteriores sesgos tendientes al realismo promovidos por cierta elite literaria haciendo ingresar a la institución las exigencias mercantiles de los sellos que marcan las ventas. Un entramado de sesgos particulares no se revierte ni se remedia con otro sesgo mayor llamado mercado.

En orden a los dichos de la funcionaria en una reciente entrevista a un portal de noticias, donde declara no tener deseos de efectuar ningún cambio radical en el certamen, solo reformas tendientes a abrir más el juego, creemos que la decisión de sesgar el certamen pone al mismo en una situación crítica de deslegitimación, que no remedia y solo empeora la que ya venía sufriendo debido a las disputas de años atrás a raíz de fallos también sesgados de los jurados, aunque en otra dirección. Creemos que esto es esencialmente el problema que debe atacarse para fortalecer la legitimidad del premio del FNA y que para hacerlo son necesarios cambios desde una perspectiva que ponga en valor el debate democrático sobre la literatura que el FNA juzga y premia.

Por todo esto, creemos que sería totalmente viable, necesario y superador, que, de elegirse un subgénero a focalizar en el certamen de cada año, tal decisión debería ser el resultado de un debate abierto entre las autoridades del jurado. Así mismo debe ser también abierto el debate entre los miembros del jurado a la hora de votar por la premiación de las obras, puesto que, si han sido elegidas como autoridades del certamen de literatura más importante a nivel nacional, es de suponer que sus argumentaciones en pos o en contra de la premiación de una obra, muy lejos de tener que desarrollarse a puertas cerradas, deberían ser un documento cultural en sí mismo, el cual debe ser participado a la sociedad en su conjunto.

Creemos por tanto que, como política pública, dicho debate debería ser transmitido en vivo por canales institucionales y ser en sí mismo un evento de la cultura nacional propio de ser llevado a cabo en casas de la cultura como ser el CCK. De este modo, el FNA estaría interviniendo como agente de fomento de la producción artística no solo a través de su convocatoria que, se supone, incita a la producción, y de su resultado como premio recompensa o incentivo, sino todo a lo largo de su desarrollo. Y más aún, cada certamen anual dejaría tras de sí un documento producto de un debate abierto y argumentado que sentaría el precedente cultural de a qué obras y por qué ha premiado el FNA como autoridad artística del Estado.

Creemos que con cambios en esta dirección el FNA podría dar vuelta la página y comenzar a dejar atrás la deslegitimación creciente en la que parece venir encaminándose hace tiempo y ante el cual ciertos sectores parecen pretender que es una buena reacción decidir entre achicarlo o abrirlo al mercado. Son además imprevisibles los beneficios que podría irradiar sobre la comunidad cultural y artística el hecho de que al fin una institución se ponga al frente de la responsabilidad de incentivar y nuclear activamente un debate democrático y a la vista de toda la sociedad sobre nuestra literatura.

Entrevista a M. Enriquez, Infobae 22/7/2020: https://www.infobae.com/cultura/2020/07/22/mariana-enriquez-pensar-la-ciencia-ficcion-y-el-terror-no-tienen-capacidad-de-critica-es-quiza-no-tener-una-lectura-extendida/

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